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SEGUNDA PARTE

Requisitos Básicos para la Curación

[e282][i380]  ENTRAMOS AHORA en la segunda parte de nuestra discusión sobre los rayos y las enfermedades Es esencialmente de un alcance mucho más práctico que la sección altamente especulativa (especulativa para ustedes) recién concluida. Gran parte de lo que en ella dije es para ustedes una verdad discutible (empleando la palabra “discutible” en su real sentido, o sea que suscita interrogantes). En el mejor de los casos, constituye, para el más intuitivo, una hipótesis “posiblemente exacta”. Quisiera que observaran esta frase, por paradójica que parezca. No tienen un medio seguro para comprobar su veracidad. Gran parte del enigma de la vida y del vivir se develará a medida que un acrecentado número de aspirantes en el mundo comience a funcionar conscientemente en el reino de las causas. La Jerarquía no abriga dudas, excepto sobre esas cuestiones que versan sobre la impredecible naturaleza de las reacciones humanas. Incluso, en conexión con las inciertas actividades de la humanidad, los Maestros pueden saber generalmente lo que ocurrirá, pero esotéricamente rehúsan “pensar sobre las energías liberadas en el plano de la vida terrena, por temor a que las energías contrarias, que emanan del Centro donde ellos moran, puedan neutralizar la realidad del libre albedrío del hombre”. Estoy citando a uno de los Maestros que habló en una conferencia celebrada en el año 1725.

[i381] Lo que he expuesto en la primera parte es para mí una verdad indiscutible y probada; para ustedes puede ser una adecuada hipótesis o una interpretación, discutible e inaceptable, de las causas subyacentes en las enfermedades.

Detrás de la humanidad hay un milenario pasado donde los llamados pecados y errores, maldades y actitudes erróneas, han acumulado un pesado karma que (afortunadamente para la raza humana) se está agotando rápidamente en la actualidad. El enorme interés manifestado hoy por las enfermedades, la centralización de todos los recursos de la ciencia médica y quirúrgica a favor de los ejércitos que luchan (recursos que más tarde serán movilizados para ayudar a la población civil de los países [e283] devastados en ambos hemisferios), la amplia investigación llevada en los hospitales y centros de estudio y los rápidos descubrimientos de la ciencia, más la constante tendencia hacia una necesaria simplificación, producirá, dentro de poco, grandes cambios en la forma de tratar la enfermedad, lo cual conducirá a la extirpación de numerosas y temibles enfermedades heredadas.

Por la inspiración y la corriente de conocimientos esotéricos de los discípulos e iniciados del mundo, se alterará grandemente la técnica; la venidera revelación de nuevas, aunque más simples, leyes de la salud, y la fusión que inevitablemente vendrá entre la medicina ortodoxa, la psicología y los métodos espirituales de curación, se producirá un nuevo acercamiento al tema; el creciente empleo del fuego como medio de purificación (en relación con el suelo del planeta y con la estructura humana) producirá grandes cosas. La técnica de provocar fiebre como medio de curación, para ciertos tipos de enfermedades, y los métodos (frecuentemente empleados por la naturaleza) de someter amplias zonas del suelo al impacto del fuego, desarrollarán una nueva y más valiosa ciencia. Pero esto tendrá lugar más adelante. Aquí sólo indico una débil tendencia en esa dirección. El hombre se halla -en todos los campos del [i382] conocimiento- en un punto culminante; esto ha sido inducido mediante el rápido desarrollo de la conciencia humana y es el preludio de una gran expansión de la comprensión y una nueva visión interna de las causas condicionantes responsables de todo aquello que hoy padece el cuerpo físico del hombre.

El nuevo estudio y el futuro conocimiento surgirán como resultado de una intuición incipiente, de la presencia en la tierra de un gran número de almas avanzadas y evolucionadas y de la venidera y más estrecha relación entre la Jerarquía y la Humanidad. La fusión (que progresa lentamente) de las energías de esos dos centros planetarios, dará por resultado grandes cambios y desenvolvimientos, no sólo en las facultades perceptivas del hombre sino también en el mecanismo físico. Habrá mayor resistencia a las enfermedades nativas y heredadas y verdadera capacidad para resistir las infecciones, lo cual eliminará mucho dolor y sufrimiento. La reducción de todo el karma humano a través de la experiencia de la guerra planetaria (1914-1945), permitirá a las almas que tratan de encarnar, crear cuerpos sin tendencias morbosas. Los Maestros están totalmente libres de enfermedades porque han agotado totalmente el karma de los tres mundos y alcanzado la liberación.

La capacidad adquirida durante los últimos cincuenta años para enfrentar la enfermedad planetaria de la tuberculosis, será extirpada totalmente cuando sea aplicada a las zonas densamente [e284] pobladas de Oriente y a los distritos que han sufrido hasta ahora inadecuada atención médica. Las enfermedades sifilíticas son controladas rápidamente por el empleo de drogas recientemente descubiertas, aunque consideradas por los Maestros sólo como paliativos, y superficiales en tiempo y espacio. Tales enfermedades serán lenta y correctamente extirpadas en su totalidad, a medida que la humanidad traslade su conciencia al plano mental y la aleje del campo del deseo astral y sexual, con su acción refleja sobre el cuerpo físico, que es [i383] automáticamente responsivo. La tercera gran enfermedad planetaria, el cáncer, aún es básicamente incontrolable, y hoy la relativa simplicidad de la cirugía parece constituir la única cura posible. No se conoce aún el modo de evitar la reproducción del cáncer y la naturaleza de su causa; todo se halla en el campo de las conjeturas y sujeto a infinitas búsquedas e investigaciones. Muchos achaques menores, infecciones y un sinnúmero de males físicos afines, eventualmente serán atribuidos a cualquiera de estas tres enfermedades básicas, las cuales a su vez tienen relación con el definido mal empleo de la energía de los tres rayos mayores. Podría decirse que: 

1.   Las enfermedades sifilíticas se deben al uso indebido de la energía de tercer rayo, la energía creadora e inteligente de la sustancia misma. 

2.   La tuberculosis es el resultado del mal empleo de la energía de segundo rayo. 

3.   El cáncer es una reacción misteriosa y sutil a la energía de primer rayo, la voluntad de vivir, uno de los aspectos de este rayo. Por lo tanto se exterioriza como superactividad y proliferación de las células del cuerpo, cuya voluntad de vivir se hace destructiva para el organismo en el cual residen.

Sólo he hecho una insinuación, y no tiene mucho valor en la actualidad. Gran parte de la investigación oculta debe ser realizada, sobre estas líneas, por la profesión médica, pero sólo será posible cuando la Ciencia de los Rayos sea mejor comprendida, y la evidencia que sustancia la presencia de cinco energías básicas en todo ser humano (las energías de sus cinco rayos condicionantes) pueda ser comprobada. Algún día los hombres aprenderán fácilmente a determinar su tipo de rayo y los rayos que rigen su triple personalidad.

[i384] A lo largo de cada línea hacia las cuales se expande la comprensión del hombre, se evidencia cada vez más el momento oportuno para que se introduzca y rija lo nuevo. La puerta hacia la aventura (en su sentido más elevado) permanece ampliamente abierta y nada le ha impedido a la humanidad atravesar esa puerta. En el transcurso de las edades el hombre ha atravesado los [e285] portales y ha penetrado en nuevos y más ricos reinos de investigación, descubrimiento y su consiguiente aplicación práctica.

La puerta que se abre hoy al hombre admite un mundo de significados -un mundo que es la antecámara del mundo de las causas. Efecto, Significado, Causa. Estas tres palabras encierran la clave del desarrollo de la conciencia del hombre. La mayoría de los hombres viven hoy en el mundo de los efectos y no tienen la menor idea de que ellos mismos son efectos. Unos pocos ahora comienzan a vivir en el mundo de los significados, mientras que los discípulos y quienes actúan en el mundo de la Jerarquía son conscientes o continuamente llegan a serlo, de las causas que producen los efectos que los significados revelan. Por esta razón podemos empezar a considerar los requisitos básicos que el hombre debe cumplir antes de avanzar por el sendero de la futura iluminación. Esta iluminación necesariamente eliminará todo temor a la muerte y solucionará el problema que durante tanto tiempo ha empujado a la humanidad hacia las profundidades de la desesperación y el temor. También quiero referirme a esas actitudes necesarias que deben adoptar quienes tratan de curar la enfermedad, y superar los males físicos, los cuales deben ser enfrentados principalmente en líneas mentales. Estos requisitos atraerán la atención mental del agente curador y del paciente. Esto también se refiere al hombre como un todo.

Generalmente se supone que la fe es el principal requisito para el arte de curar. Pero no es así. La fe poco tiene que ver en ello. La curación depende de [i385] ciertos factores básicos vitales en los cuales no tiene cabida la fe. El esfuerzo del paciente para obtener fe es frecuentemente un gran detrimento para liberarse de las dificultades que se anteponen entre él y la completa curación. Cuando Cristo acentuó tan a menudo la fe (o más bien esa cualidad traducida como fe en las Sagradas Escrituras de Occidente), en realidad se refirió a la aceptación de la ley, ante todo al reconocimiento del karma y a un conocimiento del destino divino. Si esto se comprende, traerá una nueva actitud hacia Dios y hacia las circunstancias. Los requisitos previos que quisiera recalcar son los siguientes:

1.   El reconocimiento de la gran Ley de Causa y Efecto, si ello es posible. No siempre lo es cuando se trata de personas sin iluminación.

2.   La correcta diagnosis de la enfermedad por un clínico competente, y más tarde por un clarividente espiritual, cuando esa capacidad la ha desarrollado el curador iniciado.

3.   La creencia en la ley del karma inmediato. Por esto quiero significar la capacidad, por parte del paciente o del curador, [e286] de saber si el destino del paciente permite su curación o debe ayudárselo a hacer la gran transición.

4.   La disposición de reconocer que dicha curación puede ser perjudicial y básicamente indeseable desde el punto de vista del alma. Las personas a veces se curan por el poder del curador cuando su destino no es continuar una vida activa en el plano físico.

5.   La colaboración activa entre el curador y el paciente -colaboración basada en la mutua comprensión.

6.    La pasiva determinación, por parte del paciente, de aceptar la voluntad manifestada por el alma, cualquiera que sea. Esto podría denominarse una expresión de la divina indiferencia. [i386]

7.   El esfuerzo realizado por el curador y el paciente a fin de expresar una total inofensividad, lo cual merece una cuidadosa reflexión. Se refiere básicamente a la relación entre ambas partes y sus asociados.

8.   El esfuerzo por parte del paciente (a no ser que esté muy enfermo) para adaptarse y corregir esos aspectos y características de la naturaleza, que puedan militar en contra de la correcta percepción espiritual. Éste es uno de los significados, aunque no el más importante, oculto en la frase, “el trabajo de restitución”.

9.    La iluminación deliberada de las cualidades, líneas de pensamiento y de deseos que puedan impedir la afluencia de fuerza espiritual -fuerza que puede lograr una integración más estrecha del alma con el cuerpo, en los tres mundos, e inaugurar una renovada expresión de vida, o integrar el alma con su fuente de emanación e iniciar una renovada vida en los niveles del alma. Ello afecta, por lo tanto, las relaciones del paciente con su alma.

10. La capacidad del curador y del paciente para integrarse en el alma grupal con la cual están subjetivamente afiliados; y la integración en otros casos de la personalidad y el alma y, si han alcanzado la etapa necesaria de desarrollo, ambas deben lograr una integración más estrecha en el grupo ashrámico del Maestro.

Estos diez requisitos podrán parecer sencillos, pero de ninguna manera lo son. Superficialmente parecería que se refieren al carácter, a la cualidad y a la capacidad; fundamentalmente conciernen a la relación entre el alma y el cuerpo y tratan de la integración o abstracción. El objetivo que subyace en ellos consiste, en cualquier caso, en establecer una ininterrumpida armonía entre el curador, [i387] o el grupo de curación, y el paciente que recibe la atención científica del agente curador -grupal o individual.

[e287] Una de las primeras cosas que un agente curador debe hacer, es formular un simple conjunto de instrucciones que deberían regir la actitud del enfermo. Dichas instrucciones deben ser sencillas, porque cuando hay una enfermedad grave le es imposible al paciente realizar el más mínimo esfuerzo físico para cambiar su actitud. Esto a menudo se olvida.

Hay una o dos cosas que quisiera dejar en claro y que ustedes a su vez deben aclararle al paciente:

1.   La curación no se garantiza. El paciente debe comprender que continuar viviendo en el cuerpo físico no constituye la meta más elevada posible. Podría serlo si hubiera que prestar un servicio muy importante, si debiera cumplir aún con ciertas obligaciones o si tuviera que aprender otras lecciones. La existencia corpórea no es, sin embargo, el bien más preciado. Liberarse de las limitaciones del cuerpo físico es verdaderamente beneficioso. El paciente debe aprender a reconocer y aceptar la Ley del Karma.

2.   El temor es innecesario. Uno de los primeros objetivos del agente curador debería ser ayudar al paciente a obtener una visión feliz, sana y esperanzada, acerca de su futuro -no importa lo que el futuro le depare.

Evidentemente tienen ante sí la oportunidad de presentar una nueva actitud en todo el problema de la enfermedad y de la curación, y entrenar a la humanidad para que adquiera un mejor y más feliz sentido de proporción en lo que concierne a la enfermedad y a la salud.

[i388] Se evidencia también que la palabra “restitución” concierne al elevado arte de restituir al paciente aquello que necesita para encarar la vida correctamente -vida en el cuerpo y en el plano físico, o la continuidad de la vida en otros niveles, invisibles para el hombre común y considerados problemáticos e intangibles. La restitución puede también involucrar la rectificación de actos erróneos, cometidos por el paciente antes de recibir lo que él considera un tratamiento exitoso, pero principalmente atañe al efecto que produce el grupo curador cuando establece el primer contacto con el que ha de ser curado. Esto no se ha de olvidar. A veces, cuando lo indica el karma del paciente, se le debe restablecer la voluntad de vivir; en otros casos hay que inducirlo a que elimine el temor (temor a la vida o a la muerte), restableciendo así la valentía; una actitud afirmativa en todas las circunstancias podría ser esa cualidad necesaria, que trae consigo el restablecimiento de la disposición para aceptar, con comprensión y alegría, cualquier cosa que el futuro depare; también puede involucrar la restitución de las relaciones armoniosas con el medio ambiente del paciente, la [e288] familia y los amigos, y el consiguiente resultado debido al renovado y correcto reajuste, el surgimiento de un espíritu de amor y el rechazo de lo que pudo haber sido un erróneo modo de pensar profundamente arraigado.

Será evidente por lo tanto, que el proceso de seguir un ritual de curación es sólo una fase del trabajo a realizar y que la relación del curador y el paciente es básicamente educativa; debe ser una educación atemperada por la condición física de la persona enferma. Hallarán que, a medida que trabajan en estas líneas, será menester hacer una breve exposición del trabajo a realizar y de las restituciones que el paciente debe estar preparado a efectuar a fin de facilitar la afluencia de la fuerza curadora. Debe inducírselo a “limpiar la pizarra” (si puedo emplear esta frase [i389] simbólica) para que el trabajo de curación tenga éxito de acuerdo a la Ley del Karma.

Esta fase preparatoria del trabajo es difícil. Sí el paciente está muy grave no es posible aplicarla. Todos los agentes curadores hallarán que, cuando atienden a personas espiritualmente orientadas, cuyas vidas han estado consagrada durante mucho tiempo al correcto esfuerzo y a “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, el trabajo de curación será acelerado grandemente, o la tarea de allanar el camino a través de las puertas de la muerte se simplificará enormemente. Después de todo, la muerte es en si un trabajo de restitución. Implica la tarea de devolver la sustancia a los tres mundos de sustancia, haciéndolo voluntaria y gozosamente; implica también la restitución del alma humana al alma de la cual emanó, haciéndolo con el gozo de la reabsorción. Todos deben aprender a considerar la muerte como un acto de restitución; cuando puedan hacerlo, se obtendrá nueva luz y verdadero significado sobre la muerte, y se convertirá en parte integrante -reconocida y deseada- de un constante proceso viviente.

Si se me preguntara cuál es la principal tarea de todos los grupos de curación, tal como la Jerarquía quisiera que actuaran en el futuro, diría que consiste en preparar a los seres humanos para lo que podríamos considerar el aspecto restaurador de la muerte, dando así un nuevo y más feliz significado, del dado hasta ahora al temible enemigo del género humano. Hallarán que cuando trabajan en estas líneas indicadas de pensamiento, se repite constantemente el tema de la muerte, y el resultado de ello será la adopción de nuevas actitudes hacia la muerte y se inculcará una gozosa expectativa cuando ocurra ese inevitable y tan familiar acontecimiento. Los grupos de curación deben prepararse para encarar esta condición básica de todo lo que vive, y la mayor parte de su [e289] trabajo consiste en elucidar el principio muerte. Se dice que el [i390] alma debe retornar a quien la dio. Hasta ahora ello constituye una restitución obligada y temida, que engendra temor y hace que hombres y mujeres de todas partes clamen por la curación del cuerpo físico, sobrestimando su importancia, y los induce a considerar que la prolongación de la existencia terrenal es el factor más importante de sus vidas. En el próximo ciclo, tales actitudes erróneas deben llegar a su fin, la muerte se convertirá en un proceso normal y comprensible -tan normal como el proceso de nacer, aunque menos doloroso y temible. Este comentario es una profecía y como tal debe ser considerado.

Insistiré, por consiguiente, acerca del hecho elemental de que todo grupo curador que trate de trabajar en estas nuevas líneas, debe procurar (como esfuerzo preliminar) entender algo acerca del factor muerte, denominado “el gran proceso restaurador” o “la gran restitución”. Concierne al arte de devolver el cuerpo, en forma inteligente, correcta y a su debido tiempo, a la fuente de donde originaron sus elementos constituyentes y de restaurar el alma a la fuente de su ser esencial. Elijo mis palabras cuidadosamente, pues deseo que reflexionen profunda y sensatamente sobre el denominado enigma de la muerte. Un enigma para el hombre, pero no para los discípulos y los conocedores de la sabiduría.

Los individuos y los grupos de curación a veces hallarán necesario enfrentar al paciente con el hecho de la muerte; una de las tareas de los discípulos de mi Ashrama y del Ashrama del Maestro K. H. consiste en intercalar el tema de la muerte en sus conversaciones con otros buscadores de la verdad, introducirlo en sus pensamientos y discusiones y particularmente con quienes tratan de curar. Esto será difícil y no debe hacerse en forma precipitada, pero el tema no puede ni debe ser evitado o eludido. Los grupos de curación que trabajan externamente en un Ashrama no ponen el énfasis sobre la curación corporal, sino sobre [i391] el momento exacto y los ciclos de trabajo o el vivir en el plano físico, y sobre los ciclos de restitución o muerte en el plano físico.

Esta parte del tratado denominada “Requisitos Básicos”, en realidad se refiere a los procesos de morir, a las condiciones del mundo material, o los tres mundos del servicio, prestado durante la encarnación. El primer punto trata de la restitución del cuerpo al depósito general de sustancia, o a la prestación de servicio en el mundo externo de la vida física cotidiana, la restauración del alma a su fuente de origen, el alma en su propio plano o -a la inversa- el cumplimiento pleno de su responsabilidad en el cuerpo. El segundo punto encara la eliminación del principio vida y el aspecto conciencia, y el tema no trata de la construcción del carácter como algunos pueden suponer. Me ocupé del carácter y [e290] cualidades personales en las palabras preliminares de esta parte del tratado, porque la verdadera comprensión de los principios básicos de la vida y de la muerte se facilita con la correcta acción basada en el recto pensar, dando por resultado la correcta formación del carácter. Sin embargo, no trato de elucidar acerca de estos requisitos previos elementales. Los procesos de integración, tal como deseo considerarlos aquí, conciernen a la integración del alma en el triple cuerpo, si el karma así lo decide o, en el reino de las almas, si el karma decreta la muerte para el hombre.

En consecuencia, en esta segunda parte, consideraremos el problema de la muerte o el arte de morir. Esto es algo que todas las personas gravemente enfermas deben inevitablemente encarar, y los que poseen buena salud deben prepararse para ello mediante el recto pensar y la sensata anticipación. La actitud morbosa que adopta la mayoría de la gente hacia el tema de la muerte y su negativa a considerarla cuando gozan de buena salud es algo que debe ser alterado y cambiado deliberadamente. Cristo demostró a Sus discípulos la correcta actitud cuando se refirió a Su venida e inmediata muerte en manos [i392] de Sus enemigos, y a Su reprensión cuando los vio acongojados, recordándoles que Él iría al Padre. Siendo un iniciado de alto grado, quiso significar, esotéricamente hablando, que haría “la restitución a la Mónada”; la gente común y los que no han alcanzado el tercer grado de iniciados hacen “la restitución al alma”. El temor y la morbosidad que el tema de la muerte comúnmente evoca y la poca disposición para encararlo con comprensión, se debe a que la gente pone excesivo énfasis sobre el cuerpo físico, a la facilidad de identificarse con él y a que está basado en el temor innato a la soledad y a la pérdida de las cosas familiares. Sin embargo, la soledad que acontece después de la muerte, cuando el hombre se encuentra a sí mismo sin un vehículo físico, no tiene comparación con la soledad del nacimiento. Al nacer, el alma se halla en un nuevo ambiente, sumergida en un cuerpo que al principio es totalmente incapaz de valerse por sí mismo o de establecer un contacto inteligente con las condiciones circundantes, durante un largo período de tiempo. El hombre viene a la encarnación sin recordar la identidad, o lo que para él significa el grupo de almas en esos cuerpos con quienes está relacionado; esta soledad desaparece gradualmente, y sólo cuando establece sus propios contactos personales, descubre a los que congenian con él y eventualmente reúne a su alrededor a quienes considera sus amigos. Después de la muerte no sucede lo mismo, porque el hombre encuentra en el más allá a quienes conoce y se vincularon con él en la vida del plano físico, y nunca está solo, como el ser humano entiende la soledad; también es consciente de los que poseen aún cuerpos físicos; puede verlos, [e291] captar sus emociones y también sus pensamientos, pues no existiendo el cerebro físico no actúa como un obstáculo. Si la gente tuviera mayor conocimiento, temería a la experiencia del nacimiento y no [i393] a la de la muerte, porque el nacimiento encierra al alma en la verdadera prisión y la muerte física es sólo el primer paso hacia la liberación.

Otro temor que induce a la humanidad a considerar la muerte como una calamidad es el que ha inculcado la religión teológica, particularmente los Protestantes fundamentalistas y la Iglesia Católica Romana -el temor al infierno, la imposición de castigos, comúnmente fuera de toda proporción a los errores cometidos durante una vida, y el terror impuesto por un Dios iracundo. Le dicen al hombre que debe someterse a ello y que no hay escapatoria posible, excepto por medio de la expiación vicaria. Como bien saben, no existe un Dios iracundo, un infierno ni tampoco la expiación vicaria. Solo existe un gran principio de amor que anima a todo el universo; existe la Presencia de Cristo, indicando a la humanidad la realidad del alma y que somos salvados por la vivencia de esa alma, y que el único infierno que existe es la tierra misma, donde aprendemos a trabajar por nuestra propia salvación, impulsados por el principio de amor y de luz e impelidos por el ejemplo de Cristo y el anhelo interno de nuestra propia alma. Esta enseñanza acerca del infierno nos recuerda el giro sádico que la Iglesia Cristiana, en la Edad Media, dio al pensamiento y a las erróneas enseñanzas establecidas en El Antiguo Testamento, acerca de Jehová, el Dios tribal de los Judíos. Jehová no es Dios, ni el Logos planetario, ni el Eterno Corazón de Amor que Cristo reveló. A medida que estas erróneas ideas vayan desapareciendo, será eliminado, de la mente del hombre, el concepto del infierno y reemplazado por la comprensión de la ley que hace al hombre lograr su propia salvación en el plano físico, lo cual conducirá a corregir los males cometidos durante sus vidas en la tierra y que oportunamente le permitirá “limpiar su propia pizarra”.

No trato aquí de imponerles una discusión teológica; solo procuro señalar que el actual temor a la muerte debe ceder su lugar a una inteligente comprensión de la realidad [i394] y ser sustituido por el concepto de continuidad, que niega toda interrupción, y acentuar la idea de que existe una vida, una Entidad consciente, que adquiere experiencia en muchos cuerpos.

Podría decirse, a fin de resumir esta propuesta general, que el temor y el horror a la muerte tienen su fundamento en el amor a la forma -nuestra propia forma, la de quienes amamos, las que nos circundan y las de nuestro medio ambiente. Esta clase de [e292] amor es contrario a nuestra enseñanza acerca de las realidades espirituales. La esperanza del futuro y la de liberarnos de este mal infundado temor, reside en poner el énfasis sobre la realidad del alma eterna y la necesidad de que esa alma viva en forma espiritual, constructiva y divina, dentro de los vehículos materiales. Este concepto también encierra la idea de restitución. Los conceptos erróneos deben ser olvidados; además tiene cabida la idea de eliminación, para lograr un correcto enfoque. Debe tenerse en cuenta la integración, para que la absorción en la vida del alma reemplace a la absorción en la vida del cuerpo. El dolor, la soledad, el infortunio, la decadencia, la pérdida de alguien -todas estas ideas deben desaparecer a medida que la reacción común hacia la muerte vaya también desapareciendo. Cuando los hombres aprendan a vivir conscientemente como almas, a enfocarse en los niveles del alma y a considerar a la forma o formas como simples modos de expresión, todas estas infortunadas y antiguas ideas acerca de la muerte desaparecerán gradualmente y tendrá lugar un nuevo y más alegre acercamiento a esa gran experiencia.

Observarán que he elegido diversas palabras al considerar los requisitos básicos, debido a sus significados específicos.

1.   El Trabajo de Restitución. Significa el retorno de la forma a la reserva básica de la sustancia; o el alma, la divina energía espiritual, retornando a su fuente de origen -ya sea a los niveles egoicos o a los monádicos, de acuerdo al grado [i395] de evolución. Esta restitución constituye predominantemente el trabajo del alma humana dentro del cuerpo físico y abarca los centros cardíaco y coronario.

2.   El Arte de Eliminación. Se refiere a dos actividades del hombre espiritual interno; por ejemplo, la supresión de todo control por el triple hombre inferior, y el proceso de reenfoque en los niveles concretos del plano mental como punto de luz radiante. Esto concierne principalmente al alma humana.

3.   Los Procesos de Integración. Se refieren a la tarea del hombre espiritual liberado, cuando se fusiona con el alma (la superalma) en los niveles superiores del plano mental. La parte retorna al todo, y el hombre comprende el verdadero significado de las palabras de Krishna: “Habiendo compenetrado el entero universo, con un fragmento de mí mismo, Yo permanezco”.

Así el hombre, siendo el fragmento consciente que adquiere experiencias, habiendo compenetrado el pequeño universo de la forma en los tres mundos, aún permanece. Sabe que Él es parte del todo.

Estos tres procesos constituyen la muerte.

[e293] Resultará evidente que cuando la humanidad logre esta perspectiva sobre la muerte y el arte de morir, toda la actitud de la raza humana sufrirá un benéfico cambio. Esto irá a la par, a medida que el tiempo transcurre, de una sensibilidad humana en los niveles telepáticos; los hombres serán cada vez más inteligentes y la humanidad se enfocará acrecentadamente en los niveles mentales. Esta sensibilidad telepática será un fenómeno común y corriente, siendo el espiritismo actual una garantía de ello, aunque la seria distorsión existente se basa en gran parte en los ansiosos deseos de la humanidad, pero contiene muy poca telepatía verdadera. Actualmente la telepatía que existe entre el médium [i396] (esté o no en trance) y el pariente o amigo desaparecido, no existe entre aquel que ha experimentado la liberación de la muerte y el que todavía se halla en la forma. Esto debe tenerse siempre presente: Mientras tanto, donde la mente no es normalmente telepática, puede haber (aunque muy raras veces) la interposición de una mediumnidad, basada en la clarividencia y clariaudiencia, pero no en el trance. Aún así esto precisará establecer un contacto totalmente astral por medio de un tercero, y estará basado en el espejismo y el error. No obstante será un paso adelante para las actuales sesiones mediumnímicas, que simplemente ignoran al muerto, respondiendo solamente al interesado lo que el médium lee en su aura -los recuerdos de la apariencia personal, las reminiscencias significativas acumuladas en la conciencia del que pregunta, y la vana ilusión de pedir consejos, pues cree que porque ha fallecido es más inteligente que antes. Cuando el médium a veces logra establecer una verdadera comunicación, se debe a que el solicitante y la persona fallecida son tipos mentales, por lo tanto se establece una verdadera sensibilidad telepática entre ellos, la cual es captada por el médium.

La raza va progresando, desarrollándose y haciéndose cada vez más mental. La relación entre los muertos y los vivos debe y deberá existir en los niveles mentales, antes de los procesos de integración; la verdadera interrupción de la comunicación se producirá cuando el alma humana esté reabsorbida en la superalma, antes de volver a encarnar. La realidad de que se establece comunicación hasta ese momento, destruirá completamente el temor a la muerte. En el caso de los discípulos que trabajan en el Ashrama de un Maestro, este proceso de integración no constituirá siquiera una barrera. En las siguientes páginas daré alguna enseñanza de lo que podría llamarse el arte de morir, a fin de ampliar lo que dije en Tratado sobre Magia Blanca. 

LA ACTITUD ACTUAL HACIA LA MUERTE

[e294][i397] Me propuse considerar con ustedes los procesos de la muerte y ocuparme algo más ampliamente del factor muerte -la experiencia más familiar (si el cerebro físico pudiera recordar y comprender) en la vida de la entidad reencarnante o alma. Permítanme hacer algunos comentarios respecto a la actitud del hombre en la experiencia de la “restitución”. Esta palabra es peculiarmente esotérica, y la emplea generalmente el iniciado cuando se refiere a la muerte. La actitud más destacada, asociada a la muerte, es el temor, y está basado en la incertidumbre mental prevaleciente, acerca de la realidad de la inmortalidad. Aparte del hecho ya comprobado de alguna forma de supervivencia, establecida por los grupos de investigación síquica, la inmortalidad o la existencia permanente de lo que usualmente significamos cuando hablamos del Yo, está aún en el reino de los vanos pensamientos o creencias. Esta creencia puede estar fundada en premisas cristianas, en afirmaciones religiosas basadas en la racionalización de la materia, y en un acercamiento más científico, el cual arguye que la necesidad económica requiere que lo que ha estado tanto tiempo para evolucionar y es el resultado culminante del proceso evolutivo, no debe desaparecer. Es interesante observar que no hay en nuestro planeta ninguna evidencia de que exista un producto evolutivo superior al reino humano; hasta para el pensador materialista, lo que hace excepcional al hombre, reside en sus diversos estados de conciencia y en su capacidad de presentar a la investigación todos los estados de conciencia, desde el del salvaje analfabeto, a través de todas las etapas intermedias de eficiencia mental, hasta el del más avanzado pensador o genio, capaz de producir el arte creador, realizar descubrimientos científicos y tener percepción espiritual.

Puesto en palabras simples, el interrogante que el tema de la muerte suscita es: ¿Dónde está el Yo, el ocupante del cuerpo, cuando éste es abandonado y desintegrado? En definitiva ¿existe un ocupante?

[i398] La historia humana registra la incesante búsqueda de algo que sustancie la cuestión; hoy esta búsqueda está culminando en las numerosas sociedades que se ocupan de probar la inmortalidad y penetrar en esas profundidades del espíritu que aparentemente ofrecen un santuario a ese Yo que ha sido el actor en el plano físico y que hasta ahora ha desconcertado al más ansioso buscador. El acicate del temor se halla detrás de esta frenética búsqueda; desafortunadamente la mayoría de las [e295] personas (aparte de unos pocos científicos iluminados y similares investigadores inteligentes) que aplican técnicas generalmente dudosas en las sesiones espiritistas, son de tipo emocional, fácilmente convencidas y muy dispuestas a aceptar como evidente, aquello que el más inteligente investigador, inmediatamente rechazaría.

Permítanme aquí aclarar mi posición acerca del gran movimiento espiritista que tanto ha hecho en el pasado para probar la realidad de la supervivencia y en ciertos aspectos también hizo mucho para desviar y engañar al género humano. Dentro de ese término genérico incluyo también los diversos grupos de investigación síquica y exceptúo todo sincero trabajo científico. Ninguno de estos grupos ha comprobado su caso. El misterio y las estupideces de las sesiones espíritas comunes y el trabajo de los médium han demostrado, no obstante, la presencia de un factor inexplicable; el investigador científico ni siquiera ha comprobado eso en el laboratorio. Por cada caso en que ha habido una aparición definidamente aceptable de una persona desencarnada, hay miles que pueden ser atribuidos a la credulidad, sensibilidad telepática (con la persona afligida, pero no con la que ha pasado al más allá), formas mentales que ve el clarividente y voces que oye el clariaudiente y también mistificaciones. Observen que me refiero a la “aparición aceptable” de un espíritu que retorna. Evidentemente es suficiente para justificar la creencia y probar su naturaleza efectiva. Basándonos en el inexplicable fenómeno [i399] de los contactos hechos con los supuestos muertos, observados, investigados y comprobados, y en el carácter de esas personas que testimonian la realidad de ese fenómeno, podemos afirmar que algo sobrevive a la “restitución” del cuerpo material al eterno depósito de sustancia. Sobre esta premisa continuaremos nuestro estudio.

El fenómeno de la muerte es hoy cada vez más familiar. La guerra mundial ha enviado a millones de hombres y mujeres -civiles y a quienes han pertenecido a las distintas ramas de las fuerzas armadas de todas las naciones- a ese mundo desconocido que recibe a todos los que han descartado la forma física. Las condiciones son actualmente de tal naturaleza que, a pesar del antiguo y profundamente arraigado temor a la muerte, está surgiendo en la conciencia humana la comprensión de que existen muchas cosas peores que la muerte; los hombres han llegado a conocer el hambre, la mutilación, la incapacidad física permanente, la incapacidad mental, como resultado y tensión de la guerra; han observado el dolor y la agonía que no han podido mitigar, ciertamente peores que la muerte; también muchos saben y creen (pues ésa es la gloria del espíritu humano) que el [e296] abandonar los valores, por los cuales los hombres han luchado y muerto durante edades, juzgados como esenciales para la libertad del espíritu humano, tiene mayor significado que el proceso de la muerte. Esta actitud, característica de las personas sensibles y de recto pensar, está surgiendo hoy en gran escala. Esto significa el reconocimiento, conjuntamente con el antiguo temor, de una imperecedera esperanza de lograr mejores condiciones en todas partes, no siendo necesariamente un ansioso anhelo sino el indicio de un conocimiento latente subjetivo que lentamente va saliendo a la superficie. Algo está en camino como resultado del sufrimiento y pensamiento humanos, lo cual es presentido hoy y posteriormente se demostrará. Opuesto a esta confianza interna y comprensión subjetiva, tenemos los antiguos modos de pensar, la desarrollada actitud materialista [i400] del presente, el temor al engaño y el antagonismo entre científicos y hombres religiosos o eclesiásticos. Los primeros se niegan, con justicia, a creer en aquello que aún no ha sido comprobado y que además parece no ser susceptible de comprobar, mientras que los grupos y organizaciones religiosas desconfían de cualquier presentación de la verdad que ellos no han formulado en sus propios términos. Esto pone un indebido énfasis sobre la creencia, y desalienta así a cualquier entusiasta investigador. El descubrimiento de la realidad de la inmortalidad vendrá del pueblo; oportunamente será aceptada por las iglesias y comprobada por la ciencia, pero ello sucederá cuando las consecuencias de la guerra hayan terminado y este trastorno planetario esté apaciguado.

El problema de la muerte, es innecesario decirlo, se funda en el amor a la vida, el instinto más arraigado de la naturaleza humana. La ciencia reconoce que nada se pierde de acuerdo a la ley divina; la eterna supervivencia, de un modo u otro, es considerada universalmente como una verdad. De todo el cúmulo de teorías se han extraído y propuesto tres soluciones principales, muy conocidas por las personas reflexivas, y son: 

1.   La solución estrictamente materialista afirma que la experiencia y la expresión de la vida consciente continúan mientras la forma física tangible existe y persiste, pero también enseña que después de la muerte y la consiguiente desintegración del cuerpo, ya no existe una persona consciente, activa y autoidentificada. El sentido del Yo, la percepción de la personalidad, en contraposición con las otras personalidades, se desvanece al desaparecer la forma; creen que la personalidad sólo es la suma total de la conciencia de las células del cuerpo. Esta teoría relega al hombre al mismo estado de cualquiera de las formas de los otros tres reinos de la naturaleza; [i401] está basada en la insensibilidad del ser humano común hacia la vida, fuera de un [e297] vehículo tangible; ignora toda evidencia contraria y explica que como no podemos ver (visualmente) y comprobar (tangiblemente) la persistencia del Yo o la inmortal entidad después de la muerte, ella no existe. Muchos ya no sostienen esta teoría como en años anteriores, particularmente durante la materialista Era Victoriana. 

2.   La teoría de la inmortalidad condicional. Esta teoría es sostenida aún por ciertas escuelas fundamentalistas de pensamiento, teológicamente estrechas, y también unos cuantos intelectuales principalmente de tendencia egotista. Afirma que sólo quienes obtienen una etapa particular de percepción espiritual o aceptan un conjunto peculiar de pronunciamientos teológicos pueden recibir el don de la inmortalidad personal. Los altamente intelectuales también arguyen que a quienes poseen una mente desarrollada y cultivada, don culminante para la humanidad, análogamente se les otorga la eterna supervivencia. Una escuela rechaza a aquellos que consideran espiritualmente recalcitrantes o negativos a la imposición de su verdad teológica particular, lo cual los condena a un total aniquilamiento como en la solución materialista, o a un eterno castigo, que al mismo tiempo aboga por una especie de inmortalidad. Debido a la innata bondad del corazón humano, muy pocos son vengativos o suficientemente irreflexivos para considerar aceptable esta presentación; por supuesto, entre ellos, debemos clasificar las personas irreflexivas que evaden la responsabilidad mental, aceptando ciegamente los pronunciamientos teológicos. La interpretación cristiana, dada por las escuelas ortodoxas y fundamentalistas, prueba ser falsa cuando es sometida a un claro razonamiento; entre los argumentos que niegan su veracidad reside el hecho de que el [i402] cristianismo proclama un largo futuro pero ningún pasado; siendo así mismo un futuro que depende totalmente de las acciones del actual episodio de vida y de ninguna manera explica las distinciones y diferencias que caracterizan a la humanidad. Esto sólo tiene asidero en la teoría de una Deidad antropomórfica, cuya voluntad -en su actuación práctica- sólo presenta aquello que no tiene pasado sino únicamente futuro; reconocen ampliamente la injusticia de esto, pero dicen que la inescrutable voluntad de Dios no debe ser puesta en duda. Millones de personas sostienen esta creencia, pero no tan fuertemente como lo hacían cien años atrás.

3.   La teoría de la reencarnación, tan familiar para todos mis lectores, está llegando a ser acrecentadamente popular en Occidente; siempre fue aceptada en Oriente (aunque con muchas adiciones e interpretaciones tontas). Dicha enseñanza ha sido tan distorsionada como las enseñanzas de Cristo, Buda o Shri [e298] Krishna, por sus teólogos de mente estrecha y limitada. Los básicos fundamentos de un origen espiritual, de un descenso a la materia, de un ascenso por medio de las constantes encarnaciones en la forma, hasta que esas formas sean expresiones perfectas de la conciencia espiritual que mora internamente, y de una serie de iniciaciones, al finalizar el ciclo de encarnación, están siendo más rápidamente aceptados y reconocidos como nunca lo fueron.

Tales son las principales soluciones a los problemas de la inmortalidad y de la supervivencia del alma humana; aspiran responder a la eterna pregunta del corazón humano respecto a cuándo, por qué, dónde y adónde. Sólo la última de estas soluciones propuestas ofrece una respuesta verdaderamente racional a todas ellas. Su aceptación ha sido demorada, porque desde la época de H. P. Blavatsky, que formuló esta antigua verdad al mundo moderno, en el último cuarto [i403] del siglo diecinueve, ha sido presentada en forma poco inteligente, obstaculizada por el hecho de que las razas orientales siempre la han sostenido y -desde el punto de vista occidental- son paganas, y los paganos, “en su ceguera, se inclinan ante la madera y la piedra”, citando uno de los himnos fundamentalistas. Es curioso comprobar que para el hombre de los países orientales, los pueblos religiosos occidentales hacen lo mismo, y pueden vérselos arrodillados ante los altares cristianos con estatuas del Cristo, de la Virgen María y de los Apóstoles.

Los ocultistas del mundo, a través de sus sociedades teosóficas y de otros grupos llamados ocultos, han perjudicado grandemente la presentación de la verdad acerca de la reencarnación, con detalles innecesarios, intrascendentes, inexactos y puramente especulativos, que enuncian como verdades los procesos de la muerte y las circunstancias del hombre después de ella, detalles que dependen mayormente de la visión clarividente de prominentes síquicos astrales de la Sociedad Teosófica. Sin embargo, en las Escrituras del mundo no se dan esos detalles y tampoco los proporcionó H.P.B. en La Doctrina Secreta. Un ejemplo de esta inexacta y tonta tentativa de arrojar luz sobre la teoría del renacimiento, puede observarse en el límite de tiempo impuesto, a las almas humanas desencarnadas, entre una encarnación y otra y al renacimiento físico; dicen que los años de ausencia dependen de la edad del alma que ha partido y el lugar que ocupa en la escala de evolución. Dicen que si el alma es muy avanzada, su ausencia del plano físico es prolongada, mientras que sucede todo lo contrario. Las almas avanzadas y las que están desarrollando aceleradamente su capacidad intelectual, retornan con gran rapidez debido a su respuesta sensible a la atracción que ejercen las obligaciones, intereses y responsabilidades, ya establecidos en el plano físico. La gente [e299] tiende a olvidar que el tiempo es la secuencia de los acontecimientos y de los estados de [i404] conciencia, tal como los registra el cerebro físico. Donde no existe cerebro físico, no existe aquello que la humanidad entiende por factor tiempo. La eliminación de las barreras de la forma, etapa tras etapa, trae una acrecentada comprensión del Eterno Ahora. En el caso de quienes han atravesado el portal de la muerte y que continúan pensando en términos de tiempo, se debe al espejismo y a la persistencia de una poderosa forma mental. Indica polarización en el plano astral; en este plano han trabajado los más destacados síquicos y escritores teosóficos y sobre él han basado sus escritos. Son sinceros en lo que dicen, pero no reconocen la naturaleza ilusoria de todos los descubrimientos basados en la clarividencia astral. El reconocimiento de un pronunciado factor tiempo y el constante énfasis puesto sobre la exactitud del tiempo, son características de las personas encarnadas, altamente desarrolladas, y de aquellos cuyas mentes inferiores y concretas son de poderoso calibre. Los niños y las razas infantiles por una parte, y esas personas altamente avanzadas, cuyas mentes abstractas están activas (por medio de la mente interpretativa inferior), por lo general no tienen un sentido del tiempo. El iniciado aplica el factor tiempo en sus relaciones y trato, con los que viven en el plano físico, pero dentro de sí mismo no reconoce en ninguna parte del universo el factor tiempo.

Por lo tanto, el empleo del término “inmortalidad” infiere infinitud, y enseña que esta infinitud existe en aquello que no es perecedero o está condicionado por el tiempo. Esto es una afirmación que requiere una cuidadosa reflexión. El hombre reencarna sin apremio de tiempo. Encarna de acuerdo a las exigencias de las deudas kármicas, a la atracción de lo que él inició como alma, y porque ha sentido la necesidad de cumplir obligaciones instituidas; también encarna por un sentido de responsabilidad y para cumplir con los requisitos impuestos por un anterior quebrantamiento de leyes que rigen las correctas relaciones humanas. [i405] Cuando estos requisitos, necesidades del alma, experiencias y responsabilidades han sido satisfechos, penetra permanentemente “en la clara y fría luz del amor y la vida”, y no necesita (en lo que a él concierne) la etapa infantil de la experiencia del alma en la tierra. Está libre de imposiciones kármicas en los tres mundos, pero se halla aún bajo el impulso de la necesidad kármica, exigiéndole el máximo servicio que está en situación de prestar a quienes aún se hallan bajo la Ley de la Deuda Kármica. Por lo tanto, tenemos tres aspectos de la Ley del Karma, que afectan al principio de renacimiento:

1.   La Ley de la Deuda Kármica, rige la vida en los tres mundos de la evolución humana y termina totalmente en la cuarta iniciación. [e300]

2.   La ley de la Necesidad Kármica, rige la vida del discípulo avanzado y del iniciado, desde el momento de la segunda iniciación hasta cierta iniciación superior a la cuarta; estas iniciaciones le permiten pasar al Camino de la Evolución Superior.

3.   La Ley de la Transformación Kármica, una misteriosa frase que rige los procesos que se llevan a cabo en el Camino Superior, los cuales capacitan al iniciado para salir totalmente del plano físico cósmico y actuar en el plano mental cósmico. Concierne a la liberación de quienes son similares a Sanat Kumara y Sus Asociados en la Cámara del Concilio de Shamballa, y a ser liberados de la imposición del deseo cósmico que se manifiesta en nuestro plano físico cósmico como voluntad espiritual. Este concepto quizás les sorprenda. No obstante será evidente que poco puedo decir sobre este tema. El conocimiento implicado no me pertenece todavía.

[i406] Volvamos ahora a otro aspecto de nuestro tema. Existen, hablando en sentido más amplio, tres episodios principales de la muerte.

Tenemos, ante todo, la constante repetición de la realidad de la muerte física, siéndonos familiar, si sólo lo comprendiéramos, por su extremada frecuencia. Este reconocimiento podría eliminar rápidamente el actual temor a la muerte. Existe también la “segunda muerte”, mencionada en La Biblia, que en este ciclo planetario está asociada con la muerte de todo control astral en el ser humano. En sentido más amplio, esta segunda muerte es consumada en la cuarta iniciación, donde también muere la aspiración espiritual, pues ya no es necesaria; la Voluntad del iniciado es ahora firme e inamovible y la sensibilidad astral ya no es necesaria.

Existe una curiosa contraparte de esta experiencia en un nivel muy inferior, cuando tiene lugar la muerte de todas las emociones astrales del aspirante individual, en el momento de la segunda iniciación. Constituye un episodio completo y es conscientemente registrado. Entre las iniciaciones segunda y tercera el discípulo debe demostrar continuamente que no responde al astralismo y emocionalismo. La segunda muerte, a la que me refiero, tiene que ver con la muerte o la desaparición del cuerpo causal en el momento de la cuarta iniciación; ésta marca la terminación de la construcción del antakarana y la institución de una relación directa, ininterrumpida y continua entre la Mónada y la personalidad.

La tercer muerte tiene lugar cuando el iniciado abandona, en definitiva y sin perspectiva de retorno, toda relación con el plano físico cósmico. Esta muerte lógicamente está muy distante de todos los que pertenecen a la Jerarquía y en la actualidad sólo es posible y permisible para unos pocos de la Cámara del Concilio de [e301] Shamballa. Sin embargo no es un proceso por el cual pasará Sanat Kumara. Él experimentó esta “transformación” hace muchos eones, durante el gran cataclismo [i407] que inauguró la era lemuria, inducido por Su experiencia cósmica y la necesidad de que afluyera energía desde Seres extraplanetarios.

He hecho este breve resumen a fin de ampliar la comprensión general de aquello que los Maestros denominan “la extensión de la muerte en el espacio”. Sin embargo, en las siguientes páginas nos limitaremos al tema de la muerte del cuerpo físico y de los cuerpos sutiles en los tres mundos; trataremos también los procesos que producen la reabsorción del alma humana dentro del alma espiritual en su propio plano, el plano mental superior; consideraremos la reasimilación de la sustancia y la apropiación de la materia con el fin de reencarnar.

Por consiguiente, consideraremos los tres principales procesos a los cuales me referí; abarcan tres períodos y conducen oportunamente a otros procesos regidos por la Ley de Renacimiento, y son:

1.   El Proceso de Restitución, que rige el período de abstracción del alma del plano físico y de sus dos aspectos fenoménicos, el cuerpo físico denso y el cuerpo etérico. Concierne al Arte de Morir.

2.   El Proceso de Eliminación, rige el período de vida del alma humana después de la muerte y en los otros dos mundos de la evolución humana. Concierne a la eliminación del cuerpo astral-mental, por el alma, para que esté “preparada para permanecer libre en su propio lugar”.

3.   El Proceso de Integración, trata del período en que el alma liberada llega a ser consciente de que es el Ángel de la Presencia y está reabsorbida en el mundo de las almas, entrando entonces en un estado de reflexión. Posteriormente, bajo el impacto de [i408] la Ley de Necesidad o Deuda Kármica, el alma se prepara de nuevo para otro descenso en la forma.

El campo de experiencia (la muerte tal como la conoce la persona común) son los tres mundos de la evolución humana, el físico, el de la emoción y del deseo y el plano mental. El mundo, en último análisis, es dual desde el ángulo de la muerte y de allí deriva la frase “la segunda muerte”, y la he aplicado anteriormente a la muerte o destrucción del cuerpo causal, donde el alma espiritual había funcionado hasta entonces. Sin embargo, puede ser aplicado en un sentido más literal, y referirse a la segunda fase del proceso de la muerte en los tres mundos. En ese caso concierne sólo a la forma, y está relacionada con esos vehículos de expresión que se hallan debajo de los niveles amorfos del plano físico cósmico. Los niveles de la forma son (como bien saben, pues este conocimiento [e302] constituye el abecé de la teoría oculista) aquellos donde actúa la mente concreta inferior y reacciona la naturaleza emocional a los planos denominados astral y físico dual. El cuerpo físico está compuesto por el cuerpo físico denso y el vehículo etérico. En consecuencia, cuando consideramos la muerte del ser humano, debemos emplear la palabra muerte respecto a dos fases, en las cuales funciona.

Primera fase: La muerte del cuerpo físico-etérico. Esta fase comprende dos etapas:

a.   Aquella en que los átomos que constituyen el cuerpo físico son devueltos a la fuente de origen. Esta fuente es la suma total de la materia del planeta, constituyendo el cuerpo físico denso de la Vida planetaria.

b.   Aquella en que el vehículo etérico, compuesto de un conjunto de fuerzas, devuelve esas fuerzas al [i409] depósito general de energía. Esta fase dual abarca el Proceso de Restitución.

Segunda fase: El “rechazo” (tal como se denomina a veces) de los vehículos mental-emocional. En realidad, éstos forman un cuerpo, al que los primitivos teósofos dieron correctamente el nombre de “cuerpo kama-manásíco” o vehículo deseo-mente. He dicho en otro lugar que no existe tal cosa como plano o cuerpo astral. Así como el cuerpo físico está compuesto de materia que no es considerada un principio, así el cuerpo astral -en lo que concierne a la naturaleza mental- se halla en la misma categoría. Es muy difícil que capten esto, porque el deseo y la emoción son muy reales y devastadoramente importantes. Pero -textualmente hablando- desde el ángulo del plano mental, el cuerpo astral es “una ficción de la imaginación”, no un principio. El empleo masivo de la imaginación, puesta al servicio del deseo, ha construido, sin embargo, un ilusorio mundo de espejismos, el mundo del plano astral. Durante la encarnación física y cuando un hombre no está en el sendero del discipulado, el plano astral es muy real y posee vida y vitalidad propias. Después de la primera muerte (la muerte del cuerpo físico) sigue siendo igualmente real. Pero su potencia va desvaneciéndose lentamente; el hombre mental llega a comprender su propio y verdadero estado de conciencia (desarrollada o no), y es posible y tiene lugar la segunda muerte. Esta fase abarca el Proceso de Eliminación.

Cuando estas dos fases del Arte de Morir han concluido, el alma desencarnada queda libre del control de la materia; está purificada (temporariamente por las fases de Restitución y Eliminación) de toda contaminación por la sustancia. Esto se adquiere, no por medio de alguna actividad del alma en la forma, [i410] el alma humana, sino [e303] como resultado de la actividad del alma en su propio plano, abstrayendo la fracción de sí misma que llamamos alma humana. Esto es principalmente el trabajo que efectúa el alma influyente; no es llevado a cabo por el alma en la personalidad. El alma humana durante esta etapa, sólo responde a la atracción o fuerza atractiva del alma espiritual cuando ésta -con deliberada intención- extrae el alma humana de las envolturas que la aprisionan. Más adelante -a medida que prosiguen les procesos evolutivos y el alma va controlando acrecentadamente a la personalidad- el alma, dentro de las envolturas que la aprisionan, producirá consciente e intencionadamente las fases de la muerte. En las primeras etapas, esta liberación será lograda con la ayuda del alma espiritual influyente. Luego, cuando el hombre vive en el plano físico como alma, él mismo -con plena continuidad de conciencia- lleva a cabo los procesos de abstracción, y entonces (con propósito dirigido) “asciende al lugar de donde vino”, lo cual es el reflejo, en los tres mundos, de la divina ascensión del perfeccionado Hijo de Dios.

Ya he dado en otros de mis libros alguna información respecto al tópico de la Muerte, que podría agregarse aquí. Tengo un propósito definido al sugerir esto. La Muerte los acecha como nunca en esta época; la demanda del espíritu humano por obtener luz sobre este tema ha alcanzado su máxima potencia, y está evocando la inevitable respuesta de la Jerarquía. Abrigo también la esperanza que los estudiantes hagan algo muy importante para ayudar a arrojar luz sobre los procesos de la muerte, que la humanidad hoy demanda.

ACERCA DE LA MUERTE 

EXTRACTADO DE OTROS LIBROS

“¿Por qué este poder ciego? ¿Por qué la Muerte? ¿Por qué esta desintegración [i411] de las formas? ¿Por qué negar el poder de posesión? ¿Por qué la muerte, Oh Poderoso Hijo de Dios?”

Imperceptiblemente llega la respuesta: “Poseo las llaves de la vida y de la muerte. Ato y desato. Soy el Destructor”.

Tratado sobre los Siete Rayos, T. 1 pág. 68.

La intención del Señor de primer rayo es permanecer detrás... de los demás aspectos divinos... a fin de destruir las formas que Ellos han construido después que han realizado Su propósito.

El primer rayo controla el drama de la muerte en todos los reinos, destruye las formas, lo cual origina la liberación del poder y permite la “entrada a la luz a través del portal de la muerte”.

ídem pág. 69. [e304]

a.   “Detén tu mano hasta que haya llegado el momento. Entonces da la dávida de la muerte, Oh Señor que abres la Puerta”.

Ídem pág. 70.

b.   “Abre la vestidura... de aquello que se halla oculto entre sus múltiples pliegues. Retira las envolturas que ocultan. Que Dios sea visto. Desciende a Cristo de la Cruz.”

Ídem pág. 94-95.

El primer paso para sustanciar la realidad de la existencia del alma es establecer el hecho de la supervivencia, aunque esto no comprobará la realidad de la inmortalidad... Se está comprobando constantemente que algo sobrevive al proceso de la muerte y que algo persiste después de la desintegración del cuerpo físico. Si esto no es verdad, entonces somos víctimas de una alucinación colectiva, están enfermos y pervertidos los cerebros y las mentes de miles de personas. Es más difícil creer en tal gigantesca locura que en la alternativa de una expansión de conciencia.

Ídem pág. 94. [i412]

a.   El desarrollo de la visión etérica y el sin número de personas clariaudientes y clarividentes revelan constantemente la existencia del plano astral y la contraparte etérica del mundo físico. También aumenta el número de los que perciben este reino subjetivo: ven a personas que han muerto o que durante el sueño han abandonado la envoltura física.

Ídem pág. 99.

b.    En los próximos doscientos años se verán la abolición de la muerte, así como ahora comprendemos esa gran transición, y el establecimiento de la realidad de la existencia del alma. El alma será conocida como un ente, como el impulso motivador y el centro espiritual que se halla detrás de las formas manifestadas... Nuestra esencial inmortalidad será demostrada y conocida como un hecho real de la naturaleza.

Idem pág. 93.

Dentro de los próximos años la realidad de la supervivencia y de la eternidad de la existencia, habrán dejado de ser una incógnita para convertirse en una convicción... No quedarán dudas de que el hombre al abandonar el cuerpo físico continúe siendo una entidad viviente y consciente. Se sabrá que continúa su existencia en un mundo más allá del físico y que vive, está despierto y es consciente. Esto se comprobará de diversas maneras, por:

a.   El desarrollo de un poder dentro del ojo físico del ser humano [e305] que... revelará el cuerpo etérico... y se verá que los hombres ocupan ese cuerpo.

b.   El creciente número de personas que tienen el poder de emplear... “el tercer ojo”..., que ha despertado nuevamente, demostrará la inmortalidad... porque verá fácilmente al [i413] hombre que ha abandonado sus cuerpos etérico y físico.

c.   Un descubrimiento, en el campo de la fotografía, comprobará la supervivencia.

d.    Por medio de la radio, con el tiempo se establecerá comunicación con aquellos que han pasado al más allá, y esto se convertirá en una verdadera ciencia.

e.   El hombre será sensibilizado a tal grado de percepción y contacto, que le permitirá ver a través de las cosas y revelará la naturaleza de la cuarta dimensión, y fusionará en un nuevo mundo los mundos subjetivo y objetivo. La muerte ya no inspirará terror y desaparecerá el temor particular que provoca.

Ídem pág. 156.

Deben recordar que la conciencia siempre es la misma, esté en encarnación o no, y el desarrollo puede llevarse a cabo con mayor facilidad que cuando está limitado y condicionado por la conciencia cerebral.

Discipulado en la Nueva Era, T. 1, pág. 81 (ed. inglesa).

La ley de Sacrificio y Muerte es el factor que controla en el plano físico. La destrucción de la forma, a fin de que pueda progresar la vida evolucionante, es uno de los métodos fundamentales en la evolución.

Tratado sobre Fuego Cósmico, pág. 467.

a.   La Ley de Desintegración... es un aspecto de la Ley de Muerte. Es la ley que rige la destrucción de la forma a fin de que la vida inmanente pueda brillar en su plenitud... Esta ley destruye las formas y la Ley de Atracción atrae nuevamente a la fuente de origen la materia de esas formas...

Ídem págs. 474-75. [i414]

b.    La Ley de Muerte controla similarmente los tres mundos.

Ídem pág. 487.

c.   La ley del Sacrificio es la Ley de la Muerte, similarmente a lo que llamamos muerte del cuerpo físico.

Ídem pág. 487.

d.   La Ley de Muerte y Sacrificio.... rige la gradual [e306] desintegración de las formas concretas y su sacrificio a la vida evolucionante...

Ídem pág. 487.

e.   Cuando todas las unidades o células del cuerpo... del Logos planetario... hayan logrado la realización, también El se liberará de la manifestación densa y morirá físicamente.

Idem pág. 420.

El proceso oculto de la MUERTE es el siguiente: 

a.   La primera etapa consiste en retirar la fuerza vital del vehículo etérico del triple cuerpo físico... y la consiguiente “corrupción”, siendo “dispersado en los elementos”. El hombre objetivo desaparece y el ojo físico ya no lo ve aunque se halla en su cuerpo etérico. Cuando la visión etérica esté desarrollada, la idea de la muerte asumirá proporciones muy diferentes. Cuando la mayoría de la raza pueda ver a un hombre actuar en su cuerpo físico etérico, el abandono del cuerpo denso será considerado como una “liberación”. 

b.   La segunda etapa consiste en retirar la fuerza vital del cuerpo etérico y en desvitalizarlo... 

c.   La tercera etapa consiste en retirar la fuerza vital de la forma astral o emocional, para que ésta sea desintegrada en forma similar y la vida centralizada... en cualquier otra parte. Ha adquirido una acrecentada vitalidad [i415] por medio de la existencia en el plano físico, y le ha dado color por medio de la experiencia emocional. 

d.    La etapa final para el... ser... humano consiste en ser retirado del vehículo mental. Las fueras vitales, después de esta cuádruple abstracción, son centralizadas totalmente... en el alma...

Ídem págs. 590-91.

La Ley de Atracción... destruye las formas... y atrae nuevamente a la fuente de origen la materia de las formas antes de comenzar su reconstrucción. En el sendero de evolución los efectos de esta ley son muy conocidos, no sólo en la destrucción de los vehículos abandonados... sino en la destrucción de las formas que encierran grandes ideales... Oportunamente, todo se destruye debido a la acción ejercida por esta ley.

Su actuación, para la común mentalidad humana, es más evidente, en sus manifestaciones actuales en el plano físico. Podemos trazar la conexión entre el plano átmico (espiritual) y el físico (que se demuestra en el plano inferior como la ley de Sacrificio y Muerte), pero su efecto también puede observarse [e307] en los otros cinco planos. Es la ley que destruye la última envoltura que separa... al alma perfecta.

Ídem pág. 475.

Cuando desaparece la “voluntad de vivir”, entonces los “Hijos de la Necesidad” dejan de manifestarse objetivamente... Cuando el Pensador en su propio plano aparta su atención del pequeño sistema, en los tres mundos, y repliega dentro de sí todas sus fuerzas, su existencia termina en el plano físico y todo vuelve a la conciencia causal... Ello se manifiesta en el plano físico cuando el radiante cuerpo etérico se retira por la parte superior de la cabeza, teniendo lugar la consiguiente desintegración del [i416] físico. La estructura desaparece y la forma física densa se desintegra.

Ídem pág. 96.

a.   El cuerpo etérico está realmente formado por una red de finos canales, que forman un sutil cordón trenzado -parte de este cordón es el eslabón magnético que une los cuerpos físico y astral y se corta al retirarse el cuerpo etérico del cuerpo físico denso en el momento de la muerte. (Véase Ecl: XII, 6.)

Ídem, pág. 106.

b.   Más adelante"... se pondrán en práctica métodos definidos cara demostrar que la vida persiste después de la muerte del cuerpo físico, y la trama etérica será reconocida como factor operante”.

Ídem pág. 360.

La muerte es “... la iniciación o la entrada... en un estado de liberación...”

Tratado sobre los Siete Rayos, T. I, pág. 163.

 

La Muerte y el Cuerpo Etérico

No tenemos el propósito de exponer hechos para que la ciencia los verifique, ni indicar la dirección del nuevo paso que han de dar los investigadores científicos; si esto sucede es casual y secundario. Nos proponemos especialmente señalar el desarrollo y las analogías de la triple totalidad, que hace de nuestro sistema solar lo que es -el vehículo por medio del cual una gran ENTIDAD cósmica, el Logos solar, manifiesta inteligencia activa con el propósito de demostrar perfectamente el aspecto amor de Su naturaleza. Detrás de este designio existe un propósito, posterior y esotérico, oculto en la Conciencia Voluntad [i417] del Ser Supremo, propósito que necesariamente se manifestará cuando se haya logrado el actual [e308] objetivo. La alternativa entre la manifestación objetiva y la oscuración subjetiva, la periódica exhalación, seguida de la inhalación de todo aquello que ha sido llevado a cabo por intermedio de la evolución, personifica, en el sistema, una de las vibraciones cósmicas fundamentales y la tónica de esa ENTIDAD cósmica de la cual somos el cuerpo. Los latidos del corazón del Logos (si se puede expresar en forma tan inadecuada) son la fuente de toda la evolución cíclica; de allí la importancia que se le atribuye a ese aspecto del desarrollo, denominado el aspecto “corazón” o “amor”, y el interés que despierta el estudio del ritmo. Esto no sólo es verdad, cósmica y macrocósmicamente, sino también cuando se estudie al ente humano. Subyacentes en todas las sensaciones físicas producidas por el ritmo, la vibración, los ciclos y los latidos del corazón, se hallan las analogías subjetivas -amor, sentimiento, emoción, deseo, armonía, síntesis y orden consecutivo-, y detrás de estas analogías se halla el origen de todo, la identidad de ese Supremo Ser que así se expresa.

Por lo tanto, el estudio del pralaya, la extracción de la vida del vehículo etérico, no variará, ya sea que se estudia la extracción del doble etérico humano, la del doble etérico planetario o la del doble etérico del sistema solar. El efecto es el mismo y las consecuencias son similares.

¿Cuál es el resultado de dicha extracción? o, más bien, ¿cuál es la causa de ese algo que llamamos muerte o pralaya? Debido a que hemos adoptado el estilo de un libro de texto, continuaremos en este tratado con nuestros métodos de clasificación. La extracción del doble etérico del hombre, de un planeta o de un sistema, se debe a las causas siguientes:

a.   Cesación del deseo. Debería ser el resultado de todo proceso evolutivo. La verdadera muerte, de acuerdo a la ley, se [i418] produce por haberse alcanzado el objetivo y por haber cesado la aspiración. Esto sucede cuando el ciclo perfecto llega a su término, respecto al ser humano individual, al Hombre celestial y al Logos Mismo.

b.   Logro de la vibración adecuada por la reducción y cesación gradual del ritmo cíclico, por el trabajo realizado. Cuando la vibración o nota se siente o emite perfectamente, produce (en el punto de síntesis con otras vibraciones) la total desintegración de las formas. El movimiento se caracteriza, como sabemos, por tres cualidades:

1.    Inercia

2.    Movilidad

3.    Ritmo

Las tres se experimentan sucesivamente en el orden indicado y presuponen un período de actividad lenta, seguido por otro de [e309] máximo movimiento. Este período intermedio (cuando se busca la nota exacta y el grado de vibración) produce incidentalmente ciclos de caos, de experimento, de experiencia y de comprensión. A continuación de estos dos tipos de movimiento (que caracterizan al átomo, al Hombre, al Hombre celestial o grupo, y al Logos o la Totalidad), viene un período de ritmo y estabilización, en que se alcanza el punto de equilibrio. El pralaya es la consecuencia inevitable de la fuerza equilibradora de los pares de opuestos, y trae equilibrio.

c.   Separación del cuerpo físico del cuerpo sutil, en los planos internos, mediante la desintegración de la trama. Esto tiene un efecto triple:

Primero. La vida que ha animado a la forma física (tanto densa como etérica) y que partiendo del átomo permanente “compenetró lo activo y lo estático” (lo que se encuentra en Dios, en el Hombre celestial, en el ser humano, lo mismo que en el átomo de la materia), [i419] se recoge totalmente dentro del átomo en el plano de abstracción. Este “plano de abstracción” es distinto para cada uno de los entes implicados: 

a.   Para el átomo físico permanente, es el nivel atómico.

b.   Para el hombre, es el vehículo causal.

c.   Para el Hombre celestial, es el segundo plano, el de la vida monádica, lugar donde habita.

d.   Para el Logos, es el plano de Adi.

Esto indica los puntos donde desaparece la unidad en el pralaya. Debemos tener presente que siempre es pralaya cuando se observa desde abajo. Desde la visión superior, que percibe lo más sutil, cerniéndose constantemente sobre lo denso, cuando no está en manifestación objetiva, pralaya es simplemente subjetividad, aquello que es esotérico, no aquello “que no es”.

Segundo. Cuando el doble etérico de un hombre, de un Logos planetario y de un Logos solar se desintegra, ya no se polariza con su morador interno, y por lo tanto puede evadirse. Ya no es (para expresarlo en otras palabras) fuente de atracción ni punto focal magnético. Se convierte en no magnético, cesando de regirlo la gran Ley de Atracción; de allí que la desintegración es la condición inmediata de la forma. El Ego ya no es atraído por su forma en el plano físico y, mediante la inhalación, retira su vida de la envoltura. El ciclo se acerca a su fin; ya se ha llevado a cabo el experimento, se ha alcanzado el objetivo -el cual es relativo en cada vida y encarnación-, entonces ya no se desea nada; el ego o ente pensante pierde su interés por la forma y [e310] dirige su atención internamente. Cambia su polarización y, con el tiempo, abandona el cuerpo físico.

[i420] Similarmente, el Logos planetario durante Su ciclo mayor (la síntesis o conglomerado de los minúsculos ciclos de las células de Su cuerpo) sigue el mismo curso; cesa de ser atraído hacia abajo o afuera, y dirige Su mirada hacia adentro; recoge internamente el conglomerado de pequeñas vidas dentro de Su cuerpo, el planeta, y corta la conexión. La atracción por lo externo cesa y todo gravita hacia el centro en vez de dispersarse hacia la periferia de Su cuerpo.

En el sistema, el Logos solar sigue el mismo proceso; desde Su elevado lugar de abstracción ya no es atraído por Su cuerpo de manifestación, porque ha dejado de interesarle, y los dos pares de opuestos, el espíritu y la materia del vehículo, se separan. Con esta separación, el sistema solar, el “Hijo de la necesidad” o del deseo, deja de ser y sale de su existencia objetiva.

Tercero. Finalmente se produce la dispersión de los átomos del cuerpo etérico, que vuelven a su condición primitiva. Se retira la vida subjetiva, se activa la síntesis de la voluntad y del amor. La sociedad se disuelve. Entonces la forma se desintegra porque el magnetismo que la mantenía coherente ya no está presente y la dispersión es total. Persiste la materia, pero no la forma.

El trabajo del segundo Logos termina, y la divina encarnación del Hijo llega a su fin. Pero la facultad o cualidad, inherente a la materia, persiste, y al fin de cada período de manifestación, la materia (aunque vuelve a su forma primitiva) llega a ser materia inteligente activa, incorporando lo adquirido durante la objetividad y la acrecentada actividad latente e irradiante lograda por la experiencia. Permítaseme dar un ejemplo: la materia indiferenciada del sistema solar fue materia inteligente activa, y esto es todo lo que puede afirmarse de ella. Dicha materia inteligente activa fue materia cualificada por una experiencia anterior y coloreada en una encarnación [i421] anterior. Ahora esta materia tiene forma, el sistema solar no se encuentra en pralaya, sino en objetividad; esta objetividad tiene por objeto agregar otra cualidad al contenido logoico, la cualidad amor-sabiduría. Por consiguiente, en el próximo pralaya solar, al final de los cien años de Brahma, la materia del sistema solar estará matizada por la inteligencia y el amor activos. Esto significa, textualmente, que el conjunto de materia atómica solar vibrará, con el tiempo, a un ritmo distinto que en los albores de la manifestación.

Puede aplicarse este mismo razonamiento al Logos planetario [e311] y a la unidad humana, pues la analogía es perfecta. En pequeña escala, tenemos la analogía en el hecho de que en cada período de la vida humana el hombre ocupa un cuerpo físico más evolucionado y de mayor sensibilidad, sintonizado a una vibración más alta, más refinada, y vibrando a un ritmo diferente. Estos tres conceptos contienen mucha información si se los estudia y amplía, cuidadosa y lógicamente.

d.   La transmutación del color violeta en azul. Sobre esto no podemos extendernos. Simplemente lo exponemos, dejando su elucidación a los estudiantes cuyo karma se lo permita y su intuición esté suficientemente desarrollada.

e.   Mediante la extracción de la vida, la forma se disipará gradualmente. Resulta interesante observar la acción refleja, pues los Constructores y Devas superiores, agentes activos durante la manifestación, que mantienen la forma en un conjunto coherente, transmutando, aplicando y haciendo circular las emanaciones pránicas, análogamente ya no son atraídos por la materia de la forma y dirigen su atención a otra cosa. En el sendero de exhalación (ya sea humano, planetario o logoico) estos devas constructores (que se hallan en el mismo rayo o en uno complementario al del ente que desea manifestarse) son atraídos por su voluntad y deseo, y realizan su tarea de construcción. En el sendero de inhalación (humano, planetario [i422] o logoico) ya no son atraídos, y la forma empieza a disiparse. Pierden su interés, y las fuerzas (entidades), agentes de destrucción, efectúan el trabajo necesario de destruir la forma; la dispersan (como se dice en ocultismo) a “los cuatro vientos del cielo” o a las regiones de los cuatro alientos -cuádruple separación y distribución. Aquí hay una sugerencia que merece un detenido estudio.

Aunque no han sido descritas, como era de esperarse, las escenas desarrolladas en el lecho de muerte, ni la dramática evasión del palpitante cuerpo etérico a través del centro coronario, sin embargo se han dado algunas de las reglas y propósitos que rigen dicha evasión. Hemos visto que el objetivo de cada vida (humana, planetaria o solar) consiste en realizar y llevar adelante un propósito definido. Propósito que involucra el desarrollo de una forma más adecuada para uso del espíritu; una vez logrado, el Morador interno dirige su atención a otra parte, y la forma se desintegra después de haber llenado su cometido. Esto no siempre ocurre en cada vida humana ni en cada ciclo planetario. El misterio de la Luna es el misterio del fracaso. Conduce, una vez comprendido, a llevar una vida digna, ofreciéndonos un objetivo que merece nuestros mejores esfuerzos. Cuando este aspecto de la verdad sea reconocido universalmente, y lo será si la [e312] inteligencia de la raza se desarrolla suficientemente, entonces la evolución avanzará con certeza y los fracasos disminuirán.

Tratado sobre Fuego Cósmico, págs. 129-132.

Toda rotura de eslabones produce serias reacciones. No obstante, si sólo pudiéramos comprenderlo, la rotura de los eslabones del plano físico externo es la menos grave y la más inestable de tales acontecimientos. La muerte misma es parte de la gran ilusión y se debe a los velos con que nos hemos envuelto. A todos nosotros, como trabajadores en el campo del [i423] espejismo (el nuevo campo donde la humanidad debe aprender a trabajar conscientemente) se nos ha honrado y demostrado confianza. La muerte llega a todos, pero para los discípulos no debería existir el espejismo y la angustia comunes. Le pediría que no mire hacia el pasado. En esa dirección existe espejismo y angustia, pues es la dirección común y la línea de menor resistencia para la mayoría. Pero éste no es el camino para usted. No espere la revelación ni tampoco recibir un consuelo ilusorio de aquellos que fluctúan en la línea divisoria entre lo visible y lo invisible. Repito, éste no es el camino para usted, porque no es un discípulo angustiado y apenado que mira ansiosamente el velo separador, esperando ver algún indicio que lo convenza de que todo va bien.

Procure alcanzar las alturas del alma, y habiendo buscado y alcanzado ese pináculo de paz y esa altitud de alegría, donde su alma permanece inamovible, entonces mire hacia el mundo de los vivos, el triple mundo donde se encuentran los hombres encarnados y desencarnados. Descubra allí aquello que su alma puede reconocer y reconocerá. El espejismo de nuestra propia angustia, el maya del pasado, siempre distorsiona nuestro punto de vista. Sólo el alma permanece apartada de la ilusión y sólo ella ve las cosas tal como son. Ascienda, por lo tanto, hasta el alma.

Discipulado en la Nueva Era, T. I, págs. 428-429.


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