Muchos miles de personas que leyeron en el pasado los folletos y artículos
que he escrito, demandan insistentemente que diga algo sobre el futuro período
de rehabilitación y de lo que puede hacerse (mientras la guerra continúa)
como preparación para ser útiles en ese momento. Cuando la guerra
estalló, publiqué un artículo titulado La Actual Crisis
Mundial y traté de trazar los orígenes del conflicto y los factores
que hicieron posible esta catástrofe. Más tarde apareció
otro artículo denominado El Futuro Orden Mundial, que procuró
mostrar a un mundo sufriente, la visión de un futuro material y espiritual,
largo tiempo demandado por los corazones de los hombres. Así se trató
de encarar el pasado y el futuro.
Nada pudo hacerse en ese momento, dada la falta de unidad existente entre las
naciones que hoy constituyen las Naciones Unidas. No había comprensión,
pero sí, una perspectiva egoísta entre las naciones, que entonces
eran neutrales. Ante todo estaba el hecho de que los asuntos involucrados debían
ser resueltos por la humanidad misma y, en ese entonces, no era posible predecir
con cierta exactitud lo que haría la humanidad. Aún los hombres
más iluminados y los guías espirituales de la raza no podían
juzgar qué camino seguiría el género humano, o si habría
en el mundo suficientes personas de clara visión que pudieran llevar y
llevaran a las masas a una oposición efectiva contra las Potencias del
eje. La pregunta que predominaba era: ¿Predominaría el temor mundial
y el egoísmo universal, o el espíritu de libertad y de amor a la
libertad sería suficientemente fuerte como para unificar a naciones libres
en un todo unido y firme?
[e305]
El
resultado actualmente es claro y el fin inevitable. Las naciones libres y las
pequeñas naciones derrotadas y esclavizadas están, subjetiva y prácticamente,
unificadas en una intensa determinación espiritual para ganar la guerra;
por lo tanto, la suerte de las Naciones del Eje está inalterablemente echada,
aunque al escribir esto parezcan triunfar en toda
[i365]la línea. Lo que aún sigue siendo
un factor incierto es cuándo se producirá la victoria final de la
justicia contra la fuerza, debido a la enorme fuerza preparada por las naciones
agresoras y a la falta de preparación de las democracias. Esta carencia
de preparación va siendo rápidamente remediada.
Este artículo intenta indicar los problemas y quizás algunas de
las soluciones que deben inevitablemente llenar el intervalo entre el fin de la
guerra y el venidero orden mundial. Será necesario considerar este tema
en forma amplia y general, porque es demasiado vasto para especificarlo inteligentemente.
Sin embargo, podemos considerar el trabajo que debe realizarse inmediatamente
en preparación para el cese de la guerra e indicar los primeros pasos que
pueden y deben darse para iniciar sólidos procesos de reconstrucción.
El período de rehabilitación y de reconstrucción debería
ser hoy la profunda preocupación de todos los que aman a sus semejantes.
Algunos considerarán que es prematuro preocuparse del futuro período
de reconstrucción. Creen (y con razón) que nuestra primera preocupación
inmediata es ganar la guerra, y estoy plenamente de acuerdo con ello. La voluntad
de triunfar es el primer punto esencial básico, porque no habrá
ninguna verdadera actividad de reconstrucción si triunfan las Naciones
del Eje. Pero hay ahora muchas personas cuya tarea no es luchar y cuyo lugar y
función se halla forzosamente en los aspectos civiles de la vida de las
naciones. Ellas pueden pensar, hablar y trabajar, en preparación para el
futuro. Otras creen que sólo el experto, entrenado en los campos del reajuste
económico y político, puede encarar este difícil problema,
con la esperanza de hacer una contribución valiosa. Otros creen aún
que la paz es lo único que importa y que deberá seguirle un largo
período de tranquilidad mental en todos países; consideran que las
personas de todas partes están demasiado exhaustas y se sienten desgraciadas
para disponerse a emprender cualquier trabajo de reconstrucción. Aún
otros, son tan pesimistas que desesperan restaurar al mundo y esperan entristecidos
el desmoronamiento de todos los procesos del vivir civilizado. En todos estos
puntos de vista hay algo de verdad. El trabajo de los expertos será muy
necesario, pero
[i366]
el
interés comprensivo y el poder sustentador de aquellos cuyos corazones
arden de amor, son los únicos que posibilitan su trabajo. No se necesitarán
[e306]
únicamente
actividades instituidas y empresas financieras de los trabajadores económicos
y sociales, y agentes de gobierno, sino también, y sobre todo, debe encontrarse
la solución en el surgimiento de la buena voluntad en los corazones de
los hombres. Esto proporcionará el incentivo de la debida compasión.
Ciertamente podría rehabilitarse por razones puramente comerciales y egoístas,
porque el intercambio comercial, la capacidad de comprar y vender y el restablecimiento
de la estabilidad financiera, son factores importantes en el restablecimiento
mundial. Pero éstos no son los móviles básicos que devolverán
a la humanidad el propio respeto y seguridad en la vida. Proporcionarán
el poder motivador a muchos hombres y grupos, pero no el móvil que puede
producir la verdadera reconstrucción constructiva de la trama de la vida
humana.
El trabajo de los hombres y mujeres inteligentes de buena voluntad es la reconstrucción,
e implicará la tarea de dar nueva vida y felicidad a la humanidad, y para
ellos escribo. Les ruego tener esto presente. No escribo para los expertos técnicos
y consejeros entrenados del gobierno, sino para quienes anidan en sus corazones
buena voluntad para todos los hombres y que, debido a ello, desean cumplir su
parte trayendo tranquilidad y paz al mundo -una paz basada sobre valores más
seguros que en el pasado y sobre una planificación más sensata.
En último análisis, no es por la paz que los hombres de buena voluntad
trabajan sino por el acrecentamiento del espíritu de comprensión
y cooperación; esto por sí sólo será suficientemente
fuerte para derribar las barreras raciales, curar las heridas de la guerra y construir
una nueva estructura mundial adecuada a las demandas inteligentes de las masas.
En los folletos anteriores traté (junto con muchas otras personas reflexivas)
de indicar los pasos que podrían darse para evitar al cataclismo inminente.
Entre lo más importante, y sobre lo cual se puso énfasis, estaba
el acrecentamiento de la buena voluntad mundial, porque la buena voluntad es
el principio activo de la paz. Procuré también acentuar la comprensión
internacional y un futuro donde se compartieran los recursos planetarios y se
reconociera
[i367]
la
culpabilidad general, históricamente comprobada, en relación con
la guerra, más esas ideas que -si fueran desarrolladas- podrían
poner fin a la era de la separatividad.
A pesar de los esfuerzos de todos los hombres de buena voluntad, de todas las
organizaciones de paz y del trabajo iluminado de todos los pensadores, educadores
y conductores del mundo, sucedieron dos cosas, que se esperaba evitar. La primera
fue una precipitación definida y enfocada del espíritu del mal y
del materialismo por intermedio de las Naciones del Eje, empleando la
[e307]
agresión del Japón como punto focal
inicial, expresándose posteriormente en toda su fuerza por intermedio de
Alemania. La segunda fue que las naciones neutrales en las primeras etapas de
la guerra, no dieron los pasos necesarios ni se aliaron activamente con las naciones
que combatían al totalitarismo y su incapacidad de comprender todo el horror
que tiene por delante el género humano. El egoísmo de la humanidad
estaba aún más profundamente arraigado de lo que se creía
y las Naciones aliadas entraron en actividad cooperativa sólo después
de dos años de guerra y violación planeada de muchas naciones neutrales.
La ceguera de las naciones neutrales desbarató los cálculos de quienes
trabajan con amplia visión para el bien del mundo, y demoró seriamente
la finalización de la guerra.
Ahora el punto crítico ha pasado y la comprensión humanitaria de
las cuestiones involucradas, más la unidad que existe entre las Naciones
Aliadas, garantizan la inevitable derrota de las Potencias del Eje. Otros factores
también aseguran la victoria final de las fuerzas del derecho y de la libertad
del mundo. No puedo extenderme sobre los mismos, pero pueden ser enumerados y
entonces los pueblos verán con qué certeza garantizan el triunfo
de los pueblos libres del mundo. Estos factores son:
La voluntad de triunfar se acrecienta firmemente. El apaciguamiento, el
pacifismo y la incertidumbre, van desapareciendo constantemente.
El apuro en que se encuentra la humanidad en todas
partes, como resultado de la agresión del Eje, va estabilizando definitivamente
a la opinión pública y evocando una determinación inalterable
de poner fin al mal, iniciado y llevado adelante por Alemania y Japón,
ayudadas algo involuntariamente por Italia.
[i368]
Los recursos de las Naciones Aliadas son vastos y están ahora en
proceso de movilización. Su empleo masivo y su potencial fabril son
prácticamente inagotables y están siendo rápidamente
organizados. El poder humano y los recursos de Alemania y sus aliados, llegaron
a la cúspide, trayendo el enorme poder actual, pero irá declinando
firmemente en el futuro.
Los problemas de esta guerra se van comprendiendo cada vez con mayor claridad;
aún los ignorantes y quienes tiene prejuicios, reconocen que tales
problemas pueden ser agrupados en tres posiciones principales, lo cual les
permite hacer una elección personal respecto a la lealtad.
La posición democrática, con su énfasis
sobre las Cuatro Libertades y la Carta del Atlántico, [e308]asegurando rectas relaciones humanas y poniendo
fin a la agresión.
La posición totalitaria, con su énfasis sobre la dictadura
mundial, la esclavitud de las numerosas naciones conquistadas, su inclinación
antirracial y su flagrante crueldad y terrorismo.
Las actitudes apaciguadoras y pacifistas -idealistas e imprácticas
y que hoy se centralizan en la actitud de Gandhi-, que pone de relieve una
actitud fanática no comprometedora e irrealista, que sacrificará
voluntariamente vidas, naciones y el futuro de la humanidad, para alcanzar
su objetivo. Si Gandhi tuviera ahora éxito en su objetivo, precipitaría
la guerra civil en la India, sacrificaría toda esperanza inmediata
de libertad para ese país, permitiría a los japoneses conquistar
fácilmente la India, provocaría la masacre de incontables miles
de personas y permitiría a Alemania darse la mano con Japón
por encima de Asia, con la anonadante probabilidad de una victoria totalitaria.
Estos tres puntos de vista están siendo hoy día claramente comprendidos
por los hombres de todas partes, y sus decisiones respecto a la lealtad y adhesión
son claras.
El espíritu de libertad está triunfando
en todos los países (aún en los países conquistados,
para asombro de
[i369]Alemania)
y la belleza del espíritu humano surge en todas partes, tanto en los
países conquistados como en las naciones que luchan, de espalda a la
pared, por la libertad humana.
Un intenso interés por las condiciones de posguerra se evidencia
en las declaraciones de los líderes, políticos, conferencistas
y hombres de mente espiritual de todas partes; esto lo testimonian los artículos,
folletos, libros, alocuciones y planes, que tratan del nuevo orden mundial.
Las fuerzas de la rehabilitación y de la buena voluntad se movilizan
rápidamente, constituyen un gran ejército dentro de todas las
naciones, ejército invisible, pero aún incipiente e inseguro
respecto al método y procedimiento, aunque bien definido respecto a
metas y principios.
Los seis factores que anteceden aseguran la derrota de las Fuerzas del Mal y el
Triunfo de las Fuerzas de la Luz, y con éstos como base para el optimismo,
podemos mirar adelante con la segura esperanza de dar fin a la guerra, y pensar
en la desmovilización
[e309]
de los ejércitos, en el cruce tranquilo de los siete mares y en el momento
en que el temor empiece a desaparecer.
¿Cuáles serán los peligros a neutralizar? ¿Para qué
debemos estar preparados cuando enfrentemos la tarea de reconstrucción?
Sería útil enumerar algunos de los peligros para los cuales debemos
estar preparados. Los consideraremos por orden de importancia:
El peligro de un arreglo de paz demasiado rápido. Trabajamos
arduamente para un armisticio prolongado, durante el cual el ardor de la batalla
y los fuegos de la venganza se hayan apaciguado, entonces podrá aliviarse
la agonía del género humano y ganar tiempo para una planificación
tranquila y sin apremios.
El peligro de un retorno a la así llamada
normalidad. El principal desastre que enfrenta la humanidad en este momento,
es un retorno al estado de cosas, previo al estallido de la guerra y la rehabilitación
del viejo mundo familiar, con su imperialismo (sea de imperio o de finanzas),
sus nacionalismos y sus desamparadas minorías explotadas, sus viles
diferenciaciones y barreras separatistas entre rico y pobre,
[i370]oriental y occidental, castas y clases, que
existen sin excepción en todos los países.
Los peligros incidentales a los ajustes necesarios entre las naciones.
Cualquier ajuste realizado sobre la base de la tradición histórica
o de antiguos límites, sólo servirán para hundir al mundo
nuevamente en la guerra. Los ajustes deben realizarse basándose en
la humanidad misma; la voluntad de los pueblos libres debe ser el factor determinante
y no la voluntad de los técnicos expertos y políticos, o alguna
clase o grupo reinante. En el mundo venidero, la ecuación humana tendrá
una posición predominante, los seres humanos determinarán en
lo posible su propio destino y los hombres ejercerán su libre albedrío
en el establecimiento del tipo de mundo en el cual eligen vivir. Decidirán
el país del cual prefieren ser ciudadanos, y elegirán el gobierno
al cual serán leales. Esto necesariamente tomará tiempo y debe
ser un proceso sin apremios. Requerirá una educación planificada
de las masas en todos los países, y tendrá que enseñarse
cuidadosamente los principios de la libertad y la diferencia entre libertad
y libertinaje. Un nuevo mundo basado en el restablecimiento de los límites
territoriales, históricamente determinados, no logrará poner
fin a la lucha, la agresión y el temor. Un nuevo mundo basado en valores
humanos y rectas relaciones humanas puede instituir (seguramente con lentitud,
pero inevitablemente) esa nueva civilización que los hombres de buena
voluntad piden para toda la humanidad.
Los peligros derivados del odio, la venganza
y el dolor. Estos peligros serán los más difíciles
de evitar. Va surgiendo ya
[e310]
un odio profundamente arraigado, contra el régimen nazi y la nación
alemana, porque apoya a ese régimen. Esto es casi inevitable, y está
basado en los hechos de la actividad nazi. La tarea de las Naciones Aliadas
después de la guerra, será necesariamente, entre otras, proteger
al pueblo alemán del odio de aquellos contra los cuales ha perpetrado
terribles abusos, lo que no será fácil de realizar. La retribución
y la venganza no deben ser permitidas y, sin embargo al mismo tiempo, no
se puede ni debe dejar de [i371]exigírsele
una justa retribución por la mala acción.
La
ley actúa siempre, y esa ley dice lo que un hombre o nación
siembre, también cosechará. Alemania ha sembrado el mal en todo
el mundo civilizado y durante algún tiempo su suerte debe ser dura,
y tendrá que pagar con sudor, trabajo y lágrimas, sus malas
acciones. Pero este pago debería ser parte del gran trabajo de rehabilitación
y no una exacción vengativa, y si se tiene esto en cuenta no se cometerán
serios errores. El pueblo alemán debe trabajar esforzadamente para
corregir el mal que ha hecho, hasta donde le es posible, pero la próxima
generación -de infantes o niños, actualmente en la cuna o en
la escuela- no debe ser castigada. Los pequeños niños y los
infantes de la raza germana -inocentes de las acciones erróneas de
sus padres y hermanos- no deberían estar Implicados en los castigos
infligidos. Los jóvenes actuales de Alemania deben, con el trabajo
de sus manos y el sudor de su frente, reconstruir lo que han destruido tan
despiadadamente, pero las personas inofensivas, débiles y ancianas,
niños y adolescentes, deben ser eximidos y entrenados para ser ciudadanos
de una Alemania mejor y más buena, como nunca ha existido -una Alemania
que es parte constructiva del todo y no una amenaza y un terror para todos
los hombres que piensan correctamente. El despertar de hombres de buena
voluntad en todas las naciones -hombres que ven a la humanidad como un todo
y a todos los hombres como hermanos- es la única manera de detener
la, ascendente marea del odio. No podrá detenerse diciendo a quienes
han sufrido en manos de las naciones del Eje, que no deben odiar, o exhortar
a los pueblos que fueron víctima de los traidores, que no deben tener
mala voluntad hacia tales hombres como Quisling y Laval. Deberá contrarrestarse
por una gran demostración de amor y comprensión práctica
de parte de las Naciones Aliadas -amor que actuará en forma de alimentos
para el hambriento, cuidados para el enfermo, reconstrucción de las
ciudades destruidas y restablecimiento de la tierra arrasada.
Los problemas de odio y venganza requerirán suma habilidad en el trato
y necesitarán una acción excesivamente sabia, de parte de las
naciones libres.[e311][i372]
El peligró que representan para la humanidad los efectos e la
guerra sobre los niños y los adolescentes de las naciones.
Los niños actuales son los padres de las generaciones venideras, han
pasado por una aplastante experiencia psicológica. Difícilmente
pueden volver a ser normales. Han visto las profundidades mismas de la crueldad,
la maldad, el dolor, el horror, el terror y la incertidumbre. Fueron bombardeados,
ametrallados y sufrieron la neurosis de la guerra; no conocieron la seguridad,
ni esperan ningún futuro seguro. Millones de ellos no tuvieron ningún
control paterno; fueron separados de sus familias por la guerra y, en consecuencia,
desconocen sus propios nombres. Aunque la unidad familiar permaneció
intacta, sus padres por lo general se dedicaron a la industria bélica,
en el hogar o fuera de él, y sus madres trabajaron en fábricas
o cultivaron la tierra; por lo tanto, los niños carecieron de vida
o control hogareño. La desnutrición debilitó sus fuerzas
y el mal prevaleciente minó su moral y sus normas de valores. Desde
el punto de vista humanitario y espiritual, problema vital después
de la guerra, será restablecer en los niños del mundo la felicidad,
la seguridad, las normas de vida y de conducta apropiadas y cierta medida
de control comprensivo. Éste es esencialmente un problema de educación.
Los educadores y sicólogos de visión, en todos los países,
deben ser movilizados y el canon de las cosas venideras para los
niños, debe ser inteligentemente determinado. Esto deberá realizarse
en escala internacional y con la sabiduría obtenida por la captación
de la necesidad inmediata y una visión de largo alcance.
Los peligros del resurgimiento del espíritu
nacionalista. El intenso nacionalismo fue el principio motor en la provocación
de la guerra, y ninguna nación ha estado exenta de este espíritu
de orgullo nacional y visión nacionalista separatista. Intereses egoístas
determinaron las razones por las cuales cada nación entró en
esta guerra; la seguridad individual obligó a entrar hasta las más
iluminadas de las naciones democráticas. Que a estos incentivos egoístas
agregaron la necesidad mundial y el amor a la libertad, es verdad, y sirven
[i373]
para
equilibrar, aunque no contrarrestar, los móviles egoístas; que
el instinto de autopreservación no les dio otra alternativa, también
es verdad, pero tenemos el hecho de que no hubiera habido guerra si las
naciones democráticas hubieran sido el factor determinante. Esto
en sí da cabida a interrogantes. ¿Por qué, en último
análisis, las poderosas democracias permitieron esta guerra cuando,
unidas y agrupadas desde el comienzo, hubieran podido detenerla en sus etapas
iniciales? Además, dadas las naciones agresoras existentes, el propio
interés colectivo obligó a las democracias a combatir y, sin
embargo, este mismo interés debió haberles hecho dar los pasos
que hubieran
[e312]garantizado
la paz. Tipos nacionales, intereses nacionales individuales, culturas nacionales
y civilizaciones nacionales, existen uno al lado del otro, pero en vez de
ser considerados como tributarios de un todo integrado, fueron celosamente
competidores y considerados como las prerrogativas peculiares y distintivas
de alguna nación, existiendo únicamente para el bien de esa
nación. En el futuro, debe ser acentuado y desarrollado el factor tributario
en la vida, y el bien de una nación o grupo de naciones debe ser sustituido
por el bien de toda la familia de naciones. La educación del pueblo
sobre este ideal no le hace perder su identidad nacional o cultura individual.
Debe seguir así y desarrollarse hasta su meta espiritual más
elevada, para el enriquecimiento y el bien colectivo de todos. Sólo
debe cambiarse el móvil que daría énfasis a cualquier
cultura específica racial y nacional.
La familia de naciones, considerada como una unidad, su correcta y apropiada interrelación
y la asunción de la responsabilidad, tanto para ella como para el débil,
deben ser la meta conocida de toda empresa nacional; los recursos de todo
el planeta deben ser compartidos colectivamente y se debe ir comprendiendo que
los productos de la tierra, las riquezas del suelo, la herencia intelectual de
las naciones, pertenecen a todo el género humano y no exclusivamente a
una sola nación. Ninguna nación vive para sí misma, como
ningún individuo puede vivir feliz de esa manera; la nación o el
individuo que trata de hacerlo debe
[i374]desaparecer inevitablemente de la faz de la tierra.
Todas las naciones hicieron esta tentativa egoísta, como la historia antigua
y moderna lo prueba. Su tradición, recursos, genio nacional, historia,
productos minerales y agrícolas, posición estratégica sobre
el planeta, fueron usados en los siglos pasados en beneficio de la nación
que los reclamó, explotados para el acrecentamiento del poder de esa nación
a expensas del sufrimiento de otras. Éste es el pecado que está
cometiendo hoy Alemania, ayudada por Japón y débilmente seguida
por Italia. La política del poder, la explotación del débil,
la agresión, el egoísmo económico, los ideales basados en
el puro comercialismo y las metas materialistas y territoriales, matizaron toda
la historia pasada de la humanidad en ambos hemisferios y sentaron la base para
la actual guerra.
Algunas naciones, particularmente las grandes democracias, como la Comunidad Británica
de Naciones y los Estados Unidos de América, comprenden ya que estas actitudes
y actividades deben terminar y que la esperanza del mundo reside en la difusión
de rectas relaciones humanas, en el intercambio económico, en la política
internacional ampliamente altruista y en un mayor espíritu de cooperación.
Creen inalterablemente, y como política nacional básica, en los
derechos del individuo, y que el Estado existe
[e313]para beneficio de ese individuo; a ello añaden
la creencia de que el Estado también existe para beneficio de los demás
estados y para la humanidad como un todo. Otras naciones, tales como las Potencias
del Eje, están cristalizando violentamente los antiguos puntos de vista,
acentuando los peores aspectos del orden antiguo y maligno y se apoderan agresivamente
de todo lo que pueden. Consideran que el individuo no tiene valor; sostienen que
existe sólo para beneficio del Estado; creen que el Estado es la única
unidad de importancia y que sólo cuenta su estado particular. Dividen a
la familia de naciones en un superestado para controlar a Europa y otro para controlar
a Asia, considerando a los demás estados como esclavos; perpetúan
al antiguo mal de la fuerza y la guerra y recurren a indecibles crueldades en
un esfuerzo por elevar al propio estado a una suprema eminencia.
[i375]
Éste
es el antiguo orden que debe desaparecer, pero sus peligros deben ser reconocidos.
Por su abolición luchan las Naciones Aliadas, pero son muchas las dificultades,
aunque la fortaleza espiritual de todos los hombres buenos está de su parte
y las Fuerzas de la Luz luchan para ayudarlas. El espíritu nacionalista
no ha muerto todavía en ningún país. Debe ayudárselo
a morir. Las minorías que poseen trasfondo histórico, pero sin derechos
territoriales, claman por un lugar que puedan llamar suyo y en donde construir
una nación. Las pequeñas naciones están atemorizadas, y se
preguntan qué lugar se les permitirá ocupar en la familia de naciones,
y si los alemanes, según sus malignos planes, prescindirán de sus
ciudadanos para formar oportunamente una nación. La demanda de un reconocimiento
nacional está muy difundida, y poco énfasis se pone sobre la humanidad
como unidad importante.
Las naciones que obstaculizan el sendero del progreso, viven en el recuerdo de
su historia y fronteras pasadas y miran retrospectivamente lo que denominan un
glorioso pasado, apoyándose en el recuerdo del gobierno nacional
o imperial sobre el débil. Éstas son palabras duras, pero el espíritu
nacionalista constituye un peligro grave para el mundo, y si se perpetúa
de cualquier manera, excepto como tributario en bien de toda la humanidad, hará
retroceder al mundo (después de la guerra) a edades oscuras y los hombres
no estarán mejor de lo que estaban, aunque vivieron veinte años
de trabajo y agonía.
Podríamos tomar a las naciones, una por una, y observar que su espíritu
nacionalista, separatista o aislacionista, que emerge de un pasado histórico,
de los complejos raciales, de la posición territorial, de la rebelión
y de la posesión de los recursos materiales, trajo la actual crisis y separación
mundial y este choque global de intereses e ideales. Pero ello de nada serviría.
El estudiante
[e314]
inteligente
de la historia (que no tiene ninguna inclinación nacionalista) conoce bien
los hechos, y está profundamente dedicado a los procedimientos que deben
influir para poner fin a la lucha mundial. Sabe que los esfuerzos por alcanzar
el engrandecimiento nacional, un lugar bajo el sol, Lebensraum, la supremacía
financiera, el control y
[i376]
poder
económico, deben terminar. Al mismo tiempo, comprende que si la humanidad
debe desprenderse de estos malos productos del egoísmo, ciertos valores
básicos deben conservarse. Las culturas y las civilizaciones pasadas y
presentes son de gran valor; el genio particular de cada nación debe ser
evocado para el enriquecimiento de toda la familia humana; la nueva civilización
debe tener sus raíces en el pasado y surgir de él; deben aparecer
y reconocerse nuevos ideales, y para ello los hechos y la educación del
pasado habrán preparado a los pueblos. La humanidad misma debe ser la
meta del interés y del esfuerzo y no cualquier nación o imperio
particular. Todo esto debe ser efectuado en forma práctica y realista,
divorciado de los sueños visionarios, místicos e imprácticos,
y todo lo que se realiza debe estar fundado en un reconocimiento básico
-hermandad humana que se expresa en rectas relaciones humanas.
La rebeldía, tan ampliamente prevaleciente, contra las vagas visiones de
los soñadores humanitarios, está basada en el hecho de que la avalancha
de palabras y de la plétora de planes, poco de valor práctico ha
surgido y nada de suficiente poder para terminar con los viejos y horribles modos
de vida. Nada realmente efectivo fue realizado antes de la guerra, para contrarrestar
los males visibles y evidentes. Fueron probadas medidas paliativas y contraídos
compromisos en aras de la paz, pero los males básicos de la ambición
nacional, la disparidad económica y las virulentas diferencias de clase
(hereditarias o financieras) aún permanecen. Prevalecían las diferencias
religiosas y fueron muy difundidos los odios raciales comunes y los órdenes
económico y político, fomentando la lucha de partido, racial y nacional.
Hoy la guerra ha aclarado la atmósfera. Las cuestiones son claras y, por
lo menos, sabemos lo que estuvo mal. Las Potencias del Eje, con su demostración
de supremo egoísmo, ambición nacional, odio racial y total barbarie
y crueldad, más su completa falta de sentimiento humanitario, ha servido
a la raza para demostrar lo que no debe permitirse ni se permitirá. Las
democracias despertaron también a sus debilidades y a la comprensión
de que la verdadera democracia no existe todavía, debido a la corrupción
política, ampliamente diseminada, y a la ignorancia y falta de preparación
de las masas para
[i377]
el
verdadero autogobierno. Las potencias imperialistas, tales como Gran Bretaña,
repudian públicamente los antiguos puntos de vista y siguen adelante con
la
[e315]
tarea de reconstruir el mundo. El conservador reaccionario ya no es tan popular.
Las pequeñas naciones van comprendiendo su desamparo y la completa dependencia
de sus vecinos mayores, y éstos, a su vez, reconocen sus responsabilidades
para con el débil y el pequeño. Las personas de todas partes van
despertando y comienzan a pensar, y jamás volverían a hundirse en
la condición negativa del pasado. Prevalece en todas partes la fe de que
es posible, y aún probable, un nuevo y mejor orden mundial.
¿Cómo podemos expresar, clara y simplemente, la meta de este esperanzado
nuevo orden mundial y expresar brevemente el objetivo que cada persona y nación
debería mantener ante sí cuando la guerra termine y enfrente cada
cual la oportunidad? Seguramente cada nación, grande o pequeña (con
derechos iguales, proporcionales a las minorías), debería seguir
su propia cultura individual y lograr su propia salvación como mejor le
parezca, pero cada una y todas, deben llegar a comprender que son partes orgánicas
de un todo corporificado y deben contribuir a esa totalidad con todo lo que poseen
y son. Este concepto subyace en el corazón de incontables miles de personas
y acarrea una gran responsabilidad. Cuando estos conocimientos sean inteligentemente
desarrollados y sabiamente manejados conducirán a las rectas relaciones
humanas, a la estabilidad económica (basada en el espíritu de compartir)
y a una nueva orientación del hombre hacia el hombre, de una nación
a otra y de todos a ese poder supremo, denominado Dios.
Tal es la visión que mantiene a incontables miles de personas firmes en
el sendero del deber, y muchas de ellas, en cada nación, están dispuestas
a trabajar para ese fin. A pesar del trasfondo de un pasado maligno, de la presente
masacre mundial, de los problemas psicológicos casi abrumadores que enfrenta
la humanidad, de las maquinaciones políticas, de la vieja diplomacia y
de la improbabilidad de un rápido éxito, hay miles de personas preparadas
para comenzar el trabajo preliminar. El número de hombres y mujeres de
visión
[i378]
y
buena voluntad es hoy tan grande (especialmente entre las Naciones Aliadas) que
hay una posibilidad de éxito eventual y puede hacerse un comienzo.
Se percibe hoy tenuemente el delineamiento de la futura estructura mundial; el
fracaso -completo, evidente e irremediable- del viejo orden y del viejo mundo
se reconoce en todas partes. La voluntad hacia el bien aumenta. Es interesante
y de valor reconocer que esta visión la ve con mayor claridad el hombre
de la calle y el intelectual, que las clases excluyentes. Por las dificultades
materiales de la vida y los procesos mentales resultantes, los hombres saben que
el cambio de condiciones es necesario y que no existe otra alternativa.
[e316]
La tarea por delante se divide en dos categorías: Primero, dirigir el pensamiento
y la energía de la masa hacia líneas correctas, para que el móvil
bueno y la sabia acción puedan traer la deseada era de rectas relaciones
humanas y la paz eventual; segundo, educar a aquellos cuyas apatía y falta
de visión impiden el progreso. Esta última fase del trabajo está
bien encaminada y un poderoso, aunque pequeño grupo, entre los guías
del mundo, expone ciertas proposiciones generales que deben considerarse imperativas
cuando se inicie el reajuste mundial. Demandan un nuevo principio gobernante en
la política y en la educación, fundado en los derechos humanos universalmente
reconocidos, en la urgencia de una unidad espiritual y en la necesidad de arrojar
por la borda todas las actitudes y dogmas teológicos separatistas en todos
los campos del pensamiento. Hay un clamor ascendente no sólo por comprensión
y colaboración internacionales, sino también por la comprensión
de clases. Estas demandas están siendo expresadas desde cada plataforma
y púlpito y por medio de la pluma en todos los países, excepto en
esos desgraciados países donde no hay libertad de palabra.
El hombre común observa todo esto y con frecuencia queda anonadado por
la magnitud de la tarea que despliegan ante él la diversidad de las opiniones
expresadas, las muchas sugerencias, planes y esquemas para el mejoramiento mundial
y el sentido de la propia futileza e ínfima importancia, frente a esta
gigantesca empresa humana. Se hace a sí mismo muchas preguntas. ¿Para
qué sirvo? ¿Qué puedo realizar? ¿Cómo hacer oír
mi insignificante voz y de qué servirá una vez oída? ¿Qué
[i379]
parte
puedo desempeñar en la vasta palestra de los asuntos mundiales? ¿Cómo
puedo demostrar que soy útil y constructivo? ¿Cómo equilibrar
mi ignorancia de la historia, la sociedad, las condiciones políticas y
económicas de mi propio país, sin mencionar las de otros países?
La humanidad es tan inmensa, su número tan vasto y tantas sus razas, que
se cree una unidad insignificante y desamparada. Carece de entrenamiento académico
o general, que le permita captar realmente los problemas o contribuir a su solución.
Por lo tanto ¿cómo puede contribuir el hombre de la calle, el de negocios
en su oficina, la mujer en su hogar y el ciudadano común en estos momentos
y en el futuro, a ayudar al mundo? Escribo para estas personas.
Comenzaré recordando al pueblo, un hecho importante, y es que una opinión
pública enfocada, determinada, iluminada, es la fuerza más poderosa
del mundo. No tiene parangón y ha sido muy poco empleada. La credulidad
del ciudadano común, su disposición a aceptar todo lo que se le
dice si se le repite suficientemente y con fuerza plausible, es bien conocida.
Las frases bien
[e317]
constituidas
del político entrenado, atentó a sus propósitos egoístas,
los argumentos del demagogo de elocuente oratoria, cuando explota alguna teoría
favorita a expensas del público, y las divagaciones del hombre que tiene
una causa que exponer, una teoría que explicar y un hacha que afilar, todos
tienen auditorio. La Psicología de las masas y las determinaciones del populacho
fueron explotadas a través de las edades, porque el hombre irreflexivo
y emotivo es fácilmente llevado en cualquier dirección y esto hasta
ahora fue aprovechado para beneficio de aquellos cuyos corazones no albergan lo
mejor para la humanidad. Se ha utilizado para fines egoístas y malos, mucho
más que para el bien. Un destacado ejemplo de esta tendencia es la actitud
negativa e indefensa del pueblo alemán, bajo los gobernantes nazis.
Pero esta receptividad negativa (que no merece el nombre de opinión pública)
puede dirigirse fácilmente hacia fines buenos y malos y medidas constructivas
y destructivas. Una orientación con cierto planeamiento y un programa sabiamente
delineado, teniendo esto presente, puede traer y traerá
[i380]el cambio necesario y convertirá a la
opinión pública inteligente en uno de los principales factores de
la reconstrucción mundial. Uno de los rasgos más interesantes de
este periodo de guerra fue el contacto directo establecido por algunos de los
guías mundiales, con el hombre de la calle y la mujer en su hogar, como
lo testimonian las charlas dadas por Roosevelt y Churchill. Los discursos de los
líderes del Eje son de categoría totalmente distinta, porque fueron
dirigidos a la juventud masculina de sus países y a los hombres de uniforme.
Sólo los líderes menores en Alemania, por ejemplo, hablan al pueblo
en sus hogares y únicamente para dar órdenes, fomentar el odio y
tergiversar la verdad. En todos estos casos, sin embargo, el valor de la opinión
de las masas es reconocido y la necesidad de influir su mente, ya sea doblegándola
a la voluntad de algún líder como Hitler, o instruyéndola
sobre principios beneficiosos para la totalidad.
El segundo punto que debe comprender el ciudadano común es que la masa
está constituida de individuos; que cada uno de nosotros, como individuos,
somos una parte definida e integrante del todo. Éste es un hecho básico
e importante y se relaciona con nuestro tema. El primer paso en el proceso de
reconstrucción que tenemos por delante es llegar al individuo, explicarle
su importancia, indicarle su muy real esfera de influencia y, luego, ponerlo a
trabajar en esa esfera y con lo que tiene. Así desaparecerá su normal
y natural sentido de inutilidad y comprenderá gradualmente que él
es necesario y que mucho puede hacer. Una vez que lo haya comprendido, entonces
podrá tratar de que, quienes lo
[e318]circundan, adopten la misma actitud constructiva
y luego hagan lo mismo.
Quisiera señalar aquí que el valor del individuo está ciertamente
basado en la divinidad inherente del espíritu humano y en la integridad
del todo. Está basado también en el conocimiento, que debe fundamentar
todo futuro trabajo de reconstrucción, de que en el mismo corazón
del universo existe un Poder divino, llámeselo como se quiera, y en la
creencia de que el amor es ley de la vida misma, a pesar de todas las apariencias
y los testimonios del pasado.
Es esencial que seamos prácticos al encarar
[i381]el tema y que los planes de reconstrucción
involucren pasos que pueda dar el hombre común. La primera actitud práctica
a adoptar es la eliminación del odio, porque destruye y obstaculiza, ciega
la visión y desorienta la razón, y simplemente nutre el crecimiento
del temor y del terror. Pero el amor exigido no es emocional ni sentimental, sino
intensamente práctico, y se expresa como servicio y actividad cooperadora.
Trata de ayudar a todo movimiento que beneficia a la humanidad, de acuerdo con
la nueva era entrante. Muchas personas creen que una reacción emocional
y un clamor horrorizado por lo que le ha sucedido al mundo, indica amor y sensibilidad
espirituales y esto más probablemente indica autocentrismo y aflicción
personal. El verdadero amor no tiene tiempo para estas reacciones, porque el trabajo
de proporcionar ayuda es totalmente absorbente. El hombre que ama a sus semejantes
está mentalmente aplomado, trabaja inteligentemente y moviliza todas sus
fuerzas para servir en el momento justo. Un corazón verdaderamente compasivo
no es emocional.
Por lo tanto, un segundo paso, después del reconocimiento de la responsabilidad
individual, es reemplazar la emoción por el amor práctico, expresado
en servicio altruista. El tercer paso es reorganizar nuestras vidas de modo de
hacernos tiempo para este necesario servicio. La mayoría de las personas
no obtienen el resultado máximo de su vida diaria, por varias razones.
Con frecuencia no desean realmente hacer los sacrificios que ese servicio exige;
a menudo están bajo la ilusión de que el actual rendimiento de su
servicio representa una máxima posibilidad; también se imaginan
que su salud no podría resistir más trabajo activo, o que necesitan
tiempo para sí mismas, o malgastan muchas horas valiosas haciendo cosas
sin resultado alguno. No obstante, si la necesidad es tan grande hoy como se quiere
hacer creer, si ésta es la hora de urgencia del hombre, si los problemas
son tan enormes, que todo el futuro de la raza depende del resultado de la guerra,
entonces lo único que tiene importancia es que el hombre desempeñe
su parte, movilice su tiempo y todo lo
[e319]que posee, y haga ese supremo esfuerzo que liberará
la vida y la energía y permitirá ganar la guerra y el período
de reconstrucción
[i382]será
un éxito. Esto debe hacerse a cualquier precio, aunque le cueste la vida,
lo cual evidencia una paradoja espiritual. El individuo tiene suprema importancia,
no obstante, lo que a él le pueda suceder cuando sirve y lucha por la libertad
humana, individualmente no tiene importancia. Un breve período de esfuerzo
organizado y, al final, la muerte, es hoy de utilidad más vital que la
inutilidad de hacer tranquilamente las cosas que el hombre desea y luego dejar
transcurrir apaciblemente los años.
Por lo tanto, el desarrollo del sentido de responsabilidad individual, la expresión
del amor real en el servicio y la reorganización de la vida, a fin de obtener
lo máximo de cada día, constituye la etapa preparatoria para el
hombre que trata de participar en el periodo de reconstrucción.
Habiéndolo realizado de la mejor manera posible (y muchos hicieron ya un
buen comienzo) debe desarrollar en sí mismo y evocar en otros el espíritu
de buena voluntad. Esta voluntad hacia el bien es de efectividad inmediata,
porque rige las relaciones del hombre con su familia y su hogar, su negocio o
socios, sus conocidos y todos aquellos con quienes pueda entrar en contacto. Le
permite empezar el trabajo de reconstrucción allí donde se encuentra,
entrenándose en un ambiente familiar para practicar rectas relaciones humanas.
Ése es el poderoso y mayor factor que permite a un individuo, que de otra
manera sería un inútil, convertirse en un punto focal de influencia
constructiva. Entonces como resultado descubrirá que su esfera de influencia
constructiva se expande continuamente.
Éstos son los primeros cuatro pasos y quizá los más difíciles,
y porque no son espectaculares constituyen casi trivialidades espirituales, pero
son los preliminares esenciales e inevitables para el hombre que quiere trabajar
inteligente, útil e intuitivamente, en el futuro.
A lo que antecede puede agregar luego los siguientes esfuerzos y tratar de imponerse
a sí mismo el programa sugerido:
Estudiar y reflexionar sobre las numerosas propuestas hechas por los guías y
pensadores del mundo, referentes a la rehabilitación mundial venidera. Será
necesario planear su lectura
[i383]y saber lo que se está considerando. Cultivar
una opinión inteligente basada en la buena voluntad y sobre lo que ustedes,
como resultado del estudio, creen que debe realizarse. Después, tratar
estas ideas en su casa, entre sus amigos y en su medio ambiente, sin temor ni
favoritismos. Esto, lo ayudará a hacerlo
[e320]si considera que tratarlos constituye un servicio
y cree que su interés y entusiasmo no dejará de tener efecto.
Reunir personas si es posible, para tratar y estudiar el Orden Mundial
Próximo,
o colaborar con quienes lo están haciendo. Considerar estas reuniones como
contribución definida para moldear la opinión pública y método
para construir esta reserva de poder mental que puede ser de utilidad para quienes
se dedican a la tarea de reconstrucción. Si sólo dos personas colaboran
con usted en este asunto, el esfuerzo no será perdido o inútil,
porque ayudarán a cambiar el contenido del pensamiento del mundo e impresionarán
a otras mentes, aunque ustedes lo ignoren.
Interesarse más ampliamente por otros países y tratar de comprender
los diversos problemas de los mismos. Muchos hoy conocen a personas en países
extranjeros, y pueden confeccionar listas con sus nombres y direcciones. Cuando
termine la guerra y estén expeditas las líneas de comunicación,
pueden tratar de llegar a esas personas, localizarlas por cualquier medio disponible
y cuando las encuentren, estimularlas haciéndoles conocer su buena voluntad
e interés, colaborando con ellas durante el período de reconstrucción.
Por muy insignificante que haya sido su contacto anteriormente, nútranlo
por el pensamiento y la plegaria y más tarde por la comunicación
directa. De esta manera, se establecerá una red de relaciones que servirá
para amalgamar un nuevo mundo en un todo armónico y comprensivo.
Orar constantemente y agregar a sus plegarias la meditación y la reflexión.
Detrás del canon y estructura del mundo está su Originador, su Planificador,
su Energía motivadora, su Voluntad central, su Creador viviente, su Dios.
Traten de llegar mediante la plegaria hasta esa voluntad central y punto de Vida,
fusionándose así
[i384]con
el sentido objetivo divino e identificando su voluntad con la Voluntad divina.
Esta centralizada Voluntad hacia el bien puede alcanzarla el hombre cuya voluntad
hacia el bien es una experiencia práctica viviente y cuanto más
se exprese esa buena voluntad, tanto más fácilmente descubrirá
y colaborará con el Plan divino y seguirá la mano guiadora de Dios,
en los asuntos del mundo. El trabajo real de reconstrucción será
realizado por quienes, en el silencio de sus propios corazones, caminaron con
Dios y aprendieron Sus caminos.
Buscar dos personas más para -que trabajen con ustedes. Esta triple
relación tiene un poder único. Dios Mismo, según las Escrituras
del mundo, actúa como una Trinidad bondadosa, y ustedes, en su pequeña
esfera, pueden hacer lo mismo, encontrar otras dos personas de ideas afines para
formar un triángulo de buena voluntad, de luz y de interacción espiritual.
Cada uno de
[e321]los
que colaboren con ustedes pueden, a su vez, hacer lo mismo, y así una gran
red de buena voluntad puede extenderse por todo el mundo, por cuyo intermedio
las Fuerzas de la Luz podrán trabajar y ustedes en su lugar y esfera, habrán
prestado ayuda y asistencia.
Descubrir y estudiar los métodos, las técnicas y los objetivos
de los distintos grupos y organizaciones interesadas en la reconstrucción
del mundo. Quizás no están de acuerdo con ellos, sus planes o modos
de trabajar, pero todos son necesarios. Los tipos de hombres son muchos, las razas
y las condiciones variadas y los problemas a resolver exigirán innumerables
métodos de trabajo. Todos pueden desempeñar su parte si se basan
en una real buena voluntad y sin fanatismo. El fanático es un peligro dondequiera
se encuentre, porque ve sólo un lado de la cuestión, siendo incapaz
de apreciar los diferentes puntos de vista. No acepta que todos sean necesarios.
La colaboración es la clave para la buena voluntad expresada, y en el futuro
período de rehabilitación, la colaboración será
la necesidad sobresaliente. Mantengan un registro de tales grupos, de sus guías,
objetivos y programas. Será de utilidad cuando termine la guerra. Establezcan
con ellos relaciones útiles y amistosas, dentro de lo posible.
[i385]
Buscar hombres y mujeres de buena voluntad entre las personas que los circundan,
y confeccionar una lista de nombres y direcciones. Sean espiritualmente emprendedores
en este asunto y descúbranlos. Obtenido esto deben interesarse en lo que
hacen, tratar de que colaboren con ustedes en sus actividades. Registren, si es
posible, la capacidad y función que desempeñan. Entonces tendrán
conciencia que existe un grupo del cual se puede depender, que trabajará
con espíritu de buena voluntad y para la reconstrucción del mundo.
Más adelante todas estas listas, si se considera conveniente pueden amalgamarse
y formar una sola que incluirá a las personas de todos los países
que trabajan de acuerdo a las líneas indicadas, llegándose hasta
ellas en forma simultánea. Así formarán una opinión
pública sincronizada y conjunta, suficientemente fuerte para moldear ideas,
influir a las asas y ayudar a los guías mundiales a una acción correcta
y apropiada.
Sobre todo y como resultado de las sugerencias que anteceden, planificar definidamente
para la rehabilitación -física, psicológica y espiritual-
de los niños de todos los países. Fueron almas de la maldad. Ahora
deberán ser los receptores de la buena voluntad amorosa. Los problemas
de la rehabilitación económica, de los límites territoriales,
de la desmovilización de los ejércitos y la consiguiente rehabilitación
al trabajo de los desmovilizados y la reconstrucción del mundo, son de
profunda
[e322]importancia
y exigen una ayuda experta. Pero el problema de los niños, como anteriormente
señalé, subyacente en la necesidad de reconstruir al mundo, es mayor
que los demás problemas, está por encima de todas las barreras raciales
y nacionales y evoca lo mejor en todo corazón humano. Los niños
tienen la prioridad sobre los adultos.
Por lo tanto, haría un llamado a todos aquellos a quienes puedo llegar
por medio de este artículo para que concentren su principal esfuerzo -mental,
espiritual y práctico- y se preparen para ayudar a los niños de
Europa y de los demás países, que tanto sufrieron en manos de las
Potencias del Eje. Esto tomará mucho tiempo y una cuidadosa planificación;
necesitará [i386]la
colaboración de expertos entrenados en el cuidado del niño, médicos,
clínicos, cirujanos, sicólogos y educadores, y también enfermeras;
requerirá mucho dinero para la preparación efectiva, enviar personal
entrenado a los países desposeídos y en ruinas y desde allí
llevar a cabo el trabajo; exigirá además una acción compasiva,
amorosa y mucha paciencia. No obstante, constituye la oportunidad más importante
que enfrenta a los hombres y mujeres de buena voluntad, la actividad fundamental
del nuevo orden mundial, el cual debe ser traído a la existencia en bien
de los niños de hoy. Ellos habitarán en este nuevo mundo,
expresarán los nuevos ideales y legarán a sus hijos aquello por
lo que hemos luchado y muerto, lo mejor que hemos heredado y conseguimos salvar
para ellos. La imagen de los niños en los países subyugados no tuvieron
la marcha de los soldados de Hitler; la santidad del hogar y las necesidades físicas
y morales de los pequeños niños no provocaron ni un asomo de compasión
en los jóvenes entrenados bajo el sistema nazi de educación; la
relación de madre e hijo no entraba en los cálculos de los agentes
alemanes, cuando separaban a los hijos de sus padres y los dejaban a la deriva
en un mundo de masacre o en un establecimiento institucionalizado. La crueldad
planeada debe ser remediada por los hombres y mujeres de buena voluntad y corazones
amorosos.
Comenzar a apartar ahora, no importa lo que exija de la personalidad, pequeñas
sumas disponibles y acumularlas en preparación para el trabajo de reconstrucción.
Si todos pueden hacerlo, permitirán cumplir con nuestra parte en el trabajo
sin imponer una indebida carga sobre los demás. ¿Podrán hacer
este sacrificio y mantener inviolables los fondos resultantes en sus propias manos,
hasta el futuro momento en que decidan emplearlos?
Estas son las sugerencias prácticas, posibles en este momento particular.
Son de naturaleza general y básicamente [e323]individuales. Todo el esquema de reconstrucción
está todavía en la etapa del pensamiento formativo. El [i387]procedimiento a seguirse hoy es autoeducar y
despertar a todos aquellos con quienes entramos en contacto. Exigirá el
estudio y la consideración inteligente de métodos para satisfacer
esta necesidad y el descubrimiento de aquellos en quienes, sin tener en cuenta
la nacionalidad o religión, se pueda depender que colaborarán en
los distintos aspectos del trabajo de reconstrucción. Todos pueden participar
en este trabajo de preparación.
Son muchas voces que hoy claman para que realicemos esta tarea y millares de personas
tuvieron el mismo sueño y la misma visión, creyeron en las posibilidades
divinas latentes en todo corazón humano y saben, más allá
de toda controversia, que el egoísmo y la codicia universal han llevado
al mundo a su actual y desesperada situación. Saben también que
la participación altruista y la comprensión cooperadora entre los
hombres de buena voluntad de todas partes, pueden reconstruir un nuevo mundo,
traer a la existencia una vida más bella y restaurar lo que la humanidad
misma ha destruido. Lo mejor está todavía por venir. Podemos apoyarnos
en la comprensión de que la historia de la raza humana ha sido, en el transcurso
de las edades, de un constante avance hacia la luz.