La Exteriorización de la Jerarquía - El Intervalo entre la Guerra y la Paz

      


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EL INTERVALO ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ

[i364] Agosto de 1942

Muchos miles de personas que leyeron en el pasado los folletos y artículos que he escrito, demandan insistentemente que diga algo sobre el futuro período de rehabilitación y de lo que puede hacerse (mientras la guerra continúa) como preparación para ser útiles en ese momento. Cuando la guerra estalló, publiqué un artículo titulado La Actual Crisis Mundial y traté de trazar los orígenes del conflicto y los factores que hicieron posible esta catástrofe. Más tarde apareció otro artículo denominado El Futuro Orden Mundial, que procuró mostrar a un mundo sufriente, la visión de un futuro material y espiritual, largo tiempo demandado por los corazones de los hombres. Así se trató de encarar el pasado y el futuro.

Nada pudo hacerse en ese momento, dada la falta de unidad existente entre las naciones que hoy constituyen las Naciones Unidas. No había comprensión, pero sí, una perspectiva egoísta entre las naciones, que entonces eran neutrales. Ante todo estaba el hecho de que los asuntos involucrados debían ser resueltos por la humanidad misma y, en ese entonces, no era posible predecir con cierta exactitud lo que haría la humanidad. Aún los hombres más iluminados y los guías espirituales de la raza no podían juzgar qué camino seguiría el género humano, o si habría en el mundo suficientes personas de clara visión que pudieran llevar y llevaran a las masas a una oposición efectiva contra las Potencias del eje. La pregunta que predominaba era: ¿Predominaría el temor mundial y el egoísmo universal, o el espíritu de libertad y de amor a la libertad sería suficientemente fuerte como para unificar a naciones libres en un todo unido y firme?

[e305] El resultado actualmente es claro y el fin inevitable. Las naciones libres y las pequeñas naciones derrotadas y esclavizadas están, subjetiva y prácticamente, unificadas en una intensa determinación espiritual para ganar la guerra; por lo tanto, la suerte de las Naciones del Eje está inalterablemente echada, aunque al escribir esto parezcan triunfar en toda [i365] la línea. Lo que aún sigue siendo un factor incierto es cuándo se producirá la victoria final de la justicia contra la fuerza, debido a la enorme fuerza preparada por las naciones agresoras y a la falta de preparación de las democracias. Esta carencia de preparación va siendo rápidamente remediada.

Este artículo intenta indicar los problemas y quizás algunas de las soluciones que deben inevitablemente llenar el intervalo entre el fin de la guerra y el venidero orden mundial. Será necesario considerar este tema en forma amplia y general, porque es demasiado vasto para especificarlo inteligentemente. Sin embargo, podemos considerar el trabajo que debe realizarse inmediatamente en preparación para el cese de la guerra e indicar los primeros pasos que pueden y deben darse para iniciar sólidos procesos de reconstrucción. El período de rehabilitación y de reconstrucción debería ser hoy la profunda preocupación de todos los que aman a sus semejantes.

Algunos considerarán que es prematuro preocuparse del futuro período de reconstrucción. Creen (y con razón) que nuestra primera preocupación inmediata es ganar la guerra, y estoy plenamente de acuerdo con ello. La voluntad de triunfar es el primer punto esencial básico, porque no habrá ninguna verdadera actividad de reconstrucción si triunfan las Naciones del Eje. Pero hay ahora muchas personas cuya tarea no es luchar y cuyo lugar y función se halla forzosamente en los aspectos civiles de la vida de las naciones. Ellas pueden pensar, hablar y trabajar, en preparación para el futuro. Otras creen que sólo el experto, entrenado en los campos del reajuste económico y político, puede encarar este difícil problema, con la esperanza de hacer una contribución valiosa. Otros creen aún que la paz es lo único que importa y que deberá seguirle un largo período de tranquilidad mental en todos países; consideran que las personas de todas partes están demasiado exhaustas y se sienten desgraciadas para disponerse a emprender cualquier trabajo de reconstrucción. Aún otros, son tan pesimistas que desesperan restaurar al mundo y esperan entristecidos el desmoronamiento de todos los procesos del vivir civilizado. En todos estos puntos de vista hay algo de verdad. El trabajo de los expertos será muy necesario, pero
[i366] el interés comprensivo y el poder sustentador de aquellos cuyos corazones arden de amor, son los únicos que posibilitan su trabajo. No se necesitarán [e306] únicamente actividades instituidas y empresas financieras de los trabajadores económicos y sociales, y agentes de gobierno, sino también, y sobre todo, debe encontrarse la solución en el surgimiento de la buena voluntad en los corazones de los hombres. Esto proporcionará el incentivo de la debida compasión. Ciertamente podría rehabilitarse por razones puramente comerciales y egoístas, porque el intercambio comercial, la capacidad de comprar y vender y el restablecimiento de la estabilidad financiera, son factores importantes en el restablecimiento mundial. Pero éstos no son los móviles básicos que devolverán a la humanidad el propio respeto y seguridad en la vida. Proporcionarán el poder motivador a muchos hombres y grupos, pero no el móvil que puede producir la verdadera reconstrucción constructiva de la trama de la vida humana.

El trabajo de los hombres y mujeres inteligentes de buena voluntad es la reconstrucción, e implicará la tarea de dar nueva vida y felicidad a la humanidad, y para ellos escribo. Les ruego tener esto presente. No escribo para los expertos técnicos y consejeros entrenados del gobierno, sino para quienes anidan en sus corazones buena voluntad para todos los hombres y que, debido a ello, desean cumplir su parte trayendo tranquilidad y paz al mundo -una paz basada sobre valores más seguros que en el pasado y sobre una planificación más sensata. En último análisis, no es por la paz que los hombres de buena voluntad trabajan sino por el acrecentamiento del espíritu de comprensión y cooperación; esto por sí sólo será suficientemente fuerte para derribar las barreras raciales, curar las heridas de la guerra y construir una nueva estructura mundial adecuada a las demandas inteligentes de las masas.

En los folletos anteriores traté (junto con muchas otras personas reflexivas) de indicar los pasos que podrían darse para evitar al cataclismo inminente. Entre lo más importante, y sobre lo cual se puso énfasis, estaba el acrecentamiento de la buena voluntad mundial, porque la buena voluntad es el principio activo de la paz. Procuré también acentuar la comprensión internacional y un futuro donde se compartieran los recursos planetarios y se reconociera
[i367] la culpabilidad general, históricamente comprobada, en relación con la guerra, más esas ideas que -si fueran desarrolladas- podrían poner fin a la era de la separatividad.

A pesar de los esfuerzos de todos los hombres de buena voluntad, de todas las organizaciones de paz y del trabajo iluminado de todos los pensadores, educadores y conductores del mundo, sucedieron dos cosas, que se esperaba evitar. La primera fue una precipitación definida y enfocada del espíritu del mal y del materialismo por intermedio de las Naciones del Eje, empleando la
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agresión del Japón como punto focal inicial, expresándose posteriormente en toda su fuerza por intermedio de Alemania. La segunda fue que las naciones neutrales en las primeras etapas de la guerra, no dieron los pasos necesarios ni se aliaron activamente con las naciones que combatían al totalitarismo y su incapacidad de comprender todo el horror que tiene por delante el género humano. El egoísmo de la humanidad estaba aún más profundamente arraigado de lo que se creía y las Naciones aliadas entraron en actividad cooperativa sólo después de dos años de guerra y violación planeada de muchas naciones neutrales. La ceguera de las naciones neutrales desbarató los cálculos de quienes trabajan con amplia visión para el bien del mundo, y demoró seriamente la finalización de la guerra.

Ahora el punto crítico ha pasado y la comprensión humanitaria de las cuestiones involucradas, más la unidad que existe entre las Naciones Aliadas, garantizan la inevitable derrota de las Potencias del Eje. Otros factores también aseguran la victoria final de las fuerzas del derecho y de la libertad del mundo. No puedo extenderme sobre los mismos, pero pueden ser enumerados y entonces los pueblos verán con qué certeza garantizan el triunfo de los pueblos libres del mundo. Estos factores son:

  1. La voluntad de triunfar se acrecienta firmemente. El apaciguamiento, el pacifismo y la incertidumbre, van desapareciendo constantemente.

  2. El apuro en que se encuentra la humanidad en todas partes, como resultado de la agresión del Eje, va estabilizando definitivamente a la opinión pública y evocando una determinación inalterable de poner fin al mal, iniciado y llevado adelante por Alemania y Japón, ayudadas algo involuntariamente por Italia. [i368]

  3. Los recursos de las Naciones Aliadas son vastos y están ahora en proceso de movilización. Su empleo masivo y su potencial fabril son prácticamente inagotables y están siendo rápidamente organizados. El poder humano y los recursos de Alemania y sus aliados, llegaron a la cúspide, trayendo el enorme poder actual, pero irá declinando firmemente en el futuro.

  4. Los problemas de esta guerra se van comprendiendo cada vez con mayor claridad; aún los ignorantes y quienes tiene prejuicios, reconocen que tales problemas pueden ser agrupados en tres posiciones principales, lo cual les permite hacer una elección personal respecto a la lealtad.

  1. La posición democrática, con su énfasis sobre las Cuatro Libertades y la Carta del Atlántico, [e308] asegurando rectas relaciones humanas y poniendo fin a la agresión.

  2. La posición totalitaria, con su énfasis sobre la dictadura mundial, la esclavitud de las numerosas naciones conquistadas, su inclinación antirracial y su flagrante crueldad y terrorismo.

  3. Las actitudes apaciguadoras y pacifistas -idealistas e imprácticas y que hoy se centralizan en la actitud de Gandhi-, que pone de relieve una actitud fanática no comprometedora e irrealista, que sacrificará voluntariamente vidas, naciones y el futuro de la humanidad, para alcanzar su objetivo. Si Gandhi tuviera ahora éxito en su objetivo, precipitaría la guerra civil en la India, sacrificaría toda esperanza inmediata de libertad para ese país, permitiría a los japoneses conquistar fácilmente la India, provocaría la masacre de incontables miles de personas y permitiría a Alemania darse la mano con Japón por encima de Asia, con la anonadante probabilidad de una victoria totalitaria.

Estos tres puntos de vista están siendo hoy día claramente comprendidos por los hombres de todas partes, y sus decisiones respecto a la lealtad y adhesión son claras.

  1. El espíritu de libertad está triunfando en todos los países (aún en los países conquistados, para asombro de [i369] Alemania) y la belleza del espíritu humano surge en todas partes, tanto en los países conquistados como en las naciones que luchan, de espalda a la pared, por la libertad humana.

  2. Un intenso interés por las condiciones de posguerra se evidencia en las declaraciones de los líderes, políticos, conferencistas y hombres de mente espiritual de todas partes; esto lo testimonian los artículos, folletos, libros, alocuciones y planes, que tratan del nuevo orden mundial. Las fuerzas de la rehabilitación y de la buena voluntad se movilizan rápidamente, constituyen un gran ejército dentro de todas las naciones, ejército invisible, pero aún incipiente e inseguro respecto al método y procedimiento, aunque bien definido respecto a metas y principios.

Los seis factores que anteceden aseguran la derrota de las Fuerzas del Mal y el Triunfo de las Fuerzas de la Luz, y con éstos como base para el optimismo, podemos mirar adelante con la segura esperanza de dar fin a la guerra, y pensar en la desmovilización [e309] de los ejércitos, en el cruce tranquilo de los siete mares y en el momento en que el temor empiece a desaparecer.

¿Cuáles serán los peligros a neutralizar? ¿Para qué debemos estar preparados cuando enfrentemos la tarea de reconstrucción? Sería útil enumerar algunos de los peligros para los cuales debemos estar preparados. Los consideraremos por orden de importancia:

  1. El peligro de un arreglo de paz demasiado rápido. Trabajamos arduamente para un armisticio prolongado, durante el cual el ardor de la batalla y los fuegos de la venganza se hayan apaciguado, entonces podrá aliviarse la agonía del género humano y ganar tiempo para una planificación tranquila y sin apremios.

  2. El peligro de un retorno a la así llamada normalidad. El principal desastre que enfrenta la humanidad en este momento, es un retorno al estado de cosas, previo al estallido de la guerra y la rehabilitación del viejo mundo familiar, con su imperialismo (sea de imperio o de finanzas), sus nacionalismos y sus desamparadas minorías explotadas, sus viles diferenciaciones y barreras separatistas entre rico y pobre, [i370] oriental y occidental, castas y clases, que existen sin excepción en todos los países.

  3. Los peligros incidentales a los ajustes necesarios entre las naciones. Cualquier ajuste realizado sobre la base de la tradición histórica o de antiguos límites, sólo servirán para hundir al mundo nuevamente en la guerra. Los ajustes deben realizarse basándose en la humanidad misma; la voluntad de los pueblos libres debe ser el factor determinante y no la voluntad de los técnicos expertos y políticos, o alguna clase o grupo reinante. En el mundo venidero, la ecuación humana tendrá una posición predominante, los seres humanos determinarán en lo posible su propio destino y los hombres ejercerán su libre albedrío en el establecimiento del tipo de mundo en el cual eligen vivir. Decidirán el país del cual prefieren ser ciudadanos, y elegirán el gobierno al cual serán leales. Esto necesariamente tomará tiempo y debe ser un proceso sin apremios. Requerirá una educación planificada de las masas en todos los países, y tendrá que enseñarse cuidadosamente los principios de la libertad y la diferencia entre libertad y libertinaje. Un nuevo mundo basado en el restablecimiento de los límites territoriales, históricamente determinados, no logrará poner fin a la lucha, la agresión y el temor. Un nuevo mundo basado en valores humanos y rectas relaciones humanas puede instituir (seguramente con lentitud, pero inevitablemente) esa nueva civilización que los hombres de buena voluntad piden para toda la humanidad.

  4. Los peligros derivados del odio, la venganza y el dolor. Estos peligros serán los más difíciles de evitar. Va surgiendo ya [e310] un odio profundamente arraigado, contra el régimen nazi y la nación alemana, porque apoya a ese régimen. Esto es casi inevitable, y está basado en los hechos de la actividad nazi. La tarea de las Naciones Aliadas después de la guerra, será necesariamente, entre otras, proteger al pueblo alemán del odio de aquellos contra los cuales ha perpetrado terribles abusos, lo que no será fácil de realizar. La retribución y la venganza no deben ser permitidas y, sin embargo al mismo tiempo, no se puede ni debe dejar de [i371] exigírsele una justa retribución por la mala acción. La ley actúa siempre, y esa ley dice lo que un hombre o nación siembre, también cosechará. Alemania ha sembrado el mal en todo el mundo civilizado y durante algún tiempo su suerte debe ser dura, y tendrá que pagar con sudor, trabajo y lágrimas, sus malas acciones. Pero este pago debería ser parte del gran trabajo de rehabilitación y no una exacción vengativa, y si se tiene esto en cuenta no se cometerán serios errores. El pueblo alemán debe trabajar esforzadamente para corregir el mal que ha hecho, hasta donde le es posible, pero la próxima generación -de infantes o niños, actualmente en la cuna o en la escuela- no debe ser castigada. Los pequeños niños y los infantes de la raza germana -inocentes de las acciones erróneas de sus padres y hermanos- no deberían estar Implicados en los castigos infligidos. Los jóvenes actuales de Alemania deben, con el trabajo de sus manos y el sudor de su frente, reconstruir lo que han destruido tan despiadadamente, pero las personas inofensivas, débiles y ancianas, niños y adolescentes, deben ser eximidos y entrenados para ser ciudadanos de una Alemania mejor y más buena, como nunca ha existido -una Alemania que es parte constructiva del todo y no una amenaza y un terror para todos los hombres que piensan correctamente. El despertar de hombres de buena voluntad en todas las naciones -hombres que ven a la humanidad como un todo y a todos los hombres como hermanos- es la única manera de detener la, ascendente marea del odio. No podrá detenerse diciendo a quienes han sufrido en manos de las naciones del Eje, que no deben odiar, o exhortar a los pueblos que fueron víctima de los traidores, que no deben tener mala voluntad hacia tales hombres como Quisling y Laval. Deberá contrarrestarse por una gran demostración de amor y comprensión práctica de parte de las Naciones Aliadas -amor que actuará en forma de alimentos para el hambriento, cuidados para el enfermo, reconstrucción de las ciudades destruidas y restablecimiento de la “tierra arrasada”. Los problemas de odio y venganza requerirán suma habilidad en el trato y necesitarán una acción excesivamente sabia, de parte de las naciones libres. [e311][i372]

  5. El peligró que representan para la humanidad los efectos e la guerra sobre los niños y los adolescentes de las naciones. Los niños actuales son los padres de las generaciones venideras, han pasado por una aplastante experiencia psicológica. Difícilmente pueden volver a ser normales. Han visto las profundidades mismas de la crueldad, la maldad, el dolor, el horror, el terror y la incertidumbre. Fueron bombardeados, ametrallados y sufrieron la neurosis de la guerra; no conocieron la seguridad, ni esperan ningún futuro seguro. Millones de ellos no tuvieron ningún control paterno; fueron separados de sus familias por la guerra y, en consecuencia, desconocen sus propios nombres. Aunque la unidad familiar permaneció intacta, sus padres por lo general se dedicaron a la industria bélica, en el hogar o fuera de él, y sus madres trabajaron en fábricas o cultivaron la tierra; por lo tanto, los niños carecieron de vida o control hogareño. La desnutrición debilitó sus fuerzas y el mal prevaleciente minó su moral y sus normas de valores. Desde el punto de vista humanitario y espiritual, problema vital después de la guerra, será restablecer en los niños del mundo la felicidad, la seguridad, las normas de vida y de conducta apropiadas y cierta medida de control comprensivo. Éste es esencialmente un problema de educación. Los educadores y sicólogos de visión, en todos los países, deben ser movilizados y el “canon de las cosas venideras” para los niños, debe ser inteligentemente determinado. Esto deberá realizarse en escala internacional y con la sabiduría obtenida por la captación de la necesidad inmediata y una visión de largo alcance.

  6. Los peligros del resurgimiento del espíritu nacionalista. El intenso nacionalismo fue el principio motor en la provocación de la guerra, y ninguna nación ha estado exenta de este espíritu de orgullo nacional y visión nacionalista separatista. Intereses egoístas determinaron las razones por las cuales cada nación entró en esta guerra; la seguridad individual obligó a entrar hasta las más iluminadas de las naciones democráticas. Que a estos incentivos egoístas agregaron la necesidad mundial y el amor a la libertad, es verdad, y sirven [i373] para equilibrar, aunque no contrarrestar, los móviles egoístas; que el instinto de autopreservación no les dio otra alternativa, también es verdad, pero tenemos el hecho de que no hubiera habido guerra si las naciones democráticas hubieran sido el factor determinante. Esto en sí da cabida a interrogantes. ¿Por qué, en último análisis, las poderosas democracias permitieron esta guerra cuando, unidas y agrupadas desde el comienzo, hubieran podido detenerla en sus etapas iniciales? Además, dadas las naciones agresoras existentes, el propio interés colectivo obligó a las democracias a combatir y, sin embargo, este mismo interés debió haberles hecho dar los pasos que hubieran [e312] garantizado la paz. Tipos nacionales, intereses nacionales individuales, culturas nacionales y civilizaciones nacionales, existen uno al lado del otro, pero en vez de ser considerados como tributarios de un todo integrado, fueron celosamente competidores y considerados como las prerrogativas peculiares y distintivas de alguna nación, existiendo únicamente para el bien de esa nación. En el futuro, debe ser acentuado y desarrollado el factor tributario en la vida, y el bien de una nación o grupo de naciones debe ser sustituido por el bien de toda la familia de naciones. La educación del pueblo sobre este ideal no le hace perder su identidad nacional o cultura individual. Debe seguir así y desarrollarse hasta su meta espiritual más elevada, para el enriquecimiento y el bien colectivo de todos. Sólo debe cambiarse el móvil que daría énfasis a cualquier cultura específica racial y nacional.

La familia de naciones, considerada como una unidad, su correcta y apropiada interrelación y la asunción de la responsabilidad, tanto para ella como para el débil, deben ser la meta conocida de toda empresa nacional; los recursos de todo el planeta deben ser compartidos colectivamente y se debe ir comprendiendo que los productos de la tierra, las riquezas del suelo, la herencia intelectual de las naciones, pertenecen a todo el género humano y no exclusivamente a una sola nación. Ninguna nación vive para sí misma, como ningún individuo puede vivir feliz de esa manera; la nación o el individuo que trata de hacerlo debe [i374] desaparecer inevitablemente de la faz de la tierra. Todas las naciones hicieron esta tentativa egoísta, como la historia antigua y moderna lo prueba. Su tradición, recursos, genio nacional, historia, productos minerales y agrícolas, posición estratégica sobre el planeta, fueron usados en los siglos pasados en beneficio de la nación que los reclamó, explotados para el acrecentamiento del poder de esa nación a expensas del sufrimiento de otras. Éste es el pecado que está cometiendo hoy Alemania, ayudada por Japón y débilmente seguida por Italia. La política del poder, la explotación del débil, la agresión, el egoísmo económico, los ideales basados en el puro comercialismo y las metas materialistas y territoriales, matizaron toda la historia pasada de la humanidad en ambos hemisferios y sentaron la base para la actual guerra.

Algunas naciones, particularmente las grandes democracias, como la Comunidad Británica de Naciones y los Estados Unidos de América, comprenden ya que estas actitudes y actividades deben terminar y que la esperanza del mundo reside en la difusión de rectas relaciones humanas, en el intercambio económico, en la política internacional ampliamente altruista y en un mayor espíritu de cooperación. Creen inalterablemente, y como política nacional básica, en los derechos del individuo, y que el Estado existe
[e313] para beneficio de ese individuo; a ello añaden la creencia de que el Estado también existe para beneficio de los demás estados y para la humanidad como un todo. Otras naciones, tales como las Potencias del Eje, están cristalizando violentamente los antiguos puntos de vista, acentuando los peores aspectos del orden antiguo y maligno y se apoderan agresivamente de todo lo que pueden. Consideran que el individuo no tiene valor; sostienen que existe sólo para beneficio del Estado; creen que el Estado es la única unidad de importancia y que sólo cuenta su estado particular. Dividen a la familia de naciones en un superestado para controlar a Europa y otro para controlar a Asia, considerando a los demás estados como esclavos; perpetúan al antiguo mal de la fuerza y la guerra y recurren a indecibles crueldades en un esfuerzo por elevar al propio estado a una suprema eminencia.

[i375] Éste es el antiguo orden que debe desaparecer, pero sus peligros deben ser reconocidos. Por su abolición luchan las Naciones Aliadas, pero son muchas las dificultades, aunque la fortaleza espiritual de todos los hombres buenos está de su parte y las Fuerzas de la Luz luchan para ayudarlas. El espíritu nacionalista no ha muerto todavía en ningún país. Debe ayudárselo a morir. Las minorías que poseen trasfondo histórico, pero sin derechos territoriales, claman por un lugar que puedan llamar suyo y en donde construir una nación. Las pequeñas naciones están atemorizadas, y se preguntan qué lugar se les permitirá ocupar en la familia de naciones, y si los alemanes, según sus malignos planes, prescindirán de sus ciudadanos para formar oportunamente una nación. La demanda de un reconocimiento nacional está muy difundida, y poco énfasis se pone sobre la humanidad como unidad importante.

Las naciones que obstaculizan el sendero del progreso, viven en el recuerdo de su historia y fronteras pasadas y miran retrospectivamente lo que denominan “un glorioso pasado”, apoyándose en el recuerdo del gobierno nacional o imperial sobre el débil. Éstas son palabras duras, pero el espíritu nacionalista constituye un peligro grave para el mundo, y si se perpetúa de cualquier manera, excepto como tributario en bien de toda la humanidad, hará retroceder al mundo (después de la guerra) a edades oscuras y los hombres no estarán mejor de lo que estaban, aunque vivieron veinte años de trabajo y agonía.

Podríamos tomar a las naciones, una por una, y observar que su espíritu nacionalista, separatista o aislacionista, que emerge de un pasado histórico, de los complejos raciales, de la posición territorial, de la rebelión y de la posesión de los recursos materiales, trajo la actual crisis y separación mundial y este choque global de intereses e ideales. Pero ello de nada serviría. El estudiante
[e314] inteligente de la historia (que no tiene ninguna inclinación nacionalista) conoce bien los hechos, y está profundamente dedicado a los procedimientos que deben influir para poner fin a la lucha mundial. Sabe que los esfuerzos por alcanzar el engrandecimiento nacional, un lugar bajo el sol, Lebensraum, la supremacía financiera, el control y [i376] poder económico, deben terminar. Al mismo tiempo, comprende que si la humanidad debe desprenderse de estos malos productos del egoísmo, ciertos valores básicos deben conservarse. Las culturas y las civilizaciones pasadas y presentes son de gran valor; el genio particular de cada nación debe ser evocado para el enriquecimiento de toda la familia humana; la nueva civilización debe tener sus raíces en el pasado y surgir de él; deben aparecer y reconocerse nuevos ideales, y para ello los hechos y la educación del pasado habrán preparado a los pueblos. La humanidad misma debe ser la meta del interés y del esfuerzo y no cualquier nación o imperio particular. Todo esto debe ser efectuado en forma práctica y realista, divorciado de los sueños visionarios, místicos e imprácticos, y todo lo que se realiza debe estar fundado en un reconocimiento básico -hermandad humana que se expresa en rectas relaciones humanas.

La rebeldía, tan ampliamente prevaleciente, contra las vagas visiones de los soñadores humanitarios, está basada en el hecho de que la avalancha de palabras y de la plétora de planes, poco de valor práctico ha surgido y nada de suficiente poder para terminar con los viejos y horribles modos de vida. Nada realmente efectivo fue realizado antes de la guerra, para contrarrestar los males visibles y evidentes. Fueron probadas medidas paliativas y contraídos compromisos en aras de la paz, pero los males básicos de la ambición nacional, la disparidad económica y las virulentas diferencias de clase (hereditarias o financieras) aún permanecen. Prevalecían las diferencias religiosas y fueron muy difundidos los odios raciales comunes y los órdenes económico y político, fomentando la lucha de partido, racial y nacional.

Hoy la guerra ha aclarado la atmósfera. Las cuestiones son claras y, por lo menos, sabemos lo que estuvo mal. Las Potencias del Eje, con su demostración de supremo egoísmo, ambición nacional, odio racial y total barbarie y crueldad, más su completa falta de sentimiento humanitario, ha servido a la raza para demostrar lo que no debe permitirse ni se permitirá. Las democracias despertaron también a sus debilidades y a la comprensión de que la verdadera democracia no existe todavía, debido a la corrupción política, ampliamente diseminada, y a la ignorancia y falta de preparación de las masas para
[i377] el verdadero autogobierno. Las potencias imperialistas, tales como Gran Bretaña, repudian públicamente los antiguos puntos de vista y siguen adelante con la [e315] tarea de reconstruir el mundo. El conservador reaccionario ya no es tan popular. Las pequeñas naciones van comprendiendo su desamparo y la completa dependencia de sus vecinos mayores, y éstos, a su vez, reconocen sus responsabilidades para con el débil y el pequeño. Las personas de todas partes van despertando y comienzan a pensar, y jamás volverían a hundirse en la condición negativa del pasado. Prevalece en todas partes la fe de que es posible, y aún probable, un nuevo y mejor orden mundial.

¿Cómo podemos expresar, clara y simplemente, la meta de este esperanzado nuevo orden mundial y expresar brevemente el objetivo que cada persona y nación debería mantener ante sí cuando la guerra termine y enfrente cada cual la oportunidad? Seguramente cada nación, grande o pequeña (con derechos iguales, proporcionales a las minorías), debería seguir su propia cultura individual y lograr su propia salvación como mejor le parezca, pero cada una y todas, deben llegar a comprender que son partes orgánicas de un todo corporificado y deben contribuir a esa totalidad con todo lo que poseen y son. Este concepto subyace en el corazón de incontables miles de personas y acarrea una gran responsabilidad. Cuando estos conocimientos sean inteligentemente desarrollados y sabiamente manejados conducirán a las rectas relaciones humanas, a la estabilidad económica (basada en el espíritu de compartir) y a una nueva orientación del hombre hacia el hombre, de una nación a otra y de todos a ese poder supremo, denominado “Dios”.

Tal es la visión que mantiene a incontables miles de personas firmes en el sendero del deber, y muchas de ellas, en cada nación, están dispuestas a trabajar para ese fin. A pesar del trasfondo de un pasado maligno, de la presente masacre mundial, de los problemas psicológicos casi abrumadores que enfrenta la humanidad, de las maquinaciones políticas, de la vieja diplomacia y de la improbabilidad de un rápido éxito, hay miles de personas preparadas para comenzar el trabajo preliminar. El número de hombres y mujeres de visión
[i378] y buena voluntad es hoy tan grande (especialmente entre las Naciones Aliadas) que hay una posibilidad de éxito eventual y puede hacerse un comienzo. Se percibe hoy tenuemente el delineamiento de la futura estructura mundial; el fracaso -completo, evidente e irremediable- del viejo orden y del viejo mundo se reconoce en todas partes. La voluntad hacia el bien aumenta. Es interesante y de valor reconocer que esta visión la ve con mayor claridad el hombre de la calle y el intelectual, que las clases excluyentes. Por las dificultades materiales de la vida y los procesos mentales resultantes, los hombres saben que el cambio de condiciones es necesario y que no existe otra alternativa.

[e316] La tarea por delante se divide en dos categorías: Primero, dirigir el pensamiento y la energía de la masa hacia líneas correctas, para que el móvil bueno y la sabia acción puedan traer la deseada era de rectas relaciones humanas y la paz eventual; segundo, educar a aquellos cuyas apatía y falta de visión impiden el progreso. Esta última fase del trabajo está bien encaminada y un poderoso, aunque pequeño grupo, entre los guías del mundo, expone ciertas proposiciones generales que deben considerarse imperativas cuando se inicie el reajuste mundial. Demandan un nuevo principio gobernante en la política y en la educación, fundado en los derechos humanos universalmente reconocidos, en la urgencia de una unidad espiritual y en la necesidad de arrojar por la borda todas las actitudes y dogmas teológicos separatistas en todos los campos del pensamiento. Hay un clamor ascendente no sólo por comprensión y colaboración internacionales, sino también por la comprensión de clases. Estas demandas están siendo expresadas desde cada plataforma y púlpito y por medio de la pluma en todos los países, excepto en esos desgraciados países donde no hay libertad de palabra.

El hombre común observa todo esto y con frecuencia queda anonadado por la magnitud de la tarea que despliegan ante él la diversidad de las opiniones expresadas, las muchas sugerencias, planes y esquemas para el mejoramiento mundial y el sentido de la propia futileza e ínfima importancia, frente a esta gigantesca empresa humana. Se hace a sí mismo muchas preguntas. ¿Para qué sirvo? ¿Qué puedo realizar? ¿Cómo hacer oír mi insignificante voz y de qué servirá una vez oída? ¿Qué
[i379] parte puedo desempeñar en la vasta palestra de los asuntos mundiales? ¿Cómo puedo demostrar que soy útil y constructivo? ¿Cómo equilibrar mi ignorancia de la historia, la sociedad, las condiciones políticas y económicas de mi propio país, sin mencionar las de otros países? La humanidad es tan inmensa, su número tan vasto y tantas sus razas, que se cree una unidad insignificante y desamparada. Carece de entrenamiento académico o general, que le permita captar realmente los problemas o contribuir a su solución. Por lo tanto ¿cómo puede contribuir el hombre de la calle, el de negocios en su oficina, la mujer en su hogar y el ciudadano común en estos momentos y en el futuro, a ayudar al mundo? Escribo para estas personas.

Comenzaré recordando al pueblo, un hecho importante, y es que una opinión pública enfocada, determinada, iluminada, es la fuerza más poderosa del mundo. No tiene parangón y ha sido muy poco empleada. La credulidad del ciudadano común, su disposición a aceptar todo lo que se le dice si se le repite suficientemente y con fuerza plausible, es bien conocida. Las frases bien
[e317] constituidas del político entrenado, atentó a sus propósitos egoístas, los argumentos del demagogo de elocuente oratoria, cuando explota alguna teoría favorita a expensas del público, y las divagaciones del hombre que tiene una causa que exponer, una teoría que explicar y un hacha que afilar, todos tienen auditorio. La Psicología de las masas y las determinaciones del populacho fueron explotadas a través de las edades, porque el hombre irreflexivo y emotivo es fácilmente llevado en cualquier dirección y esto hasta ahora fue aprovechado para beneficio de aquellos cuyos corazones no albergan lo mejor para la humanidad. Se ha utilizado para fines egoístas y malos, mucho más que para el bien. Un destacado ejemplo de esta tendencia es la actitud negativa e indefensa del pueblo alemán, bajo los gobernantes nazis.

Pero esta receptividad negativa (que no merece el nombre de opinión pública) puede dirigirse fácilmente hacia fines buenos y malos y medidas constructivas y destructivas. Una orientación con cierto planeamiento y un programa sabiamente delineado, teniendo esto presente, puede traer y traerá
[i380] el cambio necesario y convertirá a la opinión pública inteligente en uno de los principales factores de la reconstrucción mundial. Uno de los rasgos más interesantes de este periodo de guerra fue el contacto directo establecido por algunos de los guías mundiales, con el hombre de la calle y la mujer en su hogar, como lo testimonian las charlas dadas por Roosevelt y Churchill. Los discursos de los líderes del Eje son de categoría totalmente distinta, porque fueron dirigidos a la juventud masculina de sus países y a los hombres de uniforme. Sólo los líderes menores en Alemania, por ejemplo, hablan al pueblo en sus hogares y únicamente para dar órdenes, fomentar el odio y tergiversar la verdad. En todos estos casos, sin embargo, el valor de la opinión de las masas es reconocido y la necesidad de influir su mente, ya sea doblegándola a la voluntad de algún líder como Hitler, o instruyéndola sobre principios beneficiosos para la totalidad.

El segundo punto que debe comprender el ciudadano común es que la masa está constituida de individuos; que cada uno de nosotros, como individuos, somos una parte definida e integrante del todo. Éste es un hecho básico e importante y se relaciona con nuestro tema. El primer paso en el proceso de reconstrucción que tenemos por delante es llegar al individuo, explicarle su importancia, indicarle su muy real esfera de influencia y, luego, ponerlo a trabajar en esa esfera y con lo que tiene. Así desaparecerá su normal y natural sentido de inutilidad y comprenderá gradualmente que él es necesario y que mucho puede hacer. Una vez que lo haya comprendido, entonces podrá tratar de que, quienes lo
[e318] circundan, adopten la misma actitud constructiva y luego hagan lo mismo.

Quisiera señalar aquí que el valor del individuo está ciertamente basado en la divinidad inherente del espíritu humano y en la integridad del todo. Está basado también en el conocimiento, que debe fundamentar todo futuro trabajo de reconstrucción, de que en el mismo corazón del universo existe un Poder divino, llámeselo como se quiera, y en la creencia de que el amor es ley de la vida misma, a pesar de todas las apariencias y los testimonios del pasado.

Es esencial que seamos prácticos al encarar
[i381] el tema y que los planes de reconstrucción involucren pasos que pueda dar el hombre común. La primera actitud práctica a adoptar es la eliminación del odio, porque destruye y obstaculiza, ciega la visión y desorienta la razón, y simplemente nutre el crecimiento del temor y del terror. Pero el amor exigido no es emocional ni sentimental, sino intensamente práctico, y se expresa como servicio y actividad cooperadora. Trata de ayudar a todo movimiento que beneficia a la humanidad, de acuerdo con la nueva era entrante. Muchas personas creen que una reacción emocional y un clamor horrorizado por lo que le ha sucedido al mundo, indica amor y sensibilidad espirituales y esto más probablemente indica autocentrismo y aflicción personal. El verdadero amor no tiene tiempo para estas reacciones, porque el trabajo de proporcionar ayuda es totalmente absorbente. El hombre que ama a sus semejantes está mentalmente aplomado, trabaja inteligentemente y moviliza todas sus fuerzas para servir en el momento justo. Un corazón verdaderamente compasivo no es emocional.

Por lo tanto, un segundo paso, después del reconocimiento de la responsabilidad individual, es reemplazar la emoción por el amor práctico, expresado en servicio altruista. El tercer paso es reorganizar nuestras vidas de modo de hacernos tiempo para este necesario servicio. La mayoría de las personas no obtienen el resultado máximo de su vida diaria, por varias razones. Con frecuencia no desean realmente hacer los sacrificios que ese servicio exige; a menudo están bajo la ilusión de que el actual rendimiento de su servicio representa una máxima posibilidad; también se imaginan que su salud no podría resistir más trabajo activo, o que necesitan tiempo para sí mismas, o malgastan muchas horas valiosas haciendo cosas sin resultado alguno. No obstante, si la necesidad es tan grande hoy como se quiere hacer creer, si ésta es la hora de urgencia del hombre, si los problemas son tan enormes, que todo el futuro de la raza depende del resultado de la guerra, entonces lo único que tiene importancia es que el hombre desempeñe su parte, movilice su tiempo y todo lo
[e319] que posee, y haga ese supremo esfuerzo que liberará la vida y la energía y permitirá ganar la guerra y el período de reconstrucción [i382] será un éxito. Esto debe hacerse a cualquier precio, aunque le cueste la vida, lo cual evidencia una paradoja espiritual. El individuo tiene suprema importancia, no obstante, lo que a él le pueda suceder cuando sirve y lucha por la libertad humana, individualmente no tiene importancia. Un breve período de esfuerzo organizado y, al final, la muerte, es hoy de utilidad más vital que la inutilidad de hacer tranquilamente las cosas que el hombre desea y luego dejar transcurrir apaciblemente los años.

Por lo tanto, el desarrollo del sentido de responsabilidad individual, la expresión del amor real en el servicio y la reorganización de la vida, a fin de obtener lo máximo de cada día, constituye la etapa preparatoria para el hombre que trata de participar en el periodo de reconstrucción.

Habiéndolo realizado de la mejor manera posible (y muchos hicieron ya un buen comienzo) debe desarrollar en sí mismo y evocar en otros el espíritu de buena voluntad. Esta voluntad hacia el bien es de efectividad inmediata, porque rige las relaciones del hombre con su familia y su hogar, su negocio o socios, sus conocidos y todos aquellos con quienes pueda entrar en contacto. Le permite empezar el trabajo de reconstrucción allí donde se encuentra, entrenándose en un ambiente familiar para practicar rectas relaciones humanas. Ése es el poderoso y mayor factor que permite a un individuo, que de otra manera sería un inútil, convertirse en un punto focal de influencia constructiva. Entonces como resultado descubrirá que su esfera de influencia constructiva se expande continuamente.

Éstos son los primeros cuatro pasos y quizá los más difíciles, y porque no son espectaculares constituyen casi trivialidades espirituales, pero son los preliminares esenciales e inevitables para el hombre que quiere trabajar inteligente, útil e intuitivamente, en el futuro.

A lo que antecede puede agregar luego los siguientes esfuerzos y tratar de imponerse a sí mismo el programa sugerido:

  1. Estudiar y reflexionar sobre las numerosas propuestas hechas por los guías y pensadores del mundo, referentes a la rehabilitación mundial venidera. Será necesario planear su lectura [i383] y saber lo que se está considerando. Cultivar una opinión inteligente basada en la buena voluntad y sobre lo que ustedes, como resultado del estudio, creen que debe realizarse. Después, tratar estas ideas en su casa, entre sus amigos y en su medio ambiente, sin temor ni favoritismos. Esto, lo ayudará a hacerlo [e320] si considera que tratarlos constituye un servicio y cree que su interés y entusiasmo no dejará de tener efecto.

  2. Reunir personas si es posible, para tratar y estudiar el Orden Mundial Próximo, o colaborar con quienes lo están haciendo. Considerar estas reuniones como contribución definida para moldear la opinión pública y método para construir esta reserva de poder mental que puede ser de utilidad para quienes se dedican a la tarea de reconstrucción. Si sólo dos personas colaboran con usted en este asunto, el esfuerzo no será perdido o inútil, porque ayudarán a cambiar el contenido del pensamiento del mundo e impresionarán a otras mentes, aunque ustedes lo ignoren.

  3. Interesarse más ampliamente por otros países y tratar de comprender los diversos problemas de los mismos. Muchos hoy conocen a personas en países extranjeros, y pueden confeccionar listas con sus nombres y direcciones. Cuando termine la guerra y estén expeditas las líneas de comunicación, pueden tratar de llegar a esas personas, localizarlas por cualquier medio disponible y cuando las encuentren, estimularlas haciéndoles conocer su buena voluntad e interés, colaborando con ellas durante el período de reconstrucción. Por muy insignificante que haya sido su contacto anteriormente, nútranlo por el pensamiento y la plegaria y más tarde por la comunicación directa. De esta manera, se establecerá una red de relaciones que servirá para amalgamar un nuevo mundo en un todo armónico y comprensivo.

  4. Orar constantemente y agregar a sus plegarias la meditación y la reflexión. Detrás del canon y estructura del mundo está su Originador, su Planificador, su Energía motivadora, su Voluntad central, su Creador viviente, su Dios. Traten de llegar mediante la plegaria hasta esa voluntad central y punto de Vida, fusionándose así [i384] con el sentido objetivo divino e identificando su voluntad con la Voluntad divina. Esta centralizada Voluntad hacia el bien puede alcanzarla el hombre cuya voluntad hacia el bien es una experiencia práctica viviente y cuanto más se exprese esa buena voluntad, tanto más fácilmente descubrirá y colaborará con el Plan divino y seguirá la mano guiadora de Dios, en los asuntos del mundo. El trabajo real de reconstrucción será realizado por quienes, en el silencio de sus propios corazones, caminaron con Dios y aprendieron Sus caminos.

  5. Buscar dos personas más para -que trabajen con ustedes. Esta triple relación tiene un poder único. Dios Mismo, según las Escrituras del mundo, actúa como una Trinidad bondadosa, y ustedes, en su pequeña esfera, pueden hacer lo mismo, encontrar otras dos personas de ideas afines para formar un triángulo de buena voluntad, de luz y de interacción espiritual. Cada uno de [e321] los que colaboren con ustedes pueden, a su vez, hacer lo mismo, y así una gran red de buena voluntad puede extenderse por todo el mundo, por cuyo intermedio las Fuerzas de la Luz podrán trabajar y ustedes en su lugar y esfera, habrán prestado ayuda y asistencia.

  6. Descubrir y estudiar los métodos, las técnicas y los objetivos de los distintos grupos y organizaciones interesadas en la reconstrucción del mundo. Quizás no están de acuerdo con ellos, sus planes o modos de trabajar, pero todos son necesarios. Los tipos de hombres son muchos, las razas y las condiciones variadas y los problemas a resolver exigirán innumerables métodos de trabajo. Todos pueden desempeñar su parte si se basan en una real buena voluntad y sin fanatismo. El fanático es un peligro dondequiera se encuentre, porque ve sólo un lado de la cuestión, siendo incapaz de apreciar los diferentes puntos de vista. No acepta que todos sean necesarios. La colaboración es la clave para la buena voluntad expresada, y en el futuro período de rehabilitación, la colaboración será la necesidad sobresaliente. Mantengan un registro de tales grupos, de sus guías, objetivos y programas. Será de utilidad cuando termine la guerra. Establezcan con ellos relaciones útiles y amistosas, dentro de lo posible. [i385]

  7. Buscar hombres y mujeres de buena voluntad entre las personas que los circundan, y confeccionar una lista de nombres y direcciones. Sean espiritualmente emprendedores en este asunto y descúbranlos. Obtenido esto deben interesarse en lo que hacen, tratar de que colaboren con ustedes en sus actividades. Registren, si es posible, la capacidad y función que desempeñan. Entonces tendrán conciencia que existe un grupo del cual se puede depender, que trabajará con espíritu de buena voluntad y para la reconstrucción del mundo. Más adelante todas estas listas, si se considera conveniente pueden amalgamarse y formar una sola que incluirá a las personas de todos los países que trabajan de acuerdo a las líneas indicadas, llegándose hasta ellas en forma simultánea. Así formarán una opinión pública sincronizada y conjunta, suficientemente fuerte para moldear ideas, influir a las asas y ayudar a los guías mundiales a una acción correcta y apropiada.

  8. Sobre todo y como resultado de las sugerencias que anteceden, planificar definidamente para la rehabilitación -física, psicológica y espiritual- de los niños de todos los países. Fueron almas de la maldad. Ahora deberán ser los receptores de la buena voluntad amorosa. Los problemas de la rehabilitación económica, de los límites territoriales, de la desmovilización de los ejércitos y la consiguiente rehabilitación al trabajo de los desmovilizados y la reconstrucción del mundo, son de profunda [e322] importancia y exigen una ayuda experta. Pero el problema de los niños, como anteriormente señalé, subyacente en la necesidad de reconstruir al mundo, es mayor que los demás problemas, está por encima de todas las barreras raciales y nacionales y evoca lo mejor en todo corazón humano. Los niños tienen la prioridad sobre los adultos.

Por lo tanto, haría un llamado a todos aquellos a quienes puedo llegar por medio de este artículo para que concentren su principal esfuerzo -mental, espiritual y práctico- y se preparen para ayudar a los niños de Europa y de los demás países, que tanto sufrieron en manos de las Potencias del Eje. Esto tomará mucho tiempo y una cuidadosa planificación; necesitará [i386] la colaboración de expertos entrenados en el cuidado del niño, médicos, clínicos, cirujanos, sicólogos y educadores, y también enfermeras; requerirá mucho dinero para la preparación efectiva, enviar personal entrenado a los países desposeídos y en ruinas y desde allí llevar a cabo el trabajo; exigirá además una acción compasiva, amorosa y mucha paciencia. No obstante, constituye la oportunidad más importante que enfrenta a los hombres y mujeres de buena voluntad, la actividad fundamental del nuevo orden mundial, el cual debe ser traído a la existencia en bien de los niños de hoy. Ellos habitarán en este nuevo mundo, expresarán los nuevos ideales y legarán a sus hijos aquello por lo que hemos luchado y muerto, lo mejor que hemos heredado y conseguimos salvar para ellos. La imagen de los niños en los países subyugados no tuvieron la marcha de los soldados de Hitler; la santidad del hogar y las necesidades físicas y morales de los pequeños niños no provocaron ni un asomo de compasión en los jóvenes entrenados bajo el sistema nazi de educación; la relación de madre e hijo no entraba en los cálculos de los agentes alemanes, cuando separaban a los hijos de sus padres y los dejaban a la deriva en un mundo de masacre o en un establecimiento institucionalizado. La crueldad planeada debe ser remediada por los hombres y mujeres de buena voluntad y corazones amorosos.

  1. Comenzar a apartar ahora, no importa lo que exija de la personalidad, pequeñas sumas disponibles y acumularlas en preparación para el trabajo de reconstrucción. Si todos pueden hacerlo, permitirán cumplir con nuestra parte en el trabajo sin imponer una indebida carga sobre los demás. ¿Podrán hacer este sacrificio y mantener inviolables los fondos resultantes en sus propias manos, hasta el futuro momento en que decidan emplearlos?


Estas son las sugerencias prácticas, posibles en este momento particular. Son de naturaleza general y básicamente
[e323] individuales. Todo el esquema de reconstrucción está todavía en la etapa del pensamiento formativo. El [i387] procedimiento a seguirse hoy es autoeducar y despertar a todos aquellos con quienes entramos en contacto. Exigirá el estudio y la consideración inteligente de métodos para satisfacer esta necesidad y el descubrimiento de aquellos en quienes, sin tener en cuenta la nacionalidad o religión, se pueda depender que colaborarán en los distintos aspectos del trabajo de reconstrucción. Todos pueden participar en este trabajo de preparación.

Son muchas voces que hoy claman para que realicemos esta tarea y millares de personas tuvieron el mismo sueño y la misma visión, creyeron en las posibilidades divinas latentes en todo corazón humano y saben, más allá de toda controversia, que el egoísmo y la codicia universal han llevado al mundo a su actual y desesperada situación. Saben también que la participación altruista y la comprensión cooperadora entre los hombres de buena voluntad de todas partes, pueden reconstruir un nuevo mundo, traer a la existencia una vida más bella y restaurar lo que la humanidad misma ha destruido. Lo mejor está todavía por venir. Podemos apoyarnos en la comprensión de que la historia de la raza humana ha sido, en el transcurso de las edades, de un constante avance hacia la luz.


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