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CAPÍTULO IX EL
SENDERO DE LA INICIACIÓN |
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[e76]
[i82]
Después
de un período breve o largo, el discípulo se encuentra ante el Portal
de la Iniciación. Debe recordarse que, a medida que nos acercamos al
Maestro y al Portal, se llega como dice el libro Luz en el Sendero:
"con los pies bañados en la sangre del corazón". Cada
paso trascendido se da mediante el sacrificio de todo lo que es querido
por el corazón en algún plano, y este sacrificio debe ser siempre voluntario.
Quien huella el sendero de probación y el de santidad, sabe el precio
que debe pagar, ha reajustado el sentido de los valores y, por lo tanto,
no juzga como lo hace el hombre mundano. Quien intenta "arrebatar
el reino por la violencia", lo hace porque está preparado para
el consiguiente sufrimiento. Quien considera que nada tiene valor excepto
alcanzar la meta, está dispuesto a sacrificar su propia vida en la lucha
para que predomine el yo superior sobre el yo inferior. Las
dos primeras Iniciaciones. En
la primera iniciación, el ego debe haber controlado en gran medida al
cuerpo físico y vencido "los pecados de la carne", según la
fraseología cristiana. No deben prevalecer la gula, el alcoholismo,
ni el libertinaje, ni satisfacerse las exigencias del elemental físico;
por lo tanto el control debe ser total y la tentación vencida. Debe
mantenerse una actitud general y una [i83]
fuerte disposición de obediencia al ego. Entonces el canal
entre lo superior y lo inferior se expande, y la carne obedece prácticamente
en forma automática. El
hecho de que no todos los iniciados estén sometidos a esta norma, quizás
se deba a varias cosas, pero debe emitirse la nota de la rectitud; el
reconocimiento de sus debilidades deben hacerlo sincera y públicamente,
y conocerán la lucha entablada para adaptarse a las normas superiores,
aunque no logren la perfección. Los iniciados pueden caer, y caen, incurriendo
por consiguiente en el castigo de la ley, y también perjudicar, y perjudican,
al grupo con su caída; en consecuencia, deben someterse al karma del
reajuste, teniendo que expiar el daño mediante un servicio más prolongado,
donde los miembros del grupo, aunque inconscientemente, aplican [e77]
la ley. Su progreso se verá seriamente obstaculizado, y se
perderá mucho tiempo en agotar el karma con las unidades perjudicadas.
Debido al hecho de que un hombre es un iniciado y, por lo tanto, un
medio para una fuerza muy acrecentada, sus desviaciones del recto sendero
tienen más poderosos efectos que los de un hombre menos avanzado. Su
premio y castigo serán igualmente mayores. Debe pagar inevitablemente
el precio antes de permitírsele proseguir en el camino. Respecto al
grupo perjudicado por él, ¿cuál debe ser su actitud? Reconocer la gravedad
del error, aceptar inteligentemente los hechos, abstenerse de críticas
poco fraternas e irradiar amor sobre el hermano pecador; todo esto,
juntamente con cualquier acción, aclarará al público que tales pecados
e infracciones a la ley no son perdonados. A esto se debe añadir la
actitud mental del grupo implicado, que conducirá (mientras actúa con
firmeza) al hermano equivocado a ver su error, cumplir su karma retribuidor
y luego ser reincorporado [i84]
a la consideración y respeto, después de hacer las debidas
enmiendas. No
toda la gente se desarrolla en las mismas o paralelas líneas, por lo
tanto, no es posible dictar reglas rígidas invariables, respecto al
proceso exacto de cada iniciación, determinar qué centros deben ser
vivificados o qué visión ser adjudicada. Mucho depende del rayo a que
pertenece el discípulo, de su desarrollo en cualquier dirección (pues
no todos suelen desarrollarse similarmente), de su karma individual
y también de las exigencias de algún período especial. Sin embargo pueden
hacerse muchas sugerencias: En la primera iniciación, o el nacimiento
del Cristo, generalmente se vivifica el centro cardíaco, a fin
de obtener un control más eficaz del vehículo astral y prestar un mayor
servicio a la humanidad. Después de esta iniciación se enseña principalmente
al iniciado lo concerniente al plano astral; debe estabilizar su vehículo
emocional y aprender a actuar en el plano astral con la misma soltura
y facilidad con que lo hace en el plano físico; debe entrar en contacto
con los devas astrales; aprender a controlar a los elementales del
astral; actuar con facilidad en los subplanos inferiores, y acrecentar
el valor y la calidad de su trabajo en el plano físico. En esta iniciación
pasa del Aula del Aprendizaje al Aula de la Sabiduría. Entonces se
le da especial importancia al desarrollo astral, aunque su equipo mental
se desarrolla constantemente. Muchas vidas transcurren entre la primera
y segunda iniciaciones. Puede pasar un largo período de encarnaciones
antes de perfeccionar el control del cuerpo astral y el iniciado estar
preparado para el próximo paso. En forma interesante aparece en El
Nuevo Testamento esta analogía en la vida del iniciado Jesús.
Pasaron muchos años entre el Nacimiento y el Bautismo, pero en tres
años dio los tres pasos restantes. Una vez pasada la [e78]
segunda iniciación, [i85]
el progreso es rápido; la tercera y cuarta iniciaciones
seguirán probablemente en la misma vida o en la siguiente. La
segunda iniciación constituye la crisis del control del cuerpo
astral. Así como en la primera iniciación se manifiesta el control
del cuerpo físico denso, en la segunda se manifiesta análogamente el
control del astral. El sacrificio y la muerte del deseo ha sido la finalidad
del esfuerzo. El ego dominó al deseo, y sólo queda el anhelo de lo que
es para beneficio del todo, de acuerdo a la voluntad del ego y del Maestro.
El elemental astral es controlado, el cuerpo emocional se torna puro
y límpido y va desapareciendo rápidamente la naturaleza inferior. Entonces
el ego se aferra nuevamente a los dos vehículos inferiores y los somete
a su voluntad. La aspiración y anhelo de servir, amar y progresar, llegan
a ser tan intensos, que por lo general se observa un desarrollo muy
rápido. Esto explica por qué, esta iniciación y la tercera, se suceden
con frecuencia (aunque no invariablemente) en una misma vida. En este
período de la historia del mundo se ha dado tal estímulo a la evolución,
que las almas aspirantes -al sentir la angustiosa y perentoria necesidad
de la humanidad- sacrifican todo a fin de satisfacer esa necesidad. Además,
no debe incurrirse en el error de creer que todo esto sigue invariable
y consecutivamente los mismos pasos y etapas. Mucho se realiza al unísono
y simultáneamente, porque el esfuerzo en ejercer control es lento y
penoso, pero en el intervalo entre las tres primeras iniciaciones debe
lograrse y mantenerse una etapa definida en la evolución de cada uno
de los tres vehículos inferiores, antes de ser posible una mayor expansión,
sin peligro, del canal. Muchos actúan en los tres cuerpos, a medida
que huellan el sendero de probación. Si
en esta iniciación se sigue el curso común (lo que no es del todo seguro)
se vivifica el centro laríngeo. Esto desarrolla la capacidad
de aprovechar las adquisiciones de la mente inferior en servicio del
Maestro y [i86]
ayuda al hombre; otorga la habilidad de dar y expresar aquello
que constituirá una ayuda, posiblemente a través de la palabra hablada,
pero indefectiblemente al prestar algún tipo de servicio. Acuerda una
visión de las necesidades del mundo, y muestra otra parte del plan.
Por lo tanto, el trabajo que se debe realizar antes de recibir la tercera
iniciación es sumergir totalmente el punto de vista personal en las
necesidades del todo, lo que implica el total dominio de la mente concreta
por el ego. [e79] Las
dos Iniciaciones siguientes. La
enseñanza asciende de nivel después de la segunda iniciación. El iniciado
aprende a controlar su vehículo mental, desarrolla la capacidad de
manejar materia mental y aprende las leyes para construir pensamientos
creadores. Actúa libremente en los cuatro subplanos inferiores del plano
mental; antes de la tercera iniciación debe, consciente o inconscientemente,
dominar totalmente los cuatro subplanos inferiores, en los tres planos
de los tres mundos. Profundiza el conocimiento del microcosmos y en
gran medida domina teórica y prácticamente las leyes de su propia naturaleza,
de allí su habilidad experimental para ser el amo de los cuatro subplanos
inferiores de los planos físico, astral y mental. Esto último es sumamente
interesante. El control de los tres subplanos superiores todavía no
es completo, y constituye una de las razones de los fracasos y errores
de los iniciados. Aún no han perfeccionado el dominio de la materia
en los tres subplanos superiores, porque no han sido dominados. En
la tercera iniciación, denominada a veces la Trasfiguración, la entera
personalidad queda anegada por la luz descendente. Después de esta
iniciación la mónada guía definitivamente al ego, derramando acrecentadamente
su divina vida en el canal ya preparado y purificado. De la misma manera,
en la tercera cadena lunar, el ego individualizó a la personalidad [i87]
por medio del contacto directo, método diferente del de la
individualización, tal como se demuestra en la cuarta cadena actual.
Si aplicamos aquí la Ley de Correspondencia podría demostrar ser muy
reveladora una interesante analogía entre los métodos de la individualización
en las diversas cadenas, y las expansiones de conciencia que tienen
lugar en las diferentes iniciaciones. Nuevamente
se le otorga al iniciado una visión del porvenir, y está siempre
en condición de reconocer a los otros miembros de la Gran Logia
Blanca, siendo estimuladas sus facultades psíquicas mediante
la vivificación
de los centros de la cabeza. Hasta no haber pasado esta iniciación
no es necesario ni aconsejable desarrollar las facultades sintéticas
o la clariaudiencia y clarividencia. La finalidad de todo el desarrollo
consiste en el despertar de la intuición espiritual; una vez lograda,
cuando el cuerpo físico es puro, el cuerpo astral estable y firme
y el cuerpo mental controlado, entonces el iniciado podrá manejar
sin peligro y utilizar inteligentemente las facultades psíquicas
para ayudar a la raza. No sólo podrá utilizar estas facultades,
sino que será capaz
de crear y vivificar formas mentales claras y bien definidas, que vibren
con espíritu de servicio, sin estar controladas por la mente inferior
o el deseo. Estas formas mentales no serán (como las creadas [e80]
por la mayoría de los hombres) formas sin cohesión, relación
ni unión, sino que alcanzarán un alto grado de síntesis. Arduo e incesante
será el trabajo, antes de poder realizarse esto, pero una vez estabilizada
y purificada la naturaleza de deseos, no resultará difícil el control
del cuerpo mental. De ahí que el sendero del devoto sea más fácil
en ciertos aspectos que el del intelectual, pues ha aprendido
a medir el deseo purificado y a progresar mediante las etapas
requeridas. La
personalidad alcanza así una etapa donde sus vibraciones son de un orden
muy elevado y la materia de sus tres cuerpos relativamente pura; donde
capta el trabajo que debe realizar en el microcosmos y es muy avanzada
la parte que [i88]
debe desempeñar en el macrocosmos. Por lo tanto se evidencia
por qué el Sumo Hierofante, el Señor del Mundo, es el oficiante sólo
a partir de la tercera iniciación. Entra por primera vez en contacto
con el iniciado. No era posible antes. En las dos primeras iniciaciones
el Hierofante es el Cristo, el Instructor del Mundo, el Primogénito
entre muchos hermanos, el primero de nuestra humanidad que recibió la
iniciación. Browning expresa bellamente este pensamiento en las palabras
de su poema "Saúl ........................................................
Será Una
faz como mi faz la que te reciba; un Hombre como yo. Amarás
y serás por siempre amado; Una
mano como ésta Te
abrirá las puertas de una nueva vida.
¡Contempla al Cristo! Pero
cuando el iniciado realiza un mayor progreso y ha pasado dos iniciaciones,
se efectúa un cambio. El Señor del Mundo, el Anciano de los Días, el
inefable Regente Mismo, confiere la tercera iniciación. ¿Por qué? Porque
él cuerpo físico plenamente consagrado, puede soportar sin peligro las
vibraciones de los otros dos cuerpos cuando vuelven a su refugio, al
retornar de la Presencia del REY; porque ahora el cuerpo astral purificado
y el mental controlado, pueden permanecer sin peligro ante ese REY.
Logrados tal purificación y control, permanecen allí, y por primera
vez vibran conscientemente de acuerdo al rayo de la mónada; entonces,
con los cuerpos preparados, puede alcanzarse y conferirse la capacidad
de ver y oír en todos los planos, y emplearse sin riesgos la facultad
de leer y entender los archivos, pues a mayor conocimiento, mayor poder.
El corazón es suficientemente puro y amoroso y el intelecto bastante
estable para soportar la tensión de conocer. Antes
de recibir la cuarta iniciación se intensifica el trabajo [e81]
de [i89]
entrenamiento, y la aceleración y acumulación de conocimiento
debe ser increíblemente rápida. A menudo el iniciado tiene acceso a
la biblioteca de libros esotéricos, y después de esta iniciación no
sólo puede entrar en contacto con el Maestro, al que está vinculado
y con el cual ha trabajado conscientemente durante largo tiempo, sino
también con los Chohanes, el Bodhisattva y el Manu, ayudándolos en cierta
medida. Además,
debe captar intelectualmente las leyes de los tres planos inferiores
y aplicarlas para ayudar al plan de la evolución; estudiar los planos
cósmicos y dominar sus gráficos; llegar a ser un conocedor de las técnicas
esotéricas, y desarrollar la visión cuatridimensional, si aún no lo
ha hecho. Debe aprender a dirigir las actividades de los devas constructores,
y al mismo tiempo trabajar continuamente en el desarrollo de su naturaleza
espiritual; empezar a coordinar rápidamente el vehículo búdico y, al
coordinarlo, desarrollar el poder de síntesis, al principio en pequeña
medida y gradualmente en forma más detallada. Al
recibir la cuarta iniciación, el iniciado domina perfectamente el quinto
subplano, por lo tanto, es un adepto (usando el término técnico) en
los cinco subplanos inferiores de los planos físico, astral y mental,
y está en camino de dominar el sexto. Su vehículo búdico puede actuar
en los dos subplanos inferiores de tal plano. El
hombre que recibe la cuarta iniciación, la Crucifixión, suele tener
una vida de gran sacrificio y sufrimiento. Es la vida del hombre que
hace la Gran Renunciación, y que aún exotéricamente es considerada difícil,
intensa y penosa. Todo lo abandona, hasta su perfecta personalidad misma,
sobre el altar del sacrificio, y queda despojado de todo. Renuncia a
amigos, dinero, reputación, carácter, posición, familia y hasta a la
vida misma. [i90] Las
Iniciaciones finales. Después
de la cuarta iniciación, no queda mucho por hacer, El dominio del sexto
subplano prosigue rápidamente, y se coordina la materia de los subplanos
superiores al búdico. Al iniciado se le permite tener una más íntima
fraternidad en la Logia, y su contacto con los devas es más completo.
Va agotando rápidamente los recursos del Aula de Sabiduría, y dominando
los más intrincados planes y gráficos. Se hace muy versado en la significación
del color y del sonido; puede manejar la ley en los tres mundos y hacer
contacto con su mónada, con más libertad que la mayoría de la raza humana
con sus egos. Tiene también a su cargo gran trabajo; enseña a muchos
discípulos; ayuda en muchos planes, y reúne bajo su dirección a quienes
deben ayudarlo en el futuro. [e82]
Esto se refiere únicamente a los que se quedan para ayudar
a la humanidad en este globo. Más adelante nos ocuparemos de algunas
líneas de trabajo que se extienden ante el adepto, si trasciende el
servicio en la tierra. Después
de la quinta iniciación, el hombre se ha perfeccionado en lo que se
refiere a este esquema, aunque si lo desea puede recibir otras dos
iniciaciones. Para recibir la sexta iniciación, el adepto debe hacer
un curso muy intenso de ocultismo planetario. Un Maestro aplica la ley
en los tres mundos, mientras que un Chohan de la sexta iniciación, lo
hace en la cadena en todos los niveles. Un Chohan de la séptima iniciación
aplica la ley en el sistema solar. Se evidencia que el estudiante
que investiga estos asuntos, hallará muchas cosas que le atañen personalmente,
aunque la ceremonia en sí puede aún estar muy lejos. Mediante el estudio
del proceso y del propósito, puede darse cuenta del gran hecho fundamental,
de que el método de la iniciación es: [i91] a.
Comprensión de la fuerza. b.
Aplicación de la fuerza. c.
Utilización de la fuerza. Los
iniciados, desde los de más humilde grado, que por primera vez hacen
contacto con determinado tipo de fuerza especializada, hasta el emancipado
Buda de séptimo grado, manejan energía de algún tipo. Las etapas de
desarrollo por las que debe pasar el aspirante podrían ser aquellas
en que: 1.
Se da cuenta, a través del discernimiento, de la energía o fuerza
de su propio yo inferior. 2.
Impone a ese ritmo energético otro superior, hasta que ese ritmo
inferior es suplantado por el superior, y el antiguo método de expresión
de la energía desaparece totalmente. 3.
Se le permite, por la gradual expansión del conocimiento, hacer
contacto y -guiado- aplicar ciertas formas de energía grupal, hasta
el momento en que se capacita científicamente para manejar fuerza planetaria.
El lapso que abarca esta etapa final depende por completo del progreso
realizado en servicio de su raza y del desarrollo de los poderes del
alma, secuencia natural del desenvolvimiento espiritual. La
aplicación del Cetro de la Iniciación por el Bodhisattva, en las dos
primeras iniciaciones, capacita al iniciado para lograr el control y
la utilización de la fuerza del yo inferior, la verdadera [e83]
energía santificada de la personalidad dedicada al servicio;
en la tercera iniciación, la aplicación del Cetro por el único Iniciador,
pone a disposición, más ampliamente, la fuerza del yo superior o ego,
y activa en el plano físico toda la energía acumulada en el vehículo
causal durante [i92]
numerosas encarnaciones. En la cuarta iniciación puede utilizar
la energía de su grupo egoico en bien de la evolución planetaria, y
en la quinta dispone de la fuerza o energía del planeta (esotéricamente
comprendida y no simplemente como fuerza o energía del mundo material).
Durante las cinco iniciaciones, estos dos grandes Seres, el Bodhisattva
primero y luego el Iniciador Uno, el Señor del Mundo y Sanat Kumara,
son sucesivamente los administradores o hierofantes. Después de estas
ceremonias, si el iniciado decidiera recibir las dos iniciaciones finales
que puede recibir en nuestro sistema solar, entra en actividad un tipo
superior de energía, expresión del Yo Uno, que sólo podemos insinuar.
En la séptima iniciación, ese Ser, de Quien Sanat Kumara es la manifestación,
el Logos de nuestro esquema en Su propio plano, Se convierte en el Hierofante.
En la sexta iniciación, la expresión de esta Existencia en un plano
intermedio, un Ser que debe permanecer innominado, empuña el Cetro
y administra el juramento y el secreto. En estas tres manifestaciones
de gobierno jerárquico -Sanat Kurnara en la periferia de los tres mundos,
el Ser innominado en los confines de los altos planos de la evolución
humana, y el mismo Espíritu planetario en la etapa final tenemos las
tres grandes manifestaciones del Logos planetario. En la grande y final
iniciación afluye, a través del Logos planetario, el poder del Logos
solar, el cual revela al iniciado que lo Absoluto es la conciencia
en su máxima expresión, aunque en la etapa de la existencia humana
debe considerarse al Absoluto como inconsciencia. Cada
una de las iniciaciones mayores es sólo la síntesis de las menores,
y únicamente cuando el hombre trata de expandir su conciencia en los
asuntos de la vida diaria, puede esperar alcanzar esas etapas posteriores
que sólo son la culminación de muchas anteriores. Los estudiantes deben
desechar la idea de que, siendo "muy buenos y altruistas",
algún día se hallarán repentinamente [i93]
ante el Gran Señor. Anteponen el efecto a la causa. La bondad
y el altruismo brotan de la comprensión y del servicio, y la santidad
de carácter es la manifestación de las expansiones de conciencia que
el hombre logra en sí mismo, por medio de intensos esfuerzos. Por lo
tanto, aquí y ahora, el hombre puede prepararse para la iniciación,
pero no acentuando el aspecto ceremonial, como muchos hacen con anticipada
emoción, sino trabajando sistemática y perdurablemente en el constante
desarrollo del cuerpo [e84]
mental, por un proceso arduo e intenso a fin de controlar
el cuerpo astral, de modo que responda a las tres vibraciones que provienen, a. del
Ego, b.
del Maestro, c.
de las vibraciones de los hermanos que lo circundan. Llega a
ser sensible a la voz de su yo superior, agotando así
el karma bajo la inteligente guía de su propio ego. Se hace consciente,
por medio de éste, de la vibración que emana de Su Maestro; aprende
a sentirla cada vez más, y a responder a ella más plenamente;
finalmente se hace cada vez más sensible a las alegrías, pesares y dolores
de aquellos con quienes está diariamente en contacto; siente que son
sus alegrías, pesares y dolores, sin embargo, no lo incapacitan.
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