|
|||
|
|||
|
|||
Castellano: |
|
Inglés: |
|
|
|||
CAPITULO QUINTO El Proceso de Restitución |
|||
[e313][i424] EL TEMA DE LA MUERTE, que estamos considerando, debemos encararlo con un gran espíritu de sensatez e investigación científica. El complejo humano del temor halla su punto de entrada en la conciencia del hombre mediante el acto de morir; el temor básico es no poder sobrevivir; sin embargo constituye el fenómeno más común que ocurre en el planeta. Recuerden esto. El acto de morir es el gran ritual universal que rige toda nuestra vida planetaria, pero este temor sólo existe en la familia humana, y apenas muy tenuemente en el reino animal. Si pudieran ver el mundo etérico como lo experimentan y ven Quienes se hallan en el aspecto interno de la vida, lo observarían (continuamente y sin pausa) como el gran acto planetario de restitución. Verían una gran actividad dentro del mundo etérico, donde el ánima mundi, el alma animal y el alma humana, constantemente restituyen la sustancia de todas las formas físicas al gran depósito de sustancia esencial. Esta sustancia esencial es una unidad tan vital y dirigida como lo es el alma del mundo, de la que tanto se habla. Esta interacción del principio vida produce la actividad básica de la creación. La fuerza impulsora y directriz es la Mente de Dios, del Logos planetario, a medida que desarrolla Sus propósitos divinos, llevando [i425] Consigo en este proceso todos los medios a través de los cuales Se manifiesta. El temor humano a la muerte se debe principalmente a que la orientación del reino de las almas, el quinto reino de la naturaleza, ha sido (hasta relativamente tarde en el ciclo mundial) dirigida a la expresión de la forma y la necesidad de pasar las experiencias a través de la materia, para eventualmente controlarla con plena libertad. El porcentaje de almas que se apartan de la expresión en los tres mundos es relativamente tan pequeño -en proporción al número de almas que exigen experiencia en los tres mundos- que, hasta podría afirmarse, la muerte reina triunfante en el ciclo o era que denominamos cristiano. Sin embargo, estamos en vísperas de ver un cambio total de esa condición, debido a que la humanidad -en una escala mucho más [e314] amplia que nunca- está obteniendo la necesaria reorientación; los valores superiores y la vida del alma, descubiertos por la insistencia de los aspectos superior e inferior de la mente, están comenzando a ejercer control. Esto forzosamente traerá una nueva actitud hacia la muerte, y será vista como un proceso natural y deseable, padecido cíclicamente. Los hombres comprenderán eventualmente el significado de las palabras de Cristo cuando dijo: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. En el incidente en que pronunció estas palabras se refirió al gran acto de restitución que denominamos muerte. Reflexionen sobre dicho relato y observen el simbolismo del alma, contenido en el alma universal, como el pez en el agua, sosteniendo una moneda de metal, símbolo de la materia. En uno de los antiguos escritos hallamos las siguientes palabras simbólicas: Díjole el Padre al hijo: Ve y toma para ti lo que no eres tú, y aquello que [i426] no es tuyo sino Mío. Considéralo como si fuera tuyo y busca la causa de su apariencia. Deja que se parezca a ti. Descubre así el mundo del espejismo, el mundo de la profunda ilusión, el mundo de la falsedad. Entonces aprende que has tomado aquello que no es la meta del esfuerzo del alma. Cuando llegue ese momento en cada ciclo y aparezca el engaño y el latrocinio, entonces se oirá una voz. Obedece esa voz. Es la voz que dentro de ti escucha Mi voz, una voz nunca escuchada por quienes aman el latrocinio. El mandato surgirá una y otra vez: “Restituye los bienes robados. Aprende que no son para ti”. Durante intervalos muy extensos esa voz surgirá nuevamente: “Restituye los bienes prestados; paga tu deuda”.
Entonces cuando todas las lecciones hayan sido aprendidas hablará una vez más la voz: “Restituye con alegría lo que fue Mío; fue tuyo, pero ahora es otra vez nuestro. Ya no necesitas la forma. Libérate”. Las implicaciones de estas palabras son claras. Dos conceptos servirán para esclarecer el tema de la muerte, que ahora nos concierne: Primero, el gran dualismo siempre presente en la manifestación. Cada dualismo tiene su propia expresión, está regido por sus propias leyes y busca sus propios objetivos. Pero, en tiempo y espacio, sumergen sus intereses en bien de ambos, y juntos producen la unidad. Espíritu-materia, vida-apariencia, energía-fuerza, cada uno tiene su propio aspecto emanante; cada uno se relaciona entre sí, cada uno tiene un objetivo mutuo temporario, y así al unísono producen la eterna afluencia, [e315] el cíclico flujo y reflujo de la vida en manifestación. [i427] En este proceso de relación entre Padre-Espíritu y Madre-Materia, el hijo viene al ser, y durante la etapa infantil lleva a cabo sus procesos de vida dentro del aura de la madre, y aunque identificada con ella trata siempre de escaparse de su dominio. Cuando llega a la madurez se intensifica el problema y “la atracción” del padre comienza lentamente a neutralizar la actitud posesiva de la madre, hasta que finalmente se rompe el aferramiento que ejerce la materia o madre, sobre su hijo (el alma). El hijo, el Cristo-Niño, liberado de la tutela y de las manos protectoras de la madre, llega a conocer al Padre. Estoy hablando en símbolos. Segundo: Todos los procesos de la encarnación, de la vida en la forma y de la restitución (por la actividad del principio muerte), de materia a materia y de alma a alma, son llevados adelante bajo la gran Ley Universal de Atracción. ¿Pueden imaginarse una época en que el proceso de la muerte, claramente reconocido y bienvenido por el hombre, sea descrito con la sencilla frase: “Ha llegado el momento en que la fuerza atractiva de mi alma requiere que abandone y restituya mi cuerpo al lugar de donde vino”. Imagínense el cambio a producirse en la conciencia humana cuando la muerte sea considerada un mero acto de abandonar conscientemente la forma, temporariamente apropiada para dos objetivos específicos: a. Controlar los tres mundos. b. Dar una oportunidad a la sustancia de esas formas que han sido “hurtadas, prestadas o legítimamente apropiadas”, de acuerdo a la etapa de evolución, para alcanzar, por el impacto que la vida hace sobre ella por intermedio del alma, un alto grado de perfección. Estos conceptos son muy significativos. Ya han sido expresados, pero fueron desechados como simbólicos, reconfortantes o como deseos ansiosos. Los presento como una realidad de la naturaleza, inevitables en la práctica, y como una técnica familiar [i428] o proceso de esas actividades (rítmicas y cíclicas en la naturaleza) que rigen la vida del hombre común -que se levanta, acuesta, come y bebe, desempeñando periódicamente todas esas tareas a que está acostumbrado. En Tratado sobre Magia Blanca ya me ocupé del tema de la muerte, concentrándome principalmente sobre los procesos físicos de la muerte, haciéndolo desde el punto de vista del espectador u observador. Traté de indicar cuál debía ser la actitud del espectador. Aquí quisiera presentar un cuadro algo diferente, describiendo lo que sabe el alma que se va. Si esto es una repetición de lo que ya conocen, sin embargo hay ciertas repeticiones y [e316] enunciados fundamentales que deseo formular nuevamente. Permítanme clasificarlos brevemente, considerándolos como fundamentales y reales. 1. Ha llegado el momento en que el alma encarnante debe partir. En el pasado el alma a. se ha apropiado de un cuerpo físico, de cierta calidad, adecuado a los requisitos y edad de esa alma; b. ha energetizado ese cuerpo físico por medio del cuerpo etérico, impulsándolo a una actividad vital durante un término ya establecido por el alma para efectuar su trabajo físico. 2. Dos corrientes principales de energía penetran en el cuerpo físico produciendo su actividad, su cualidad y tipo de expresión, además de la impresión que ejerce sobre su medio ambiente: a. La corriente de vida dinámica, la cual se ancla en el Corazón. La corriente de energía dinámica penetra en el cuerpo, por la cabeza, y desciende hasta el corazón, enfocándose allí durante el ciclo de vida. Una corriente más pequeña de energía universal o prana, distinta de la fuerza individualizada de la vida, penetra en el cuerpo físico por el bazo. Luego se eleva hasta el corazón para [i429] unirse a la más grande e importante corriente de vida. La corriente de vida energetiza y mantiene coherentemente integrado al cuerpo físico. La corriente de energía pránica vitaliza los átomos y células individuales de los cuales está compuesto ese cuerpo. b. La corriente de conciencia individual, está anclada en la cabeza; es un aspecto del alma, y revela el tipo de conciencia que a su vez indica la etapa alcanzada en la evolución. Esta corriente de energía también actúa en conexión con la corriente de fuerza de la personalidad; esta fuerza se caracteriza por el deseo (sensibilidad emocional o astral) y penetra en el cuerpo físico por el centro plexo solar, lo cual relaciona al hombre con el plano astral y en consecuencia con el mundo del espejismo. En lo que respecta a las personas no evolucionadas y al tipo humano común, el plexo solar es el foco de conciencia, y la energía es registrada por el punto focal de la conciencia situado en la cabeza, sin darse cuenta de ello. Por esta razón (en el momento de la muerte), el alma abandona el cuerpo por el plexo solar y no por la cabeza. En el caso del hombre evolucionado, el individuo de tipo mental y el aspirante, discípulo o iniciado, el hilo de la conciencia se retirará del cuerpo por la cabeza. [e317] 3. El alma grupal de todas las formas del reino animal -de acuerdo a la Ley de Atracción- retira el principio vida de cualquier forma física específica por medio del plexo solar, el cerebro del animal común. Los animales muy evolucionados y domesticados comienzan a utilizar el cerebro en mayor o menor grado, pero el principio vida y el aspecto sensible, o conciencia animal, se retiran todavía por el plexo solar. Tenemos [i430] por lo tanto en todas las etapas del proceso evolutivo algunos interesantes triángulos de energía: a. En el caso de los animales y de esos Seres humanos que son algo más que animales, también de los imbéciles y de ciertos hombres que parece que han nacido sin ningún punto centralizado de conciencia individual, es de importancia la siguiente triplicidad: El alma grupal El plexo solar El centro esplénico o pránico b. En el ser humano de grado inferior pero individualizado, y en la persona común de tipo emocional, debe observarse la triplicidad siguiente: El alma El centro coronario El plexo solar c. Las personas muy evolucionadas y los que se hallan en el sendero del discipulado, en el momento de la muerte está activo el triángulo siguiente: El alma El centro coronario El centro ajna. En conexión con estas triplicidades existe una interrelación dual con el principio vida: a. El corazón, donde está enfocada la vida del alma en la forma. b. El bazo, a través del cual pasa constante y rítmicamente la esencia universal de vida o prana. Todo el tema lógicamente es muy oscuro, y aún inverificable para quienes se hallan en niveles estrictamente humanos. Sin embargo, la aceptación de los tres puntos mencionados, hipotéticos hoy, [i431] ayudarán a esclarecer la mente sobre el tema de la restitución. 4. El siguiente punto no necesita ser comprobado, porque generalmente se acepta que el deseo rige el proceso de la muerte, como también los procesos para adquirir experiencia en la vida. Decimos constantemente que cuando se carece de la voluntad [e318] de vivir, el resultado inevitable es la muerte. Esta voluntad de vivir, o la tenacidad del cuerpo físico, ya sea actuando como un ser elemental o como la intención dirigida del alma, es un aspecto del deseo, o más bien, una reacción de la voluntad espiritual en el plano físico. Existe por consiguiente una relación vinculadora entre: a. El alma en su propio plano. b. El cuerpo astral c. El centro plexo solar. Esta relación hasta ahora ha recibido poca atención en lo que respecta al Arte de Morir. Sin embargo merece una cuidadosa reflexión. Observarán que me refiero a la muerte cuando hace sentir su presencia por enfermedad o vejez. No me refiero a la muerte cuando acontece por guerra o accidente, asesinato o suicidio. Éstas y otras causas de la muerte están regidas por un proceso directriz totalmente diferente; quizás ni siquiera involucre el karma de un hombre o su destino individual, como en caso de guerra, cuando mueren muchas personas. Esto no tiene nada que ver con la Ley de Causa y Efecto como un factor en la trayectoria del alma de cualquier individuo. No es un acto de restitución planeado por un alma determinada que cumple con su destino individual. La muerte, a través del proceso destructivo de la guerra, está bajo la dirección e intención cíclica del Logos planetario, que actúa a través de la Cámara del Concilio de Shamballa. Los seres que allí dirigen los procesos mundiales [i432] saben que ha llegado el momento en que la relación entre el mal planetario y las Fuerzas de la Luz o del Bien, han alcanzado un punto de “antagonismo explosivo” -según se lo denomina. A ello debe dársele rienda suelta si querernos que el propósito divino actúe sin impedimentos. Por lo tanto es permitida la explosión; sin embargo está presente todo el tiempo un factor controlante, aunque el hombre no se dé cuenta de ello. Estos Seres (que cumplen la voluntad de Dios) no se identifican de ninguna manera con la vida de la forma, en consecuencia se dan cuenta exacta de la importancia relativa que tiene la vida en la forma; para Ellos la destrucción de las formas no es la muerte en el sentido que nosotros la entendemos, sino sencilla y únicamente un proceso de liberación. El temor a la muerte es fomentado insistentemente por la visión limitada de quienes se identifican con la forma. El ciclo que ahora vivimos ha sido testigo de la más grande destrucción de formas humanas, en toda la historia de nuestro planeta. No hubo destrucción de seres humanos. Quisiera que observaran este enunciado. Debido a esta destrucción total, la humanidad ha ido adoptando [e319] rápidamente una actitud más serena respecto a la muerte. Esto no es muy evidente todavía pero -dentro de pocos años- tal nueva actitud comenzará a destacarse y el temor a la muerte empezará a desaparecer del mundo. En gran parte también se deberá a la acrecentada sensibilidad del mecanismo humano de respuesta, que conduce a una interna o nueva orientación de la mente humana, con imprevisibles resultados. La base de todas las guerras es fundamentalmente el sentido de separatividad. Este individualismo fundamental, o complaciente aceptación del aislamiento, conduce a todas las demás causas secundarias de la guerra: la codicia que produce desastres económicos, el odio que trae fricción nacional e internacional, la crueldad que da por resultado el sufrimiento y la muerte. Las raíces de la muerte están profundamente arraigadas; es la destrucción del ciclo de separatividad, como individuo, en el plano físico, comúnmente denominado muerte; [i433] en consecuencia, la muerte es un proceso de unificación. Si analizaran algo más la cuestión, verían que la muerte libera la vida individualizada, llevándola a una existencia menos restringida y confinada, y eventualmente -cuando el proceso de la muerte haya sido aplicado a los tres vehículos en los tres mundos- a la vida de la universalidad. Éste es un estado de inexpresable bienaventuranza. La Ley de Atracción rige los procesos de la muerte como así también todo lo demás en la manifestación. Constituye el principio de coherencia que, regido por la integración equilibrada de todo el cuerpo, lo mantiene intacto; estabiliza su ritmo y los procesos cíclicos de la vida, y relaciona entre sí sus distintas partes. Es el principio mayor coordinador, dentro de todas las formas, porque es la expresión primaria (dentro del alma) del primer aspecto de la divinidad, el aspecto voluntad. Quizás esta afirmación resulte sorprendente, habituados como están, a considerar la Ley de Atracción como expresión del segundo aspecto, amor-sabiduría. Este principio atrayente existe en todas las formas, desde la del pequeño átomo hasta la del planeta Tierra, a través del cual nuestro Logos planetario se expresa. Pero por ser el principio de coherencia y la causa de la integración, también es el medio a través del cual se establece la “restitución”, por la que el alma humana es reabsorbida periódicamente dentro del alma influyente. Este aspecto de la Ley de Atracción ha recibido hasta ahora poca atención. Ello se debe a que concierne a la expresión más elevada de esta Ley, estando, por lo tanto, relacionada con el aspecto voluntad de la Deidad, así como también con el aspecto voluntad de la mónada. El esclarecimiento sólo vendrá cuando la fuerza shambállica actúe en forma más directa en el próximo ciclo, y los hombres comiencen a discriminar (como deben hacerlo y lo harán) [e320] entre la propia voluntad y la voluntad espiritual, entre determinación, intención, planificación, propósito y polarización fija. En la Ley de Atracción existen (como en todo lo manifestado) [i434] tres fases o aspectos, vinculados a los tres aspectos divinos. 1. Relaciona la vida y la forma, espíritu y materia -tercer aspecto. 2. Rige el proceso coherente de integración que produce las formas -el segundo aspecto. 3. Lleva a cabo el equilibrio, que da por resultado el acto de desintegración, disolviendo así la forma -en lo que concierne al ser humano-, y lo hace en tres etapas que denominamos: a. Restitución, da por resultado la disolución del cuerpo y el retorno de sus elementos, átomos y células a su fuente de origen. b. Eliminación, involucra el mismo proceso básico en relación con las fuerzas que han constituido el cuerpo astral y el vehículo mental. c. Absorción, el modo en que el alma humana se integra a su fuente de origen, la influyente alma universal. Expresión del primer aspecto. Todas estas fases correctamente comprendidas, ilustran o demuestran la singular potencia de la Ley de Atracción y su relación con la Ley de Síntesis, que rige el primer aspecto divino. Oportunamente la integración produce la síntesis. Las numerosas integraciones cíclicas, llevadas a cabo durante el gran ciclo de vida de un alma encarnante, conducen a la síntesis final, alma y espíritu, meta del proceso evolutivo en lo que concierne a la humanidad. Después de la tercera iniciación permite al hombre liberarse de la “atracción” de la sustancia en los tres mundos y adquirir la consiguiente habilidad de aplicar con plena comprensión la Ley de Atracción en sus variadas fases, en lo que [i435] al proceso creador concierne. Más adelante serán dominadas otras fases. Debe tenerse presente una cosa, y es que las palabras “la tierra a la tierra, y el polvo al polvo”, tan familiares en los rituales funerarios de Occidente, se refieren a este acto de restitución y significan el retorno de los elementos del cuerpo físico al depósito original de la materia, y de la sustancia de la forma vital al depósito general etérico; las palabras “el espíritu que Dios otorgó volverá a Él” es una referencia distorsionada de la absorción del alma por el alma universal. Sin embargo los rituales comunes no acentúan que el alma individualizada, en proceso de reabsorción, instituye y ordena, por un acto de la voluntad espiritual, esa restitución. En Occidente se olvida que esta “orden de restitución” fue dada frecuentemente en el transcurso de las edades por cada [e321] alma, dentro de una forma física; al hacerlo, constante e inevitablemente, el primer aspecto divino -la mónada en su propio plano- se aferra más a su cuerpo de manifestación, mediante su reflejo, el alma. Así el aspecto voluntad comienza a actuar acrecentadamente hasta que, en el sendero del discipulado, la determinación espiritual es llevada a su punto más elevado de desarrollo y, en el sendero de iniciación, la voluntad comienza a actuar conscientemente. Vale la pena recordar que por la deliberada orden que el alma, en su propio plano, da a su sombra en los tres mundos, el alma aprende a expresar el primero y más elevado aspecto de la divinidad; esto, al principio y durante largo tiempo, sólo lo hace mediante el proceso de la muerte. En la actualidad, la dificultad reside en que relativamente muy pocas personas son conscientes del alma y, en consecuencia, la mayoría de los hombres son inconscientes del “mandato oculto” de sus propias almas. A medida que la humanidad va siendo consciente del alma (y será uno de los resultados de la agonía de la actual guerra), la muerte será considerada como un proceso “por mandato”, llevado a cabo con plena conciencia y comprensión del [i436] propósito cíclico. Esto lógicamente terminará con el temor que hoy prevalece, y eliminará también la tendencia al suicidio, acrecentadamente evidenciada en estos tiempos difíciles. Un asesinato en realidad constituye un pecado, por el hecho de que interfiere los propósitos del alma y no por haber dado muerte a determinado cuerpo físico humano. Por esta razón la guerra no es un asesinato como lo consideran muchos fanáticos bien intencionados, sino la destrucción de las formas con una intención benéfica (si pudiéramos escudriñar el propósito divino) del Logos planetario. Sin embargo, los móviles de quienes originan la guerra en el plano físico la convierten en un mal. Si la guerra no tuviese lugar, la vida planetaria se vería obligada, mediante los denominados “actos de Dios”, a hacer retornar en gran escala a las almas de los hombres, de acuerdo a Su intención amorosa. Cuando los hombres perversos precipitan una guerra, Él convierte el mal en bien. Por lo tanto, podrán ver por qué las ciencias ocultas ponen el énfasis sobre la ley cíclica y por qué existe un creciente interés por la Ciencia de la Manifestación Cíclica. Frecuentemente, la muerte parece no tener ningún propósito, ello se debe a que no se conoce la intención del alma; los acontecimientos pasados, a través del proceso de la reencarnación, continúan siendo un enigma; son ignoradas las antiguas herencias y medio ambientes y aún no se ha desarrollado en forma general el reconocimiento de la voz del alma. Estas cuestiones no obstante están en vísperas de ser conocidas; la revelación está en camino, y para ello estoy sentando las bases. [e322] Ansío que capten la enseñanza que ya he dado, antes de entrar en la faz explicativa o nueva. Estúdienla con cuidado para que el tema de la muerte pueda configurarse en vuestra mente con más firmeza y sensatez. Traten de obtener un nuevo ángulo del tema y procuren ver la ley, el propósito y la belleza de la intención, detrás de lo que hasta ahora ha sido el mayor terror y temor. [i437] Posteriormente trataré de darles una vislumbre del proceso de la muerte tal como lo registra el alma, cuando inicia el acto de restitución. Esto podrá parecerles especulativo o hipotético; en todo caso constituirá una afirmación que pocos de ustedes podrán comprobar su exactitud. Pero, seguramente, puede ser más sensato y saludable, más sólido y bello, que la actual oscuridad y enfermiza esperanza, o la desafortunada especulación y frecuente desesperación que se cierne en la actualidad sobre cada lecho de muerte.
1. LA NATURALEZA DE LA MUERTE EXTRACTOS DE OTROS ESCRITOSEl todo debe ser considerado de importancia más vital que la parte, y esto no es un sueño, visión, teoría, deseo ansioso, hipótesis o anhelo. Debe considerárselo como una necesidad innata e inevitable. Significa la muerte, pero la muerte como belleza, alegría, espíritu en acción y la consumación de todo lo bueno. Tratado sobre los Siete Rayos. T. V. La muerte, si solo pudiéramos comprenderlo, es una de las actividades que más hemos practicado. Hemos muerto muchas veces y moriremos muchas más. La muerte es esencialmente cuestión de conciencia. En cierto momento somos conscientes en el plano físico, en otro nos retraemos a otro plano y somos allí activamente conscientes. En la medida que nuestra conciencia se identifica con el aspecto forma, la muerte continuará manteniendo su antiguo terror. Tan pronto nos reconozcamos como almas y hallemos que somos capaces de enfocar a voluntad nuestra conciencia o sentido de percepción, en cualquier forma o plano, o en cualquier dirección dentro de la forma de Dios, ya no conoceremos la muerte. Tratado sobre Magia Blanca, pág. 389. [i438] Reflexionen por lo tanto respecto a esta doctrina de abstracción. Abarca todos los procesos de la vida y les revelará el eterno y amoroso secreto de la Muerte, que es la entrada en la vida. Tratado sobre los Siete Rayos, T. V. [e323] En esta regla tenemos dos conceptos principales, ambos vinculados con el primer aspecto divino: el concepto de la MUERTE y la naturaleza de la VOLUNTAD. En el próximo siglo: la muerte y la voluntad tendrán inevitablemente un nuevo significado para la humanidad, y desaparecerán muchas ideas antiguas. La muerte para el hombre común reflexivo constituye un punto de catastrófica crisis. Es la cesación y el fin de todo lo amado, lo familiar y lo deseado; es una brusca entrada en lo desconocido, en la incertidumbre, y la abrupta terminación de todos los planes y proyectos. A pesar de toda la fe, puesta en los valores espirituales, de cuán lúcido sea el razonamiento de la mente acerca de la inmortalidad, y cuán concluyente sea la evidencia de la supervivencia y la eternidad, aún queda una duda, el reconocimiento de que existe la posibilidad de una completa extinción y negación y el fin de toda actividad, reacción cardiaca, pensamiento, emoción, deseo y aspiración y de las intenciones enfocadas alrededor del núcleo central del ser humano. El ansia y determinación de sobrevivir y el sentido de continuidad, todavía descansan, hasta para el más ferviente creyente, sobre una probabilidad, una inestable base y el testimonio de otros -los cuales en realidad nunca han vuelto para contar la verdad. El énfasis de todo pensamiento acerca de este tópico concierne al Yo central o a la integridad de la Deidad. Observarán que en esta regla, el énfasis se transfiere del Yo a las partes constituyentes de la vestidura del Yo, y este punto debe ser considerado. La información dada al discípulo es para que trabaje en la desintegración de esta vestidura, a fin de que las vidas menores retornen al depósito [i439] general de sustancia viviente. En ninguna parte se hace referencia al océano del Ser. Una cuidadosa reflexión demostrará aquí que este ordenado proceso de desapego, que la vida grupal hace efectivo en el caso del individuo, es uno de los argumentos más sólidos en favor de la continuidad y de la supervivencia individual e identificable. Analicen estas palabras. El foco de actividad se traslada del cuerpo activo a la entidad activa dentro de ese cuerpo, el amo de lo que lo circunda, el administrador de sus posesiones, que es el aliento mismo, y envía las vidas al depósito de sustancia, o las ordena a voluntad para que reasuman su relación con él. Ídem, T. V. Primero, el Eterno Peregrino, por propio libre albedrío y acuerdo, eligió “ocultamente” morir y tomar un cuerpo o una serie de cuerpos para hacer ascender o elevar las vidas de la naturaleza forma que él corporificó; en el proceso de realizarlo, él mismo “murió” en el sentido que, para el alma libre, la muerte y la [e324] apropiación de una forma y el consiguiente sumergimiento de la vida en la forma, son términos sinónimos. Segundo, entonces el alma vuelve a recapitular en pequeña escala sobre lo que el Logos solar y el Logos planetario también han hecho y están haciendo. Las grandes Vidas quedan bajo la regencia de esas leyes del alma durante el período de manifestación, aunque Ellas no están regidas o controladas por las leyes del mundo natural, según lo denominamos. Sus conciencias no se identifican con el mundo fenoménico, aunque las nuestras lo están hasta el momento en que quedamos bajo la regencia de las leyes superiores. Por la “muerte” oculta de estas grandes Vidas pueden vivir todas las vidas menores, ofreciéndoseles una oportunidad. Ídem, T. V. [i440] Las fuerzas de la muerte imperan hoy, pero es la muerte de la libertad, la muerte de la libre expresión, la muerte de la libre actividad humana, la muerte de la verdad y de los más altos valores espirituales. Éstos son los factores vitales en la vida de la humanidad. La muerte de la forma física no tiene importancia en relación con éstos y puede ser fácilmente modificada también por los procesos de renacimiento y renovada oportunidad... La destrucción de la forma en el campo de batalla es de poca importancia para quienes saben que la reencarnación es una ley básica de la naturaleza y que no existe la muerte. Mensaje de junio, 1940. Quizás piensen que éstas son sólo hipótesis sobre la inmortalidad y no evidencias tangibles. Por la acumulación de testimonios, las afirmaciones internas del corazón humano y la creencia en la perdurabilidad eterna como un concepto en la mente de los hombres, tenemos un indicio seguro de ello. Esto dará lugar a la convicción y al conocimiento antes de haber pasado cien años, pues ocurrirá otro acontecimiento y la raza tendrá una revelación, que convertirá la esperanza en certidumbre y la creencia en conocimiento. Mientras tanto, debe cultivarse una nueva actitud y establecerse una nueva ciencia respecto a la muerte. La muerte debe dejar de ser algo que no podemos controlar y que inevitablemente nos vence; empecemos por controlar nuestro tránsito al mas allá y comprender parte de la técnica de esa transición. Tratado sobre Magia Blanca, pág. 393. Todo lo que pido es un acercamiento sensato a la muerte; sólo quiero sugerir que cuando el dolor ha terminado y sobreviene el debilitamiento, se le permita a la persona moribunda prepararse para la gran transición aunque esté aparentemente inconsciente. No olviden que requiere fuerza y una presión intensa sobre el [e325] mecanismo nervioso para producir dolor. ¿Son capaces de concebir que llegará el momento en que el acto de morir sea considerado el final triunfante que nos llevará a la vida? ¿Pueden [i441] imaginarse el momento en que las horas transcurridas en el lecho de muerte sea un glorioso preludio para el retiro consciente? ¿Pueden imaginarse el momento en que el hombre llegue a desprenderse del impedimento de la envoltura física y constituya para él, y quienes lo rodean, la tan esperada y feliz consumación? ¿Pueden visualizar el momento en que, en vez de lágrimas, temores y la negación a aceptar lo inevitable, la persona moribunda y sus amigos acuerden mutuamente la hora de la muerte, y la felicidad caracterice el tránsito? ¿Que en las mentes de quienes quedan, no se alberguen ideas funestas y que el proceso de morir sea considerado como un acontecimiento más feliz que el nacimiento y casamiento? Diré que antes de mucho tiempo ésta será la actitud que asumirán los inteligentes de la raza, y paulatinamente todos. Ídem, pág.393. Es interesante observar aquí que la muerte está regida por el Principio de Liberación y no por el de Limitación. La muerte es sólo reconocida como un factor que concierne a las vidas auto-conscientes y mal interpretada únicamente por los seres humanos, los más ilusos y alucinados de todas las vidas encarnadas. Ídem, pág. 419. Cuando sea comprendida la verdadera naturaleza del servicio, se hallará que es un aspecto de esa energía divina que actúa siempre bajo el aspecto destructor, porque destruye la forma con el fin de liberarla. El servicio es una manifestación del Principio de Liberación; la muerte y el servicio constituyen dos aspectos de este principio. El servicio salva, libera y emancipa, en distintos niveles, a la conciencia aprisionada. Lo mismo puede decirse de la muerte. Pero a no ser que el servicio se preste, comprendiendo intuitivamente todos los hechos del caso, interpretándolos inteligentemente y aplicándolos [i442] con espíritu de amor en el plano físico, se fracasará en el cumplimiento de la misión. Ídem, pág. 421. El Temor a la Muerte. El temor a la muerte está basado en: a. El terror al proceso final de desgarramiento, en el acto mismo de la muerte. b. El horror a lo desconocido y a lo indefinido c. La duda con respecto a la inmortalidad. [e326] d. La angustia por tener que abandonar a los seres queridos o ser abandonado por ellos. e. Las antiguas reacciones a las muertes violentas anteriores, que subyacen profundamente en la conciencia. f. El aferramiento a la vida de la forma, por estar principalmente identificados con ella en la conciencia. g. Las viejas y erróneas enseñanzas referentes al cielo y al infierno, perspectivas desagradables para ciertos tipos de personas. Ídem, pág. 238. A medida que transcurre el tiempo y antes de terminar el próximo siglo, se comprobará por fin que la muerte no existe tal como ahora se la comprende. La continuidad de conciencia estará tan ampliamente desarrollada y serán tantas las personas altamente evolucionadas que actuarán simultáneamente en ambos mundos, que el antiguo temor desaparecerá y el intercambio entre el plano astral y el físico estará tan firmemente establecido y científicamente controlado que se pondrá fin, correcta y misericordiosamente, al trabajo de los médium de trance. La común y vulgar mediumnidad y las materializaciones bajo el control y guía de los caciques indios son perversiones del intercambio entre los dos planos, como lo son las perversiones sexuales y la distorsión de la [i443] verdadera relación e intercambio entre los sexos. No me refiero aquí al trabajo de los clarividentes por pobre que sea, ni a la posesión del cuerpo por entidades de alta calidad, sino a los desagradables fenómenos de materialización, de ectoplasma y al trabajo ciego e ignorante efectuado por antiguos atlantes degenerados y almas aferradas a la tierra, tales como el común cacique y el guía indio. No hay nada que aprender de ellos, pero sí mucho que evitar. El reino del temor a la muerte casi está terminando, y pronto entraremos en un período de conocimiento y seguridad que socavará la base de todos nuestros temores. Acerca del temor a la muerte, poco puede hacerse, excepto elevar el tema a un nivel más científico y, en este sentido, enseñar a las personas a morir. Existe una técnica para morir, así como existe una para vivir, pero se ha perdido en gran parte en Occidente, y casi totalmente, excepto en algunos centros de Conocedores, en Oriente. Quizás me ocupe de ello más adelante, pero la idea del necesario acercamiento al tema puede permanecer en la mente de los estudiantes que lo leen, y probablemente a medida que estudian, leen y piensan, hallarán material de interés que gradualmente podrá ser recopilado y publicado. Ídem, págs. 239-240. [e327] El temor a la muerte y la depresión, constituyen para el hombre el Morador en el Umbral en esta era y ciclo. Ambos indican que hay reacción sensoria a los factores psicológicos y no pueden ser tratados mediante el uso de otro factor tal como el valor. Tienen que ser enfrentados mediante la omniciencia del alma, que actúa a través de la mente -pero no mediante su omnipotencia. Aquí hay una indicación oculta. Ídem, págs. 245-246. El instinto de autoconservacíón tiene su raíz en un innato temor a la muerte; debido a la presencia de ese temor la [i444] raza ha luchado hasta alcanzar el actual punto de longevidad y resistencia. Idem, pág. 490. Definición de la Muerte. La muerte por sí misma es parte de la Gran Ilusión, y sólo existe por los velos con que nos hemos envuelto. Tratado sobre los Siete Rayos, T. V. Las personas olvidan generalmente que todas las noches, durante las horas de sueño, morimos en lo que respecta al plano físico y vivimos y actuamos en otro lugar. Olvidan también que ya han adquirido la facilidad de dejar el cuerpo físico; a causa de que no pueden conservar en la conciencia del cerebro físico los recuerdos de esta muerte y el consiguiente intervalo de vida activa, no establecen una relación entre la muerte y el sueño. La muerte, después de todo, es sólo un intervalo más prolongado de la cesación de la vida activa en el plano físico; es decir, “nos vamos” durante un período más extenso. Pero el proceso del sueño diario y el de la muerte son idénticos, con la única diferencia que en el sueño el hilo magnético, o corriente de energía, a través del cual corren las fuerzas vitales, se mantiene intacto, constituyendo el camino de retorno al cuerpo. La muerte se produce al romperse o cortarse este hilo de vida. Cuando ha sucedido esto, la entidad consciente no puede retornar al cuerpo físico denso, entonces ese cuerpo, por carecer del principio de coherencia, se desintegra. Tratado sobre Magia Blanca, págs. 389-390. Los procesos de abstracción se hallan (como pueden ver) vinculados al aspecto vida y son puestos en actividad por un acto de la voluntad espiritual, constituyendo el “principio de resurrección, oculto en el trabajo del Destructor”, tal como lo expresa un antiguo adagio esotérico. La manifestación inferior [i445] de este principio puede ser vista en el proceso que llamamos muerte -que en [e328] realidad es el método de abstraer el principio vida, animado por la conciencia, de la forma de los cuerpos en los tres mundos. Así aparece la gran síntesis y la destrucción, la muerte y la disolución, que son en realidad meros procesos de la vida. La abstracción indica el proceso, el progreso y el desarrollo. De este aspecto de la Ley de la Vida (o la Ley de Síntesis, tal como se la denomina con un significado más amplio) se ocupa específicamente el iniciado. Tratado sobre los Siete Rayos, T. V. La vida es enfrentada desde el ángulo del Observador y no de quien participa en el experimento y experiencia efectivos en los tres mundos (físico-emocional-mental)..., si son discípulos iniciados, llegan a ser cada vez más inconscientes de las actividades y reacciones de sus personalidades, pues ciertos aspectos de la naturaleza inferior están ya controlados y purificados en tal medida, que quedaron bajo el umbral de la conciencia y penetraron en el mundo del instinto; por lo tanto, ya no hay conciencia de ello así como el hombre dormido es inconsciente del rítmico funcionamiento de su vehículo físico dormido. Esta profunda verdad por lo general no es comprendida. Está relacionada con todo el proceso de la muerte y podría ser considerada como una de las definiciones de la muerte; contiene la clave de las misteriosas palabras “el depósito de vida”. La muerte, en realidad, es inconsciencia de aquello que puede estar actuando en una forma, pero en una forma de la cual la entidad espiritual es totalmente inconsciente. El depósito de la vida es el lugar de la muerte, y ésta es la primera lección que aprende el discípulo... Ídem, T. V. Propósitos de la Muerte. A través de la muerte se lleva a [i446] cabo un gran proceso unificador. En la “caída de una hoja” y en su consiguiente identificación con el suelo, en el cual cae, tenemos un pequeño ejemplo de este grandioso y eterno proceso de unificación, mediante el proceso de llegar a ser y morir como resultado de llegar a ser. Tratado sobre los Siete Rayos, T. II, pág. 130. Hablo de la muerte como aquel que conoce el tema, basándome en la experiencia en el mundo externo y en la expresión de la vida interna: No existe la muerte. Como saben, tenemos la entrada en una vida más plena, la liberación de los obstáculos del vehículo carnal. No existe el tan temido proceso de desgarramiento, excepto en el caso de muerte violenta o repentina, y entonces lo único desagradable es el instantáneo y abrumador sentido del [e329] inminente peligro y destrucción, y algo que se parece a un shock eléctrico y nada más. Para los no evolucionados, la muerte es literalmente un sueño y un olvido, porque la mente no está suficientemente despierta para reaccionar y el receptáculo de la memoria está aún prácticamente vacío. Para el ciudadano bueno común la muerte es una continuación, en su conciencia, del proceso viviente, y la prosecución de los intereses y tendencias de la Vida. Su conciencia y sentido de percepción son invariablemente los mismos. No percibe gran diferencia, está bien cuidado y frecuentemente no se da cuenta que ha pasado a través del episodio de la muerte. Para el perverso y cruel egoísta, el criminal y quienes viven solamente para el aspecto material, se produce esa situación denominada “ligados a la tierra”. Los vínculos forjados en la tierra y la atracción hacia todos sus deseos, los obliga a permanecer cerca de la tierra y de su último medio ambiente terreno. Tratan desesperadamente, por todos los medios posibles, de volver a hacer contacto y de entrar nuevamente. En contados casos, un gran amor personal hacia aquello que han dejado, o el incumplimiento de un deber reconocido y urgente, mantiene a los buenos y a los hermosos en una situación [i447] semejante. Para el aspirante, la muerte es la entrada inmediata en una esfera de servicio y expresión, a la cual está muy acostumbrado, dándose cuenta en seguida que no es nueva. En sus horas de sueño ha desarrollado un campo de servicio y aprendizaje activo. Ahora funciona en él simplemente, durante las veinticuatro horas (hablando en términos de tiempo del plano físico), en vez de las breves horas de sueño terreno. Tratado sobre Magia Blanca, pág. 239. La verdadera muerte, de acuerdo a la Ley, se produce por haber alcanzado el objetivo y cesado la aspiración... Cuando se desintegra el doble etérico de un hombre, de un Logos planetario y de un Logos solar, ya no está polarizado, en lo que respecta a su morador interno, y por lo tanto puede evadirse. Ya no es (para expresarlo en otras palabras) fuente de atracción ni punto focal magnético. Se convierte en no magnético, dejando de regirlo la gran Ley de Atracción; por eso la desintegración es la condición inmediata de la forma. Tratado sobre Fuego Cósmico, págs. 129-130. “La Ley demanda la entrada de aquello que puede efectuar un cambio”. Teniendo presente lo que he dado en otra parte, se evidencia que lo que deberá entrar en esa concentrada voluntad vital que, cuando se pone en movimiento en un individuo, grupo, nación, [e330] reino de la naturaleza (un centro planetario) y en el planeta como un todo, por ejemplo, traerá, simultáneamente, en todos los centros planetarios, agitación, cambio de ritmo, nuevo movimiento e impulso, un surgimiento y la consiguiente abstracción. Los cambios producidos en los centros, cuando tiene lugar la muerte del cuerpo físico, nunca han sido observados ni registrados; sin embargo están definidamente presentes para el ojo del iniciado y prueban ser muy interesantes e informativos. El hecho de percibir las condiciones de los centros, permite al iniciado [i448] saber si -en el proceso de curación- está permitida o no la curación física del cuerpo y ver si el principio voluntad de abstracción, al cual me he referido, está o no presente activamente. El mismo proceso puede verse en organizaciones y civilizaciones donde el aspecto forma es destruido para que la vida pueda ser abstraída, y así reconstruir para sí una forma más adecuada. Lo mismo sucede en los grandes procesos de iniciación, los cuales no son sólo procesos de expansión de conciencia sino que están arraigados en la muerte, o proceso de abstracción, conducentes a la resurrección y ascensión. Lo que efectúa un cambio constituye una descarga (empleando una frase totalmente inadecuada) de energía-voluntad dirigida y enfocada. Ésta tiene una cualidad muy magnética que atrae hacia sí la vida de los centros, produciendo la disolución de la forma, pero liberando la vida. La muerte le llega al individuo, empleando el sentido común del término, cuando la voluntad de vivir desaparece del cuerpo físico y es reemplazada por la voluntad de abstracción. A esto denominamos muerte. En un caso de muerte durante la guerra, por ejemplo, no es que el individuo tenga la voluntad de partir, sino una obligada participación en una gran abstracción grupal. Desde su propio lugar el alma del individuo reconoce el fin de un ciclo de encarnación y retira su vida. Esto lo hace descargando la energía-voluntad que es suficientemente fuerte para producir el cambio... Cristo se refirió a este trabajo de abstracción en lo que respecta al tercer y gran centro planetario, la Humanidad, cuando dijo (y Él hablaba como Representante de la Jerarquía, el segundo centro planetario, en el cual todos los seres humanos que reciben la iniciación son “retirados” esotéricamente): “Si yo fuera ascendido atraeré a todos los hombres hacia Mí”. Al fin de la era será pronunciada una palabra diferente a la Suya cuando el Señor del Mundo hable desde Shamballa [i449] (el primer centro planetario), lo cual abstraerá el principio vida de la Jerarquía; entonces toda la vida y conciencia se enfocará en el centro coronario planetario -la gran Cámara del Concilio en Shamballa [e331] “La Ley exige que los cambios así efectuados retiren la forma, lleven cualidad de luz y pongan el énfasis sobre la vida”. Aquí los tres grandes aspectos -forma, cualidad, vida- son puestos en relación y la meta del objetivo evolutivo es vista en su verdadera Luz-VIDA. Observen esta fraseología. Forma o apariencia, habiendo servido sus propósitos, desaparece. Tiene lugar la muerte de la forma. La cualidad, el principal atributo divino desarrollándose en este planeta, llega a predominar y a ser “consciente de sí misma” -según lo expresan las antiguas escrituras. Ésta se identifica y es individual, pero no posee una forma complementaria, excepto la del todo mayor en el que tiene su lugar. Ni la forma ni la cualidad (ni el cuerpo ni la conciencia) predominan en el nuevo estado de existencia; sólo el aspecto vida, el espíritu en su propio plano, se convierte en el factor dominante. Podrá obtenerse una tenue e imperceptible luz, respecto a su significado, si recuerdan que nuestros siete planos son únicamente siete subplanos del plano físico cósmico. El proceso del desarrollo de la sensibilidad en esta séptuple evolución se ha llevado a cabo para permitir al iniciado actuar en el plano astral cósmico, cuando fue retirado o abstraído después de las iniciaciones superiores. Es abstraído totalmente de nuestra vida planetaria. El único factor que podría evitarlo, sería su promesa de servir temporariamente dentro del círculo infranqueable planetario. Se dice que los miembros de la Jerarquía que se comprometen a realizar este trabajo poseen conciencia búdica, y la línea de Su linaje (esotéricamente comprendido) desciende del Eterno Peregrino, el Señor del Mundo, luego del Buda y después, del Cristo. Se identifican, por propia decisión, con la “cualidad que se ve [i450] dentro de la luz” y, durante el período de servicio que prestan libremente, trabajan con el aspecto conciencia para poner mas adelante el énfasis sobre el aspecto vida... Tratado sobre los Siete Rayos, T. V. Los dieciocho fuegos deben apagarse; las vidas menores (personificando el principio forma, deseo y pensamiento, la suma total de la creatividad, basado en el amor magnético) deben retornar al depósito de la vida sin dejar nada, excepto aquello que fue la Causa de su existencia, la voluntad central conocida por los efectos que produce su radiación o aliento. Tal dispersión, muerte o disolución, es en realidad el gran efecto producido por la causa central; en consecuencia el mandato es: “Esto deben realizarlo mediante la evocación de la Voluntad”... El discípulo halla su grupo en el Ashrama del Maestro, y conscientemente y con plena comprensión, domina la muerte -el tan largamente temido enemigo de la existencia. Descubre que [e332] la muerte es simplemente un efecto producido por la vida y por su voluntad consciente, y un modo por el cual dirige la sustancia y controla la materia. Esto llega a ser conscientemente posible porque, habiendo desarrollado la conciencia de dos aspectos divinos (la actividad y el amor creadores), está ahora enfocado en el aspecto más elevado y se conoce a sí mismo como la VOLUNTAD, la Vida, el Padre, la Mónada, el Uno. Ídem, T. V. Grandes trastornos, en todos los reinos de la naturaleza, caracterizan este día y generación; una enorme destrucción de todas las formas de la vida divina, en cada reino, ha sido la nota sobresaliente de este cataclismo. Nuestra civilización moderna ha recibido un golpe mortal, del que nunca se recuperará, pero será reconocido algún día como el “golpe de liberación” y como la señal para que aparezca lo mejor, lo nuevo y lo más apropiado para el espíritu evolucionante. Las grandes y penetrantes energías y sus [i451] fuerzas evocadas han entrado en conflicto y, hablando en forma figurada, han elevado el reino mineral a los cielos, lo cual ha hecho descender el fuego desde el cielo. Hablo en forma real y no simbólicamente. Los cuerpos de los hombres, mujeres y niños y también de los animales, han sido destruidos; las formas del reino vegetal y las potencias del reino mineral fueron desintegradas, desparramadas y devastadas. La vida coherente de todas las formas planetarias ha quedado temporariarnente incoherente. De acuerdo a una antigua profecía: “ningún verdadero Sonido unificado se propala externamente de una forma a otra, de una vida a otra. Sólo un grito de dolor, una demanda de restitución y una invocación para liberarse de la agonía, desesperación e infructuosos esfuerzos, va de acá para Allá”. Todo este trastorno del “suelo” del mundo -espiritual, psicológico y físico-, toda esta desintegración de las formas y de los contornos familiares de nuestra vida planetaria, tuvieron que ocurrir antes de que la Jerarquía pudiera surgir en la conciencia pública; todo esto tuvo que actuar en las almas de los hombres antes de llegar la nueva era, trayendo consigo la Restauración de los Misterios y la rehabilitación de los pueblos de la Tierra. Ambas van juntas. Éste es uno de los puntos principales que trato de explicar. La disolución y desintegración y las condiciones totalmente caóticas que han existido durante los últimos quinientos años, en todos los reinos de la naturaleza, finalmente se han abierto camino hacia condiciones físicas paralelas. Ello es bueno y deseable; marca el preludio para la construcción de un mundo mejor y formas más adecuadas de vida y actitudes humanas más correctas, más una sensata orientación hacia la realidad. Lo mejor está aún por venir. [e333] Todo va surgiendo rápidamente a la superficie -lo bueno y lo malo, lo deseable y lo indeseable, el [i452] pasado y el futuro (pues ambos son uno); el arado de Dios casi ha completado su trabajo; la espada del espíritu ha separado el pasado maligno del futuro radiante, y ambos son considerados ante los Ojos de Dios como contribuyentes; se observará que nuestra civilización materialista cede su lugar rápidamente a una cultura más espiritual; nuestras organizaciones eclesiásticas, con sus limitadoras y confusas teologías, pronto cederán su lugar a la Jerarquía, con su emergente enseñanza -clara, efectiva, intuitiva y no dogmática. Ídem, T. V. El intenso deseo por la existencia sensoria o apego, lo cual es inherente a cada forma, se perpetúa a sí mismo y lo conoce hasta el más inteligente. Cuando la vida o espíritu se retira, esotéricamente la forma muere. Cuando el pensamiento del Ego o Yo superior, se ocupa de su propio plano, ninguna energía va hacia la materia de los tres mundos, de manera que no es posible construir formas ni apegarse a ellas, lo cual está de acuerdo con la verdad oculta de que “la energía sigue al pensamiento”, y también con la enseñanza de que el cuerpo del principio crístico (el vehículo búdico) sólo comienza a coordinarse a medida que desaparecen los impulsos inferiores... El apego a la forma, o la atracción que ejerce la forma sobre el espíritu, es el gran impulso involutivo. El rechazo de la forma y su consiguiente desintegración es el gran impulso evolutivo. La Luz del Alma, Libro II, Af. 9. Cuando la causa -el deseo- ha producido su efecto -la personalidad o aspecto forma del hombre- mientras exista la voluntad de vivir, persistirá la forma. Se mantiene en manifestación por la vitalidad mental. Esto ha sido demostrado repetidas veces en los anales de la medicina, porque se ha comprobado que mientras persiste la determinación de vivir así será la probable duración de la vida [i453] en el plano físico; pero desde el instante en que falta esa voluntad o cuando el morador del cuerpo ya no centra su interés en la manifestación de la personalidad, se produce la muerte y la desintegración de esa imagen mental, el cuerpo. Ídem, Libro IV, Af. 11. Hay dos líneas principales de evolución, la que concierne a la materia y la forma y la que corresponde al alma, el aspecto conciencia, el pensador en manifestación. En cada uno de ellas difiere el sendero de progreso y cada una prosigue su curso. Como ya fue observado durante un largo período de tiempo, el alma se [e334] identifica con el aspecto forma e intenta seguir el “Sendero de la Muerte”, pues en realidad eso es lo que constituye el sendero oscuro para el pensador. Más tarde, mediante un arduo esfuerzo, cesa esta identificación; el alma llega a ser consciente de sí misma, de su propio sendero o dharma, y luego sigue el camino de la luz y de la vida. Debe recordarse siempre que, para ambos aspectos, su propio sendero es el de la derecha, y que los impulsos ocultos en el vehículo físico o en el cuerpo astral no son malos en sí. Se convierten en malos desde cierto ángulo cuando ha sido pervertido su correcto empleo; esta comprensión condujo al discípulo, en el Libro de Job, a exclamar: “He pervertido lo correcto.” Las dos líneas de desarrollo son independientes y distintas, y esto debe aprenderlo todo aspirante. Ídem, Libro IV, Af. 15. El Arte de Morir. El alma, situada en el corazón, es el principio vida, el principio de autodeterminación, el núcleo central de energía positiva, mediante el cual los átomos del cuerpo son mantenidos en su propio lugar y están subordinados a la “voluntad de ser” del alma. Este principio vida utiliza la corriente sanguínea [i454] como su modo de expresión y agente controlador, y mediante la íntima relación del sistema endocrino con la corriente sanguínea, tenemos los dos aspectos de la actividad del alma, unidos, para hacer del hombre una viviente, consciente y actuante entidad, regida por el alma y expresando el propósito del alma en todas las actividades del diario vivir. La muerte es literalmente el retiro de esas dos corrientes de energía del corazón y de la cabeza, produciendo en consecuencia la pérdida total de la conciencia y la desintegración del cuerpo. La muerte difiere del sueño en que ambas corrientes de energía son retiradas, pues durante el sueño sólo es extraído el hilo de energía “anclado” en el cerebro; cuando esto ocurre, el hombre queda inconsciente. Significa que su conciencia o sentido de percepción está enfocado en otra parte. Su atención no está ya dirigida hacia las cosas tangibles y físicas, sino que se traslada hacia otro mundo del ser y se centraliza en otro mecanismo. Durante la muerte, ambos hilos son retirados o unificados con el hilo de la vida. La vitalidad ya no penetra a través de la corriente sanguínea, el corazón deja de funcionar y el cerebro de registrar, entonces desciende el silencio. La morada queda desierta. La actividad cesa, excepto esa asombrosa e inmediata actividad que es prerrogativa de la materia misma y se expresa en el proceso de descomposición. Desde ciertos aspectos, ese proceso indica la unidad del hombre con todo lo material, demuestra que forma parte [e335] de la naturaleza misma, queriendo significar con la palabra naturaleza el cuerpo de la Vida Una en Quien “vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser”. Las palabras -vida, movimiento y ser- encierran toda la historia. Ser es percepción, autoconciencia y autoexpresión, y los símbolos exotéricos son la cabeza y el cerebro del hombre. Vida es energía, deseo en la forma, coherencia y adhesión a una idea, siendo los símbolos [i455] exotéricos el corazón y la sangre. Movimiento indica integración y respuesta de la entidad existente, consciente y viviente dentro de la actividad universal, siendo el estómago, el páncreas y el hígado, sus símbolos. Debe observarse también que la muerte se produce bajo la dirección del ego, no importa si el ser humano es inconsciente de tal dirección. En la mayoría, el proceso ocurre automáticamente, pues (cuando el alma aparta su atención) la reacción inevitable en el piano físico es la muerte, ya sea por la abstracción de los dos hilos, de la vida y de la energía razonadora, o por la abstracción del hilo de energía cualificado por la mentalidad, dejando que la corriente de vida funcione todavía a través del corazón, pero sin un conocimiento inteligente. El alma se halla en otro lugar, ocupada en su propio plano con sus propios asuntos. Tratado sobre Magia Blanca, págs. 391-392. Antes de abordar con mayor detalle este tema quisiera referirme a la “trama del cerebro”, que se halla intacta en la mayoría, pero inexistente en el vidente iluminado. En el cuerpo humano, como sabemos, tenemos un cuerpo vital subyacente, interpenetrante, contraparte del físico, más grande que éste, denominado cuerpo doble o etérico. Es un cuerpo de energía y está compuesto de centros de fuerzas y nadis, o hilos de fuerza, los cuales subyacen en el sistema nervioso -los nervios y los ganglios nerviosos- o son la contraparte. En dos lugares del cuerpo humano hay orificios de salida, si puedo emplear una frase poco eufónica. Uno está ubicado en el plexo solar y el otro en el cerebro, en la cima de la cabeza. Ambos están protegidos por una tupida trama de sustancia etérica, compuesta de hebras entrelazadas de energía vital. En el proceso de la muerte la presión de la energía vital, golpeando contra la trama, produce eventualmente una puntura [i456] o abertura. Por ella sale la fuerza vital, a medida que aumenta la potente influencia abstrayente del alma. En el caso de animales, niños, hombres y mujeres, totalmente polarizados en los cuerpos físico y astral, la puerta de salida es el plexo solar, rasgándose la trama y permitiendo la salida de la fuerza vital. En el caso de tipos mentales, de unidades humanas altamente evolucionadas, se [e336] rasga la trama de la cima de la cabeza en la zona de la fontanela, permitiendo así la salida del ser racional pensante. En el proceso de la muerte, por lo tanto, dos son las salidas principales: el plexo solar para los seres humanos astralmente polarizados y físicamente predispuestos, por lo general la gran mayoría, y el centro coronario para los seres humanos mentalmente polarizados y espiritualmente orientados. Éste es el primer y más importante factor que debe recordarse, y fácilmente se verá que la tendencia de la vida y su enfoque de atención determinan la forma de salida al morir. También se podrá ver que el esfuerzo para controlar la vida astral y la naturaleza emocional y para orientarse hacia el mundo mental y las cosas espirituales, tiene un efecto muy importante sobre los aspectos fenoménicos del proceso de la muerte. Si el estudiante piensa con claridad, le será evidente que una salida concierne al hombre espiritual y altamente evolucionado, mientras que la otra, al ser humano de grado inferior, que apenas ha salido de la etapa animal. ¿Qué sucede entonces con el hombre común? Existe una tercer salida, empleada ahora temporariamente; exactamente debajo del ápice del corazón hay otra trama etérica que cubre un orificio de salida. Por lo tanto la situación es la siguiente: 1. La salida por la cabeza, es utilizada por los intelectuales, los discípulos y los iniciados del mundo. [i457] 2. La salida por el corazón, es utilizada por la mujer o el hombre bondadoso, bien intencionados, buen ciudadano, amigo inteligente y trabajador filantrópico. 3. La salida por la zona del plexo solar, es utilizada por las personas que poseen una fuerte naturaleza animal. Este primer punto de la nueva información, lentamente se convertirá en conocimiento común en Occidente durante el próximo siglo. Gran parte es conocido por los pensadores de Oriente, siendo el primer paso hacia la comprensión racional del proceso de la muerte. Ídem, págs. 394-395. En relación con la técnica de morir, sólo me es posible ahora hacer una o dos sugerencias. No me ocupo aquí de la actitud de quienes vigilan sino de esos puntos que facilitarán el paso del alma transeúnte. Ante todo, debe haber silencio en la habitación. Esto sucede con frecuencia. Debe recordarse que, por lo general, la persona moribunda está inconsciente. Tal inconsciencia no es real sino aparente. De novecientos casos sobre mil conservan la percepción [e337] cerebral con plena conciencia de los acontecimientos, pero existe una paralización de la voluntad para expresarse e incapacidad para generar la energía que indica vivencia. Cuando el silencio y la comprensión reinan en la habitación del moribundo, el alma que parte puede mantener con lucidez la posesión de su instrumento hasta el último instante, y prepararse debidamente. En el futuro, cuando se sepa más acerca de los colores, sólo se permitirá la luz anaranjada en la habitación de un moribundo, que será instalada con una ceremonia apropiada y cuando no haya posibilidad de restablecimiento. El color anaranjado ayuda a enfocarse en la cabeza, así como el color rojo estimula el plexo [i458] solar y el verde tiene un definido efecto sobre el corazón y las corrientes de vida. Ciertos tipos de música podrán ser empleados cuando se conozca algo más respecto al sonido, pero no tenemos aún una música que facilite al alma el trabajo de retirarse del cuerpo, aunque se hallará que ciertas notas del órgano son eficaces. Si se emite la misma nota de la persona en el momento exacto de la muerte, se coordinarán las dos corrientes de energía que eventualmente cortarán el hilo de vida, pero este conocimiento es demasiado peligroso para ser transmitido y sólo podrá revelarse más adelante. Quisiera indicar las líneas que seguirán los futuros estudios esotéricos. Se hallará también que la presión sobre ciertos centros nerviosos y ciertas arterias facilitará el trabajo, y que esta ciencia de la muerte se mantiene en custodia en el Tíbet, como bien saben muchos estudiantes. Será muy útil y eficaz ejercer presión sobre la vena yugular y ciertos grandes nervios de la zona de la cabeza y en un punto especial de la médula oblongada. Más adelante será elaborada inevitablemente una ciencia definida de morir, pero sólo cuando sea reconocida la existencia del alma y haya sido científicamente demostrada su relación con el cuerpo. También serán empleadas frases mántricas definidamente plasmadas en la conciencia de la persona moribunda, por quienes están a su alrededor, o empleadas deliberada y mentalmente por ella misma. El Cristo lo demostró cuando exclamó: “Padre, en Tus manos encomiendo Mi espíritu”. Tenemos otro ejemplo en las palabras: “Señor, ahora dejarás a tu siervo irse en paz”. El constante empleo de la Palabra Sagrada entonada en voz baja o en una nota especial (a la cual podrá responder el moribundo) más adelante constituirá también una parte del ritual de transición, acompañado por la unción de aceite según se practica en la Iglesia Católica. La Extrema Unción tiene una base oculta y científica. La cima de la cabeza del [i459] moribundo debería estar apuntando [e338] simbólicamente hacia el este, y las manos y los pies cruzados. Únicamente deberá quemarse madera de sándalo en la habitación y no se permitirá ninguna otra clase de incienso, porque el sándalo es el incienso del Primer Rayo o Destructor y el alma está en el proceso de destruir su morada. Ídem, págs. 397-398. El aspirante reconoce como factor importante la necesidad de liberarse de la Gran Ilusión. Arjuna lo sabía y sin embargo sucumbió a la desesperación, pero en la hora de necesidad, Krishna no le falló. En el Bhagavad Gita se plasmaron las sencillas reglas mediante las cuales se vencen la depresión y la duda, las cuales pueden resumirse brevemente: a. Conócete a ti mismo como el Uno inmortal. b. Controla tu mente, porque a través de ella puede ser conocido el Uno imperecedero. c. Aprende que la forma sólo es el velo que oculta el esplendor de la divinidad. d. Comprende que la Vida Una compenetra todas las formas, de manera que no existe la muerte, el sufrimiento ni la separación. e. Deslígate por lo tanto de la forma y ven a Mí, y así morarás donde se encuentran la Luz y la Vida. Así desaparece la ilusión. Ídem, págs. 244-245. Un Maestro aprende el significado de cada forma limitadora, asume el control y aplica la ley en el plano que corresponde a la forma. Habiendo trascendido la forma, la desecha por otras formas superiores. Así progresa constantemente a través del sacrificio y de la muerte de la forma. Reconoce que ella siempre aprisiona, que hay que sacrificarla y morir para que la vida interna progrese rápidamente hacia adelante y arriba. El camino de resurrección presupone [i460] la crucifixión y la muerte; luego conduce al Monte donde tendrá lugar la Ascensión. Cartas sobre Meditación Ocultista, pág. 193.
EL ACTO DE LA RESTITUCIÓN Nuevamente puntualizaré que al considerar la conciencia del alma que se retira (observen esta frase), cuando inicia el acto de restitución, trato un tópico que no se puede comprobar en forma tangible ni física. A veces los hombres son traídos nuevamente a la existencia en el preciso instante que se produce la total restitución física. Esto sólo puede hacerse mientras la entidad [e339] consciente ocupa todavía el vehículo etérico, aunque haya logrado abandonar el cuerpo físico denso con toda intención y propósito. Aunque el cuerpo etérico interpenetra todo el cuerpo físico, es mucho más grande que ese cuerpo, y el cuerpo astral y la naturaleza mental pueden hallarse aún etéricamente polarizados, aunque esté bien encaminado el retiro y se haya producido la muerte del cuerpo físico -la cesación de toda actividad cardíaca y la concentración del enfoque básicamente etérico en la región de la cabeza, del corazón o del plexo solar. En primer lugar, son retiradas las fuerzas etéricas dentro de la extensión circundante, del circulo infranqueable etérico, antes de la disipación final que libera al hombre como alma humana dentro del círculo infranqueable de su vehículo astral. He aquí un aspecto algo nuevo del proceso de la muerte. El retiro del cuerpo etérico, del cuerpo físico denso, con frecuencia ha sido verificado y evidenciado. Pero aunque ya se haya realizado, la muerte todavía no es total, pues la voluntad del alma debe iniciar una actividad secundaria, que dará por resultado la disolución de las fuerzas etéricas dentro de una fuente emanante, el [i461] depósito general de fuerzas. Recuerden que el cuerpo etérico no tiene una vida propia que lo caracterice. Únicamente es una amalgama de todas las fuerzas y energías que animaron al cuerpo físico y lo energetizaron para entrar en actividad durante el ciclo de vida externa. Recuerden también que los cinco centros ubicados en la columna vertebral no están dentro del cuerpo físico, sino en ciertos lugares característicos de la sustancia etérica, paralelamente al cuerpo físico; se hallan (aún en el caso del hombre subdesarrollado, y muy especialmente en el hombre medio) por lo menos a dos pulgadas de la columna vertebral física. Los tres centros de la cabeza están ubicados también fuera del cuerpo físico denso. El recordar esto facilitará la comprensión de la afirmación de que aunque el cuerpo físico es, de por sí, abandonado cuando la muerte es certificada por quienes están autorizados, no obstante quizás el individuo no esté en realidad muerto. Quisiera recordarles que esto también atañe a los numerosos centros menores tanto como a los mayores, con los cuales estamos tan familiarizados. Los últimos centros menores que “desaparecen en la nada” con el fin de resolverse en la totalidad de la sustancia etérica, son dos, y están estrechamente relacionados con la zona de los pulmones y en ella. El alma actúa sobre estos dos centros cuando por alguna razón se la hace volver al cuerpo físico denso. Entonces inician una nueva actividad hacia adentro o de retorno, de manera que el aliento de vida vuelve a la forma física abandonada. El conocimiento inconsciente de esto constituye la causa promotora de los procesos que normalmente se llevan a cabo en todos [e340] los casos de asfixiados o ahogados. Cuando un hombre ha sucumbido a la enfermedad y el cuerpo físico está consiguientemente debilitado, no es posible efectuar los ejercicios restauradores ni deberían ser empleados. En los casos de muerte repentina, por accidente, suicidio, asesinato, inesperados ataques al corazón o por la guerra, el choque es de tal naturaleza, que el proceso un tanto lento del retiro del alma, queda enteramente contrarrestado y el abandono del cuerpo [i462] físico y la total disolución del cuerpo etérico son prácticamente simultáneos. En los casos normales de muerte por enfermedad, el retiro es lento y (cuando la virulencia de la enfermedad no ha producido una deterioración excesiva del organismo físico involucrado) existe la posibilidad de un retorno durante un período breve o prolongado. Esto sucede con frecuencia, especialmente cuando hay una fuerte voluntad de vivir o la tarea de la vida aún no ha sido realizada ni concluida debidamente. Hay otro punto que quisiera tocar y tiene relación con el eterno conflicto que libra la cualidad del cuerpo físico denso y el vehículo etérico. El elemental físico (nombre dado a la vida integrada del cuerpo físico) y el alma, cuando trata de retirar y disolver la totalidad de energías combinadas del cuerpo etérico, se hallan en violento conflicto y el proceso es a menudo terrible y prolongado; esta lucha se libra durante el extenso o breve período de coma que caracteriza tantos lechos de muerte. El estado de coma, esotéricamente hablando, es de dos clases: El “estado de coma de lucha” que precede a la verdadera muerte y “el estado de coma de restauración” que tiene lugar cuando el alma ha retirado el hilo, o aspecto conciencia, pero no el hilo de vida en un esfuerzo por dar al elemental físico, tiempo suficiente para recuperar su aferramiento sobre el organismo y así restablecer la salud. La ciencia moderna todavía no reconoce la diferencia entre estos dos aspectos del estado de coma. Más adelante, cuando la visión etérica o clarividente sea más común, se conocerá la dualidad prevaleciente del estado de coma y no habrá razón para la esperanza o la desesperación. Los amigos y parientes de la persona inconsciente sabrán, con toda exactitud, si están observando un grandioso y final retiro de la actual encarnación o simplemente viendo un proceso restaurador. En el último caso, el alma todavía retiene su aferramiento sobre [i463] el cuerpo físico por intermedio de los centros, pero retiene también temporariamente todo proceso energetizador. El centro cardíaco, el bazo y dos centros menores, conectados con el aparato respiratorio, están exceptuados de esta sujeción. Siguen siendo energetizados normalmente, aunque debilitada su actividad, y por su intermedio es retenido el control. Cuando el alma decide que se produzca la verdadera muerte, entonces se establece, primero, el control sobre el bazo, luego el [e341] control sobre los dos centros menores, y finalmente el control sobre el centro cardíaco, y el hombre muere. Lo antedicho dará una idea de los muchos puntos vinculados a la muerte, que aún debe descubrir la medicina ortodoxa, lo cual será revelado a medida que la raza humana vaya adquiriendo mayor sensibilidad. Les pediría recordar que en estas consideraciones nos ocupamos de las reacciones y actividades del alma, cuando deliberadamente atrae hacia sí su aspecto encarnado, porque ha concluido un ciclo de vida. El término de ese ciclo puede ser largo o corto, de acuerdo al propósito involucrado; puede abarcar sólo unos pocos años o un siglo. Previamente al séptimo año, la vitalidad del elemental físico constituye mayormente el factor determinante. El alma está entonces enfocada en el cuerpo etérico, pero no utiliza plenamente todos los centros; apenas ejerce un suave control pulsativo y una tenue actividad impulsora -suficiente como para mantener la conciencia, vitalizar los variados procesos físicos e iniciar la manifestación y disposición del carácter. Esto se acentúa acrecentadamente hasta los veintiún años, cuando se estabiliza en lo que llamamos la personalidad. En el caso de los discípulos, el aferramiento del alma, sobre los centros etéricos, será más poderoso desde el mismo comienzo de la existencia física. Alrededor de los catorce años se determina la cualidad y naturaleza del alma encarnada y su edad o experiencia aproximada, los elementales [i464] físico, astral y mental quedan bajo control, y el alma, el hombre espiritual que mora internamente, ya ha determinado las tendencias y preferencias de la vida. En el caso del hombre común, cuando está determinada su muerte, la lucha entre el elemental físico y el alma es un factor característico, denominándosela esotéricamente “partida lemuriana”; en el caso del hombre medio, en que la vida está enfocada en la naturaleza de deseos, el conflicto se desata entre el elemental astral y el alma, y a esto se lo denomina “la muerte atlante”; en lo que concierne a los discípulos el conflicto será más estrictamente mental, estando frecuentemente enfocado alrededor de la voluntad de servir, la determinación de cumplir con algún aspecto particular del Plan y en la voluntad de retornar con todas sus fuerzas al centro ashrámico. En lo que concierne a los iniciados no existe conflicto, sino un retiro consciente y deliberado. En forma curiosa, si aparenta ser conflicto, será entre las dos fuerzas elementales que todavía permanecen en la personalidad: el elemental físico y la vida mental. No existe ningún elemental astral en el equipo de un iniciado de alto grado. Respecto a la propia naturaleza del individuo, el deseo ha sido totalmente trascendido [e342] Factores que Enfrenta el Alma que se Retira Por lo tanto, en la muerte física y en el acto de restitución, el alma que se retira debe enfrentar los siguientes factores: 1. El elemental físico, la vida integrada y coordinada del cuerpo físico, que trata siempre de mantenerse unida bajo las fuerzas atractivas de todas sus partes componentes y su mutua interacción. Dichas fuerzas actúan a través de cierto número de centros menores. 2. El vehículo etérico, cuya poderosa vida propia coordinada, se expresa a través de los siete [i465] centros mayores, que reaccionan a la impulsora energía mental y astral del alma. Actúa también a través de ciertos centros menores cuya función no consiste en responder a ese aspecto del equipo del hombre que H. P. B. afirma que no es un principio -el mecanismo físico denso. Los centros menores por lo tanto existen en dos grupos: Primero, los que responden a la vida de la materia densa, al aspecto madre, y se hallan definidamente en el arco involutivo, siendo heredados del sistema solar anterior, cuando el hombre era controlado a través de estos centros menores, y algunos centros mayores escasamente desarrollados en el caso de los iniciados y discípulos avanzados de esa época; segundo, los que responden a las energías que les llegan vía los centros mayores, quedando entonces bajo el control del cuerpo astral y el mecanismo mental. En consecuencia verán por qué anteriormente en este tratado me referí a los centros menores. Quizás será de valor si expongo la ubicación de los veintiún centros menores. Están localizados en los siguientes puntos: 1. Dos delante de las orejas, cerca del lugar donde se unen los huesos de la mandíbula. 2. Dos justamente arriba de los dos senos. 3. Uno en el esternón, cerca de la glándula tiroides. Éste, conjuntamente con los dos centros de los senos, forman un triángulo de fuerza. 4. Una en cada palma de las manos. 5. Uno en cada planta de los pies. 6. Dos exactamente detrás de los ojos. 7. Dos también vinculados con las gónadas. 8. Uno cerca del hígado. [i466] 9. Uno vinculado con el estómago, por lo tanto, está relacionado con el plexo solar, pero no es igual a él. [e343] 10. Dos vinculados con el bazo. En realidad constituyen un solo centro, formado por la superposición de ambos. 11. Uno detrás de cada rodilla. 12. Un poderoso centro íntimamente vinculado con el nervio vago. Éste es muy potente y algunas escuelas de ocultismo lo consideran como un centro mayor; no está en la columna vertebral, sino cerca de la glándula timo. 13. Uno cerca del plexo solar, y se relaciona con el centro en la base de la columna vertebral, formando así un triángulo entre el centro sacro, el plexo solar y el centro de la base de la columna. Los dos triángulos mencionados en esta clasificación son muy importantes. Uno está arriba y el otro debajo del diafragma. Una vez más, puede verse el proceso de la muerte como actividad dual y concerniente principalmente al cuerpo etérico. Ante todo tenemos el acopio y el retiro de la sustancia etérica, de manera que ya no interpenetra el organismo físico denso, y su subsiguiente densificación (elijo esta palabra deliberadamente) en esa zona del cuerpo etérico que siempre ha circundado, pero no penetrado, el vehículo denso. Erróneamente se la ha denominado a veces el aura de la salud, y puede ser fotografiada muy fácil y exitosamente durante el proceso de la muerte, más que en ningún otro momento, debido a la acumulación de las fuerzas en retiro, que tienen un espesor de varias pulgadas en la parte externa del cuerpo tangible. En este punto de la experiencia del retiro del alma es cuando se pronuncia “la palabra de la muerte” y previamente a esta enunciación [i467] es posible el retorno a la vida física, y las fuerzas etéricas retiradas pueden nuevamente interpenetrar el cuerpo. La relación con todas las fuerzas retiradas es, hasta este punto, retenida por medio de la cabeza, el corazón o el plexo solar, lo mismo que por los dos centros menores del tórax. Durante todo este tiempo la conciencia del moribundo está enfocada en el cuerpo emocional (astral) o en el vehículo mental, de acuerdo al grado de evolución. No está inconsciente, como podrá parecer al observador, sino plenamente consciente de lo que está ocurriendo. Si se halla fuertemente enfocado en la vida del plano físico, y si constituye el deseo predominante, del cual es más consciente, entonces podrá intensificar el conflicto; tendremos entonces el elemental físico debatiéndose furiosamente por la existencia, la naturaleza de deseos luchando por retardar el proceso de la muerte y el alma empeñada en realizar el trabajo de abstracción y restitución. Esto puede ocasionar, y frecuentemente lo hace, una lucha evidente para los observadores. A medida que la raza humana progresa y se desarrolla, esta triple lucha no será [e344] tan frecuente; el deseo por la existencia del plano físico no parecerá tan atractivo y la actividad del cuerpo astral se desvanecerá. Quisiera que imaginaran (simbólicamente) a un hombre en plena encarnación, arraigado en su faz de experiencia, y a un hombre que se retira de esa experiencia. Significa la repetición, en pequeña escala, del gran proceso planetario de involución y evolución; concierne a esas actividades que producen un enfoque o polarización en cualquiera de las dos direcciones; se asemeja a lo que podría considerarse un proceso de verter vida y luz en un recipiente, en el plano físico, y a la intensificación de la radiación de esa vida y luz, de índole tan potente que, debido al poder evocador del alma, ambas son retiradas y acumuladas en el centro de vida y luz del que originalmente provinieron. He dado [i468] (si pudieran reconocerlo) una definición de la iniciación, pero con una fraseología fuera de lo común. Quizás algunas líneas extraídas de El Manual de la Muerte, que existe en los archivos jerárquicos, podrían explicar y ayudar a adquirir una nueva perspectiva acerca de la muerte. Este manual contiene lo que se denomina “fórmulas que preceden al Pralaya”, las cuales tratan de todos los procesos de la muerte o abstracción, abarcando la muerte de todas las formas, ya sea la muerte de una hormiga, de un hombre o de un planeta. Las fórmulas conciernen únicamente a los dos aspectos de vida y luz -la primera está condicionada por el Sonido y la segunda por la Palabra. Los escritos a que me refiero conciernen a la luz y a la Palabra que la abstrae de la forma o la enfoca en la forma: “Ten presente oh chela, que en las esferas conocidas, la luz sólo responde a la PALABRA. Sabe que esta luz desciende y se concentra; sabe que desde su punto de enfoque escogido ilumina su propia esfera; sabe también que la luz asciende y deja en la oscuridad aquello que, en tiempo y espacio, ha iluminado. A este descenso y ascenso los hombres le llaman vida, existencia y muerte; a esto Nosotros, que hollamos el Camino Iluminado, le llamamos muerte, experiencia y vida. La luz que desciende se ancla en el plano de la apariencia temporaria. Extiende siete hilos, y siete rayos de luz pulsan a lo largo de estos hilos. De allí son irradiados veintiún hilos menores, haciendo que los cuarenta y nueve fuegos fulguren y ardan. En el plano de la vida manifestada surge la palabra: He aquí, ha nacido un hombre. A medida que la vida prosigue, aparece la cualidad de la luz; puede ser tenue y brumosa, o radiante, clara y brillante. Así los puntos de luz dentro de la [i469] Llama pasan y repasan, vienen y van. A esto los hombres lo denominan vida, la [e345] verdadera existencia. Así se engañan ellos mismos, sin embargo cumplen el propósito de sus almas y se adaptan al Plan mayor.
Entonces es emitida una Palabra. El descendente y radiante punto de luz asciende, respondiendo a la apenas perceptible nota de llamada, atraído a su fuente de donde emanó.
A esto el hombre le llama muerte y el alma le llama vida.
La Palabra retiene la luz en la vida; la Palabra abstrae la luz y sólo queda Ese que es la Palabra misma. Esa Palabra es Luz. Esa Luz es Vida, y Vida es Dios”. La manifestación del cuerpo etérico, en tiempo y espacio, contiene en sí lo que ha sido esotéricamente llamado "los dos momentos brillantes”. Tenemos, primero, el momento previo a la encarnación física, cuando la luz descendente (trayendo vida) se enfoca con toda su intensidad alrededor del cuerpo físico y establece una relación con la luz, innata en la materia misma, que existe en cada átomo de sustancia. Esta luz enfocada se concentra en siete zonas de su infranqueable, creando así siete centros mayores que controlarán su expresión y existencia en el plano externo, esotéricamente hablando. Es un momento de gran esplendor, trasformándose casi en un punto de luz palpitante convertido en una llama, y como si dentro de esa llama los siete puntos de intensificada luz adquirieran forma. Este elevado punto en la experiencia de la venida a la encarnación tiene lugar, durante un breve período de tiempo, antes del nacimiento físico. Ello determina la hora del nacimiento. La siguiente fase del proceso, tal como la ve el clarividente, es la etapa de interpenetración, durante la cual “los siete se convierten en veintiuno y luego en los muchos”; la sustancia luz, el aspecto energía del alma, comienza a compenetrar [i470] el cuerpo físico, y se completa el trabajo creador del cuerpo etérico o vital. El primer reconocimiento de esto en el plano físico es el “sonido”, proferido por el niño recién nacido, culminando el proceso. El acto de la creación, por el alma, se ha completado; una nueva luz brilla en un oscuro lugar. El segundo momento brillante se produce a la inversa de este proceso y anuncia el período de restitución y abstracción final, por parte del alma, de su propia energía intrínseca. La prisión de la carne es disuelta mediante el retiro de la luz y la vida. Los cuarenta y nueve fuegos dentro del organismo físico se apagan; su calor y luz son absorbidos por los veintiún puntos menores de luz, que a su vez son absorbidos por los siete centros mayores de energía. Luego es pronunciada la “Palabra de Retorno” y el aspecto conciencia, la cualidad, la luz y la energía, del hombre encarnado, son abstraídos del cuerpo etérico. El principio vida [e346] es retirado también del corazón. Le sigue el brillante surgimiento de una luz eléctrica pura y el “cuerpo de luz” rompe finalmente todo contacto con el vehículo denso, se enfoca durante un breve período en el cuerpo vital y luego desaparece. El acto de restitución se ha realizado. Todo el proceso de enfoque de los elementos espirituales en el cuerpo etérico, con la subsiguiente abstracción y la consiguiente disipación del cuerpo etérico, debería ser grandemente acelerado, sustituyendo la cremación al entierro. Dos Importantes Razones para la Cremación La cremación, esotéricamente hablando, es necesaria por dos razones importantes. Acelera la liberación de los vehículos sutiles (que aún envuelven al alma) del cuerpo etérico, produciendo así la liberación en pocas horas en vez de unos cuantos días; es además un medio muy necesario para purificar [i471] el plano astral e impedir al deseo “la tendencia al descenso”, que obstaculiza grandemente al alma encarnante. No encuentra ningún punto de enfoque, porque el fuego repele esencialmente el aspecto de crear formas que posee el deseo, y es una expresión mayor de la divinidad con la que no tiene una verdadera relación el plano astral, siendo enteramente creado por el alma humana y no por el alma divina. La afirmación de La Biblia “nuestro Dios es un fuego consumidor” se refiere al primer aspecto divino, el aspecto destructor que libera la vida. “Dios es Amor” significa el segundo aspecto, y presenta a Dios como existencia encarnada. La expresión “Dios es un Dios celoso” describe a Dios como forma, circunscripto y limitado, autocentrado y no exteriorizado, o sea, el Sonido destructor, la Palabra de atracción, el Lenguaje individualizado. En el momento de la muerte, desaparece el lenguaje a medida que se enuncia la Palabra y se lleva a cabo la restitución; luego la Palabra ya no se oye, porque el Sonido la elimina o absorbe, produciéndose entonces la total eliminación de todo lo que interfiere al Sonido. Entonces sobreviene el Silencio, y el Sonido mismo ya no se oye; después del acto final de la integración viene la profunda paz. Tenemos así descrito, con fraseología esotérica, todo el proceso de la muerte. Es importante observar que el Arte de Morir se lleva a cabo bajo la básica y fundamental Ley de Atracción, y que el aspecto amor, el segundo aspecto de la divinidad, efectúa el acto de atracción. Excluyo los casos de muerte repentina, porque es el resultado de la actividad del destructor o primer aspecto divino. Aquí la condición es diferente; quizás no involucre la necesidad kármica individual, y detrás de tal acontecimiento pueden existir razones muy confusas y de acondicionamiento grupal. Tan confuso es [e347] el tema en la actualidad que no trataré de dilucidarlo. No poseen suficiente conocimiento acerca de la Ley del [i472] Karma, de las implicaciones kármicas grupales y de las relaciones y obligaciones establecidas en vidas pasadas. Si dijera, por ejemplo, que a veces “el alma puede dejar abierta la puerta protectora para que las fuerzas de la muerte entren nuevamente, sin tener un punto focal detrás de la puerta”, a fin de “pagar más rápidamente las debidas deudas pasadas”, podrá verse cuán oscuro es este tema. En todo lo que escribo me ocupo simplemente de los procesos normales de la muerte -muerte causada por las enfermedades, la edad o la voluntad impuesta por el alma que ha completado un ciclo designado de experiencia y utiliza canales normales para lograr los fines proyectados. La muerte en estos casos es normal, y esto debe captarlo la humanidad con mucha paciencia, comprensión y esperanza. De acuerdo a la Ley de Atracción, al terminar un ciclo de vida y con toda intención, el alma ejerce su poder de atracción, en tal forma, que neutraliza el poder atractivo inherente a la materia misma. Ésta es una clara definición de la causa básica de la muerte. Cuando no se ha establecido conscientemente el contacto con el alma, como sucede en la mayoría de las personas actualmente, la muerte llega como un acontecimiento inesperado o penosamente anticipado. Sin embargo, es una verdadera actividad del alma. Éste es el primer gran concepto espiritual que debe proclamarse para combatir el temor a la muerte. La muerte se lleva a cabo de acuerdo a esta Ley de Atracción y consiste en una constante y científica abstracción del cuerpo vital, fuera del cuerpo físico denso, que conduce eventualmente a la eliminación de todo contacto del alma con los tres mundos. Secuencias de los Acontecimientos durante la Muerte Creo que lo mejor que puedo hacer, a fin de esclarecer más este tópico, es describir la secuencia de los acontecimientos que suceden en el lecho mortuorio, recordándoles que los puntos de abstracción final son tres: [i473] la cabeza, para los discípulos e iniciados y también los tipos mentales avanzados; el corazón, para los aspirantes, las personas de buena voluntad y todos aquellos que han logrado cierta medida de integridad de la personalidad y están tratando de cumplir, hasta donde les es posible, con la ley del amor, y el plexo solar, para las personas no desarrolladas y emocionalmente polarizadas. Todo lo que puedo hacer es clasificar las etapas del proceso, dejando que las acepten como posibles e interesantes hipótesis que esperan ser verificadas; que crean en ellas sin duda alguna, porque confían en mi conocimiento, o bien, [e348] las rechacen como fantásticas, inverosímiles y sin importancia alguna. Recomiendo lo primero, porque les permitirá mantener la integridad mental e indicará una mente abierta que los protegerá al mismo tiempo de la credulidad y la estrechez mental. Estas etapas son: 1. La orden del alma de retirarse a su propio plano, e inmediatamente se produce un proceso interno y se evoca una reacción interna en el hombre, en el plano físico: a. Tienen lugar ciertos sucesos fisiológicos donde se halla asentada la enfermedad, vinculados con el corazón, afectando también a los tres grandes sistemas que tan poderosamente condicionan al hombre físico: la corriente sanguínea, el sistema nervioso en sus diversas expresiones, y el sistema endocrino. No me ocuparé de estos efectos. La patología de la muerte es bien conocida y ha sido muy estudiada exotéricamente; todavía queda mucho por descubrir y será descubierto más adelante. Ante todo me ocuparé de las reacciones subjetivas que, en último análisis, producen la predisposición patológica a la muerte. b. Una vibración corre a lo largo de los nadis. Los nadis son, como bien saben, la contraparte etérica de [i474] todo el sistema nervioso y subyacen en todo nervio del cuerpo físico. Son los agentes, por excelencia, de los impulsos directrices del alma, reaccionando a la actividad vibratoria que emana de la contraparte etérica del cerebro. Responden a la Palabra directriz, reaccionan a la “atracción” del alma, y entonces se organizan para la abstracción. c. La corriente sanguínea es afectada en forma oculta peculiar. Se dice que la “sangre es vida”; es cambiada interiormente como resultado de dos etapas previas, pero principalmente como resultado de una actividad, aún no descubierta por la ciencia moderna, de la cual es responsable el sistema glandular. Las glándulas, en respuesta al llamado de la muerte, inyectan en la corriente sanguínea una sustancia que a su vez afecta al corazón. Allí está anclado el hilo de vida; esta sustancia en la sangre es considerada como “productora de la muerte” y una de las causas básicas del estado de coma y de la pérdida de conciencia. Evoca una acción refleja en el cerebro. La medicina ortodoxa todavía pondrá en duda lo relativo a dicha sustancia y su efecto, pero su presencia será reconocida más tarde. d. Se produce el temblor síquico cuyo efecto es aflojar o romper la conexión entre los nadis y el sistema nervioso; por [e349] ello el cuerpo etérico se desprenderá de su envoltura densa, aunque todavía interpenetre cada una de sus partes. 2. Se produce frecuentemente una pausa en este punto, de corta o larga duración. Esto es permitido a fin de que el proceso de aflojamiento se lleve a cabo lo más suavemente posible y sin dolor. Dicho aflojamiento de los nadis comienza en los ojos. Este proceso de desprendimiento a menudo se demuestra en el relajamiento y falta de temor que [i475] el moribundo demuestra a menudo; evidencia una condición de paz y la voluntad de irse, más la incapacidad de hacer un esfuerzo mental. Parecería como si el moribundo, conservando aún su conciencia, reuniera todos sus recursos para la abstracción final. En esta etapa -cuando el temor a la muerte se haya apartado una vez por todas de la mente racial- los amigos y parientes “celebrarán un festival” para el moribundo y se alegrarán con él porque abandona su cuerpo. Actualmente no es posible, pues prevalece la angustia, no siendo reconocida ni utilizada esta etapa, pero lo será algún día. 3. El cuerpo etérico organizado, desprendido de toda relación nerviosa, debido a la acción de los nadis, comienza a recogerse para la partida final. Se retira de las extremidades hacia la requerida “puerta de salida”, enfocándose en la zona alrededor de esa puerta, esperando el “tirón” final del alma directriz. Hasta aquí esto ha proseguido de acuerdo a la Ley de Atracción -la voluntad magnética y atractiva del alma. Ahora se hace sentir otro “tirón” o impulso atractivo. El cuerpo físico denso, la totalidad de los órganos, células y átomos, se van liberando constantemente de la potencia integradora del cuerpo vital mediante la acción de los nadis, y comienzan a responder al tirón atractivo de la materia misma. Esto se ha denominado la atracción de la "tierra” y es ejercida por esa misteriosa entidad que llamamos el “espíritu de la tierra”; tal entidad se halla en el arco involutivo y es para nuestro planeta lo que el elemental físico para el cuerpo físico del hombre. Esta fuerza de vida del plano físico es esencialmente la vida y la luz de la sustancia atómica -la materia con la cual están hechas todas las formas. La sustancia de todas las formas es devuelta a este depósito de vida involutiva y material. La restitución de [i476] la materia apropiada a la forma ocupada por el alma, durante un ciclo de vida, consiste en devolver a este “César”, del mundo involutivo, lo que le pertenece, mientras que el alma retorna al Dios que la envió. Es evidente, por lo tanto, que en esta etapa se lleva a cabo un proceso dual de atracción: [e350] a. El cuerpo vital se está preparando para irse. b. El cuerpo físico responde a la disolución. Podría agregarse que hay también una tercera actividad, aquella en que el hombre consciente, retira su conciencia, constante y gradualmente, dentro de los vehículos astral y mental, como preparación para la total abstracción del cuerpo etérico en el momento apropiado. El hombre se va desapegando cada vez más del plano físico, retrotrayéndose en sí mismo. En el caso de una persona evolucionada este proceso se lleva a cabo conscientemente, y el hombre retendrá su interés vital y la percepción de sus relaciones con los demás, aunque vaya perdiendo su aferramiento a la existencia física. En la vejez este desapego puede observarse más fácilmente que en la muerte por enfermedad, y con frecuencia puede observarse que el alma o el hombre viviente interno, pierde su aferramiento sobre lo físico y, por lo tanto, sobre la realidad ilusoria. 4. Nuevamente se produce una pausa. En este punto el elemental físico puede a veces recobrar su aferramiento sobre el cuerpo etérico, si el alma lo considera deseable y si la muerte no es parte del plan interno, o si el elemental físico es tan poderoso que puede prolongar el proceso de la muerte. Esta vida elemental a veces libra una batalla que dura días y semanas. Sin embargo, cuando la muerte es inevitable, la pausa en este punto será excesivamente breve y a veces durará segundos. El elemental físico pierde su aferramiento y el cuerpo [i477] etérico espera el “tirón” final del alma, actuando de acuerdo a la Ley de Atracción. 5. El cuerpo etérico sale del cuerpo físico denso en etapas graduales y por un punto escogido de salida. Cuando ha terminado de salir, el cuerpo vital asume entonces los vagos contornos de la forma que energetizó, haciéndolo bajo la influencia de la forma mental que el hombre ha construido de sí mismo durante años. Esta forma mental existe en el caso de cada ser humano, y debe ser destruida antes que la segunda etapa de eliminación se haya completado. Me referiré a esto más adelante. Aunque liberado de la prisión del cuerpo físico, el cuerpo etérico no está aún libre de su influencia. Existe todavía una pequeña relación entre ambos, la cual mantiene al hombre espiritual cerca del cuerpo recién abandonado. Debido a ello los clarividentes pretenden a menudo haber visto el cuerpo etérico flotando alrededor del lecho de muerte o del ataúd. Interpenetrando todavía al cuerpo etérico se hallan las energías integradas que llamamos cuerpo astral y vehículo mental, y en el centro existe un punto de luz que indica la presencia del alma. [e351] 6. El cuerpo etérico se dispersa gradualmente a medida que las energías que lo componen se reorganizan y retiran, dejando únicamente la sustancia pránica que se identifica con el vehículo etérico del planeta mismo. Estos procesos de dispersión, como dije anteriormente, son grandemente ayudados por la cremación. En el caso de una persona no evolucionada, el cuerpo etérico puede permanecer durante largo tiempo en la cercanía de su cascarón externo en desintegración, porque la atracción del alma no es potente y el aspecto material lo es. Cuando es una persona evolucionada y su pensamiento está desligado del plano físico, la disolución del cuerpo vital puede ser excesivamente rápida. Una vez que esto se ha realizado, el proceso de restitución ha concluido; el hombre [i478] está libre, temporalmente al menos, de toda reacción provocada por el tirón atractivo de la materia física; permanece en sus cuerpos sutiles preparado para el gran acto que he denominado “El Arte de la Eliminación Al finalizar esta inadecuada explicación de la muerte del cuerpo físico, en sus dos aspectos, surge un pensamiento: la integridad del hombre interno. Permanece siendo él mismo. Queda intacto, sin trabas; es un agente libre en lo que concierne al plano físico, y ahora responde únicamente a tres factores predisponentes: 1. La cualidad de su equipo astral-emocional. 2. La condición mental en la que habitualmente vive. 3. La voz del alma, a menudo poco conocida, pero a veces muy conocida y amada. La individualidad no se pierde, es la misma persona que se halla todavía en el planeta. Sólo ha desaparecido lo que fue parte integrante de la apariencia tangible de nuestro planeta. Lo que ha sido amado u odiado, lo que ha sido útil o inútil para la humanidad, quien ha servido a la raza o ha sido ineficaz, aún persiste, está en contacto con los procesos cualitativos y mentales de la existencia, y permanecerá eternamente -individual, cualificado por el tipo de rayo, parte del reino de las almas y un alto iniciado por propio derecho.
3. DOS PREGUNTAS IMPORTANTES He procurado en las páginas precedentes, dar una vislumbre de la verdadera naturaleza de lo que se denomina muerte. La muerte es el retiro, consciente o inconsciente, de la entidad viviente interna de su cascarón externo, su correspondencia o analogía vital interna y, finalmente, la muerte es el abandono del cuerpo o cuerpos sutiles, de acuerdo al grado de evolución de la persona. También he tratado de mostrar la normalidad de este proceso [e352][i479] familiar. El horror que produce la muerte en el campo de batalla o por accidente, se debe al shock producido en la zona del cuerpo etérico, necesitando un rápido reajuste de sus fuerzas constituyentes y una súbita e inesperada reintegración de sus partes componentes en respuesta a una acción definida que por fuerza debe emprender el hombre en su cuerpo kama-manásico. Esta acción no significa reemplazar nuevamente al hombre interno dentro del vehículo etérico, sino que requiere la reunión de los aspectos dispersos de ese cuerpo, de acuerdo a la Ley de Atracción, para que pueda tener lugar la disolución final y total. Antes de encarar nuestro tema (el Arte de la Eliminación) quisiera responder a dos preguntas que me parecen importantes, frecuentemente formuladas por el ansioso e inteligente estudiante. La primera, en realidad, expresa cierto desengaño por esta serie de instrucciones. Puede ser formulada de la manera siguiente: ¿Por qué el Instructor Tibetano no se ocupa de las enfermedades definidas o básicas, no trata de su patología, no expone cómo curarlas o sugiere cómo tratarlas, ni indica sus causas directas, impartiendo detalladamente los procesos de recuperación? No lo hago, porque poco puedo agregar técnicamente a lo que ya ha comprobado la ciencia médica acerca de los síntomas, las localizaciones y las tendencias generales donde se producen condiciones enfermizas. La observación, experimentación, prueba y error, éxitos y fracasos, han dado al hombre moderno un conocimiento amplio, exacto y definido de los aspectos externos y los efectos de la enfermedad. Tiempo y constante observación entrenada han indicado análoga y definidamente los procesos paliativos o medidas preventivas (tal como la vacunación antivariólica) y han probado ser útiles después de muchos años. La investigación, la experimentación y las crecientes facilidades que la ciencia proporciona, aumentan la capacidad del hombre para ayudar, curar a veces, y frecuentemente [i480] aliviar y aminorar las reacciones del dolor. La ciencia médica y la destreza quirúrgica han avanzado a saltos, pues lo que hoy se conoce o capta parcialmente es de índole tan vasta y de aspectos científicos y terapéuticos tan intrincados, que ha hecho surgir a los especialistas, dando cabida a quienes se concentran en un campo particular y por lo tanto sólo se ocupan de ciertas condiciones que promueven la mala salud y la enfermedad, y adquieren con ello mucha destreza, conocimiento y frecuente éxito. Todo esto es muy bueno, a pesar de lo que digan los amargados y las personas con método propio de curación, o aquellos que nada quieren saber con la profesión médica y prefieren algún culto o un acercamiento más nuevo al problema de la salud. [e353] La razón por la cual existen acercamientos más nuevos se debe a que la ciencia médica ha progresado tanto que ha tocado los límites de su zona o campo puramente físico, que está ahora al borde de penetrar en el reino de lo intangible, acercándose así al mundo de las causas. Por esta razón no he perdido tiempo con los detalles de las enfermedades, la enumeración o consideración de enfermedades específicas, sus síntomas o su tratamiento, porque esto lo abarcan totalmente los libros de texto disponibles; también pueden observarse sus muchas y variadas etapas en nuestros grandes hospitales. Sin embargo, me he ocupado de las causas latentes de las enfermedades -tales como la tuberculosis, sífilis y cáncer- inherentes al hombre individual, a la humanidad en su totalidad y también a nuestro planeta. He trazado las bases psicológicas de las enfermedades y he indicado un campo prácticamente nuevo donde la enfermedad, particularmente en sus primeras etapas, puede ser estudiada. Cuando la base psicológica de la enfermedad pueda ser comprendida y su naturaleza real aceptada por el médico ortodoxo, el cirujano, el sicólogo y el sacerdote, entonces todos trabajarán juntos en esta zona progresiva de entendimiento y lo que hoy se tilda vagamente de “medicina preventiva” ocupará su debido lugar. Prefiero definir esta etapa de aplicación [i481] médica como de organización de esos métodos por los cuales la enfermedad puede ser evitada, y de desarrollo de esas técnicas por cuyo intermedio se impartirá el correcto entrenamiento psicológico -desde la juventud- y, por el preciso énfasis puesto sobre el hombre espiritual interno, se subsanarán esas condiciones y evitarán esos hábitos que hoy conducen inevitablemente a la mala salud, a definidas enfermedades sintomáticas y a la muerte eventual. En la afirmación que antecede no me refiero a la ciencia afirmativa o especulativa, tal como la “Christian Science” (Ciencia Cristiana) o esas escuelas de pensamiento que atribuyen todas las enfermedades al poder del pensamiento. Me interesa la necesidad inmediata del correcto entrenamiento psicológico basado en el conocimiento de la constitución del hombre, en la ciencia de los siete rayos (las fuerzas que condicionan al hombre y hacen de él lo que es) y en la astrología esotérica; me interesa la aplicación de los conocimientos hasta ahora considerados peculiares y esotéricos, que son considerados lentamente en forma general y han progresado mucho durante los últimos veinticinco años. No estoy interesado en la abolición del tratamiento médico, ni me preocupa apoyar los más nuevos métodos de tratamiento -todos los cuales se hallan aún en la etapa experimental y por lo tanto han [e354] contribuido en algo a la ciencia médica en su totalidad. Por la unida contribución deberá surgir un más rico y fluido acercamiento entre el médico y el paciente. El cuadro descrito, del antecedente psicológico de todas las enfermedades, empleará mucho tiempo en plasmarse; mientras tanto la contribución de la medicina es indispensable. A pesar de los errores, falsos diagnósticos y muchos equívocos, la humanidad no puede permanecer sin médicos, cirujanos y hospitales. Se necesitan urgentemente y se necesitarán durante muchos siglos. Esta declaración no debe causar desaliento. La humanidad no puede ser llevada inmediatamente a una condición de perfecta salud física, aunque el correcto entrenamiento psicológico desde la infancia, hará mucho en el transcurso de pocas décadas. Erróneas [i482] condiciones se han estado desarrollando durante mucho tiempo. La moderna medicina debe llegar a poseer una mente más abierta y estar dispuesta (después de la debida comprobación profesional) a endosar lo nuevo, de naturaleza innovadora y poco común. Las barreras erigidas por la medicina especializada deben derribarse, y buscarse, instruirse e investigar las nuevas escuelas, y, finalmente, incluirlas en las filas ortodoxas. Las nuevas escuelas, tales como las que se ocupan de la electroterapia, las quiroprácticas, las dietéticas, que pretenden curar todas las enfermedades mediante alimentos adecuados, y los excéntricos naturópatas, además de otras escuelas y cultos, no deben estar tan arrogantemente seguros de que poseen todo el conocimiento, que su acercamiento es el único o que tienen un cúralotodo universal, excepcional y definitivamente infalible. Dichos grupos, particularmente los quiroprácticos, han dañado definidamente su causa y perjudicado su esfuerzo debido a su ruidosa seguridad (en un campo que aún se halla en la etapa experimental) y por sus constantes ataques a la medicina ortodoxa. Esta última, a su vez, se ha limitado a sí misma, porque no ha reconocido lo bueno y correcto de las nuevas escuelas: se ha sentido antagonizada por su clamor para ser reconocida y por su carencia de métodos científicos. El deseo de la medicina ortodoxa es proteger al público en general. Necesita hacerlo para evitar los desastres que provocarían los fanáticos y los métodos no probados, y ha ido demasiado lejos a este respecto. La escuela de pensamiento que he apoyado en estas instrucciones también será desafiada, y esto durante largo tiempo. Sin embargo los efectos mentales y psicológicos de la guerra mundial apresurarán grandemente el reconocimiento de las bases psicológicas de las enfermedades y otras perturbaciones; por lo tanto la medicina moderna enfrenta su mayor oportunidad. Una combinación de la verdadera ciencia médica (lograda por el hombre, en el transcurso de las edades, bajo la inspiración de su [e355] naturaleza divina) y de los nuevos sistemas del tratamiento formulados por [i483] las numerosas escuelas de pensamiento, de práctica y experimento, y también el reconocimiento de las energías que condicionan al hombre, actuando a través de los siete centros en su cuerpo vital, y de las influencias astrológicas que igualmente lo condicionan por intermedio del hombre interno, producirá oportunamente el nuevo acercamiento médico, que mantendrá al hombre en un estado de buena salud, detendrá la enfermedad en sus primeras etapas y, finalmente, inaugurará ese ciclo en los asuntos humanos donde la enfermedad y la mala salud serán la excepción, no la regla como en la actualidad, y donde la muerte será considerada una feliz y designada liberación y no, como sucede hoy, un temible enemigo. La segunda pregunta concierne definidamente a los procesos de la muerte. Se han hecho preguntas: ¿Qué actitud adopta El Tibetano acerca de la cremación y en qué condiciones debería efectuarse? Es algo afortunado y feliz que la cremación se vaya imponiendo acrecentadamente. Dentro de poco tiempo la tarea de sepultar a los muertos en la tierra será contraria a la ley, y la cremación obligatoria una medida saludable y sanitaria. Desaparecerán eventualmente esos lugares síquicos e insalubres llamados cementerios, así como la adoración a los antepasados va desapareciendo tanto en Oriente -con su culto a los antepasados- como en Occidente -con su igualmente estúpido culto a la posición social heredada. Mediante la aplicación del fuego, todas las formas son disueltas; cuanto más rápidamente se destruye el vehículo físico humano, con más rapidez se rompe el aferramiento del alma que se retira. Muchas tonterías se dicen en la literatura teosófica actual acerca de la ecuación tiempo, en relación con la destrucción secuencial de los cuerpos sutiles. Sin embargo, debe decirse que en cuanto se ha establecido científicamente la verdadera muerte (por el médico ortodoxo a cargo del caso) y se ha asegurado que no queda una chispa de vida en el cuerpo físico, entonces es posible la cremación. Esta total o verdadera [i484] muerte acontece cuando el hilo de la conciencia y el hilo de la vida han sido retirados totalmente de la cabeza y del corazón. El respeto y la mesura tienen exacta cabida en este proceso. La familia del muerto necesita pocas horas para adaptarse al hecho de la desaparición inminente de la forma externa y comúnmente amada; debe también cumplirse debidamente con las formalidades exigidas por el estado o la municipalidad. Este elemento tiempo se refiere principalmente a los que quedan, a los vivos y no a los muertos. La pretensión de que el cuerpo etérico no debe ser precipitadamente cremado y la [e356] creencia de que debe deambular durante un período determinado de varios días, no tienen tampoco una verdadera base. No existe una necesidad etérica para esta demora. Cuando el hombre interno se retira de su vehículo físico, lo hace simultáneamente del cuerpo etérico. Es cierto que el cuerpo etérico puede deambular por un largo período en el “campo de emanación”, cuando el cuerpo físico es enterrado, y frecuentemente persistirá hasta la total desintegración del cuerpo denso. El proceso de momificación, tal como se practicó en Egipto, y el embalsamamiento, tal como se practica en Occidente, han sido responsables de la perpetuación del cuerpo etérico, a veces durante siglos. Esto es particularmente así cuando la momia o la persona embalsamada fue un individuo malo durante su vida; el ambulante cuerpo etérico a menudo es “poseído” por una entidad mala o una fuerza maligna. Ésta es la causa de los ataques y desastres que frecuentemente persiguen a quienes descubren antiguas tumbas y sus moradores, las antiguas momias, y desentierran a ellas y sus posesiones. Donde se practica la cremación no sólo se logra la inmediata destrucción del cuerpo físico y su restitución a la fuente de sustancia, sino que el cuerpo vital también rápidamente se disuelve y sus fuerzas son arrastradas por la corriente ígnea al depósito de energías vitales. Siempre constituyó parte inherente [i485] a este depósito, el poseer ya sea una forma o un estado amorfo. Después de la muerte y de la cremación estas fuerzas aún existen, pero son absorbidas en un todo análogo. Reflexionen sobre esta afirmación, porque proporcionará la clave del trabajo creador del espíritu humano. Si es necesario esperar debido al sentimiento de la familia o a los requerimientos municipales, la cremación debería hacerse dentro de las treinta y seis horas; cuando no hay razón para esperar, la cremación puede hacerse doce horas después. Sin embargo, es prudente esperar doce horas a fin de asegurase que se ha producido la verdadera muerte. |
|||
|
|||
Castellano: |
|
Inglés: |
|
|
|||
|
|||
|
|||
![]() Los Libros Azules © 2010 — info@libros-azules.org |