|
|||
|
|||
|
|||
Castellano: |
|
Inglés: |
|
|
|||
CAPITULO SEXTO El Arte de la Eliminación |
|||
[e357][i486] PARA RETOMAR el hilo de nuestra instrucción, consideraremos ahora la actividad del hombre espiritual interno que ha descartado sus cuerpos físico y etérico y permanece en el cascarón del cuerpo sutil -un cuerpo compuesto de sustancia astral o sensoria, y mental. Debido a que el hombre común es fuertemente emocional y está polarizado en los sentidos, prepondera la idea de que él se retira, después de la verdadera muerte, primero a su cuerpo astral y luego a su vehículo mental. Pero en realidad no es así. La base de esta idea consiste en que un cuerpo está construido predominantemente de materia astral. Muy pocas personas han llegado a tal grado de evolución que el vehículo en el cual se encuentran después de la muerte, está compuesto en su mayor parte de sustancia mental. Sólo los discípulos e iniciados que viven por lo común en sus mentes, se encuentran inmediatamente después de la muerte en el plano mental. Muchas personas descubren que están en el plano astral revestidas de un cascarón de materia astral y obligadas a pasar un período de eliminación en la zona ilusoria del plano astral. Como he dicho anteriormente, el plano astral no tiene existencia real, es una creación ilusoria de la familia humana. Sin embargo, de ahora en adelante (por la derrota de las fuerzas del mal y el revés sufrido por la Logia Negra) el plano astral lentamente se convierte en una creación que va muriendo, [i487] y en el período final de la historia humana (en la séptima raza raíz) dejará de existir, pero ahora no es así. Con la sustancia sensoria que constituye el plano astral, se construyen formas ilusorias, siendo todavía una barrera en el sendero del alma, que busca la liberación. Aún “mantiene aprisionada” a innumerables personas que hasta en el momento de la muerte su principal preocupación es el deseo, los pensamientos ambiciosos y la sensibilidad emocional, constituyendo ellas una gran mayoría. En la época atlante vino a la existencia el plano astral; no existía prácticamente el estado mental de conciencia, aunque los “hijos de la mente” ocupaban su lugar en lo que hoy se considera los niveles superiores de ese [e358] plano. El átomo mental permanente también se hallaba prácticamente en estado pasivo dentro de cada forma humana, y por consiguiente el plano mental no ejercía atracción como sucede hoy. Muchas personas poseen todavía conciencia atlante, y cuando salen del estado físico de conciencia y descartan su cuerpo físico dual, se enfrentan con el problema de la eliminación del cuerpo astral, pero les resulta fácil liberarse de cualquier prisión mental del alma. Éstas son las personas comunes y poco evolucionadas que después de eliminar el cuerpo kámico o de deseos, poco tienen que hacer; no existe un vehículo mental que las atraiga hacia una integración mental, porque no hay una potencia mentalmente enfocada; el alma en los niveles mentales superiores está aún “en profunda meditación” y totalmente inconsciente de su sombra en los tres mundos. El arte de la eliminación puede por lo tanto clasificarse en tres tipos: 1. Tal como lo practican esas personas cuya cualidad y constitución son puramente astrales; se las denomina “kámicas”. 2. Tal como lo practican las personas equilibradas que ya son personalidades integradas; se las denomina “kama-manásicas”. [i488] 3. Tal como lo practican las personas evolucionadas y los discípulos de todos los grados, cuyo “enfoque vital” es principalmente mental; se las denomina “manásicas”. Todas están regidas por las mismas reglas básicas, pero el énfasis difiere en cada caso. Les pediría tener presente que allí donde no existe un cerebro físico y la mente no se ha desarrollado, el hombre interno está prácticamente sofocado en una envoltura de materia astral y durante largo tiempo sumergido en lo que llamamos plano astral. La persona kama-manásíca posee lo que se llama “la libertad que otorga la vida dual”, y es dueña de una forma dual que le permite hacer contacto a voluntad con los niveles superiores del plano astral y con los niveles inferiores del plano mental. Recordaré nuevamente que no hay en ese momento cerebro físico para registrar estos contactos. La conciencia del contacto depende de la actividad innata del hombre interno y de su peculiar estado de captación y apreciación. La persona manásica posee un vehículo mental transparente cuya tenue densidad está en proporción con la liberación del deseo y de la emoción. Estos tres tipos de personas emplean un proceso eliminador de naturaleza similar, pero utilizan una técnica diferente en el proceso. En bien de la claridad podría decirse que: 1. El individuo kámico elimina su cuerpo astral mediante la atrición y lo abandona mediante la analogía astral del centro plexo [e359] solar. Esta atrición se debe a que todos los deseos innatos y las emociones inherentes están, en esta etapa, relacionados con la naturaleza animal y el cuerpo físico -que ninguno de los dos existen ya. 2. El individuo kama-manásico emplea dos técnicas. Esto sucede lógicamente porque elimina, primeramente, su cuerpo astral y luego su vehículo mental. [i489] a. Elimina el cuerpo astral por el creciente deseo de llevar una vida mental. Se retira gradual y constantemente al cuerpo mental y el cuerpo astral esotéricamente “se desprende” y finalmente desaparece. Esto sucede por lo general en forma inconsciente y quizás necesite bastante tiempo. Sin embargo, cuando el hombre está por encima del término medio y al borde de ser un individuo manásico, la desaparición se produce súbita y dinámicamente, y el hombre queda liberado dentro de su cuerpo mental, lo cual sucede en forma consciente y rápida. b. Destroza el cuerpo mental por un acto de voluntad humana, y además porque el alma comienza a ser lentamente consciente de su sombra. El hombre interno es atraído hacia el alma, aunque muy tenuemente. Este proceso es relativamente rápido y depende de la extensión de la influencia manásica. 3. El individuo manásico, enfocado ahora en su cuerpo mental, tiene dos cosas que realizar para: a. Disolver y desembarazarse de cualquier sedimento astral que pudiera empañar su transparente cuerpo mental El denominado cuerpo astral ya no existe prácticamente como factor de expresión. Esto lo logra haciendo afluir mayor luz desde el alma. En esta etapa la luz del alma disuelve la sustancia astral, así como la luz combinada del alma de la humanidad, disolverá finalmente el así llamado plano astral. b. Destruir el cuerpo mental empleando ciertas Palabras de Poder, las cuales son comunicadas al discípulo por intermedio del Ashrama de su Maestro y hacen afluir el poder del alma en gran medida, produciendo en consecuencia tal [i490] expansión de conciencia dentro del cuerpo mental, que es despedazado y no constituye ya una barrera para el hombre interno. Ahora puede ser un liberado hijo de la mente, dentro del Ashrama de su Maestro, de donde “no saldrá más”. Actividades Iniciadas inmediatamente después de la Muerte[e360] Después de la muerte y particularmente si ha tenido lugar la cremación, el hombre, en su cuerpo kama-manásico, está tan consciente y atento a su medio ambiente como cuando estaba vivo en el plano físico. Esta fraseología concede cierta elasticidad respecto a la amplitud de la percepción y observación; por lo tanto la misma elasticidad debe tenerse en cuenta para quienes se hallan en el plano físico. No toda la gente está igualmente despierta ni es consciente de las circunstancias o de la experiencia inmediata. No obstante, debido a que la mayoría de las personas son más conscientes emocionalmente que físicamente, y viven en gran medida enfocadas en sus vehículos astrales, el hombre está bastante familiarizado con el estado de conciencia en que se encuentra. Recuerden que un plano es esencialmente un estado de conciencia y no un lugar, según creen muchos esotéricos. La persona autoconsciente reconoce esto por medio de la reacción enfocada, que constantemente y en forma característica son conscientes de sí mismas, sensibles al tema de su medio ambiente y de sus deseos exteriorizados o (en lo que respecta a las personas evolucionadas que actúan en niveles más elevados del plano astral) son sensibles a la exteriorización del amor y la aspiración; el hombre siempre es absorbido por aquello que ocupó su atención e involucró el principio kámico durante su experiencia en la encarnación. Vuelvo a recordar que en ese momento no hay cerebro físico que responda a los impactos generados por el hombre interno, y también que el sexo, tal como se lo comprende en sentido físico, no existe. Los espiritistas harían bien en recordar esto y en darse cuenta de la estupidez y también de la imposibilidad de concretar esos matrimonios [i491] espirituales que ciertas escuelas de pensamiento enseñan y practican. El hombre, en su cuerpo astral, se halla libre de sus impulsos estrictamente animales que, en el plano físico, son normales y correctos, pero ahora nada significan para él en su cuerpo kámico. Por lo tanto, tomemos al hombre común. ¿Cuáles son sus primeras actividades y reacciones después de la restitución del cuerpo físico al depósito universal de sustancia? Permítanme enumerar algunas de dichas reacciones: 1. Llega a ser conscientemente consciente de sí mismo. Esto involucra una claridad de percepción desconocida para el hombre común, mientras está en encarnación física. 2. El tiempo (que constituye la sucesión de acontecimientos registrados por el cerebro físico) ya no existe tal como entendemos el término, y -a medida que el hombre dirige su atención a [e361] su más claramente definido yo emocional- surge invariablemente un momento de contacto directo con el alma. Esto se debe a que, aun en el caso del hombre más ignorante y subdesarrollado, el momento de la completa restitución no pasa inadvertido para el alma. Tiene un definido efecto egoico, algo parecido a un largo y fuerte tirón dado a la cuerda de una campana, si puedo emplear tan simple símil. Durante un breve segundo el alma responde, y la naturaleza de su respuesta es tal, que el hombre, situado en su cuerpo astral o más bien en su vehículo kama-manásico, ve ante sí, como en un mapa, las experiencias que ha tenido en la reciente encarnación. Registra y siente que el tiempo no existe. 3. Como resultado del reconocimiento de dichas experiencias, el hombre aísla esas tres experiencias que constituyeron los tres principales factores condicionantes en la reciente vida y que contienen la clave de la futura encarnación, que iniciará próximamente. Todo lo demás es olvidado y todas las experiencias menores desaparecen de su memoria, no quedando en [i492] su conciencia nada más que lo que esotéricamente se denomina “las tres simientes o gérmenes del futuro”, relacionadas en forma peculiar a los átomos permanentes físico y astral, produciendo así la quíntuple fuerza creadora de las formas que aparecerán más tarde. Podría decirse que: a. La primera simiente determinará más adelante la naturaleza del medio ambiente físico en el cual ocupará su lugar el hombre que retorna. Está relacionada con la cualidad de ese medio ambiente futuro, condicionando así el campo necesario o zona de contacto. b. La segunda simiente determina la cualidad del cuerpo etérico como vehículo a través del cual las fuerzas de rayo pueden hacer contacto con el cuerpo físico denso. Delimita la estructura etérica o red vital, por la cual circularán las energías entrantes, y está particularmente relacionada con ese centro especial, entre los siete, que estará más activo y tendrá mayor vitalidad durante la próxima encarnación. c. La tercer simiente da la clave del vehículo astral en el que estará polarizado el hombre en la siguiente encarnación. Recuerden que me refiero al hombre común, no al ser humano evolucionado, discípulo o iniciado. Es la simiente que -por medio de las fuerzas de atracción- pone al hombre otra vez en relación con quienes amó anteriormente o estuvo en estrecho contacto con él. Debería aceptarse como un hecho que la idea grupal rige subjetivamente todas las encarnaciones y que el hombre encarnado renace no sólo por el [e362] propio deseo de obtener experiencias en el plano físico, sino también por el impulso grupal y de acuerdo al karma grupal, además del propio. Debería dársele a este punto mayor énfasis. Una vez que sea verdaderamente captado y entendido, desaparecerá en gran parte [i493] el temor que engendra la idea de la muerte. Lo familiar y amado seguirá siendo familiar y amado, porque la relación ha sido estrechamente establecida durante muchas encarnaciones, y según lo expresa El Antiguo Comentario: “Las simientes que determinan el reconocimiento no están exclusivamente en mí y en ti, sino también en el grupo; dentro del grupo relacionan mutuamente a sus miembros en tiempo y espacio. Sólo en las tres inferiores hallan su verdadera existencia quienes están vinculados. Cuando el alma conoce al alma en el lugar de reunión, hasta donde llega el llamado del Maestro, dichas simientes desaparecen”. Será evidente, por lo tanto, que es necesario entrenar a los niños a reconocer y beneficiarse de la experiencia, pues una vez aprendida, facilitará grandemente esta tercera actividad en el plano astral después de la muerte. 4. Habiendo completado “la experiencia del aislamiento” el hombre buscará, y automáticamente hallará, a quienes la influencia de la tercer simiente los señala como que forman constantemente parte de la experiencia grupal, de la cual consciente o inconsciente es un elemento. Una vez establecida nuevamente la relación (si los buscados no han eliminado todavía el cuerpo físico), el hombre actúa, como lo haría en la tierra, en compañía de sus íntimos y de acuerdo a su temperamento y grado de evolución. También buscará a quienes están más estrechamente ligados a él, a aquellos que ama u odia, si se hallan aún en encarnación física, y -así como lo hizo en la tierra- permanecerá cerca de ellos, consciente de sus actividades, aunque (a no ser que estén muy evolucionados) no se den cuenta de la de él. No puedo darles ningún detalle del recíproco toma y daca ni de los modos y métodos de contacto. Cada persona es diferente, cada temperamento es mayormente excepcional. Sólo trato de poner [i494] en claro ciertas líneas básicas de conducta, seguidas por el hombre antes del acto o actos, de eliminación. Estas cuatro actividades abarcan diversos períodos de tiempo -desde el ángulo de “aquellos que viven en lo inferior”, aunque el hombre que vive en el plano astral desconoce el tiempo. Gradualmente el engaño y el espejismo (en orden inferior o superior) se desvanecen, y el hombre entra en la etapa en que sabe -porque la mente es ahora más incisiva y dominante- que está [e363] preparado para la segunda muerte y la eliminación total del cuerpo kámico o el vehículo kama-manásico. Debe recordarse, entre otras cosas, que una vez realizada la restitución del físico en sus dos aspectos, el hombre interno se halla, como ya he dicho, plenamente consciente. El cerebro físico y el girar de las fuerzas etéricas (muy desorganizadas en la mayoría de los hombres) ya no están presentes. Éstos son los dos factores que han llevado a los estudiantes a creer que las experiencias por las que pasa el hombre en los planos internos de los tres mundos, consisten en ambular de acá para allá, o en una experiencia semiconsciente, o indica la repetición de la vida, excepto en el caso de gente muy avanzada, discípulos e iniciados. Pero esto no es así. El hombre en los planos internos no sólo es consciente de sí mismo como individuo -con sus propios proyectos, vida y asuntos- como lo fue en el plano físico, sino que es análogamente consciente de los estados de conciencia circundantes. Quizás esté bajo el espejismo de la existencia astral o sujeto a la impresión telepática de las diversas corrientes de pensamiento que emanan del plano mental, pero también será consciente de sí mismo y de su mente (o de la medida de vida manásica desarrollada) en forma mucho más potente que cuando actuaba por intermedio del cerebro físico, cuando su enfoque de conciencia era como la del aspirante, pero anclado en el [i495] cerebro. Su experiencia es mucho más rica y plena que cuando estaba encarnado. Si reflexionaran sobre esto por un momento, comprenderían que lógicamente debe ser así. Por lo tanto podrá inferirse que el Arte de la Eliminación es practicado en forma más definida y efectiva que la restitución del vehículo físico. Otro punto debe ser considerado. En el aspecto interno, los hombres saben que la Ley de Renacimiento rige los procesos experimentales de la vida del plano físico, y se dan cuenta, que antes de la eliminación de los cuerpos kámico (deseo), kama-manásico y manásico (mental), sólo pasan a través de un intervalo entre encarnaciones y que consiguientemente encaran dos grandes experiencias: 1. El momento (largo o corto de acuerdo al grado de evolución) donde se hará contacto con el alma o ángel solar. 2. Luego de ese contacto se produce una reorientación relativamente violenta hacia la vida terrena, que conduce a lo que se denomina “el proceso de descenso y llamado”, donde el hombre: a. Se prepara de nuevo para la encarnación física. b. Emite su propia y verdadera nota dentro de la sustancia de los tres mundos. [e364] c. Revitaliza los átomos permanentes, que forman un triángulo de fuerza en el cuerpo causal. d. Reúne la sustancia necesaria para formar sus futuros cuerpos de manifestación. e. Los matiza con las cualidades y características que ha adquirido mediante la experiencia de la vida. f. Organiza, en el plano etérico, la sustancia de su cuerpo vital, de tal modo que los siete centros adquieren forma y pueden convertirse en recipientes de fuerzas internas. g. Elige deliberadamente a quienes le proporcionarán la envoltura física densa necesaria, y luego espera el momento de la encarnación. Los estudiantes [i496] esotéricos harían bien en recordar que los padres sólo aportan el cuerpo físico denso. Aportan nada más que un cuerpo de cualidad y naturaleza particular, que proporcionará el necesario vehículo de contacto con el medio ambiente exigido por el alma encarnante. También pueden proporcionar relación grupal, en cierta medida, allí donde la experiencia del alma es prolongada y se ha establecido una verdadera relación grupal. Estos dos momentos críticos los enfrenta conscientemente el hombre desencarnado y sabe lo que está haciendo dentro de los limites establecidos por su grado de evolución. La Experiencia en el DevachanQuisiera también puntualizar que la tarea de emprender conscientemente el arte de la eliminación, y la percepción del proceso y propósito, constituyen en realidad el estado de conciencia llamado devachán por los teósofos ortodoxos. Esta experiencia ha sido muy mal entendida. Prevalece la idea general que, después de haberse desprendido de los cuerpos astral y mental, el hombre entra en una especie de estado de ensoñación donde vuelve a experimentar y considerar pretéritos acontecimientos a la luz del futuro y atraviesa por un período de descanso, algo así como un proceso de asimilación, en preparación para emprender un nuevo nacimiento. Ha surgido esta idea un tanto errónea, porque el concepto tiempo rige aún las presentaciones teosóficas de la verdad. Sin embargo, si se comprende que el tiempo es desconocido fuera de la experiencia en el plano físico, todo el concepto respecto al devachán se esclarecerá. Desde el momento de la total separación de los cuerpos físico denso y etérico, y a medida que se emprende el proceso de eliminación, el hombre es consciente del pasado y del presente; cuando la eliminación es total y ha llegado el momento de [i497] hacer contacto con el alma y el vehículo manásico está [e365] en proceso de destrucción, entonces inmediatamente tiene conciencia del futuro, pues la predicción es un haber de la conciencia del alma, participando el hombre de ella temporariamente. Por lo tanto, el pasado, el presente y el futuro se ven como uno; entre una encarnación y otra y durante el continuado proceso de renacimiento se va desarrollando el reconocimiento del Eterno Ahora. Esto constituye un estado de conciencia (característico del estado normal del hombre evolucionado) que puede ser denominado devachánico. No tengo la intención de detallar la técnica del proceso de eliminación. Los seres humanos pasan por tantos estados diferentes -intermedios entre los tres ya delineados- que sería imposible definir o precisar. La atrición es relativamente fácil de comprender, porque al no producirse un llamado de la sustancia física evocando el deseo, el cuerpo kámico muere, y nada existe para nutrir este vehículo. El cuerpo astral viene a la existencia por medio de la interacción recíproca entre el plano físico, que no es un principio, y el principio deseo; durante el proceso de renacer, este principio es utilizado con dinámica intención por el alma en el vehículo mental a fin de invertir el llamado, entonces la materia responde al llamado del hombre que reencarna. El hombre kámico, después de un largo proceso de atrición, queda liberado dentro de un vehículo mental embrionario; este período de vida semimental es excesivamente breve y llevado a su fin por el alma, que repentinamente “dirige su ojo a aquel que espera”, y por el poder de esa potencia dirigida, reorienta instantáneamente al hombre kámico individual hacia el sendero descendente del renacimiento. El hombre kama-manásico aplica el proceso de retiro y responde a la “atracción” del cuerpo mental en rápido desarrollo. Este retiro es cada vez más acelerado y dinámico, hasta llegar a la etapa en que el discípulo en probación -regido por un creciente contacto con el alma- destroza el cuerpo kama-manásico, como una unidad, por un acto de voluntad mental, [i498] complementada por el alma. Observarán que la experiencia “devachánica” necesariamente será más breve en relación con esta mayoría que con la minoría kámica, porque la técnica devachánica de recapitulación y reconocimiento de las implicaciones de la experiencia, lentamente va controlando al hombre en el plano físico, para obtener la significación del significado y aprender constantemente mediante la experiencia, mientras está encarnado. De este modo, podrán darse cuenta que la continuidad de la conciencia también se desarrolla paulatinamente, y la percepción del hombre interno comienza a demostrarse en el plano físico, al principio por intermedio del cerebro físico y luego independientemente de esa estructura material. He dado aquí una definida insinuación sobre un [e366] tema que recibirá amplia atención durante los próximos doscientos años. En la persona manásica, la personalidad integrada actúa, como hemos visto, de dos maneras, que dependen necesariamente de la integración lograda, la cual será de dos clases: 1. La personalidad integrada, enfocada en la mente, adquiriendo una constante y creciente relación con el alma. 2. El discípulo, cuya personalidad integrada está ahora integrándose rápidamente con el alma y es absorbida por ella. En esta etapa de desarrollo de la mente y de constante control mental (basada en el hecho de que la conciencia del hombre está ya definidamente enfocada y permanentemente centrada en el vehículo mental), los procesos previos a la destrucción del cuerpo astral, por medio de la atrición y el “dinámico rechazo”, se llevan a cabo durante la encarnación física. El hombre encarnado rehúsa ser regido por el deseo; lo que queda del cuerpo astral ilusorio es dominado entonces por la mente, y el anhelo de satisfacer los deseos es rechazado con plena y [i499] consciente deliberación, ya sea por las ambiciones egoístas y las intenciones mentales de la personalidad integrada o por inspiración de la intención del alma, que subordina la mente a su propósito. Cuando se ha logrado esta etapa de evolución, el hombre puede entonces disolver los últimos vestigios de todo deseo por medio de la iluminación. En las primeras etapas de la vida puramente manásica o mental, esto se logra por medio de la iluminación que el conocimiento proporciona, e involucra principalmente la innata luz de la sustancia mental. Más adelante, cuando el alma y la mente establecen una estrecha relación, la luz del alma acelera y complementa el proceso. Entonces el discípulo emplea métodos más esotéricos, pero sobre éstos no me explayaré. La destrucción del cuerpo mental ya no se produce por el poder destructor de la luz misma, sino que es acelerado mediante ciertos sonidos que emanan desde el plano de la voluntad espiritual; al finalizar el ciclo de encarnación éstos son reconocidos por el discípulo, y algún iniciado avanzado del Ashrama o el Maestro Mismo, le permite utilizarlos en palabras-formas adecuadas. Décima Ley de Curación Quisiera establecer ahora ciertos postulados que será necesario considerar en nuestro estudio de la Tercera Parte, donde nos ocuparemos de las Leyes Fundamentales de la Curación. Estas leyes y Reglas ya fueron dadas, pero ahora trataré de explicarlas. Hemos estudiado, con cierta extensión, los procesos inmediatos que se llevan a cabo cuando el principio vida se retira o es [e367] retirado del cuerpo. En ambos procesos existe una diferencia basada en el desarrollo evolutivo. Hemos trazado el retiro del principio vida, y el de la conciencia, de los cuerpos sutiles en los tres mundos, y llegamos al punto en que no nos ocuparemos [i500] del hombre común ni del subdesarrollado, sino de la actividad consciente del alma en relación con su aspecto forma. En el caso del hombre subdesarrollado o común, el alma, aparte de la mera determinación de finalizar el ciclo de vida encarnada, antes de retornar al plano físico, desempeña una ínfima parte en el proceso de la muerte. Las “simientes de la muerte” son inherentes a la naturaleza forma y se manifiestan como enfermedad o como senectud (empleando esta palabra en su sentido técnico y no familiar), en cambio el alma persigue lo que le interesa en su propio plano, hasta el momento en que el proceso evolutivo produce una situación donde la integración o estrecha relación entre el alma y la forma es tan real, que el alma se identifica profunda y ampliamente con su expresión en manifestación. Podría decirse que al llegar a esta etapa, el alma encarna verdaderamente por primera vez; en realidad “desciende a la manifestación” involucrando, por lo tanto, toda la naturaleza egoica. Este punto no ha sido acentuado ni debidamente comprendido. En las anteriores vidas del alma encarnante y durante casi todos los ciclos de la vida de experiencia, ésta se preocupa muy poco por lo que sucede. La redención de la sustancia con la cual están construidas todas las formas se lleva a cabo por un proceso natural, y el “karma de la materia” es la fuerza inicial regente, siendo reemplazada, con el tiempo, por el karma generado mediante la fusión del alma y la forma, aunque (en las etapas primitivas) el alma asume muy poco responsabilidad. Lo que ocurre en la triple envoltura del alma, necesariamente, es el resultado de las tendencias innatas de la sustancia misma. Sin embargo, a medida que el tiempo transcurre y se produce una encarnación tras otra, el efecto de la cualidad del alma inmanente evoca gradualmente la conciencia, y -por su intermedio-, la aplicación del sentido discriminador, desarrollado cuando la mente asume un acrecentado control, [i501] finalmente evoca el despertar de una conciencia incipiente. Esto se manifiesta en el primer caso como sentido de responsabilidad, que gradualmente establece una acrecentada identificación del alma con su vehículo, el triple hombre inferior. Entonces los cuerpos se van refinando constantemente; las simientes de la muerte y la enfermedad no son tan potentes; aumenta la sensibilidad hacia las realizaciones internas del alma, hasta que llega el momento donde el discípulo iniciado muere por un acto de su voluntad espiritual o en respuesta al karma grupal, nacional o planetario. [e368] La enfermedad y la muerte son condiciones esencialmente inherentes a la sustancia, y así como el hombre se identifica con el aspecto forma, así también será condicionado por la Ley de Disolución. Esta ley, fundamental y natural, rige la vida de la forma en todos los reinos de la naturaleza. Cuando el discípulo o iniciado se identifica con el alma, y el antakarana está construido por medio del principio vida, entonces el discípulo queda fuera del control de esta ley universal y natural y utiliza o descarta el cuerpo a voluntad -por la demanda de la voluntad espiritual o por el reconocimiento de las necesidades de la Jerarquía o los propósitos de Shamballa. Llegamos ahora a la enunciación de una nueva ley que sustituye a la Ley de la Muerte y se refiere únicamente a quienes están en las últimas etapas del sendero del discipulado o en las primeras etapas del sendero de iniciación. LEY XAtiende, oh discípulo, al llamado que el Hijo hace a la Madre, y luego obedece. La Palabra anuncia que la forma ha cumplido su propósito. El principio mente (el quinto principio A.A.B.) entonces se organiza y luego repite la Palabra. La forma expectante responde y se desprende. El alma queda liberada.
[i502] Responde, oh Naciente Uno, al llamado que proviene de la esfera de la obligación; reconoce el llamado que surge del Ashrama o de la Cámara del Concilio, donde espera el Señor Mismo de la Vida. Se emite el Sonido. Tanto el alma como la forma deben renunciar al principio vida y así permitir a la Mónada liberarse. El alma responde. La forma rompe entonces la conexión. La Vida queda ya liberada, debido a la cualidad del conocimiento consciente y al fruto de todas las experiencias. Éstos son los dones del alma y de la forma combinados. He querido aclarar en sus mentes, la diferencia entre la enfermedad y la muerte, tal como las experimenta el hombre común, y ciertos procesos correspondientes a la disolución consciente, como son practicados por el discípulo avanzado o el iniciado. Estos procesos posteriores involucran una técnica que se va desarrollando lentamente, en la cual (en las primeras etapas) el discípulo es aún víctima de la tendencia que posee la forma a producir enfermedad como sucede con todas las formas de la naturaleza. Esta tendencia trae la subsiguiente muerte, pasando por las etapas benignas de las enfermedades y la consiguiente muerte pacífica, hasta las etapas en que la muerte se produce por un acto de la voluntad -el momento y el modo lo determina el alma, registrado y plasmado conscientemente por el cerebro. En ambos casos se manifiesta el dolor, pero en el sendero de iniciación el dolor es mayormente rechazado, no porque el iniciado [e369] trate de evitar el dolor, sino porque desaparece la sensibilidad de la forma hacia los contactos indeseables, y con ello desaparece también el dolor; el dolor es el guardián de la forma y el protector de la sustancia; advierte el peligro; indica ciertas etapas definidas en el proceso evolutivo; está relacionado con el principio por el cual el alma se identifica con la sustancia. Cuando cesa la identificación, el dolor, la enfermedad y también la muerte, pierden su aferramiento sobre el discípulo; el alma ya no está sujeta a sus requerimientos, y el hombre queda liberado, porque la enfermedad y la muerte son cualidades inherentes a la forma y están sujetas a las vicisitudes de la vida de la forma. [i503] La muerte para el hombre es exactamente lo que parece ser la liberación del átomo; esto lo ha demostrado el gran descubrimiento científico de la liberación de la energía atómica. El núcleo del átomo ha sido dividido en dos. (Esta expresión es científicamente incorrecta). Este acontecimiento, en la experiencia de la vida del átomo, libera una gran luz y una gran potencia; en el plano astral el fenómeno de la muerte tiene un efecto un tanto similar y también un estrecho paralelo con el fenómeno producido por la liberación de la energía atómica. Cada muerte, en todos los reinos de la naturaleza, produce en cierta medida este efecto; destroza y destruye la forma sustancial y sirve así un propósito constructivo; este resultado es mayormente astral o síquico y permite disipar algunos de los espejismos circundantes. La destrucción de las formas en gran escala, llevada a cabo durante los últimos años de guerra, ha producido cambios fenoménicos en el plano astral y ha destruido gran parte del espejismo existente en el mundo, y esto es muy, pero muy bueno. Tales acontecimientos deberían dar como resultado menor oposición a la afluencia del nuevo tipo de energía; deberían también facilitar la aparición de ideas que contengan los necesarios reconocimientos y captar ahora nuevos conceptos; su introducción en el reino del pensamiento humano dependerá de la formulación de los nuevos “senderos o canales de impresión”, por los cuales las mentes de los hombres podrán ser sensibles a los planes jerárquicos y a los propósitos de Shamballa. No obstante, esto lo digo al margen. Mi proposición servirá para demostrar algunas de las relaciones que existen entre la muerte y la actividad constructiva, la gran utilidad de la muerte como un proceso de reconstrucción. Les impartirá la idea de que esta Gran Ley de la Muerte -cuando rige la sustancia de los tres mundos- es un acontecimiento benéfico y correctivo. Sin extenderme sobre ello, recordaré que la Ley de la Muerte, que rige tan poderosamente los tres mundos de la evolución humana, es un reflejo de un propósito cósmico que [i504] rige los planos etéricos [e370] cósmicos de nuestro sistema solar, el plano astral y el plano mental cósmicos. La energía que produce la muerte, emana como una expresión del principio vida de esa VIDA mayor que abarca totalmente los siete sistemas planetarios, que en Sí Mismos expresan la Vida de nuestro sistema solar. Cuando, en nuestra reflexión y esfuerzo por comprender, nos introducimos en el reino de la abstracción pura, ha llegado el momento de detenernos y retrotraer nuestras mentes a los métodos prácticos del vivir planetario y a las leyes que rigen el cuarto reino de la naturaleza, el humano. Después de esta tentativa de argumentar desde lo universal a lo particular (que es siempre el método esotérico), estamos en posición de abocarnos a estudiar, en la Tercera Parte, el último punto que trata de los Requisitos Básicos. Ahora debemos considerar el empleo del principio muerte por el discípulo o el iniciado. Quisiera que observaran la forma de expresar este concepto, que será tratado bajo el título de Los Procesos de Integración. |
|||
|
|||
Castellano: |
|
Inglés: |
|
|
|||
|
|||
|
|||
![]() Los Libros Azules © 2010 — info@libros-azules.org |