De Belén al Calvario - La Segunda Iniciación

      


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CAPITULO III


LA SEGUNDA INICIACIÓN... EL BAUTISMO
EN EL JORDÁN



PENSAMIENTO CLAVE

"Es el momento propicio para practicar seriamente la vida cristiana... En momentos catastróficos tiene lugar un proceso de purificación ascética, sin el cual no puede haber vida espiritual alguna, ni para la sociedad ni para el individuo."

Freedom of the Spirit, de Nicholas Berdyaev, pág. 46.


1


"Siempre que algo sea percibido y sentido, constituye una experiencia del alma; siempre que un pensamiento y un sentimiento se identifiquen, allí está el alma. El alma significa unidad, unicidad y unión entre el deseo interno y la realidad externa. A medida que el hombre progresa y acepta el universo, y adquiere la compatibilidad entre lo que siente, como deseo interno, y lo que percibe, como disposición externa, y a medida que se expanden ambos elementos, el alma va hacia la grandeza."
1 (Lo subrayado me pertenece. A .A. B.)

[e91] [i87] La primera iniciación se ha realizado. Cristo ha nacido en Belén. El alma ha alcanzado su expresión externa, y ahora esta alma –Cristo (como el representante histórico de todo lo que el alma puede ser) el iniciado individual– va hacia la grandeza. La misión del Salvador se inicia definidamente en ese momento, pero en bien de los que vendrán después, Él debe emitir la nota de la purificación y adaptarse a los requisitos del ritual y a la tendencia general del pensamiento de Su época. El iniciado que ha dado el primer paso, debe acentuar la purificación de la naturaleza inferior, esencial para el prefacio de la segunda iniciación. El bautismo de Juan fue el símbolo de esta purificación. Cristo Se sometió al bautismo, haciendo caso omiso a las protestas del Bautista, [e92] diciéndole: "Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia". 2

Cristo alcanzó la madurez. La tradición dice que [i88] tenía treinta años cuando fue bautizado y comenzó su breve, aunque espectacular, vida pública. ¿Quién puede decir cuánta verdad encierra esto desde el punto de vista histórico? No reviste mayor importancia, Cristo fue, es y siempre será. Hablando simbólicamente, era necesario que Cristo cumpliera treinta años, porque ese número es significativo en lo que a la humanidad concierne. Treinta significa el perfeccionamiento de los tres aspectos de la personalidad: el cuerpo físico, la naturaleza emocional y la mente. Los tres constituyen el aspecto forma del hombre y velan u ocultan al alma. Son en realidad el mecanismo de contacto del hombre con el mundo externo, el equipo por el cual su conciencia se desarrolla y despierta, y todos constituyen el "mecanismo de respuesta", según los sicólogos. Sabemos que el hombre es un animal físico, un ser emocional y sensorio y una entidad pensante. Cuando las tres partes de la naturaleza inferior del hombre funcionan armónicamente y forman una unidad, para ser empleada por el hombre interno, dan por resultado una personalidad integrada, un yo inferior eficiente. Esto testimonia el número treinta. Diez es el número de la perfección y treinta es la perfección de las tres partes del equipo del alma.

Es conveniente recordar que mediante esos tres aspectos (o reflejos del ser divino) el hombre se pone en relación con el universo existente y, por lo tanto, con Dios inmanente en la naturaleza. El cuerpo físico nos permite establecer contacto con el mundo tangible y visible. La naturaleza emocional sensoria nos permite decir: "Elevo mi corazón a Dios". La mayoría de la gente vive en el corazón y en el cuerpo sensorio, y mediante el corazón descubre el camino hacia el Corazón de Dios. Sólo el amor puede revelar al Amor. Cuando por el correcto empleo y la comprensión, la mente es definidamente dirigida y correctamente orientada, se pone en armonía con la Mente de Dios, la Mente Universal, el Propósito, el Plan y la Voluntad de Dios. La mente iluminada del hombre, revela la Mente de la Deidad. Así se observa que el hombre está hecho "a imagen y semejanza de Dios".
3

[i89] En la segunda iniciación, Cristo permaneció ante Dios, el Iniciador, pues sus tres aspectos habían sido purificados y alcanzaron la madurez. Su mecanismo estaba preparado y dispuesto para [e93] la tarea, permitiéndole dar pruebas de esa purificación y de la tensa actitud que Le capacitaría para llevar a cabo satisfactoriamente Su misión. Esto tuvo que probarlo ante Dios y el hombre, mediante la purificación que obtuvo por el bautismo y las consiguientes tentaciones en el desierto. Preparado para Su obra, poseía lo que el Dr. W. H. Sheldon 4 denominó "los tres elementos principales para una gran mente, esto es, entusiasmo, visión intuitiva y un efectivo equipo sistematizado", agregando más adelante que los dos primeros "son los de mayor importancia, porque no pueden adquirirse cuando una persona ha llegado a la vida adulta sin ellos".

Cristo estaba así equipado.

Será conveniente estudiar en forma breve el propósito para el cual estaba equipado. Vimos en el capítulo anterior que este planeta, llamado Tierra, es considerado por muchos científicos modernos y eminentes, como probablemente único en su constitución y propósito. Aparentemente proporciona un condicionamiento de la vida que no existe en otro planeta. Esto puede o no ser así, pero sólo el desarrollo de la conciencia del hombre podrá verificar o negar esta teoría de la excepcionalidad. Al observar la vida planetaria vemos que actualmente la perspectiva en todos los reinos es desalentadora. En ellos hay muerte y enfermedad, y en los reinos animal y humano, no sólo eso sino, también violencia en todos los órdenes. En la familia humana particularmente, la visión es penosa, pues muy poco hemos aprendido de lo que Cristo representó y casi nada hemos logrado de los procesos purificadores de la vida moderna. La voluntad por mejorar puede apreciarse en la mayoría de los campos que conciernen al individuo, pero el impulso es aún débil en toda la humanidad. Sin embargo puede ser despertada, y así despertaremos a las responsabilidades circundantes, al analizar nuevamente el mensaje de amor dado por Cristo. Este pensamiento cobra mayor iluminación en estas nobles palabras:

"Existe, no obstante, otro punto de vista que no debemos pasar por alto. Así como del maloliente alquitrán salen algunas de las cosas más hermosas del mundo, también en la tierra más negra existe la potencialidad de un glorioso florecimiento. Elevar la vista hacia esas cumbres de posibilidades debe ser la tarea de toda empresa humana, no sólo para corregir abusos, sino para ampliar el horizonte del hombre, elevándolo a los planos superiores de la percepción y la comprensión, trasformándolo, como en el viejo cuento de hadas, del cerdo que es, en el príncipe que será.

"Debido a que el odio, representa la acentuación de la discordia en la vida y, por lo tanto, tiende a separarnos de toda relación significativa, [e94] mediante el valor interno del yo de otro individuo, es, fundamentalmente, la más destructiva de las fuerzas humanas, lo cual no quiere decir que sentir odio o desprecio por las estupideces de la vida, es un sentimiento reprensible... Pero hasta no despojarnos de las animosidades personales, que pueden existir en algunas ocasiones, no podemos liberar en nosotros las energías de las cuales debemos valernos para progresar significativamente y alcanzar una estatura espiritual de cierta madurez. Hasta no habernos desprendido de esos odios y animosidades (aunque sólo sea mediante técnicas prácticas para trasformar los antagonismos en piedad, en determinadas situaciones), todo nuestro ser está en cortocircuito, la voluntad está inhibida y la afluencia del yo queda retenida, frustrada y derrotada." 5

[i90] Probablemente sea verdad que Cristo vino a nosotros con un mensaje más profundo y amplio que cualquier Mensajero anterior, proveniente del centro, pero esto en modo alguno disminuye la condición y la tarea de Quienes Lo precedieron. Cristo vino en una época crucial, en un período de crisis mundial, encarnando en Sí un principio cósmico —el del Amor, cualidad sobresaliente de Dios. Otros aspectos, cualidades y propósitos de la naturaleza divina, fueron revelados en anteriores encarnaciones de Dios, y aparecieron a medida que la raza llegaba a una etapa de su desarrollo donde era posible una reacción correcta. Zaratustra, para nombrar uno de esos Mensajeros, había llamado la atención del género humano sobre el hecho de los dos principios básicos que existían en el mundo —los del bien y del mal— acentuando así las dualidades básicas de la existencia. Moisés reveló la Ley, exhortando a los hombres a reconocer a Dios como principio de justicia, aún cuando pareciera una justicia desprovista de amor para quienes vivimos después de la revelación dada por el Cristo. Buda encarnó en Sí Mismo el principio de la sabiduría divina y, con clara visión del mundo de las causas, vio la existencia mortal tal cual era, y señaló el camino de salida. Pero el fundamental principio del universo, el Amor, no había sido revelado antes de la venida de Cristo. Dios es amor, y en la plenitud del tiempo, esta característica sobresaliente de la naturaleza divina tuvo que ser revelada de tal modo que el hombre pudiera captarla. Es así que Cristo encarnó en Sí Mismo el más grande de los principios cósmicos. Esta Ley de Amor puede vérsela actuando en el universo como la Ley de Atracción, con todo lo que este término implica —coherencia, integración, posición, dirección y la marcha rítmica de nuestro sistema solar; puede ser observada también en la disposición de Dios hacia la humanidad, como lo ha revelado Cristo. Esta función excepcional de Cristo, como custodio y revelador de un principio cósmico o energía, se halla detrás de todo lo que hizo.

[e95] Ésa fue la base y el resultado de la perfección que alcanzara, ése el incentivo y el impulso de Su vida de servicio y ése es el principio sobre el que se funda el reino de Dios. Otto Karrer, 6 a este respecto, dice:

"Podemos afirmar con toda confianza que las siguientes doctrinas religiosas fundamentales no se ven o enseñan en religión alguna, con la solidez, afirmación y certera visión que establece el cristianismo:

  1. El concepto de Dios, el Padre espiritual y viviente que creó el mundo por amor, se reveló en Su Hijo como el Amor en Persona y nunca cesa de ofrecer Su gracia a una humanidad que se ha separado de Él por el pecado.
  2. El correspondiente concepto de que el hombre fue hecho a imagen de Dios, destinado a comunicarse con Él, aunque en el pecado aún lo busca a tientas y en secreto, unido a Él por el amor.
  3. La valoración positiva de la disposición moral del hombre, su capacidad para aceptar libremente las inspiraciones de los santos y hacer que por la fe y el amor sean eficaces para la perfección sobrenatural de su personalidad y el establecimiento de una fraternidad personal, abarca a los hijos de Dios, es decir, el reino de Dios.
  4. En tanto que el paganismo, estrictamente hablando, no conoce meta ni propósito, y sólo puede esperar un interminable círculo o cadena de fenómenos; para el cristianismo, la finalidad por la cual todas las cosas existen, es la gloria de Dios en Su creación y la bendición de esa creación en la comunión entre Dios y la humanidad."

[i91] Que el paganismo no tiene meta o propósito, es hoy para la mayoría una afirmación que no resiste una investigación. Todo lo que ha transcurrido en el pasado tuvo como meta lo ocurrido cuando apareció Cristo. Preparó a la humanidad para la oportunidad que se le ofrecía, constituyendo los cimientos sobre los cuales está basado el presente. Similarmente, la inminente revelación del próximo siglo constituirá el cimiento sobre el cual se apoyará el futuro y, para este propósito, todo lo que ahora transcurre tiene suprema importancia.

Cristo no sólo tendió el puente entre Oriente y Occidente, resumiendo en Sí Mismo todo lo que Oriente tenía de valor como contribución, sino que dio a nuestra civilización occidental (en esa época aún no habían surgido) los grandes ideales y el ejemplo de sacrificio y de servicio que hoy, dos mil años después que Él caminó entre los hombres, han llegado a ser la nota clave de las mejores mentes de la era. La narración de cómo vinieron las ideas e hicieron impacto en la conciencia humana, cambiando el curso de los asuntos humanos, constituye el relato de la historia; en forma curiosa las ideas son el elemento imprevisible del futuro. Algún individuo de destacada personalidad sale de las filas de la
[e96] raza, reflexiona y elabora alguna grandiosa y dinámica idea basada en la verdad. La formula en términos que pueden ser comprendidos por sus semejantes, llegando eventualmente a vivir de acuerdo a ella. Surgen entonces nuevas tendencias, incentivos e impulsos, y así se escribe la historia. Puede decirse con toda propiedad, que sin ideas no habría historia. En la enunciación de una idea cósmica y en la capacidad de hacer de esa idea un ideal de fuerza dinámica, Cristo no ha sido superado por nadie. Con el ejemplo de Su vida, nos dio una idea, que con el tiempo llegó a ser el ideal del servicio, por eso hoy muchos gobernantes y pensadores del mundo dedican su atención al bienestar de hombres y naciones. Que la técnica empleada y los métodos aplicados para la realización del ideal presentido y soñado, son con frecuencia indeseables y erróneos, produciendo resultados crueles y separatistas, no altera en modo alguno el hecho de que detrás de todos esos experimentos idealistas de la raza, subyace un gran ideal, [i92] divinamente inspirado y sintetizado para nosotros por Cristo, con Su vida y Su enseñanza.

"Individualmente o en grupo, el hombre elabora grandes ideales, cuya realización puede cambiar la faz de las naciones y la de la madre Tierra.
"El hombre generalmente oscila en la vida entre estos polos extremos, a veces está frustrado y vencido, otras libre y victorioso.
"Hombres y ciudades, naciones y civilizaciones, pueden juzgarse fructíferamente desde este elevado punto de vista histórico.
"A medida que los movimientos del hombre se parecen cada vez más a la ciega deriva del polvo, su historia se va oscureciendo en el caos. Cuando sus movimientos se parecen al majestuoso fluir de un poderoso río hacia el océano, bajo el impulso inescrutable de grandes ideales, ampliamente aceptados, su historia se ilumina como un cosmos.
"Ninguna ciencia, arte ni religión; ningún filósofo, estadista ni sacerdote; ninguna artesanía familiar ni popular; ningún campo, ni redil ni pez ni leñador; ninguna artesanía manual ni mecánica; ningún arte u oficio del hombre que crea cultura y satisface necesidades, puede existir ni fructificar por mucho tiempo, sin la creación, prosecución de ideales y construcción de utopías —el renacimiento en una forma adaptada a cada civilización que nace del gran mito."
7

Cristo enunció la más grande de las ideas, la de que Dios es Amor, y que ese amor podía manifestarse en forma humana y, al hacerlo, constituye una posibilidad para todos los hombres. Su vida fue demostrar una perfección que el mundo nunca había visto.
"El rasgo característico del cristianismo, desde el comienzo, ha sido que la norma de la verdad y de la santidad, y la definida revelación de Dios no es una ley o una revelación universal del Absoluto, su canal no [e97] sólo es de importancia sino que es una Persona determinada... La revelación universal no se rechaza, se mide por este excepcional Revelador. Para el cristianismo, la Persona de Cristo es la medida de todas las cosas, y su regla fundamental el mandato: 'Sígueme'. El cristianismo obliga al hombre a hacer frente a una decisión. Lo ata al 'Mediador entre Dios y el hombre'. Ve en Él, con Harnack, no simplemente, un foco de inspiración religiosa, 'donde' puede ser revivida nuevamente 'la vida religiosa', sino a todo el Mediador, no sólo ve la puerta, sino también el camino; no únicamente, como dice Schleiermacher, 'la más perfecta presentación de la religión hasta el presente', sino también la 'luz del mundo, sin la cual ningún hombre puede llegar al Padre'." 8

El alma, que es el Cristo oculto en todos nosotros, es el mediador entre el espíritu (el Padre) y el ser humano. Cristo hizo hincapié en esto cuando llamó la atención sobre la divinidad esencial del hombre, hablando de Dios como "nuestro Padre", así como fue el Padre de Cristo. Era la luz lo que vino a mostrar y que vio en todos nosotros (oculta y velada) exhortándonos a que dejemos brillar esa luz. 9 Nos desafió a mostrar la perfección que Él encarnó y ordenó que la demostráramos. Nos probó lo que era posible y pidió que lo expresemos. En esta forma excepcional de revelación, Cristo no tiene igual, porque fue el más grande, elevado y verdadero de los mensajeros que aparecieron en este mundo, pero no porque (¿ me atreveré a decirlo?) fuese el más grande de los que podían venir. No me atrevo a limitar a Dios así. De acuerdo a la revelación evolutiva sobre la naturaleza de la divinidad, parece ser que Cristo fue la culminación del pasado, la indicación del futuro. ¿ No sería acaso posible que haya aspectos y características de la naturaleza divina, de los cuales no tengamos aún el más remoto concepto hasta ahora? ¿ No será probable que nuestro mecanismo sensible sea todavía inadecuado para captar la plenitud de Dios? ¿ No podrá ser que nuestro mecanismo de percepción requiera un mayor desarrollo evolutivo antes de que otras características divinas y espirituales puedan ser reveladas sin peligro a nosotros y en nosotros? Podrá haber futuras revelaciones de tan estupenda belleza y maravilla que ni siquiera podemos formarnos la menor idea de su posible delineamiento. De lo contrario Dios estaría limitado y estático, y sería incapaz de hacer más de lo que hizo. ¿ Cómo intentar decir que es posible para nosotros visualizar los límites de la naturaleza de la Deidad? ¿Cómo puede el intelecto humano creer con toda arrogancia que [i93] le es posible reconocer, aunque sea por medio de Cristo, los objetivos fundamentales de la Voluntad divina? La [e98] historia del desarrollo de la conciencia humana prueba que la verdad se ha dado en forma progresiva y que esa brillante galaxia constituida por los Instructores del Mundo dio una interpretación de la Deidad cada vez más amplia, llegando, en el transcurso del tiempo, a un mayor y creciente número. Cristo nos ha dado la revelación más elevada e incluyente a lo que la conciencia humana puede responder, hasta la era actual. Pero, ¿ cómo atrevernos a decir que no es posible para Dios hacer más, cuando estamos dispuestos a recibirlo? Para ello nos preparamos rápidamente. Hasta el propio Cristo dijo a Sus discípulos, "el que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también, y aún mayores hará". 10

Estas palabras expresan una verdad, o toda la estructura de nuestra creencia se viene abajo. Algo más debe revelarse, o la historia del pasado pierde su fundamento y las creencias antiguas su significación, y habremos llegado a una encrucijada que parecería que hasta el propio Dios fuera incapaz de trascender, y esto no puede aceptarse.

"Debido precisamente a que el cristianismo combina en una unidad soberana los más altos y profundos poderes de la naturaleza humana, 'debe abarcar todas las formas del desarrollo humano para que los períodos de la historia puedan ser el conjunto de testigos de la verdad que los incluye a todos' (Deutinger). En este sentido debemos comprender el juicio de Gorres de que 'el principio más sublime y sagrado que representa el cristianismo, es su propio y continuo crecimiento, puesto que ninguna realidad finita puede agotar la riqueza de su ideal'. Únicamente por el viviente presentimiento de que Cristo vive a través de las edades, un solo cuerpo compuesto de miembros dispersos en tiempo y espacio, el cristianismo, puede alcanzar progresivamente una adecuada personificación terrena de la cristiandad, en su integridad ideal. El cristianismo, por lo tanto, según lo interpreta la Iglesia histórica, puede aceptar el principio de la evolución en su verdadero significado, sin dañar el carácter excepcional y la misión que ha recibido de Dios." 11

El Cristo cósmico, el Cristo místico, el Cristo histórico y el Cristo individual, existen por toda la eternidad, por eso la revelación puede ser progresiva. Si pudiéramos creer, como cree el Dr. Whitehead, que Dios incluye a todas las formas y lo que éstas revelan, seguramente, a medida que se desarrollan nuestras facultades y mejora nuestro mecanismo de contacto, podremos ver más de la divinidad que hasta ahora, y ser dignos posteriormente, de una mayor revelación. Sólo nuestras limitaciones como seres [e99] humanos impiden ver todo lo que debe ser visto. El Dr. A. L. Whitehead,12 expresa esta divina síntesis en los términos siguientes:

"De este modo, si Dios es una entidad real que interviene en toda fase creadora y, no obstante, está más allá de todo cambio, Él debe estar exento de la inconsistencia interna que es la característica del mal. Puesto que Dios es real, debe encerrar en Sí Mismo una síntesis del entero universo. Por lo tanto, hay en la naturaleza de Dios un aspecto del reino de las formas, según son calificadas por el mundo, y un aspecto del mundo, según es calificado por las formas. Su culminación, para que esté exento de toda transición hacia algo distinto, debe significar que Su naturaleza permanece autoconsistente en relación con los cambios."

El nuevo Nacimiento nos llevó a un punto donde fuimos conscientes de un nuevo mundo de luz y del ser. Mediante el proceso de dicha iniciación nos convertimos en ciudadanos del reino de Dios, que Cristo vino a establecer como una realidad en la conciencia del hombre; por el nuevo nacimiento pasamos a un mundo regido por una serie de leyes superiores o espirituales, y nuevos objetivos se abren ante nosotros, surgen nuevos aspectos de nuestra oculta naturaleza espiritual y empezamos a descubrir en nosotros mismos, el delineamiento de un nuevo ser, con [i94] diferentes gustos, deseos, ideales y métodos de actividad mundana. Escuchemos estas palabras:

"El Nuevo Nacimiento, como yo lo entiendo... es el surgimiento de un sentido trascendental, que ansía una aventura espiritual, un amor divino, pureza y perfección. Una completa autoentrega, la total aniquilación que encuentra su realización en el amor, en lo que llamamos Amor de Dios. Nadie puede definir ni describir ese amor. Llámeselo don divino, emanación sobrenatural o como se quiera. Las palabras no pueden explicarlo, pero quienes lo experimentan no necesitan la confirmación de la razón o de la lógica, ni prueba alguna. Ilumina toda la Naturaleza, penetra y rige toda vida. Se logra de muchas maneras; puede llegarse a él por muchos portales; pero quienes cruzaron el umbral y penetraron, saben que han llegado, aun cuando sólo alcanzan los lindes del Reino de los Cielos. Si no sienten allí regocijo, ¿dónde podrán hallarlo entonces? La visión puede desvanecerse de vez en cuando, pero una vez experimentada, se sabe que retornará." 18

Hablamos mucho de la unificación que Cristo realizó dentro de Sí Mismo y para el hombre. Reconocemos la unidad que experimentó con el Padre y que nos ha exhortado a una unidad divina similar. Pero ¿no será posible que haya establecido una síntesis más amplia que la del individuo y Dios, la síntesis del reino de Dios?

[e100] ¿ Qué significan esas palabras? Hemos hablado del reino de Dios en términos de separación. O estamos en ese reino, o fuera de él. Se dice que debemos salir del reino de los hombres (controlado por el mundo, el demonio y la carne) y entrar en otro, descrito como totalmente distinto. Todos los aspectos de los tres reinos subhumanos, animal, vegetal y mineral, se encuentran en el hombre, y su síntesis, más otro factor, el intelecto divino, constituyen lo que llamamos el reino humano. El hombre unifica en sí las llamadas manifestaciones inferiores de la deidad. En los reinos subhumanos de la naturaleza encontramos tres tipos principales de conciencia: el reino mineral, con su poder de discriminación subjetivo, su capacidad de crecer y su radiactividad ultérrima; el reino vegetal, con su sensibilidad o sensitividad, y su mecanismo de respuesta en desarrollo, sensible a la luz solar, al calor y al frío, como a cualquier condición climática circundante; el reino animal, con su conciencia grandemente acrecentada, su capacidad de libre movimiento y de contactos más amplios, gracias a su naturaleza instintiva. El reino humano, encarna todos esos tipos de conocimientos, conciencia, sensitividad, instinto, además de esa misteriosa facultad humana que llamamos "mente", y resumimos todas esas cualidades heredadas, en la palabra "autoconciencia".

Sin embargo, en la experiencia del ser humano inteligente, hay un lento y nebuloso reconocimiento de que existe algo más grande aún y de mayor valor, fuera de sí mismo. El hombre es sensible a una serie de contactos más sutiles y de impresiones que denomina espirituales, ideales o místicas. Otro tipo de conciencia empieza a germinar en él, y cuando tiene lugar el
[i95] nacimiento en Belén, esta conciencia se pone de manifiesto y es reconocida. En momentos en que el ser humano sintetiza en sí todo su pasado, agregando su propia constitución peculiar y sus cualidades, empiezan a surgir y a demostrarse en él cualidades que no son humanas.

Los miembros del reino de Dios seguramente encarnarán la herencia de los cuatro reinos, del mismo modo que el hombre encarna la herencia de tres. Esta ciudadanía superior abarca la expresión de la conciencia crística, que es la conciencia de grupo, de relación, de la parte al todo (algo que Cristo acentuaba continuamente) y de lo humano a lo divino. El resultado de este conocimiento debe ser, sin lugar a dudas, de acuerdo al esquema evolutivo, la aparición de otro reino en la naturaleza, siendo ésta la gran tarea de Cristo. Por el poder de Su divinidad realizada,
[e101] constituyó el hombre que reunió en Sí Mismo lo mejor de todo lo que había sido, y revelaba también lo que iba a ser. Él ciñó en una unidad funcional, lo superior y lo inferior, haciendo de ello un "hombre nuevo". Fundó el reino de Dios en la tierra y presentó una síntesis de todos los reinos de la naturaleza, provocando así la aparición de un quinto reino. Podemos resumir la unificación lograda del siguiente modo:

  1. Unificó en Sí mismo, a la perfección, los aspectos físico, emocional y mental del hombre, comprobando de este modo la existencia del individuo perfecto.
  2. Unificó en Sí Mismo alma y cuerpo, los aspectos superior e inferior, presentando así una encarnación divina.
  3. Unificó en Sí Mismo lo mejor de todos los reinos de la naturaleza, mineral, vegetal y animal, que en su síntesis forman lo humano, con el intelecto activo.
  4. Fusionó esta síntesis con un factor espiritual superior, causando el nacimiento de otro reino de la naturaleza, el quinto.

Habiendo creado Cristo, en Sí Mismo, una unificación o síntesis tras otra, para beneficio de la humanidad, aparece ante Juan el Bautista y pasa por la segunda iniciación, la de la purificación en las aguas del Jordán. Por [i96] el proceso del bautismo y por las tentaciones que le siguieron, Cristo evidenció su madurez, enfrentó Su misión y demostró al mundo Su pureza y Su poder.

La tercera iniciación, la de la Transfiguración, testimonió la unificación que Cristo había realizado entre cuerpo y alma. La integración era completa y, por consiguiente, la iluminación fue evidente para Sus discípulos. Apareció ante ellos como Hijo del Hombre y como Hijo de Dios, y habiéndoles probado Quién era, encaró la muerte que le esperaba y el intermediario servicio.

En la cuarta iniciación demostró esta integración, no sólo como Hombre-Dios sino como Aquél que abarca en Su conciencia al entero mundo de los hombres. Se unificó con la humanidad, reflejando la efectividad de esa divina energía que lo capacitó para decir con toda verdad: "Y yo, si fuere ascendido de la tierra, a todos atraeré a mí".
14 Fue ascendido, entre la Tierra y el Cielo, y durante dos mil años, Sus palabras han permanecido inalterables.


2

"Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, para ser bautizado por Juan. Mas Juan se oponía diciendo: 'Yo debo ser bautizado por ti ¿y Tú vienes a mí?'
[e102] "Pero Jesús le respondió: 'Deja ahora, porque así conviene cumplir toda justicia'. Entonces lo dejó.
"Y Jesús, después que fue bautizado, salió del agua, y los cielos le fueron abiertos y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y venia sobre él.
"Y una voz de los cielos decía: 'Éste es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia'."
15

En estas simples palabras se narra la historia de esta iniciación. La nota clave es purificación, cerrando un período de preparación y silencioso servicio, e inaugurando un ciclo de fatigosa [i97] actividad. La purificación de la naturaleza inferior es un requisito que la iglesia cristiana ha subrayado siempre, como también lo ha hecho el credo hindú. Cristo proclamó este ideal ante Sus discípulos y los demás hombres, cuando dijo: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios". 16

En un antiguo tratado sobre meditación, encontramos que el maestro proclama: "Por la purificación llega también la quietud del espíritu... y la capacidad de ver al yo". 17 La purificación es de muchas clases y grados. Hay pureza física y pureza moral, y hay también esa pureza magnética que hace del hombre un canal de fuerza espiritual. Hay pureza síquica, cosa muy rara de hallar, y pureza mental. La palabra "pureza", viene del sánscrito pur, que significa libertad de impureza, de limitación, del aprisionamiento del espíritu en las cadenas de la materia. No puede haber logro sin purificación; no hay posibilidad de ver y manifestar divinidad, sin pasar por las aguas purificadoras. En el mundo se está efectuando hoy una gran limpieza. Una "purificación ascética" y una abstinencia obligatoria de muchas cosas, consideradas hasta ahora deseables, tienen lugar en el mundo y nadie puede escaparse de aquéllas. Esto se debe al derrumbe del sistema económico y a tantos otros sistemas ineficaces para el mundo moderno. La purificación se impone, y como consecuencia debe producirse un sentido más real de los valores. Una limpieza de ideales erróneos, una purificación racial de normas deshonestas y objetivos indeseables, se está aplicando poderosamente en esta época. Quizás esto signifique que muchos individuos de la raza bajan hoy al Jordán y entran en sus aguas purificadoras. Una purificación ascética autoaplicada y el reconocimiento de su valor por los precursores de la familia humana, podrá conducirlos al portal de la iniciación.

[e103] Tenemos también, en este episodio, una interesante analogía en lo que le sucede hoy a la raza desde el [i98] punto de vista astrológico. Estamos entrando en el signo de Acuario, el Portador de Agua. Este signo representa simbólicamente la pureza y la relación grupales, la universalidad de la experiencia y las aguas que se vierten sobre todo lo existente. Cuando empezamos a entrar en este signo, hace más o menos doscientos años, el agua llegó a ser de interés y uso general, y por primera vez para fines sanitarios y de irrigación. Así fue posible el control y la utilización del agua como medio de transporte en amplia escala mundial. El empleo del agua en nuestros hogares es ahora tan universal que apenas percibimos lo que pudo haber sido el mundo antes de utilizarla.

Cristo, en esta gran iniciación, penetró en la corriente y las aguas pasaron sobre Él. En la India se llama a esta iniciación "entrar en la corriente", y se considera que quien la recibe demuestra pureza física y síquica. Al tratar esta iniciación debemos recordar que en la historia, narrada en el Evangelio, se hace referencia a dos tipos de bautismo:

"Respondió Juan diciendo a todos: 'Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego'." 18

Hay, por consiguiente, dos clases de bautismo:
  1. El de Juan el Bautista, que es el bautismo por el agua.
  2. El de Jesucristo, que es el bautismo del Espíritu Santo y del fuego.

En esos dos símbolos está resumida gran parte de la historia del desarrollo humano, y el trabajo conjunto de Juan el Bautista y de Jesús, produjo una síntesis que señala el objetivo inmediato de nuestro esfuerzo racial. El simbolismo es exacto, de acuerdo a la antigua enseñanza de los misterios. Un estudio concienzudo de esta interpretación simbólica de una verdad fundamental, beneficiará grandemente a los investigadores de todos los países, y la comprensión del significado de los símbolos empleados arrojará mucha luz sobre la realidad. Esto ha sido reconocido por el Obispo C. Gore, 19 de Oxford, quien lo expresa en los siguientes términos:

"El modernista... acepta la simple exposición de los hechos que se enseñan como mensaje de la Iglesia, pero argumentará que en la esfera de lo científico o del intelecto crítico, no deben ser presentados en su sentido literal. Según su punto de vista son afirmaciones simbólicas, es decir, poseen ciertos valores espirituales... Convengo que el simbolismo [e104] debe admitirse para ser aplicado al idioma de la religión en general y de la religión cristiana en particular —queriendo significar por simbolismo el empleo de las imágenes materiales, revestidas por el lenguaje de la experiencia humana, que no debe tomarse en sentido literal por la inteligencia entrenada, sino solamente como la mayor expresión disponible de las realidades espirituales trascendentales."

En la evolución de la raza, se desarrolla primeramente [i99] la naturaleza sensoria, y el agua siempre ha sido el símbolo de esa naturaleza. La naturaleza fluida de las emociones y el cambio constante entre el placer y el dolor, las tormentas que surgen en el mundo del sentimiento; y la paz y la calma que pueden descender sobre el hombre, hacen del agua el símbolo más adecuado para este sutil mundo interno de la naturaleza inferior, en el que vivimos la mayor parte de nosotros y en el que nuestra conciencia está enfocada predominantemente. El hombre o la mujer común, es especialmente una mezcla de las naturalezas física y emocional; todas las razas primitivas presentan esta característica, y es probable que en la antigua Atlántida la civilización estuviera centrada en los sentimientos y deseos, en las emociones y —en los tipos más avanzados de esa raza— en el corazón. Juan el Bautista, por lo tanto, dio el bautismo por el agua, que testimoniaba la purificación de la naturaleza emocional, que siempre debe ser el paso preliminar a la purificación por el fuego.

"Los discípulos de Juan salieron del Jordán, por lo menos superficialmente limpios, necesitaban que el proceso que en ellos comenzaba se perfeccionara por medio de fuerzas más poderosas que las que otorgaba Su mensaje. Necesitaban algo más que ese lavado externo —necesitaban una limpieza interna, necesitaban algo más que la predicción del arrepentimiento y la moralidad—, necesitaban un don de vida, necesitaban un poder nuevo que afluyera a sus almas, cuya ígnea corriente, al precipitarse, apresara y destruyera todo lo malo de sus naturalezas. No necesitaban agua, sino espíritu; no necesitaban agua, sino fuego. Necesitaban lo que sería la vida para su verdadera vida y la muerte para toda muerte interna, que los separa de la vida de Dios." 20

El bautismo en el Jordán simboliza la purificación de la conciencia del hombre, del mismo modo que Cristo y Su bautismo simbolizó para nosotros lo divino en el hombre, y la purificación que sigue a la actividad de ese espíritu divino en la naturaleza inferior. La conciencia, con su llamado al reconocimiento de los valores superiores, de las verdades más profundas y del nacimiento a la vida, nos lleva al Jordán, por eso Cristo fue allí para "cumplir toda justicia". Esta experiencia siempre precede al bautismo en Cristo y por Cristo. Dos párrafos pueden aclarar lo dicho:

[e105] "Juan el Bautista es interno y místico, porque representa los compulsivos llamados de la conciencia al arrepentimiento, a la renunciación y a la purificación, precursora indispensable del éxito en la búsqueda de la perfección interna." 21

Y también:

"La facultad mediante la cual el hombre obtiene una idea de las cosas divinas; es decir, la comprensión, debe, en primer término, pasar por la purificación que implica el bautismo de Juan. Decir que el que llega a ser un Cristo debe ser bautizado por Juan, significa que el primero y fundamental paso para la realización de la verdadera divinidad del hombre es la purificación del cuerpo y de la mente. Sólo los que así se han purificado pueden 'ver' o conocer a Dios." 22

El bautismo de Juan fue un paso en el camino hacia el centro, siendo aplicado en forma más general que el bautismo de Jesús, porque muy pocos están preparados para la segunda iniciación. Constituye una preparación preliminar para el bautismo final, porque la purificación de la naturaleza emocional debe preceder en el tiempo a la purificación de la naturaleza mental, así como en la evolución de la raza (y también del niño) se desarrolla primero el hombre sensorio y sensible, y después la mente inicia una vida activa. El bautismo que Cristo da a Sus seguidores concierne a la purificación de la mente por el fuego. El fuego, de acuerdo al simbolismo universal de la religión, representa siempre la naturaleza mental. El bautismo por el fuego es el del Espíritu Santo.

"El Espíritu Santo es fuego. Ahora bien, cualquiera sea el significado del emblema de las cláusulas precedentes y subsiguientes (extraídas de Mt. 3:2), el texto sólo puede tener un significado, es la influencia purificadora del Espíritu de Dios. El bautismo por el Espíritu Santo y el fuego, no son dos cosas distintas, sino que el primero es la realidad de la cual el último es el símbolo. Será de valor tratar brevemente la fuerza del símbolo. El fuego en el mundo entero representa la energía divina. Las Escrituras lo emplean desde el principio... Tenemos así, una ininterrumpida cadena de simbolismos, según los cuales, algunos aspectos de la naturaleza divina y especialmente el Espíritu de Dios, es presentado por el fuego. Surge el interrogante ¿cuál es ese aspecto? En respuesta, les recordaré que los atributos y obras del Espíritu de Dios nunca se representan en las Escrituras como destructores, sino sólo punitivos, hasta donde el reconocimiento del pecado, que Él inculca en el corazón, puede considerarse como castigo. El fuego del Espíritu de Dios, en todos los casos no es una energía iracunda que inflige dolor y muerte, sino omnipotencia misericordiosa que trae consigo luz, gozo y paz."23

[i100] Por eso Jesús fue de Nazaret a Galilea y dio el siguiente paso que convenía a su experiencia. Como resultado de esta experiencia en la vida y de su consagración interna, estaba preparado [e106] para la siguiente iniciación, recibida en el río Jordán; Jordán significa "lo que desciende", y también según algunos comentaristas, "lo que divide", así como un río divide y separa las tierras. En el simbolismo del esoterismo, la palabra "río", indica frecuentemente discriminación. Vimos que el agua simboliza la naturaleza emocional y que la purificación en el Jordán por el bautismo, tipifica la total purificación de los sentimientos, anhelos y esa vida de deseos que constituye el factor determinante en la mayoría. La primera iniciación simboliza la consagración del cuerpo físico y de la vida en el plano físico, el alma. La segunda iniciación representa el control logrado y la consagración a la divinidad de la naturaleza de deseos, con sus reacciones emocionales y su potente "vida de deseos".

Un nuevo factor entra ahora: la facultad discernidora de la mente. Mediante ésta el discípulo puede, controlar la vida mental y dedicarla a la vida en el reino de Dios, consumada en la tercera iniciación. Por el empleo correcto de la mente el discípulo hace la correcta elección y equilibra (sabiamente) los infinitos pares de opuestos. Pasamos por la iniciación del Nacimiento casi inconscientemente. La plena significación de lo realizado no se hace evidente; somos "niños en Cristo", y como tales vivimos y nos sometemos a disciplinas, llegando gradualmente a la madurez. Pero hay una época en la vida de todo iniciado, en que debe hacerse la elección, y Cristo también debió enfrentarse con ella. Antes de poder enfrentar un futuro de servicio conscientemente emprendido, debe hacerse un total y limpio rompimiento interno con el pasado, sabiendo que desde ese momento ya nada será igual.

Esta iniciación marcó un cambio tremendo en la vida de Jesús de Nazaret. Hasta esa fecha, durante treinta años, había sido simplemente el carpintero del pequeño pueblo y el Hijo
[i101] de Sus padres. Era una personalidad que hacía mucho bien en una pequeña esfera. Pero, después de la purificación en el Jordán, habiendo "cumplido toda justicia", 24 Se trasformó en el Cristo y anduvo por Su país, sirviendo a la raza y pronunciando las palabras que han moldeado, durante siglos, a nuestra civilización occidental. Cada uno de nosotros obtenemos la misma gran expansión, cuando estamos en condiciones de recibir la segunda iniciación. Nuestra vida de deseos debe entonces tomar decisiones esenciales que sólo la mente nos permite manejar en forma adecuada.

Según la Crudens Concordance, Juan significa "lo que Dios
[e107] ha dado", y los tres nombres que aparecen juntos en el episodio: Juan, Jesús y Cristo, sintetizan toda la historia del aspirante consagrado; Juan simboliza el aspecto divino, oculto profundamente en el hombre, que lo impele a lograr la pureza necesaria; Jesús en este caso simboliza el discípulo o iniciado consagrado, preparado para el proceso que constituirá el sello de su purificación o Cristo inmanente, y el divino Hijo de Dios que puede manifestarse en Jesús, porque Él Se ha sometido al bautismo de Juan. Ese sometimiento y purificación trajeron su recompensa.

En esa iniciación Dios Mismo proclamó que Su Hijo era el Único por Quien "sentía complacencia". Toda iniciación es simplemente un reconocimiento, y es falsa la idea común en muchas escuelas de los misterios y de esoterismo, de que la iniciación implica una ceremonia misteriosa donde el iniciador y el cetro de la iniciación cambian definitivamente las condiciones del aspirante, y de allí en adelante será distinto y cambiará. La iniciación tiene lugar cuando el hombre, por su propio esfuerzo, se convierte en un iniciado. Entonces, habiendo tomado "el Reino de los Cielos por la violencia"
25 y "labrado vuestra propia salvación con temor y temblor", 26 su estado espiritual es reconocido de inmediato por sus iguales y se le confiere la iniciación.

[i102] Dos cosas suceden en la iniciación: el iniciado descubre a sus hermanos iniciados con quienes puede asociarse, y también la misión que se le ha confiado. Se da cuenta de su divinidad en un sentido nuevo y real, no simplemente como una profunda esperanza espiritual o posibilidad hipotética y un anhelo de su corazón. Sabe que es hijo de Dios, por lo tanto se lo reconocerá como tal. Éste fue el caso sorprendente de Jesucristo. Su tarea surgió con todas sus temibles implicaciones ante Sus Ojos, y sin duda esta causa lo llevó a internarse en el desierto. El ansia de soledad, la búsqueda de esa quietud donde la reflexión y la determinación pueden vigorizarse mutuamente, fue el resultado natural de ese reconocimiento. Vio lo que debía hacer —servir, sufrir y fundar el reino de Dios. La expansión de conciencia fue inmediata y honda. El profesor Schweitzer 27 dice al respecto:

"Acerca del anterior desarrollo de Jesús nada sabemos. Todo queda en la oscuridad. Sólo una cosa es segura: en Su bautismo Le fue revelado el secreto de Su existencia, es decir, que era Él a quien Dios había destinado ser el Mesías. Con tal revelación, quedó integrado, no requiriendo ulteriores desenvolvimientos. Porque en ese momento se Le [e108] aseguró que, hasta el inminente advenimiento de la hora mesiánica en que se Le revelaría Su dignidad gloriosa, debía trabajar para el Reino como el Mesías oculto o desconocido, probarse a Sí Mismo y purificarse, conjuntamente con Sus amigos, para Su dolor final."

Para Jesús, como hombre, fue probablemente un descubrimiento intranquilizador. Oscuros presagios del sendero que Él debería hollar, algunas veces habrán acudido a Su mente, pero todas sus implicancias y la imagen del camino que tenía por delante, no pudieron surgir en Su conciencia en toda su plenitud hasta haber pasado la segunda iniciación, en la que Su purificación fue total. Entonces Se enfrentó con la vida de servicio y con las dificultades que aparecen en el sendero de todo consciente hijo de Dios. El autor citado anteriormente dice:

"En la conciencia mesiánica de Jesús, la idea del sufrimiento adquirió, [i103] en lo que a Él atañe, una misteriosa significación. El mesianismo, del cual fue consciente en Su bautismo, no era una posesión ni un simple objeto de expectativa, pero en el concepto escatológico se daba por hecho, que mediante la prueba del sufrimiento debía convertirse en lo que Dios Le había destinado que fuera. Su conciencia mesiánica nunca careció de la idea de la Pasión. El sufrimiento es el camino hacia la revelación del mesianismo." 28

La entera vida de Cristo fue una prolongada vía dolorosa, pero siempre estuvo iluminada por la luz de Su alma y por el reconocimiento del Padre. Según registra El Nuevo Testamento, Su vida se dividió en períodos y ciclos definidos, y aunque, por supuesto, los detalles de lo que debía hacer se Le revelaban en forma progresiva, toda Su vida constituyó un gran sacrificio, una gran experiencia y un propósito definido. Este objetivo definido y esta consagración del entero hombre a un ideal, indican un estado de iniciación. Todos los acontecimientos están relacionados con el cumplimiento de la tarea de la vida, la cual adquiere una verdadera significación. Ésta es la lección que todos nosotros no iniciados y aspirantes podemos ahora aprender y empezar por decir: "Cuando contemplo el pasado, la vida no es para mí una sucesión de experiencias, sino una gran experiencia, iluminada aquí y allí por momentos de revelación". 29

Esta iluminación se hace constante a medida que pasa el tiempo. El antiguo instructor indú Patanjali,
30 enseñaba que la iluminación es séptuple y va progresando por etapas sucesivas. Es como si tratáramos mentalmente las siete iluminaciones que [e109] llegan a los hijos de Dios que están en proceso de despertar a sus divinas oportunidades: llega la iluminación cuando nos decidimos a hollar el sendero de probación y a prepararnos para la iniciación. Entonces arroja luz la lejana visión y obtenemos una fugaz vislumbre de nuestra meta. Después la luz se vierte sobre nosotros mismos y obtenemos una visión de lo que somos y de lo que podemos ser, entrando [i104] entonces en el sendero del discipulado o —empleando la terminología bíblica— iniciamos la larga jornada a Belén. Tenemos después las cinco iniciaciones que estamos estudiando, cada una de las cuales marca un acrecentamiento de la luz que brilla en nuestro camino y desarrolla esa radiación interna que capacita a todos los hijos de Dios a decir, con Cristo, "Yo soy la luz del mundo" 31 y a obedecer Su mandato cuando dice: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean"...32 Esta luz, en sus siete etapas, revela a Dios, Dios en la naturaleza, Dios en Cristo, Dios en el hombre. Es la que causa la visión mística, sobre la cual tanto se ha escrito y enseñado y testimoniaron las vidas de los santos de Dios, en ambos hemisferios.

A veces nos preguntamos quién habrá sido el primer hombre que recibió la primera débil vislumbre (alcanzada con tenue luz interna) de la infinita posibilidad que le esperaba. Tuvo una vislumbre de Dios y desde ese momento la luz de Dios fue cada vez más intensa. Una antigua leyenda (¿quién puede decir que no esté basada en la realidad?) dice que Jesús de Nazaret fue el primero en nuestra humanidad, en un nebuloso y lejano pasado, en recibir esa vislumbre y que Él, por el persistente y constante esfuerzo dirigido, fue el primero de nuestra humanidad que surgió a la luz de Dios Mismo. San Pablo tal vez se refería a esta verdad cuando habló de Cristo como "el primogénito entre muchos hermanos".
33 Sea o no verdadera esta leyenda, Cristo entró en la luz, porque Él era luz, y la historia del hombre ha sido una iluminación gradualmente creciente, hasta que hoy la radiación se encuentra en todas partes.

"El hecho importante es que por algún sendero el hombre prehistórico logró la percepción y, tarde o temprano, la certeza de la existencia de un ser superior. Quienes relataron la prehistoria podrán decir lo que quieran. El cuerpo del hombre puede haber sido un ascenso del reino animal en virtud de las facultades ocultas implantadas en la naturaleza por el Creador, o bien ser una nueva creación. En cualquier caso, Adán, el primer hombre, existió desde el momento en que Dios creó el alma [e110] humana para morar en el cuerpo, entonces empezó a operar un principio espiritual capaz de concebir ideas y formar propósitos morales". 34

En esta inherente y divina luz latente y también emanando de Dios, Cristo tuvo la visión que le demostró su Filiación, su Mesianismo y el sendero de sufrimiento. Esta visión es herencia y revelación de cada discípulo individual. Esta revelación mística puede percibirse, y una vez percibida constituye una realidad a menudo inexplicable, pero una realidad definidamente clara e ineludible. Proporciona [i105] al iniciado la confianza y el poder para seguir adelante. Es efectiva en nuestra experiencia y es la raíz de toda nuestra consistencia y también inexpugnable servicio futuro. Sobre esta base, marchamos valientemente de lo conocido a lo desconocido. Es finalmente inefable, porque subraya nuestra divinidad, está fundamentada sobre la cualidad divina y emana de Dios. Es una vislumbre del reino de Dios y una revelación del sendero que debemos hollar en nuestro camino hacia Él. Constituye una expansión que nos permite comprender que "el reino de Dios es un estado del alma, que proviene del espíritu y se refleja en el cuerpo". 35

"La religión viviente no es un mero conocimiento de hechos, sino una relación del entero hombre con Dios, que a su vez presupone una relación entre Dios y el hombre, captados por la experiencia del hombre religioso y la reflexión metafísica. Lo finito sólo se mueve por el poder de lo Infinito, la causa secundaria sólo actúa en virtud de la Causa Primera, según enseña la filosofía escolástica. Y Cristo dijo que 'ningún hombre entra' en el reino de Dios a menos que sea inducido a ello.

"La meta de este movimiento, sin embargo, tal como la exponen los propios reveladores religiosos, es un estado del alma en el cual su capacidad de santidad se ha desarrollado en una disposición vital y omniabarcante. La Biblia lo denomina 'penetración en Dios', y Meister Eckhart se refiere a ello diciendo que 'la verdadera posesión de Dios se da en el corazón y consiste en una constante aplicación y orientación internas del espíritu'."
36

El primer paso hacia este reino es por medio del nuevo Nacimiento y el segundo por el bautismo de la Purificación. Es un proceso para adquirir las características del reino y lograr gradualmente esa madurez que caracteriza al ciudadano de ese reino. Cristo lo testimonió en el bautismo, donde alcanzó la madurez, dándonos un ejemplo, y mediante Su paso triunfal por las tres tentaciones, demostró la pureza necesaria. Annie Besant se [e111] refiere a este crecimiento gradual en el reino, en los siguientes términos:

"El creyente común está 'vestido de Cristo', porque 'todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos'.37 Eran niños en Cristo... y Cristo era el Salvador al que ellos pedían ayuda, puesto que Lo conocían 'según la carne'. Pero, cuando ellos habían vencido a la naturaleza inferior y no eran ya 'carnales', entraban en un sendero superior y se trasformaban en Cristo. Esto que Él Mismo había logrado, era el deseo del Apóstol para sus seguidores: 'Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros'.38 Él era ya su padre espiritual, habiéndolos 'engendrado por medio del evangelio'.39 Entonces el Cristo Niño, el Divino Infante, nacía en el alma, 'en lo interno del corazón',40 trasformándose así el iniciado en el 'hijito'; de allí en adelante debía vivir en su propia persona la vida del Cristo, hasta volverse 'un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo "41,42

¡El infante en Cristo, el pequeño niño, el hombre maduro, el hombre perfecto! Por la experiencia de Belén nace el niño. El infante crece hasta la madurez y manifiesta su pureza y poder en el bautismo. Se presenta en la transfiguración como el hombre maduro, y en la Cruz representa al perfecto Hijo de Dios. Una iniciación constituye ese momento en que el hombre siente y sabe, en cada parte de su ser, que la vida es realidad y que la realidad es vida. Por un breve instante, su conciencia es omniabarcante, no sólo tiene la visión y oye la palabra de reconocimiento, sino que sabe que la visión es de sí mismo, y que la palabra es él mismo hecho carne. El Dr. Grensted 43 dice:

"...la esencia de la vida no consiste en su sucesión, sino en que sea un todo experimentado, hasta donde está presente en nuestra conciencia. En la afectividad y en el sentimiento de la experiencia se expresa más directamente esta unidad de la experiencia. Bradly, en su brillante descripción de la 'corriente del pensamiento', declara que la vida no es un serie de acontecimientos clave, sino que se asemeja a una zona de luz en la corriente de un río. Existe allí una zona nítidamente definida y sus bordes se van desvaneciendo en la oscuridad, pero la zona de luz se ve como una sola."

Ése es el factor esencial. Iniciación es una llamarada de iluminación lanzada sobre el río de la existencia, constituyendo una experiencia total. No hay nada indefinido en ella y el iniciado ya no es el mismo en su conciencia.

[e112] [i106] En el río Jordán, la luz de los Cielos se volcó sobre el Cristo, y su Padre pronunció las palabras que resonaron a través de las edades y evocaron la respuesta de todos los aspirantes al reino. El espíritu de Dios descendió sobre él como una paloma. La paloma ha sido siempre el símbolo de la paz. Por dos razones fue el signo elegido en dicha iniciación. El agua, como hemos visto, es el símbolo de la naturaleza emocional, que una vez purificada por la iniciación, se convierte en un límpido y tranquilo estanque, que puede reflejar la naturaleza divina en toda su pureza. Así, en forma de paloma, la paz de Dios descendió sobre Jesús.

Las dualidades esenciales de la existencia están tipificadas en La Biblia. El Antiguo Testamento representa al hombre natural inferior, el aspecto virgen María, que lleva en sí la promesa del Mesías, de Aquel que vendrá. El Nuevo Testamento representa al hombre espiritual, el Dios hecho carne y el nacimiento de aquello que la naturaleza material llevó y ocultó en sí durante tanto tiempo. El Antiguo Testamento comienza con la aparición del cuervo en la época de la fundación del mundo antiguo. El Nuevo Testamento comienza con la aparición de la paloma —el primero es símbolo de las aguas turbulentas, la segunda, el símbolo de las aguas de la paz. Por medio de Cristo y del desarrollo de la vida crística, llegará en todo ser humano la "paz que sobrepasa todo entendimiento".
44

De pie, en las aguas del Jordán, Cristo enfrentó al mundo como Hombre. De pie, sobre la cima de la Montaña de la Transfiguración, enfrentó al Mundo como Dios. Pero en la iniciación del bautismo, estuvo a igual altura que Sus hermanos, manifestando pureza y paz. Recordemos que "desde el punto de vista de los demás, sólo es original el hombre que puede conducirlos más allá de lo que ya saben, pero no puede hacer esto hasta poseer los mismos conocimientos que ellos".45 Esto debe recordarse. Cristo fue purificado, pero frente a Él tenía las tentaciones. Tenía [i107] que llegar a ser en Su conciencia (ya sea de nuevo o por la recuperación de las antiguas pruebas y experiencias) igual a nosotros en todas las cosas, en el pecado, debilidad, flaqueza humana y también en los triunfos y realizaciones humanos. Cristo tenía que demostrar Su grandeza moral así como Su divinidad y Su perfección, como el hombre que había llegado a la madurez. Tenía que pasar por las pruebas a que todo futuro ciudadano del reino debe someterse cuando se le exige probar su capacidad para [e113] obtener los privilegios de ese reino, del cual la iglesia es el símbolo externo y visible y, aunque imperfecta y débil en la interpretación de sus enseñanzas esenciales, simboliza la forma del reino de Dios. Pero éste no es el reino de los teólogos. No se entra en él por la mera aceptación de ciertos credos formales, entran quienes pasaron por el nuevo nacimiento y bajaron al Jordán.

"El cristianismo, como lo demuestra la religión comparada, es la única religión del 'reino de Dios', donde la comunidad no es algo secundario ni una mera suma de los individuos que la forman, así como un organismo viviente no es la suma de sus miembros. El cristianismo es una religión en la que el individuo vive sólo por medio de la comunidad y en ella, la iglesia.

"Desde el principio y por su verdadera esencia, el cristianismo ha sido y es, la religión de una iglesia. No tenemos más que analizar la línea de maestros cristianos, desde los apóstoles Pedro y Juan, pasando por Ignacio de Antioquía, Ireneo y Cipriano, hasta Agustín, para ver claro, como la luz del día, que somos cristianos únicamente en el cuerpo uno de Cristo, e hijos de Dios en la medida en que visiblemente o, por lo menos, espiritualmente, estamos unidos a él. La comunidad posee una función en el esquema de salvación, para la cual no hay sustituto y 'cuando un miembro se separa del todo que integra, cesa de vivir'. (Agustín)

"Pero aquí está la paradoja: la religión que otorga una importancia única a la comunidad, no solamente sostiene el valor de la personalidad individual, sino que la eleva a la más alta potencia. Todo individuo posee una vida divina y una copia única de su divino ejemplo, 'llamado por su propio nombre'. Aunque el mismo cristiano es una criatura diminuta ante la presencia de la Totalidad infinita de Dios, y debe decir con el Salmista, '¿Qué es el hombre, para que Tú lo tengas en consideración?', sabe que Dios Se ha preocupado por él y Lo ha criado."
46

La ciudadanía de este reino fue juzgada en la persona de Cristo, por eso bajó al desierto para ser tentado por el demonio.



3


En este episodio íntimo de la vida de Jesucristo se da quizás la primera vislumbre real de los procesos llevados a cabo en Su mente más recóndita. Las palabras que siguen inician la historia y son significativas:

"Y hubo una voz de los cielos, que decía: Éste es mi Hijo amado en quien tengo complacencia. Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado del diablo." 47

[e114] El relato de la tentación en el desierto ha provocado grandes controversias. Muchas cuestiones se promovieron y el fervoroso creyente ha experimentado mucha agonía respecto al alma, al tratar de reconciliar el sentido común, la divinidad de Cristo y el demonio. ¿ Podía Cristo en realidad [i108] ser tentado, y de ser así, haber caído en el pecado? ¿ Hizo frente a esas tentaciones como el omnipotente Hijo de Dios, o lo hizo como hombre, sujeto por lo tanto a tentaciones? ¿ Qué se quiere significar por el demonio? ¿ Cuál era la relación de Cristo con el mal? Si esta narración respecto al desierto nunca se hubiera contado, ¿cuál habría sido nuestra actitud hacia Cristo? ¿ Qué ocurrió realmente en la conciencia de Cristo mientras se hallaba en el desierto? ¿ Con qué fin se nos permite compartir con Él esta experiencia?

Muchos interrogantes surgen en la mente del hombre inteligente, y numerosos han sido los comentarios que se han escrito para establecer el punto de vista particular de cada pensador. No es propósito de este libro tratar el difícil tema del mal, ni definir las veces que Cristo actuaba como hombre y cuándo lo hacía como Hijo de Dios. Algunos creen que fue simultáneamente ambas cosas y que "era el Dios de Dios Mismo"
48 y, sin embargo, al mismo tiempo esencial y completamente humano. La gente afirma estas cosas, pero tiende a olvidar las implicaciones. Afirma con decisión su punto de vista, pero omite llevar su actitud a una conclusión lógica. Lo que se infiere es que nos permite conocer la tentación para aprender, como seres humanos, una lección necesaria; estudiemos por lo tanto esa historia desde el ángulo de la humanidad de Cristo, no olvidando que Él había aprendido a obedecer al espíritu divino, el alma en el hombre, y que tenía el control de Su cuerpo de manifestación. Beverley Nichols49 hace el siguiente comentario:

"Una de las primeras cosas que sabemos de Cristo en La Biblia, es que fue tentado por el demonio. 'Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se hagan pan'. Así le habló el demonio en el árido desierto, después que Cristo hubo ayunado durante cuarenta días. El hecho que Cristo pasara sobre ésta y todas las demás tentaciones, no nos prueba que fuera inmune a la tentación. Si no hubiera sentido las torturas del hambre, no habría mérito alguno en la respuesta que se le arrancó: 'Escrito está, no sólo de pan vivirá el hombre'. Hubiera sido meramente una moralización vacua, llevada y olvidada por el viento del desierto.

"Lo mismo ocurrió durante Su agonía en el huerto. No sólo poseía la capacidad del hombre común de sentir el dolor, sino también la de temerlo. Sabía demasiado bien los horrores que Le esperaban en la [e115] cruz y Su cuerpo reaccionaba de acuerdo a ello. Cuando elevó la conmovedora súplica: 'Padre mío, si Tú lo decides aparta de mí este cáliz...'; se dice que cuando oraba, 'su sudor, como grandes gotas de sangre, caía al suelo'."

Cristo fue "tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado".50 Cristo tomó cuerpo humano y estuvo sujeto a las condiciones humanas en que también estamos; sufrió y agonizó, sintió exasperación, fue condicionado por Su cuerpo, Su medio ambiente y la época, como todos nosotros. Por haber aprendido a dominarse y porque la rueda de la vida había terminado para Él, podía enfrentar esta experiencia y hacer frente al mal y triunfar. De ese modo nos enseñó a enfrentar la tentación, nos mostró lo que debíamos esperar como discípulos que se preparan [i109] para la iniciación y también el método por el cual el mal se convierte en bien. Enfrentó la tentación, no con una gran técnica o revelación nueva, sino simplemente recurriendo a Lo que sabía de lo que se Le había dicho y enseñado. Encaró a la tentación, con la frase: "Escrito está" 51 y no empleó nuevos poderes para combatir al demonio. Simplemente utilizó el conocimiento que poseía. No empleó los poderes divinos para vencer al Mal. Sencillamente empleó los que todos poseemos —el conocimiento adquirido y las milenarias reglas. Lo conquistó, porque había aprendido a vencerse a Sí Mismo. Era el amo de las condiciones de esa época, porque había aprendido a dominarse a Sí Mismo. El Dr. Grensted 52 dice:

"El razonable argumento de que los cristianos hayan elegido al Cristo como la revelación del misterio del universo, es simplemente porque en Su vida vemos surgir los problemas de nuestras propias vidas al obtener una personalidad incomparable y completa. No se pueden evitar las temibles e irracionales realidades del mal y de la muerte. Hay sufrimiento, tentación y hasta la sombra de un fracaso. Sin embargo, todo eso está representado de tal forma en las narraciones del Evangelio, que forman un cuadro consistente de Quien fue completamente dueño de Su propia alma. Sabemos, a medida que leemos la historia de Su vida, que así es la humanidad en su nivel más elevado, y que, aunque tales alturas están absolutamente fuera de nuestro alcance, también sabemos que Él ha revelado el propósito y las posibilidades de nuestras vidas, inconmensurablemente menos efectivas."

Tal dominio ejercido por el alma puede ser que esté totalmente más allá de nuestro logro inmediato, pero el mandato de Cristo tiene eternamente vigencia: "Sed pues, vosotros perfectos",53 y algún día nosotros también enfrentaremos la tentación en el desierto y saldremos, como Él, sin mácula y vencedores. Tal [e116] experiencia es inevitable para todos y nadie puede escapar a ella. Cristo no la evitó y nosotros tampoco lo haremos. "La posibilidad de ser tentado demuestra la verdadera grandeza de la naturaleza humana", dice el Dr. Selbie54: "Sin eso seríamos simplemente criaturas inmorales... Por la capacidad de elegir entre los fines y las acciones a que ellos conducen, surge la posibilidad del pecado". Esto exige una consideración más que superficial. La propia humanidad está comprometida en esta narración del desierto. El mundo de las cosas materiales, de los deseos y de la ambición, fue desplegado ante el Cristo y por que Él reaccionó como Lo hizo y ninguno de esos aspectos de la vida podía afectarlo, nosotros también podremos liberarnos, asegurando nuestra victoria final. Cristo obtuvo la victoria como hombre. Nosotros también podemos hacer lo mismo.

"El hombre, entonces, como espíritu, es el gran 'Negador' (Neinsagekönner). Es el eterno protestante contra toda realidad meramente empírica. Al decir 'no' a todo lo que es simplemente concreto, y al tratar de modificar este mundo de acuerdo a sus intereses ideales, el hombre afirma la existencia de su propio centro espiritual, fuera del mundo de la vida y en el mundo de las ideas eternas. Esto, dice Scheler, es el principio del intento metafísico de captar intelectualmente lo absoluto, y del intento religioso de librar al mundo de todo lo que es ajeno a él, descubriendo el amor implícito en él. Así, la lucha entre la vida por una parte, y el espíritu por otra, se torna muy aguda." 55

A este triunfo del alma sobre la materia y de la realidad sobre lo irreal, dio testimonio Cristo en la experiencia del desierto, y todos los que siguen Sus pasos marchan hacia la misma meta. El triunfo que logró [i110] será el nuestro cuando enfrentemos el problema con el mismo espíritu que Él lo hizo, volcando sobre él la luz del alma y apoyándose en la pasada experiencia. En The Testament of Man, publicado por Arthur Stanley, W. R. Inge,56 dice:

"En el núcleo de nuestra personalidad hay una chispa, encendida en el altar de Dios en los cielos —algo demasiado sagrado para consentir hacer el mal, una luz interna que puede iluminar todo nuestro ser. Purificar los ojos de la comprensión por la disciplina constante, apartarnos de los deseos carnales u obstáculos mundanos, para acostumbrarnos a ascender con el corazón y la mente al reino de los valores eternos, que son los pensamientos y propósitos de Dios— tal es la búsqueda del místico y el esquema de su progreso, durante su vida terrena. Contiene en sí su propia prueba y justificación en la creciente claridad y certidumbre con que las verdades del mundo invisible le son reveladas al que las busca con diligencia. La experiencia es demasiado íntima y en cierto sentido, demasiado amorfa, para ser impartida a otros. No se ha hecho un lenguaje para ser expresado, y la imaginación, que recuerda los [e117] momentos de visión después de sucedidos, nos pinta esa visión con colores que no son los propios. Al recordar la revelación tiende a revestirla en forma mística o simbólica, pero la revelación fue real; sólo aquí —en el acto místico por excelencia, el acto de la plegaria— esa fe aparece por un momento. Amorfa, confusa y fugaz como es, la experiencia mística es el cimiento pétreo de la fe religiosa. En esta experiencia el alma, actuando como unidad, con todas sus facultades, se eleva sobre sí misma y se trasforma en espíritu; afirma sus pretensiones de ser un ciudadano del cielo."

En la iniciación del Bautismo quedó demostrado ante el hombre, la pureza y la liberación de todo mal poseído por el Cristo. Ahora debe pasar por una prueba distinta. De las multitudes y de la experiencia, Cristo pasó a la soledad, y durante cuarenta días y noches estuvo solo consigo mismo, permaneciendo entre Dios y el Demonio. ¿ De qué agente se valió esta fuerza maligna para llegar hasta Él? Mediante Su propia naturaleza humana, mediante la soledad, el hambre y Sus propias visiones, Cristo fue abandonado a Sí Mismo y allí, en el silencio del desierto, solo con Sus pensamientos y deseos, fueron probadas todas las partes de Su naturaleza que podían ser vulnerables... "Como Él es así, así somos nosotros en este mundo",57 vulnerables en todos los puntos. La dificultad de la mayoría radica en que somos vulnerables en muchas cosas sin importancia, y estamos preparados para caer ante cualquier situación trivial. Lo crucial de la situación, en lo que a Cristo concierne, fue que las tres tentaciones eran las pruebas cruciales, involucrando los tres aspectos de la naturaleza inferior. Fueron tentaciones sintetizadas. No había en ellas nada de trivial ni insignificante, sino el acopio de las fuerzas del triple hombre inferior: física, emocional y mental, en un último esfuerzo por controlar al Hijo de Dios. El mal está constituido así, y algún día tendremos que enfrentar esta prueba, este triple mal, este demonio, como Cristo lo enfrentó. Tres veces fue tentado y tres veces resistió, y sólo después que pudo desechar la capacidad de reaccionar a la forma y al beneficio material le fue posible pasar a la realización de Su servicio al mundo y llegar al Monte de la Transfiguración. Uno de los más grandes pensadores en el campo de la interpretación cristiana de hoy, el Dr. Albert Schweitzer,58 dice: "Todos los que están destinados al Reino deben obtener el perdón por las culpas cometidas en el eón terrestre, enfrentando firmemente al poder mundial, cuando se concentra en mí mismo para el ataque final, pues por esta culpa aún estaban sujetos al poder [i111] del ateísmo; ella constituye el contrapeso que retrasa el establecimiento del Reino".

[e118] Cristo enfrentó este último ataque y salió victorioso, garantizando así nuestra victoria final.

El demonio se aproximó a Jesús cuando había concluido los cuarenta días de comunión solitaria. No se dijo lo que Cristo hizo durante esos cuarenta días. Nada sabemos de Su pensamiento y determinaciones, de Sus realizaciones y consagración, en esa época. Él solo enfrentó el futuro y encaró al final las pruebas que lo liberaron del poder de Su naturaleza humana.

"La religión consiste en que el individuo se ocupa de su propia soledad. Pasa por tres estados si se desarrolla para su satisfacción final. Es la transición de Dios, la nada, a Dios el enemigo, y de Dios el enemigo, a Dios el compañero.
"Por eso la religión es soledad, y si uno nunca es solitario, tampoco será religioso."
59

A medida que estudiamos la vida de Jesús surge cada vez con más claridad esta soledad. Las grandes almas son siempre solitarias. Marchan incesantemente sin compañía por las partes más difíciles del largo camino de retorno. Cristo siempre estaba solo. Su espíritu Lo llevaba constantemente al aislamiento. "Los grandes conceptos religiosos que pululan en la imaginación de la humanidad civilizada, son escenas de soledad: Prometeo encadenado a la roca, Mahoma cavilando en el desierto, las meditaciones de Buda, el Hombre solitario de la Cruz. Corresponde a lo más hondo del espíritu religioso sentirse abandonado de todos, hasta de Dios".60

Cristo alternaba Su vida entre la multitud que Él amaba, y el silencio de los lugares solitarios. Primeramente compartió la vida cotidiana de la experiencia familiar, donde las intimidades de la personalidad pueden tan penosamente aprisionar al alma; después pasó al desierto solitario y se encontró solo. Regresó, y comenzó Su vida pública, hasta que la notoriedad, el ruido y el clamor de esa vida fue reemplazada por el profundo interno silencio de la Cruz, donde abandonado por todos, pasó la oscura noche del alma —completamente solo. Sin embargo, en esos momentos de completo silencio, cuando el alma queda abandonada a sí misma, sin nadie que la ayude, ni mano tendida para auxiliarla, ni voz que la reconforte, sólo llegan esas revelaciones y esa clara percepción que permiten el surgimiento de un Salvador para ayudar al mundo. Arthur Stanley
61 cita a John Jay Chapman respecto a esto:

[e119] "Todos los poderosos liberadores humanos tienen algo en común y es que cada uno habla desde la soledad. La soledad difiere de mil maneras, pero todas coaligan y forman parte una de la otra, se interfusionan. Por eso la gente piensa que como todas las soledades son una sola, la belleza es una unidad. No muy lejos de la superficie de la vida, existe una gran caverna o reino de soledad, en el cual los hombres se sumergen para comunicarse con sus semejantes. Desde esta galería eterna y susurrante, hablan todas las religiones, las artes, la poesía y la sabiduría de la tierra. No debe temerse que este reino, del cual surgen las voces, pueda ser suprimido o abolido por las condiciones superficiales de un día que pasa. Nunca está lejos de nosotros, nos absorbe en momentos inesperados —aunque trabajemos en las olas y corrientes de la superficie. Nos introducimos y sumergimos en él, los murmullos de su música nunca se desvanecen totalmente en nuestros oídos.

"Las inspiraciones del mundo irrumpen hacia arriba de esta caldera interna de soledad, para expresar el altruismo y lo universal que existe en cada uno. Su influencia es unitaria y sus formas brotan unas de otras, no nacen por sí mismas ni se separan de su fuente."

[i112] Cristo fue tentado por el demonio. ¿Es necesario en una obra como ésta interpretar al demonio? ¿No se evidencia que en el mundo actual hay dos conceptos dominantes, considerados ambos como factores en la conciencia de los jóvenes y determinando por lo tanto sus creencias ulteriores —el demonio y San Nicolás o Papá Noel? Estos nombres encarnan ideas opuestas. Cada uno simboliza uno de los dos problemas mayores que el hombre debe resolver en su vida diaria. Los filósofos orientales los denominan "pares de opuestos", sin duda, es la manera en que el hombre maneja ambos aspectos de la vida, y su actitud subjetiva determina si su vida reacciona al bien o al mal. El demonio es el símbolo de lo que es humanamente divino, porque si las cosas malas hechas por el hombre, las hiciera un animal, no se las consideraría malas. Un hombre o un zorro, por ejemplo, pueden asaltar un gallinero, en un caso se atenta contra una ley moral, en el otro, se sigue un instinto natural. Un animal puede matar a otro en un acceso de furia o en defensa de su hembra, pero cuando un hombre hace lo mismo se lo denomina asesino y se lo castiga.

Papá Noel es la encarnación del altruismo. Es el símbolo de la dádiva y del espíritu crístico, por lo tanto es para el hombre un recordatorio de Dios, así como esa otra ficción de la imaginación, el demonio con cuernos y cola, es el recordatorio de lo que no es Dios, de lo que no es divino.

"La clave nos la da la mitología. Los mitos exigen una seria interpretación que corresponde a la realidad objetiva; no debe tratárselos como poesía pura, sin ninguna verdad positiva detrás de ello, como un [e120] mero juego de la imaginación. La vestidura que envuelve la sustancia podrá ser todo lo fabulosa, fantástica, inconsistente y pintoresca que se quiera, pero no altera el hecho de que la mitología popular nos hable de una realidad invisible, y de 'personajes' misteriosos, 'personajes', no fuerzas, trabajando por doquier. Todo vive y posee un alma. El mundo está colmado de espíritus, de almas. Los mitos hablan de ellos. ¿Quién inventó estos mitos? Nadie. Porque las invenciones son arbitrarias, son ficciones. Pero esos cuentos son aceptados [i113] por quienes los relatan y por su auditorio, como verdades incuestionables. La psicología del hombre primitivo lo impulsa a considerar las cosas en forma 'mágica'. Lo que en nuestra psicología individual más moderna se ha convertido en 'subconsciente', donde todavía la vida colectiva de nuestros antepasados aún está actuando, constituye en la psicología normal del primitivo, un estado de 'sonambulismo natural' con sus características formas de sensibilidad, telepatía, doble vista, captación directa, semejante a la del artista, cuando observa al todo en sus partes, y a lo esencial en la multiplicidad de detalles." 62

Esto lo testimonian los símbolos de Papá Noel y del demonio —ya que son encarnaciones de las dualidades primordiales en el campo de la cualidad. Toda la existencia del hombre, como hombre, transcurre oscilando entre estos pares de opuestos, hasta que con el tiempo se alcanza el equilibrio y desde ese momento el hombre marcha hacia lo divino. Podría ser de valor reflexionar a veces, extensa y profundamente, sobre esos dos extremos de la existencia humana: el bien y el mal, la luz y la tiniebla, la vida y la forma, el espíritu y la materia, el yo y el no-yo, lo real y lo irreal, la verdad y la falsedad, lo correcto y lo incorrecto, el placer y el dolor, el anhelo y la inercia, el alma y la personalidad, Cristo y el demonio. En los dos últimos se resume el problema de las tres tentaciones. Estas dualidades se han definido también como la finitud y la infinitud, siendo una, característica del hombre, y la otra, de Dios. Lo que hace resaltar nuestra naturaleza finita corresponde a la humanidad, lo que es inteligente pertenece a Dios. Al estudiar estas tres tentaciones veremos con claridad las diferencias entre las dualidades. Dice el Dr. B. Bosanquet: 63 "El mal o lo finito, mientras sea autoafirmativo y esté totalmente subordinado a la voluntad perfecta, es pecado. Es la más aguda contradicción concebible del yo en contra de sí mismo, cuando se identifica con la perfección. Es algo que está en el yo, pero no le pertenece, y aunque existe, es repudiado ardientemente por el yo". Cristo, en las tentaciones, no podía contradecirse a Sí Mismo, por eso, identificándose con la perfección, representa un ser humano que "está en el mundo y no es del mundo",64 tentado [e121] por el demonio y, sin embargo, sin reaccionar erróneamente a las sugerencias del demonio. Era un alma libre o un alma divina, sin las trabas del deseo, ni la contaminación de la carne y sus tentaciones, liberado de los pecados de los procesos mentales. Ésa es [i114] la voluntad de Dios para todos y cada uno de nosotros, y el citado autor dice: "No puede haber libertad... a no ser que la voluntad divina sea genuinamente una con la de los seres finitos, en una sola personalidad".65 Cristo fue una Personalidad así. Dios es la contradicción del mal, y la actitud de Cristo hacia el demonio fue una contradicción firme. Con esto aclaró el punto y realizó lo que todas las almas pueden hacer. Aquí, como he indicado anteriormente, está Su condición excepcional y diferente —que consiste en el hecho fundamental de haber empleado los métodos para servir, triunfar y sacrificarse, al alcance de cualquiera de nosotros. En el pasado, muchos dieron su vida por otros, muchos enfrentaron el mal con decisiva oposición, muchos dedicaron su vida al servicio, pero nadie lo hizo con la plenitud y perfección de Cristo.

Su grandeza, que nunca puede ser suficientemente reiterada, reside en Su universalidad. El Dr. Bosanquet
66 se refiere a este tema de la personalidad del siguiente modo:

"Mi argumento es que nuestra verdadera personalidad reside en nuestra mayor solidez y que al desear su desarrollo y satisfacción, deseamos se acreciente nuestra verdadera individualidad, con la correspondiente disminución de nuestra exclusividad... Quizás repliquen que la verdadera individualidad —grandeza de alcance y organización— aumenta la distinción personal y también la comprensión. Sin duda será así, pero la exclusividad decrece. Los grandes hombres del mundo no nacen simplemente de sus padres terrenales. En ellos se enfocan países y eras enteras... Al desear una perfección altamente desarrollada, estamos deseando ser algo que ya no puede identificarse con la vida terrena ni con los incidentes de la misma."

Si estas palabras se estudian en relación con las tentaciones de Cristo, surgirá la maravilla de lo que Él hizo y nos alentará a nosotros, Sus hermanos menores, que somos también hijos de Dios.

Por lo tanto, como hombre íntegro y totalmente divino, Cristo emprendió la batalla final con el demonio. Como ser humano,
[i115] en quien se expresaba plenamente el espíritu divino, enfrentó al demonio en Su propia humanidad (separadamente de Dios), y venció: No tratemos de separar a ambos —Dios y el hombre— cuando pensamos en Cristo. Algunos pensadores hacen hincapié en Su humanidad e ignoran Su divinidad. En esto cometen sin [e122] duda un error. Otros subrayan Su divinidad y consideran blasfemos y errados a quienes lo colocan en pie de igualdad con los seres humanos. Pero si consideramos a Cristo como la flor de la raza humana, porque el espíritu divino asumió pleno control y se manifestó por medio de la forma humana, de manera alguna disminuimos Su persona o Sus realizaciones. Cuanto más avancen los hombres en el Sendero de la Evolución, tanto más se harán conscientes de su divinidad y de la paternidad de Dios. Al mismo tiempo, cuanto más profundamente valoren a Cristo, más se convencerán de Su divinidad perfecta y de Su misión, y más humildemente tratarán de seguir Sus pasos, sabiendo que es el Maestro de Maestros, el Dios de Dios Mismo y el Instructor de ángeles y hombres.

Esa divinidad perfecta debe ser probada y aprobada. Tiene que demostrar a Dios, al demonio y a la humanidad, la naturaleza de Su realización, y de qué manera los poderes de la naturaleza inferior pueden ser vencidos por los poderes del alma. Esas tentaciones pueden ser fácilmente comprendidas por todos los aspirantes y discípulos, porque involucran pruebas universales que se aplican a la naturaleza humana de la que todos participamos y con la cual todos luchamos en alguna forma y medida. No interesa si lo hacemos impulsados por nuestra conciencia, por el control de nuestra naturaleza superior o por la clara luz de la divinidad. Esto lo han reconocido siempre todos los discípulos. Tenemos, por ejemplo, que para el Cardenal Newman es:

"...un principio fundamental de que obtenemos nuestro conocimiento inicial del universo por medio de los sentidos, así también en el primer caso aprendemos por la conciencia, acerca de su Señor y Dios. Todo hombre, haya nacido entre gente de elevada cultura o en las cabañas de los primitivos habitantes, lleva en su corazón un misterioso aunque apremiante y claro mandato: 'Tienes que hacer esto'. Él no se ordenó a sí mismo ni puede deshacerse de él. Podríamos convenir con Scheler, que es innato en el hombre como tal. La comprensión de los valores morales es tan innata en el hombre como su capacidad de apreciar la verdad. Experimentamos el bien como un valor, y el hombre primitivo también lo experimenta, en realidad, como de supremo valor. Llamamos 'buena' a la conducta, cuando la elección que la inspira ha decidido en favor del valor superior contra el inferior, y bueno a un hombre cuando dirige fundamentalmente su voluntad hacia el bien. Hasta que el hombre no posea esta sensibilidad moral, no es hombre."67

Consideraremos esas tres tentaciones en el orden dado por San Mateo, que difiere del de San Lucas. San Marcos simplemente menciona que Cristo fue tentado por el demonio y San Juan no [e123] se refiere a ellas. Las tres tentaciones probaron los tres aspectos de [i116] la naturaleza humana inferior —físico, emocional o de deseos, y mental—, San Mateo68 dice:

"Después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre, y vino a él el tentador y le dijo: Si eres Hijo de Dios di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios."

Existen dos hechos muy interesantes relacionados con esas tentaciones. Cada una de las frases en los labios del demonio comienza con "si", y la respuesta de Cristo comienza con "Escrito está". Esas dos frases vinculan los tres episodios, dando la clave de todo el proceso. La tentación final es la duda. La prueba que todos tendremos que enfrentar eventualmente y que culminó en la vida de Cristo, hasta Su triunfo en la Cruz, es la prueba de nuestra divinidad. ¿Somos divinos? ¿Cómo deben expresarse nuestros poderes divinos? ¿ Qué podemos o no hacer, por ser hijos de Dios? La diferencia de los detalles de cada dificultad, prueba y experiencia, son de relativa importancia. Tampoco interesa que las pruebas estén centradas en uno u otro aspecto de nuestra naturaleza inferior. Lo que está a prueba es el anhelo de toda una vida hacia la divinidad. El hombre poco evolucionado no enfrenta todo el problema de la divinidad, únicamente se preocupa de los detalles; del problema del panorama inmediato de su vida, manejándolo o no, a la luz de la conciencia, según el caso. Para el discípulo los detalles son de menor importancia, empieza poco a poco a interesarse por la verdad general de su filiación. Entonces maneja las condiciones de su vida desde el punto de vista de esa teoría. Para un perfecto hijo de Dios, como el Cristo, o para el hombre que se aproxima a la perfección, el problema debe encararse en su totalidad, y el problema de la vida debe ser considerado desde el ángulo de la misma divinidad. Tal fue el caso de Cristo, y tales eran las implicaciones ocultas en el triple "si" del demonio.

[i117] Me parece que hemos errado al interpretar toda verdad desde el punto de mira del hombre mediocre, y es lo que se ha hecho correcta o equivocadamente. La verdad puede interpretarse de muchas maneras. Los que son simplemente seres físicos emocionales y poseen por lo tanto, poca visión, requieren la protección de la teología, a pesar de sus imperfecciones y declaraciones dogmáticas insostenibles. Esto lo necesitan, por eso que la responsabilidad de quienes administran los dogmas a los "niños" de la raza [e124] es muy grande. La verdad debe darse en forma más amplia y con un contenido más general, a quienes comienzan a vivir conscientemente como almas, por lo tanto, puede confiarse en que verán el significado tras el símbolo y la significación detrás de la apariencia externa de la teología. La verdad, para los perfectos hijos de Dios, debe ser algo que está más allá de nuestros sueños, y de una significación tan profunda y de tan gran extensión, que resulta fútil toda especulación al respecto, puesto que es algo que debe experimentarse y no imaginarse, algo en que habremos de adentrarnos y no simplemente visualizar.

La réplica de Cristo debe considerarse también en forma triple. Él dice "escrito está", y los irreflexivos y de mente estrecha lo consideran como una aprobación a la inspiración verbal de las Escrituras. Pero, sin duda, Cristo no se refería sólo a las antiguas declaraciones de las Escrituras judaicas, por bellas que fuesen. Las posibilidades de error son demasiado grandes para justificar nuestra incuestionable aceptación de toda palabra, en cualesquiera de las escrituras del mundo. Cuando se analizan los procesos de la traducción esto se evidencia con absoluta claridad. Cristo quiso significar algo mucho más profundo que "la Biblia lo dice". Quiso decir que la signatura de Dios estaba en Él, que Él era el Verbo y que ese Verbo era la expresión de la verdad. Es el Verbo del alma (el influjo de la divinidad) lo que determina nuestra actitud en la tentación y nuestra respuesta al problema presentado por el demonio. Si esa Palabra distante, profundamente oculta por el velo de la forma, sólo se escuchara en sonidos distorsionados, el Verbo no seria suficientemente potente para resistir al demonio. La palabra está escrita en la carne, por muy desfigurada y casi invisible que pueda estar, a causa de la actividad
[i118] de la naturaleza inferior; es pronunciada en la mente, trayéndole iluminación y percepción interna, aunque todavía la visión esté distorsionada y la luz sea poco perceptible. Pero la Palabra está allí. Algún día, cada uno de nosotros podrá decir poderosamente "escrito está", y veremos la Palabra expresada en todas partes de nuestra naturaleza humana como individuos y, en una fecha aún distante, en la humanidad misma. Ésta es la "Palabra perdida" de la tradición masónica.

La filosofía oriental se refiere frecuentemente a cuatro esferas de la vida, o a cuatro problemas que todos los discípulos y aspirantes deben enfrentar y que constituyen, en su integridad, el mundo en que vivimos. Tenemos el mundo de maya, el mundo de la ilusión y el mundo del espejismo, y también ese misterioso "Morador en el Umbral" a que se refiere Bulwer Lytton en
[e125] Zanoni. A esos cuatro enfrentó Cristo y los venció en la experiencia del desierto.

Maya se refiere al mundo de las fuerzas físicas en que vivimos, y la primera tentación concierne a ese mundo. La ciencia moderna dice que no existe nada visible e invisible que no sea energía, y que toda forma es sencillamente un agregado de unidades de energía en constante e incesante movimiento, al cual nos hemos adaptado y en el cual "vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser".
69 Tal es la forma externa de la Deidad, y somos parte de ella. Maya es de carácter vital, y poco sabemos de sus efectos en el plano físico (con todo lo que el término implica) y en el ser humano.

El espejismo se refiere al mundo del ser emocional y del deseo, donde moran todas las formas. Este espejismo cobra nuestras vidas y produce falsos valores, equívocos deseos, innecesarias seudonecesidades, preocupaciones, ansiedades y cuidados, pero este espejismo es milenario y nos tiene tan aferrados que es casi imposible zafamos de él. Los deseos de los hombres, con el correr de los siglos, han provocado una situación ante la cual retrocedemos; la desenfrenada naturaleza de nuestros anhelos y deseos, y los efectos del espejismo sobre el individuo, proporcionan material a los laboratorios psicológicos; la
[i119] vida de deseos de la raza fue erróneamente orientada y las aspiraciones humanas se volcaron hacia el plano material, produciendo ese mundo de espejismo en el que todos luchamos habitualmente. Es la más potente de nuestras ilusiones u orientaciones erróneas. Pero una vez que se vierte la luz del alma sobre ella, se disipa poco a poco esta miasma de fuerzas. Este trabajo constituye la principal tarea de los aspirantes a los misterios.

La ilusión es más mental en sus impactos. Concierne a las ideas por las cuales vivimos, y a la vida mental que más o menos (casi siempre menos) rige nuestras tareas cotidianas. Veremos, cuando entremos a considerar estas tres tentaciones, que en la primera de ellas Cristo fue enfrentado por maya, con fuerzas físicas de tal poder que el demonio pudo aprovecharlas en su intento de confundir a Cristo. También, que en la segunda tentación, Cristo fue tentado por el espejismo, y en el sometimiento de Su vital vida espiritual, por el engaño y el empleo emocional de Sus poderes divinos. El pecado de la mente, el orgullo, fue puesto en actividad por el demonio en la tercera tentación y, con seguridad, le fue presentada a Cristo la ilusión del poder temporal para ser
[e126] empleado con buenos propósitos. De este modo, los tres aspectos de la naturaleza de Cristo, con sus probables flaquezas internas, fueron puestos a prueba, y por medio de ellos se vertió sobre Él todo el espejismo, maya e ilusión mundiales. Entonces tuvo que enfrentarse con el Morador en el Umbral, sinónimo del yo inferior personal, considerado como un todo unificado sólo en el caso de personas muy avanzadas, discípulos e iniciados. Esas tres palabras, maya, espejismo e ilusión, son sinónimos de la carne, el mundo y el demonio, triple prueba que debe afrontar todo hijo de Dios al borde de la liberación.

"Si eres Hijo de Dios dí que estas piedras se hagan pan". Empleemos nuestros poderes divinos para fines físicos y personales. Antepongamos la naturaleza física y material a todo. Saciemos nuestra hambre, cualquiera sea, y hagámoslo porque somos divinos. Empleemos nuestros poderes divinos para
[i120] obtener buena salud, prosperidad financiera, largamente deseada, popularidad, tan ansiada para nuestra personalidad, y esas condiciones y situaciones físicas que deseemos. Somos hijos de Dios y tenemos derecho a todas estas cosas. Ordena que estas piedras se conviertan en pan, para satisfacer nuestra supuesta necesidad. Tales fueron los plausibles argumentos empleados entonces y que aún emplean muchos instructores y escuelas de pensamiento. Tales son particularmente las tentaciones de los aspirantes del mundo actual. Sobre esta teoría medran mucho instructores y grupos y, cosa curiosa, proceden así con toda sinceridad, totalmente convencidos de la rectitud de su posición. Las tentaciones que alcanzan a las almas más avanzadas del mundo, son de carácter más sutil. En el empleo de los poderes divinos para la realización y satisfacción puramente personal, las necesidades físicas pueden presentarse de tal manera que parezcan realmente justas. Sin embargo, no vivimos sólo de pan, sino de la vida espiritual que (viniendo de Dios) afluye al hombre inferior y constituye su vida. Ésta es la primera verdad que debe comprenderse. Sobre esa vida del alma y ese contacto interno, debe hacerse hincapié. La curación del cuerpo físico, cuando está enfermo, podrá ser satisfactorio para el individuo, pero vivir como alma es de mayor importancia. Poner el énfasis sobre una divinidad que debe expresarse, satisfaciendo únicamente una necesidad física, en sentido económico, limita decisivamente a la divinidad, en uno de sus atributos. Cuando vivimos como almas, cuando nuestra vida interna se orienta hacia Dios, no por lo que podemos recibir sino por haber desarrollado el sentido de la divinidad, entonces las fuerzas de la vida divina afluirán a través nuestro y producirán lo necesario. Esto no traerá lógicamente la [e127] total inmunidad a las enfermedades ni causará la afluencia de finanzas, pero producirá la purificación de la naturaleza inferior, la tendencia al olvido de sí mismo, al altruismo, que considerará primero a los demás, la sabiduría para enseñar y ayudar a otros, la eliminación del odio y la suspicacia, todo lo cual hará la vida más placentera para nuestros asociados y traerá una bondad e inclusividad que no dejará lugar para el yo [i121] separado. Posible, aunque no inevitablemente, este tipo de naturaleza interna dará por resultado un cuerpo sano, y la liberación de los males físicos. En tiempo y espacio, en determinada vida y en un definido momento, la enfermedad tiene su valor y puede ser una muy deseable bendición. La pobreza y la dificultad financiera pueden restablecer el sentido perdido de los valores y enriquecer el corazón, llenándolo de compasión. El dinero y la salud perfecta pueden significar el desastre para muchos. El empleo del poder divino para fines egoístas y la confirmación de la naturaleza divina, a fin de lograr la salud individual, prostituyen la realidad y constituyen la tentación que Cristo enfrentó victoriosamente. Vivimos por la vida de Dios. Dejemos que esa vida fluya "más abundantemente" sobre nosotros, y nos convertiremos, como Cristo, en centros vivientes de energía radiante para servir al mundo. Probablemente disfrutaremos de una mejor salud física, porque no nos preocuparemos de nosotros mismos. La liberación de la autocentralización es una de las primeras leyes de la buena salud.

El problema de la curación, que absorbe la atención de tantos miles de personas en esta época, es demasiado amplio para ser tratado aquí, y es mucho más complicado de lo que el curador común o los grupos de curación perciben. Únicamente señalaré dos cosas:

Una, la afirmación de que toda enfermedad es el resultado de pensamientos erróneos, no debe ser aceptada con demasiado apresuramiento. Hay demasiadas enfermedades en otros reinos de la naturaleza —animal, vegetal, mineral— y las sufren como los seres humanos, y estos reinos antedatan a la aparición de la familia humana sobre la tierra. Otra, la afirmación de que somos divinos nos da, por lo tanto, derecho a una buena salud, lo cual puede ser verdad cuando se expresa realmente la divinidad, pero no por la afirmación en sí, sino por el contacto egoico consciente e inteligentemente organizado. Esto trae como resultado una vida como la de Cristo, sólo preocupada e interesada por los demás, sin pensar en el yo.

Cristo fue tentado a utilizar Sus poderes divinos con fines egoístas, por la sutil reiteración de Su divinidad, que se funda en
[e128] la universalidad de la Palabra. Quizás sea apropiado aquí recordar que en la cruz, Cristo fue vilipendiado con las palabras: "A otros salvó, a Sí mismo [i122] no se pudo salvar".70 La ilusión o maya de la naturaleza física no pudo aferrarlo y se liberó de ella.

Hoy, el aspirante mundial, la humanidad, enfrenta esta tentación. Su problema es económico. Se refiere específica y fundamentalmente al pan, del mismo modo que, hablando simbólicamente, el problema de Cristo era el del alimento. El mundo enfrenta un problema material. Que no hay forma de evadirlo, es verdad, y que el hombre debe alimentarse es igualmente cierto. ¿Sobre qué bases se solucionará este problema? ¿Seremos considerados demasiado idealistas e imprácticos, místicos y visionarios, si nos apoyamos, como Cristo, sobre los fundamentos de la vida y adoptamos la posición de que cuando un hombre se ha reajustado y reorientado como ser espiritual, su problema se resolverá automáticamente? Sin duda alguna, nos considerarán así. Si sentimos, como muchos sienten actualmente, que la solución del problema está en una revaluación de la vida y una reeducación de los principios subyacentes del vivir ¿estaremos tan desviados y seremos considerados tontos? Muchos nos consideraran así. Pero la solución del problema del hombre, en términos de sus necesidades físicas, servirá únicamente para hundirlo más en la ciénaga del materialismo. Suplir totalmente sus demandas en términos de pan y manteca, puede ser muy necesario, y lo es, pero debe acompañarlo algo que satisfará la necesidad de todo el hombre, no simplemente la de su cuerpo y sus deseos. Hay cosas esencialmente importantes para él, de mayor interés y valor que lo relacionado con la forma, aunque no se dé cuenta. 'Cristo dedicó muy poco de Su tiempo en alimentar a las multitudes, pero mucho dedicó en enseñarles las reglas del reino de Dios. Podemos confiar en que los hombres se posesionen de lo que quieran. Esto lo hacen hoy en todas partes. Lo realmente importante es que debe ser destacado y enseñado simultáneamente, o el fin será desastroso.

Una vez que la casa humana haya sido depurada de abusos como lo proclaman muchos revolucionarios en todos los países, a no ser que esa casa como resultado, sea embellecida, y que sus moradores posean ideas basadas en las esencialidades [i123] divinas, su estado será peor que el actual. De acuerdo a la parábola71 de Cristo, siete demonios pueden entrar en una casa. A no ser que Dios more en la casa después de depurada y que nuestras [e129] revaluaciones y ajustes nacionales nos lleven a obtener la paz y la tranquilidad de la mente, donde el alma del hombre puede florecer, iremos hacia peores desastres. Sir Arthur Eddington 72, expone sintéticamente lo antedicho:

"Ese 'algo a lo cual le interesa ciertamente la verdad', debe tener cabida en la realidad, sea cual fuere la definición que adoptemos de la realidad. En nuestra propia naturaleza, o por el contacto de nuestra conciencia con una naturaleza que trasciende la nuestra, hay otras cosas que demandan el mismo tipo de reconocimiento, el sentido de la belleza, de la moral y, finalmente, una experiencia que describimos como la presencia de Dios, que se halla en la raíz de toda religión espiritual. Al sugerir que todas esas cosas constituyen un mundo espiritual, no trato de substanciarlas ni de objetivarlas —representarlas como distintas de las que vemos en nuestra experiencia. Pero diría que, cuando están rodeadas del misterio de la existencia, surge el clamor: '¿De qué se trata? No es una verdadera respuesta observar únicamente esa parte de la experiencia que nos llega por medio de ciertos órganos sensorios, respondiendo': Se trata de átomos y del caos del universo de globos ígneos que ruedan hacia una inminente destrucción, de tensiones y de inconmensurable álgebra. Se trata más bien de un espíritu donde la verdad tiene su santuario, con potencialidades de autorrealización, en respuesta a la belleza y lo justo. ¿Debería agregar acaso que así como la luz, el color y el sonido, penetran en nuestras mentes por los impulsos de un mundo que está más allá, también otras conmociones de la conciencia provienen de algo más grande que nuestra personalidad, aunque lo definamos como que está más allá o profundamente oculto en nosotros mismos?"

"No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". "Entonces el diablo lo llevó a la santa ciudad y lo puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios échate abajo, porque escrito está: A sus ángeles mandará por ti, y en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en la piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios."
73

Es esencial, para la comprensión exacta de esta tentación, recordar lo antedicho, que los pasajes de La Biblia se interpretan desde el punto de vista de las almas implicadas. Cristo enfrenta al demonio desde el terreno de Su naturaleza divina. Si eres el Hijo de Dios aprovecha la paternidad de Dios y arrójate. Esta tentación difiere de la primera, aunque parece personificar el mismo tipo de prueba. Tenemos la clave en la respuesta de Cristo, de afirmarse en Su divinidad, cosa que no hizo en la tentación anterior. El demonio en esta prueba cita las escrituras para sus propios fines. Lleva a Cristo al Lugar Sagrado, el campo de batalla, donde el demonio siembra la duda. El espejismo de la duda desciende sobre Cristo. Hambriento, solitario, cansado de conflictos, es tentado a dudar hasta de las mismas raíces de Su ser.

[e130]
No dudo que Cristo fue embargado por la duda. Los primeros vestigios de ese espejismo que descendió sobre Él, como una gran tiniebla en la Crucifixión, entonces lo embargó. ¿Era Él el Hijo de Dios? Después de todo ¿Tenía una misión que cumplir? ¿Su actitud era autoilusoria? [i124] ¿Valía la pena todo eso? Fue atacado en Su punto más fuerte, y allí reside la potencia de la tentación.

En una antigua escritura de la India, El Bhagavad Gita, Arjuna, el discípulo, enfrenta idéntico problema. Se ve envuelto en una gran batalla que se libra entre dos ramas de una misma familia —entre el yo superior y el yo inferior—, y él también duda de lo que debe hacer. ¿Deberá continuar la batalla y la prueba, y así triunfar como alma? ¿Deberá afirmar su divinidad y vencer lo inferior y lo no divino? En un comentario, Charles Johnston dice
74:
"Hay un significado espiritual en todo esto, y la situación de Arjuna ha sido bien elegida a fin de extraer grandes verdades espirituales. Arjuna representa el yo inferior personal que empieza a tener conciencia del yo superior; conmovido y enardecido por la luz espiritual del yo superior, sin embargo, desalentado y aterrorizado, comprende lo que debe significar la obediencia al yo superior. La contienda de los hermanos se concentra ahora en una sola naturaleza, en la vida de un solo hombre. Debe librarse una guerra dentro de sí mismo, una guerra larga y penosa por la vida del alma. Sólo un valor superior unido a la fe y a la aspiración hace posible la contienda y aún así habrá retroceso y desaliento."

Alguien más grande que Arjuna (que representa el símbolo del discípulo en su camino hacia la perfección) enfrentó un problema similar con valentía, fe y aspiración, pero el interrogante fue el mismo: ¿La vida del alma es una realidad? ¿Soy divino? Cristo enfrentó este problema sin desaliento y triunfó porque empleó una afirmación de tal poder (puesto que establecía una verdad) que el demonio momentáneamente no pudo llegar hasta Él. Probablemente Cristo respondió: "Soy el Hijo de Dios. Tú no me tentarás". Se apoyó en Su divinidad y venció a la duda.

Resulta interesante constatar que la humanidad de hoy está embargada por el espejismo de la duda. Se duda en todas partes. Es un asunto emocional. El intelecto claro, frío, analítico y sintético, no duda en este sentido. Interroga y espera.
[i125] Pero en el Lugar Sagrado, con amplio conocimiento de lo que está escrito y frecuentemente después de la victoria, la duda desciende sobre el discípulo. Quizás, después de todo, ese sentido de la divinidad que hasta aquí ha sustentado al discípulo, es en sí espejismo y no realidad. El discípulo no puede dudar que ha pasado una experiencia de naturaleza divina y sobrenatural. Hubo momentos en [e131] que surgió "una sensación de tener acceso a lo divino, distinta de otras experiencias, y tan original e inexplicable como la del sexo y la sensación de la belleza —el hambre o la sed",75 porque, indudablemente, "en el corazón de cada religión y en todas las religiones, hay una experiencia anterior".76 Pero tal vez eso sea sencillamente fenoménico y no real, algo que pasa sin ninguna base inmortal y se experimenta como parte del espejismo mundial, pero que no perdura ni puede perdurar. Quizás Dios es únicamente un nombre para todo lo que existe y, para el alma consciente individual, no hay una persistencia definida, ninguna divinidad esencial, ni nada real —sólo un momentáneo destello de conocimiento. Pongamos a prueba este sentido de la divinidad y veamos si con el cambio de la destrucción física, perdura algo que es espíritu inmortal. Estudiando el modo en que Cristo enfrentó esta tentación, nos inclinamos a creer (habiendo el Cristo afirmado Su creencia en Su propia divinidad) que sencillamente ignoró la tentación. Su método fue tan breve y conciso, que no se han explicado los detalles. La escapatoria de esta tentación particular, es dual: reconocerla por lo que es, irreal, simplemente un espejismo que no tiene verdadera y duradera existencia, así como nos asalta una ilusión; luego afirmarse en la experiencia de Dios. Si por un breve minuto estuvimos en la Presencia de Dios y lo supimos, eso es real. Si la Presencia de Dios en el corazón humano ha sido una realidad, en cualquier momento, por un instante, apoyémonos en esa experiencia conocida y sentida y rehusemos tratar los [i126] detalles de los espejismos de la duda, de la emoción, de la depresión o de la ceguera, en que podamos vernos envueltos momentáneamente.

La duda sólo puede eliminarse hoy en el mundo, cuando los hombres apliquen a los problemas de la humanidad, de Dios y del alma, no sólo la clara y fría luz del intelecto iluminado por la intuición, sino también el poder de la pasada experiencia. Si el sentido de Dios ha persistido en el mundo desde edades incalculables, y si el testimonio de los místicos y santos, de los videntes y Salvadores de todos los tiempos, es histórico y verificable —como lo es—, entonces ese testimonio con toda su riqueza y universalidad, constituye un hecho tan científico como cualquier otro. Vivimos en una época donde el hecho científico parece poseer la atracción de un espejismo. Ciclos de misticismo, de filosofía, de expresión científica, de crudo materialismo —tal es el camino cíclico que recorremos y tal es nuestra historia: Pero en forma persistente,
[e132] a través de todos ellos, corre el hilo del Plan de Dios. Constantemente, a través de todo, el alma del hombre marcha de un desenvolvimiento de conciencia a otro, y nuestro concepto de la divinidad adquiere constantemente riqueza y realidad. En este hecho puede apoyarse la humanidad: el alma divina del hombre. En este hecho se apoyó Cristo cuando el demonio, por segunda vez, lo tentó.

"Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adoras. Entonces Jesús le dijo: Vé, Satanás, que escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás." 77

Cristo fue probado en Su naturaleza física y triunfó. Fue probado en Su naturaleza emocional de deseos, y descubrimos que ni las fuerzas de la naturaleza física ni el espejismo, que la naturaleza emocional sensoria inevitablemente trae, Le desviaron en lo más mínimo del sendero del vivir y de la expresión espirituales. Todos Sus deseos se dirigieron hacia Dios; toda actividad de Su [i127] naturaleza estaba correctamente ajustada y divinamente expresada. Él debía conocer este triunfo, y este conocimiento llevaba en sí la simiente de la tentación final. Había triunfado sobre el materialismo y la duda. Sabía que el aspecto forma de la vida no podía atraerle y luchó denodadamente hasta obtener el pleno reconocimiento de Su divinidad. Por eso había conquistado los puntos extremos de Su naturaleza, los aspectos superior e inferior. Expresaba ahora la cualidad de la divinidad. La realidad divina que sentía y de la que dependía, era tan poderosa como para penetrar la ilusión o maya y disipar el espejismo. Sólo quedaba el deseo puro, desear a Dios. Cristo había sido probado en dos aspectos de Su naturaleza —la material y la divina— y como Hombre-Dios venció al mal. Fundamentalmente, ambas tentaciones correspondieron al deseo. La exigencia era la total carencia de deseos personales. Beverley Nichols 78 dice: "si los hombres se dejaran guiar por Cristo... podrían hacer del deseo un poder que cambiaría al mundo, que convertiría en jardín los barrios bajos más sórdidos y trasformaría en armonía perfecta cualquier discordia social. Tal poder daría al oro un brillo inmarcesible y trasformaría millones de odios y sospechas en amor universal. Tal poder, sin duda, convertiría las sangrientas guerras del mundo en una paz resplandeciente".

En Cristo el deseo se trasmutó en poder, aunque la victoria lograda condujo a acontecimientos que contenían la posibilidad de
[e133] peligro. Cristo fue probado después en el campo del poder. Un carácter desarrollado al máximo grado de perfección, que estableció una unidad entre la fuente de poder, el alma, y el instrumento de poder, el yo inferior personal, produce lo que llamamos una personalidad. Esa personalidad puede constituir una verdadera fuente de peligro para su dueño. El sentido del poder, el conocimiento de que se ha realizado, la comprensión de su capacidad y la habilidad percibida para regir a otros, porque nos regimos a nosotros mismos, contienen el germen de la tentación, y precisamente aquí el demonio intentó atrapar a Cristo. La gente se asombra cuando se le dice que un carácter íntegro puede ser fuente de dificultades. Dificultades de tipo peculiar, en el sentido de que las cosas que hace y las palabras que pronuncia una persona muy evolucionada, cuyo carácter es notablemente íntegro y cuya personalidad está cabalmente desarrollada, pueden causar mucho daño —aún cuando el móvil sea correcto o aparente serlo. Tales personas manejan mucho más poder que la gente común.

¿Qué es precisamente un carácter íntegro y cómo se produce? Lógicamente lo produce primeramente la rueda de la vida y la experiencia
[i128] en Galilea; luego por el esfuerzo consciente y la disciplina autoiniciada; finalmente por los procesos de integración de varios aspectos de la naturaleza inferior en un todo sintético, en una unidad para un propósito determinado. El Dr. Sheldon 79 define el proceso que debemos seguir de la manera siguiente:

"El carácter, en su sentido psicológico, se refiere al resultado final de la interacción de dos factores que encontramos en una personalidad, es decir, la jerarquía de los valores o propósitos conscientes, erigidos en el curso de una vida, y la medida en que esta estructura intelectual es excitada y vitalizada por un apoyo sensorio desde abajo. El resultado final puede describirse como grados de honestidad, subordinación, nobleza, integridad, moralidad, o algo por el estilo. La persona que posea esas altas cualidades, tiene fortaleza de carácter. Dos elementos deben siempre tenerse en cuenta cuando se hace referencia al carácter: el diseño de ideales y la amplitud con que es percibido, como distinto del diseño meramente intelectual. En resumen, el carácter es la medida en que la mente se ha concretado con determinado propósito y puede resistir a las influencias desintegradoras". (Lo subrayado me pertenece. A.A.B.)

Más adelante, el mismo autor establece que "el carácter es una cualidad de la personalidad, el grado de consistencia, sistema e integridad interna, alcanzada por la personalidad. La religión es, en un sentido práctico, la aplicación de la técnica para el desarrollo del carácter".80

[e134] Cito estos párrafos porque explican con claridad lo que estuvo sometido a prueba en el caso de Cristo, en la tercera tentación. Sus "propósitos o valores conscientes", fueron puestos a prueba. Su integridad debió ser socavada, si era posible, obligando a que la unidad que Él representaba se desintegrase. Si esto se lograba, y si las normas que Él estableció podían ser anuladas, Su misión estaba destinada a fracasar desde el principio. Si hubiera podido ser engañado por la ilusión del poder, si la ambición de naturaleza personal se hubiese desarrollado en Su conciencia, la fundación del reino de Dios habría quedado indefinidamente demorada. Esta tentación fue un ataque a la raíz misma de la personalidad. La mente, el factor integrador, con su facultad de pensar con claridad, de formular propósitos definidos y de elegir, estaba a prueba. Esas tentaciones no acechan al que está poco evolucionado, y debido a la fortaleza del carácter implicado de tipo iracundo, son más difíciles de manejar. El designio del demonio se dirigía a la ambición de Cristo. La ambición es por excelencia el problema del aspirante y del discípulo evolucionados —ambición personal, deseo de popularidad, ambición mundana e intelectual y poder dictatorial sobre los demás. La sutileza de esta tentación reside en el hecho de que va dirigida a un móvil correcto. Da a entender que sería buena para el mundo de los asuntos humanos si todo perteneciera a Cristo. Por el simple reconocimiento de que el poder del demonio, la fuerza materialista del mundo, es suprema, podría otorgársele a Cristo el control de los reinos del mundo. Se Le ofreció como recompensa, por el más mínimo reconocimiento —se Le ofreció estando solo y sin que nadie Lo viera, en la cima de una montaña— del poder que representaba o simbolizaba, el triple mundo de la vida externa. Si Cristo se hubiera postrado brevemente y hubiese reverenciado ese gran poder, los reinos de este mundo y sus glorias serían Suyas y sabemos suficientemente de Él como para comprender que en ese gesto no habría habido nada egoísta si hubiera [i129] sido inducido a hacerlo. ¿Qué se interpuso entre Él y la aceptación de esta oportunidad? Su respuesta lo indica claramente, pero debe ser entendida. Se interpuso Su conocimiento de que Dios era Uno y Dios era Todo. El demonio Le mostró una imagen de la diversidad, de muchos reinos, de mucha división, de multiplicidad, de pluralidad, de unidades separadas. Cristo vino para unificar, para unir y reunir en uno a todos los reinos, a todas las razas y a todos los hombres, para que las palabras de San Pablo fueran verdaderas de hecho y en acción.

"Hay un cuerpo y un espíritu, como fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo; un Dios [e135] y un Padre de todos, que está por encima de todos, a través de todos y en todo." 81

Si Cristo hubiera sucumbido a las seducciones del demonio, y si por el evidente correcto móvil y amor a la humanidad, hubiera aceptado el don ofrecido, esas palabras nunca se hubiesen cumplido como ciertamente se cumplirán en una fecha no muy lejana, según lo hace suponer el presente caótico. Cristo sostuvo Sus valores y no varió Su propósito. La ilusión del poder no pudo afectarlo. Lo real estaba tan aferrado a Su mente que lo irreal y lo inmediato no podía alucinar Su conciencia. Vio el cuadro en su totalidad. Vio un mundo en el que no podía existir dualidad sino sólo unidad, y Sus esfuerzos para traer a la existencia el mundo futuro, no pudieron ser desviados. Se ha dicho que:

"La bondad es por lo tanto sabiduría, y la sabiduría consiste en ver en la actualidad las realidades eternas que residen en las ideas. O porque hasta las minucias son ideales, la sabiduría consiste, en última instancia, en ver síntesis cada vez más amplias y valores cada vez más grandes. El hombre sumamente sabio es aquél que crea mundos para que otros los habiten. Profeta es aquel que ve una unidad mundial en formación y la visualiza como el destino de su pueblo."82

¿No es esto, acaso, una descripción de la síntesis más amplia que vio el Cristo y por la cual todos deberíamos estar trabajando? Donde existe esta visión, los valores y realizaciones menores no pueden detener a un corazón ardiente. Donde se puede concebir el todo como una posibilidad, la parte encaja en el lugar que le corresponde. Donde el propósito de Dios se revela claramente a la mente del vidente, los móviles o fines menores y las pequeñas ambiciones y deseos de lo personal, se desvanecen. Al final del camino de la evolución está la consumación, el reino de Dios, no los reinos del mundo. Son parte de un todo futuro, y se fusionarán más adelante en una síntesis espiritual. Pero ese reino, como veremos en el capítulo final cuando sinteticemos los resultados de la iniciación, [i130] no nace de la ambición del esfuerzo ni del deseo personales. Llega por el sumergimiento de la parte en el todo y del individuo en el grupo. Pero esto se realiza voluntaria e inteligentemente, sin perder el prestigio personal ni el sentido de utilidad o identidad. No se lo impone o exige el grupo, estado o reino, como con frecuencia ocurre hoy. El Dr. Van der Leeuw 83 dice:

"Si queremos entrar en el reino, esa actitud debe cambiar por la de Cristo, cuyo amor se ha hecho radiante, prodigándose siempre al mundo que lo rodea, lo merezca o no, cuya vida está centrada en lo divino, [e136] común a todos. En Él no encontramos ni el menor remanente de una personalidad separada, que lucha por Su propia existencia o su engrandecimiento; ha vaciado el cáliz de su existencia de todo lo personal, y lo ha llenado con el vino de la vida divina, compartida por todos. Por nuestro continuo esfuerzo, posiblemente inconsciente, podemos mantener el centro de la vida separada, denominado personalidad; si siguiéramos a Cristo, tendríamos que abandonar la laboriosa lucha por la aserción individual, con el deseo de ser la vida del Todo, antes que la de la parte. Sólo así podremos entrar en el reino donde la separatividad no existe."

La tentación de Cristo consistía en un obligado reconocimiento de la dualidad. Pero para Él hubo un solo camino hacia ese reino y un solo Dios que, en forma lenta pero segura, trajo el reino a la existencia. Su misión era revelar el método por el cual se podía realizar la unidad y proclamar ese amor incluyente y esa técnica de unificación que todos los que estudian Su vida y reaccionan ante Su espíritu, pueden aplicar. Por eso no podía caer en el error de la diversidad ni identificarse con la multiplicidad, cuando había abarcado en Su conciencia, como Dios, la síntesis mayor. Pope, en su famoso Ensayo sobre el Hombre, lo presintió y expresó en palabras al alcance de todos:

"Dios ama del todo a la parte, pero el alma humana
debe elevarse de lo individual a la totalidad. [i131]
El amor propio sólo sirve para despertar la mente virtuosa,
como el guijarro agita el pacifico lago;
se mueve el centro, inmediatamente un circulo se produce,
otro y otro aparecen.
Abarcan primero al amigo, al vecino, al pariente,
y luego a su patria y después a toda la raza humana;
cada vez más amplios son los desbordes de la mente,
abarcando a las criaturas de toda especie;
la tierra sonreirá, plena de infinitas bendiciones
y el cielo contemplará su imagen, en su seno."

Entonces el demonio Le abandonó. Nada más pudo hacer y Cristo "se volvió a Galilea" 85 para emprender nuevamente la rutina del diario vivir. La experiencia de Galilea no puede ser eludida por ningún Hijo de Dios encarnado. Cristo hizo entonces tres cosas: Primero, supo que Juan el Bautista había sido encarcelado, retomó la tarea que éste había emprendido, y continuó predicando el arrepentimiento. Segundo, seleccionó cuidadosamente a quienes iban a trabajar con Él, teniendo que instruirlos para llevar a cabo la misión del reino, e inició entonces el acrecentado servicio que constituye siempre la señal dada al mundo de que un hombre ha llegado a ser más incluyente y ha recibido otra iniciación. Aunque el mundo no reconozca en el momento esa señal, no volverá [e137] a ser el mismo mundo de antes de recibir la iniciación y prestar servicio. El surgimiento de un iniciado en el campo del mundo, hace que ese campo sea diferente.

Cristo hizo el bien en todas partes, "enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo".
86 Había registrado ante Dios, ante el hombre y ante Sí Mismo, Su perfección. Había salido de la experiencia en el desierto y pasado la prueba y la experiencia, justificando totalmente Su divinidad. Sabía que era Dios, Se había demostrado a Sí Mismo lo divino de Su humanidad. Sin embargo, como ocurre con todos los [i132] Hijos de Dios que se liberan, no podía detenerse hasta haber mostrado el camino. Tenía que trasmitimos la gran energía del Amor de Dios.

"Leemos en un famoso catecismo japonés: 'el despertar de un corazón a la sabiduría, significa la firme resolución de promover la salvación de todos los seres vivientes antes de llegar uno mismo a la más apartada ribera de la liberación'. Esta sólo es el eco del trascendental voto del Buda, el legendario Maestro, que dijo: 'Cuando haya alcanzado la perfección, no aceptaré la perfecta iluminación hasta que no haya nacido todo ser viviente, que confiadamente se refugia en mí y desea nacer en mi reino'." 87

Aunque no aceptemos el calificativo de "legendaria", que el Dr. Karrer da a la naturaleza de Buda, puesto que Su existencia está históricamente comprobada, debemos, no obstante, a este autor, el haber despertado la atención de los lectores occidentales con esos dos hermosos pasajes que predicen una posición más sublime adoptada por Cristo, cuando estuvo en la tierra. Perfecto, sirviendo y con pleno conocimiento de Su misión, Cristo entra ahora en un período de trabajo activo, que debe preceder a la iniciación siguiente, la de la Transfiguración.




Notas:

1.Psychology and the Promethean Will, de W. H. Sheldon, pág. 130.
2.Mt., 3:15.
3.Gen., 1:26.
4.Psychology and the Promethean Wll, pág. 135.
5.Reality and Ilusion, de Richard Rothschils, págs. 217, 218.
6.Religions of Mankind, pág. 204.
7.Eros and Psyche, de Benchara Branford, pág. 83.
8.Religions of Mankind, de Otto Karrer, pág. 195.
9.Ma., 5:16.
10.Jn., 14:12.
11.Religions of Mankind, de Otto Karrer, pág. 218.
12.Ídem, pág. 98.
13.A Pilgrim's Quest for the Divine, de Lord Conway of Allington, pág. 214.
14.Jn., 14:32.
15.Mt., 3:13-17.
16.Mt., 5:8.
17.Aforismos Yoga de Patanjali, Libro II, Af. 41.
18.Lc., 3:16.
19.Simbolism in Religion, Constructive Quarterly, 1914.
20.Sermons, de A. Maclaren, Serie II, pág. 236.
21.The Perfect Way, de Anna Kingsford, pág. 241.
22.Life of Anna Kingsford, de E. Maitland, T. I, pág. 151.
23.Sermons, de A. Maclaren, Serie 2ª, págs. 229, 231.
24.Mt., 3:15.
25.Mt., 11:12.
26.Fil., 2:12.
27.The Mystery of tke Kingdom of God, pág. 354.
28.The Mystery of the Kingdom of God, pág. 223.
29.A Pilgrim's Quest for the Absolute, de Lord Conway of Allington, pág. 8.
30.Aforismos Yoga de Patanjali, Libro II, Af. 27.
31.Jn., 8:12.
32.Mt., 5:16.
33.Ro., 8:29.
34.Religions of Mankind, de Otto Karrer, pág. 116.
35.The Religion of Love, del Gran Duque Alejandro de Rusia.
36.Religions of Mankind, de Otto Karrer, pág 94.
37.Ga., 3:27.
38.Ga., 4:19.
39.I cor., 4:15.
40.I P., 3:4.
41.Ef., 4:13.
42.Cristianismo Esotérico
43.Psychology and God, pág. 14
44.Fil., 4:7.
45.The Recovery of Truth, de Hermann Keryserling, pág. 216.
46.Religions of Mankind, de Otto Karrer, pág. 208.
47.Mt., 3:17; 4:1.
48.Athanasian Creed.
49.The Fool Hath Said, págs. 211, 212.
50.He., 4:15.
51.Mt., 4:4, 7, 10.
52.Psychology and God, pág. 240.
53.Mt., 5:48.
54.Psychology of Religions, pág. 228.
55.Religious Realism, de D. C. Macintosh y otros, pág. 88.
56.Outspoken Essays.
57.I Jn., 4:17.
58.The Mystery of the Kingdom of God, pág. 235.
59.Religion in the Making, de A. N. Whitehead, pág. 6.
60.Religion in the Making, de A. N. Whitehead, pág. 9.
61.The Testament of Man, págs. 601, 602.
62.Religions of Mankind, de Ótto Karrer, págs. 121, 122.
63.The Value and Destiny of the Individual, pág. 246.
64.Jn., 17:16.
65.The Value and Destiny of the Individual, pág. 245.
66.The Value and Destiny of the Individual, págs. 284, 285.
67.Religions of Mankind, de Otto Karrer, pág. 131.
68.Mt., 4:2, 3, 4.
69.He., 17:28.
70.Mt., 27:42.
71.Mt., 12:45.
72.New Pathways of Science, pág. 317.
73.Mt., 4:5, 6 y 7.
74.The Bhagavad Gita., pág. 26.
75.The Divinity in Man, de J. W. Graham, pág. 88.
76.Ídem, pág. 88.
77.Mt., 4:8, 9, 10.
78.The Fool Hath Said, pág. 286.
79.Psychology and the Promethean Will, pág. 55.
80.Ídem, pág. 60.
81.Ef., 4:4, 5, 6
82.Reality and Illusion, de Richard Rothschild, pág. 168.
83.Dramatic History of Christian Faith, pág. 19.
84.Mt., 4:12.
85.Mt., 4:17, 24.
86.Religions of Mankind, de Otto Karrer, pág. 34.



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